viernes, 13 de octubre de 2017

S A N T O R A L


Fotografía del 13/10/1917, durante el milagro del sol

 

SEXTA APARICIÓN DE LA 

 VIRGEN DE FATIMA

 

SÁBADO 13 DE OCTUBRE DE 1917

 

milagro del sol en fatima 1917

 UNA REVELACIÓN PROVIDENCIAL

Sale a luz impresionante complemento del mensaje de Fátima

Alejandro Ezcurra Naón

Bajo el título “Novedades apocalípticas de Fátima”, el periodista italiano Antonio Socci informa sobre una extraordinaria aparición de la Virgen María a Sor Lucía dos Santos, la testigo sobreviviente de Fátima, ocurrida en 1944 pero que sólo se conoció recientemente. Es un complemento de las cada vez más actuales profecías de Fátima y, por una coincidencia providencial, sale a la luz precisamente cuando los acontecimientos mundiales ya parecen cercanos al desenlace que aquellas profecías hacen prever.

Cómo se conoció la aparición

Por la importancia del tema, hemos buscado la propia fuente de esa información, un manuscrito dado a conocer el año pasado en el cual Sor Lucía narra la visión.
El documento fue incluido en una biografía de la religiosa, escrita por sus hermanas de hábito con base en sus cartas y en su Diario espiritual aún inédito. Titulada Un camino bajo la mirada de María, la biografía fue publicada en 2013 por el Carmelo de Coimbra, donde Sor Lucía vivió desde 1948 hasta su muerte en 2005 [1].
Um Caminho Sob o Olhar de Maria
Edições Carmelo

Biografía de la Hermana Lucía escrita por las religiosas del Carmelo de Coimbra, donde ella vivió.
Pero hasta ahora ese libro de casi 500 páginas ha tenido una difusión limitada, sin mayor publicidad. El artículo de Antonio Socci, en cambio, publicado el pasado 17 de agosto, permitió que el relato de la visión sea conocido por el público corriente y saltara rápidamente a las redes sociales [2].

Los antecedentes de la visión

La aparición relatada por Lucía ocurrió al comienzo del año 1944, cuando era monja en el convento de las Hermanas Doroteas en Tuy (Galicia). Dos años antes, en diciembre de 1941, ella ya había escrito por orden superior las dos primeras partes del secreto de Fátima (la visión del infierno y los avisos y predicciones de la Virgen), pero dejó pendiente la tercera parte.
El obispo de Leiría —la diócesis de Fátima— la instaba reiteradamente a redactar también ese “tercer secreto”; pero como la Virgen le había mandado guardar reserva, ella se abstuvo de hacerlo. Sin embargo, interiormente su perplejidad era muy grande: estando el mundo en plena II Guerra Mundial, ¿no habría llegado el momento de escribirlo?

