SANTA BIBIANA, VIRGEN Y MARTIR
Celebra la Iglesia, en el Adviento, la memoria de cinco
ilustres Vírgenes, entre otras. La primera, que celebramos hoy, es Santa
Bibiana, virgen romana; la segunda, Santa Bárbara, gloria de las Iglesias de
Oriente; la tercera, Santa Eulalia de Mérida, una de las principales perlas de
la Iglesia española; la cuarta, Santa Lucía, corresponde a Sicilia; finalmente,
la quinta, Santa Otilia, de la que se honra Francia. Estas cinco Vírgenes
prudentes atizaron su lámpara, y estuvieron en vela aguardando la llegada del
Esposo; y fué tan grande su constancia y fidelidad, que cuatro de ellas
derramaron su sangre por el amor de Aquel a quien esperaban. Afiancémonos en la
fe con ayuda de tan grandes ejemplos; y, puesto que, como dice el Apóstol, no
hemos resistido todavía hasta derramar la sangre, no nos lamentemos de nuestras
fatigas y trabajos en estas vigilias del Señor, después de las cuales esperamos
verle: ilustrémonos hoy con los gloriosos ejemplos de la casta y valerosa Santa
Bibiana.
Vida
Su nombre no figura en el martirologio jeronimiano. Sus
Actas conocidas también con el nombre de Actas de San Pimenio, son legendarias.
Según ellas, habría pertenecido a una familia de mártires, cuyos miembros
dieron todos su vida por Cristo. Prefirió esta santa ser azotada hasta la
muerte antes de perder su fe y su pureza. El Papa Simplicio (468-483) consagró en
su honor una basílica sobre el Esquilino, y el Líber Pontificalis nos dice que
su cuerpo descansa, allí. Santa Bibiana es patrona de Sevilla y es invocada contra
los dolores de cabeza y la epilepsia.
Parábola de las Diez Vírgenes. Peter Von Cornelius |
Ruega también, Virgen fidelísima, por la Iglesia de la
tierra que te engendró para la del cielo, y que con tanta devoción guarda tus
preciosas reliquias.
Obtén para ella esa fidelidad perfecta que la hace
siempre digna del que es su Esposo y tuyo, y que después de haberla enriquecido
con sus mejores dones, y fortalecido con inviolables promesas, quiere que pida,
y que pidamos nosotros para ella, las gracias que han de conducirla al término
glorioso por el que suspira.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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