El relato de Lucía, paso a paso

En esas circunstancias, hacia las 4 de la tarde del día 3 de enero de 1944 —relata Lucía—, mientras rezaba en la capilla del convento ante el tabernáculo, “pedí a Jesús que me hiciese conocer cuál era su voluntad”, y con el rostro entre las manos esperaba alguna respuesta: “Sentí entonces que una mano amiga, afectuosa y materna, me toca el hombro. Levanto la mirada y veo a la querida Madre del Cielo”.
La Virgen le dice: “«No temas, quiso Dios probar tu obediencia, fe y humildad. Queda en paz y escribe lo que te mandan, pero no aquello que te es dado comprender de su significado»”. Le instruye guardar lo que irá a escribir en un sobre lacrado y anotar por fuera de este «que sólo puede ser abierto en 1960».
Enseguida, prosigue Lucía, “sentí el espíritu inundado por un misterio de luz que es Dios y en Él vi y oí: la punta de la lanza como llama que se desprende, toca el eje de la Tierra. Ella se estremece: montañas, ciudades, villas y aldeas con sus habitantes son sepultadas. El mar, los ríos y las nubes salen de sus límites, desbordándose, inundando y arrastrando en un remolino, casas y gente en un número que no se puede contar, es la purificación del mundo, por el pecado en el cual está inmerso. – ¡El odio, la ambición, provocan la guerra destructora!
“– Después sentí en el palpitar acelerado del corazón y en mi espíritu el eco de una voz suave que decía: ‘En el tiempo, una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica, Apostólica – En la eternidad, ¡el Cielo!’
“Esta palabra ‘Cielo’ llenó mi corazón de paz y felicidad, de tal forma que, casi sin darme cuenta, me quedé repitiendo por mucho tiempo: ’el Cielo, el Cielo’”.
Alentada por estas maravillosas palabras finales, Sor Lucía cobró fuerzas para escribir el Tercer Secreto, tal como la Virgen le había ordenado:“Apenas pasó la mayor fuerza de lo sobrenatural, fui a escribir y lo hice sin dificultad, el día 3 de enero de 1944, de rodillas apoyada sobre la cama que me sirvió de mesa. Ave María”. Así concluye el relato manuscrito de la visión (Um caminho..., cit., p. 267).
Obviamente ella escribió sólo lo que le fue revelado el 13 de julio de 1917 —el Tercer Secreto—, omitiendo, conforme las instrucciones que acabara de recibir de la Madre de Dios, cualquier referencia a esta nueva aparición.

¿Cómo interpretar esa visión?

Imágenes integradas 1
Facsimil del diario espiritual de la Hermana Lucía, donde ella narra la aparición de 1944. Hacer click en la imagen para ampliar (pdf).
Lo extraordinario de esa visión particular es que viene acompañada de palabras que la interpretan. Y de esa manera, complementa y realza la grandeza y seriedad del propio mensaje de Fátima.
Aparte de mostrar su inefable bondad con sor Lucía —a la que conforta con su “mano amiga, afectuosa y materna” y con expresiones de aprecio por su obediencia—, y de autorizarle a escribir el Tercer Secreto, la Virgen la premia con esta visión y le hace “comprender su significado”, aunque advierte que no debe añadirla al escrito oficial: sólo pudo anotarla en su Diario personal.
La imagen que Lucía ve en Dios, “la punta de la lanza, como una llama que se desprende”, es notablemente parecida a la espada de fuego que sostiene el Ángel en la visión del Tercer Secreto [3]. Y esa llama, tocando el eje de la Tierra, convulsiona de tal manera toda la naturaleza que hasta “ciudades, villas y aldeas son sepultadas con sus habitantes”. Lo cual a su vez coincide con la predicción del mensaje de Fátima, “varias naciones serán aniquiladas” si los hombres no atendiesen los pedidos de la Virgen.
A ese escenario pavoroso se suma la “guerra destructora”, que Lucía entiende que tiene dos causas: “el odio” “la ambición” . Las atroces masacres de cristianos en Medio Oriente a manos de los islamitas de ISIL y congéneres, que revelan un odio satánico (casi diríamos odio en estado puro); y la sanguinaria invasión rusa a Ucrania, en que la ambición territorial se vuelve cada vez más notoria, ¿no son ya primicias de esa calamidad?
Es digno de nota que paralelamente a la visión, a Lucía le fue dado entender que esas catástrofes son causadas por el pecado que cubre la Tierra, y tienen por objeto la “purificación del mundo”.Tras la purificación viene un gran triunfo universal de la Iglesia, representado por la voz que proclama“una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia”.
Todo ello confirma de manera notable los análisis y previsiones que, a lo largo de las décadas, Plinio Corrêa de Oliveira realizó sobre los rumbos de la situación internacional, advirtiendo que podría desembocar en el caos generalizado, antes de una gran victoria de la Iglesia.
Nótese además la consonancia con el triunfo del Inmaculado Corazón de María previsto en Fátima, y con predicciones similares de la Virgen en apariciones igualmente reconocidas por la Iglesia, como La Salette (1846), Akita (1973) y otras.

¿En el umbral del desenlace de Fátima?

Sor Lucía, la vidente de Fátima, fue monja Dorotea hasta su ingreso en el Carmelo de Coimbra en 1948
Más allá de lo que esta visión de Lucía tiene de terrible y grandioso, cabe resaltar su encaje perfecto como pieza clave en el entramado del mensaje de Fátima —ese apasionante mosaico profético cada vez más próximo a completarse— al cual enriquece con importantes pormenores hasta ahora ignorados.
Es también muy significativo el hecho de que la visión se dé a conocer sólo ahora, 70 años después de ocurrida, cuando amenazantes focos de violencia estallan por todas partes y hasta el mismo Papa Francisco sorprende al mundo declarando que ya “hemos entrado en la tercera guerra mundial” [4].
En verdad, la descripción de Lucía no podía llegar en momento más oportuno: este contexto tan convulsionado permite que todos la entiendan sin dificultad, y por eso nos parece providencial que sea revelada ahora.
Su difusión podrá ayudar a comprender el castigo que vendrá si los hombres no renuncian a la impiedad y la corrupción, y estimularlos a “enderezar sus sendas” (Marcos 1: 3) por medio de la enmienda de vida, a que la Santísima Virgen los instó en Fátima.
Así se harán acreedores a una misericordia especial de Dios, a la hora de un castigo cada vez más probable. Y ese podrá ser el mayor beneficio del celestial mensaje, que a todos debe hacernos reflexionar.

[1CARMELO DE COIMBRA – Um caminho sob o olhar de Maria: Biografia da Irmã Maria Lúcia de Jesus e do Coração Imaculado, O. C. D. Marco de Canavezes: Ediciones Carmelo, 2013, 495 páginas.
[2ANTONIO SOCCI, Novità apocalittiche da Fatima, “Libero”, Milán, 17-8-2014; disponible en http://www.antoniosocci.com/2014/08/novita-apocalittiche-da-fatima-lultimo-mistero-il-silenzio-delle-suore-ma-chi-tace/
[3“... hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo” (Congregación para la Doctrina de la Fe, El Mensaje de Fátima, 26 de junio de 2000, disponible enhttp://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html).
[4Il Papa: ’La Terza guerra mondiale è già iniziata’, “La Repubblica”, Roma, 18 de agosto de 2004,www.repubblica.it/esteri/2014/08/18/news/papa_francesco_terza_guerra_mondiale_kurdistan-94038973/

viernes, 20 de enero de 2017

MADONNA DEL MIRACOLO — 175 AÑOS

Nuestra Señora del Milagro

Madonna del Miracolo

El «Acordaos» y la Madonna del Miracolo


El día 20 de enero de 1842, el joven y elegante judío —de raza y de religión— Alfonso Tobías Ratisbona fue prácticamente arrastrado por su amigo el barón de Bussières hacia el interior de la iglesia de Sant’ Andrea delle Fratte en Roma. El Barón se dirigía al templo para tratar de las exequias del conde Augusto de la Ferronnays, ex embajador de Francia en Roma, fallecido dos días antes.
El diplomático había conocido a Ratisbona justo el día anterior a su fallecimiento, y se había dispuesto a rezar para que el joven judío abrazase el cristianismo. Al día siguiente, durante la Misa a la que asistió en la pequeña iglesia de Sant’Andrea delle Fratte, rezó más de cien Memorares [Acordaos] por esa intención. Aquella noche falleció repentinamente, y hay quien supone que el veterano embajador haya ofrecido su vida para obtener tal gracia.

Una conversión histórica

La Medalla Milagrosa que Ratisbonne llevaba
cuando la Virgen se le apareció
El “cerco” sobrenatural en torno al joven banquero de Estrasburgo para lograr su conversión fue iniciado por el mismo barón de Bussières, quien le impuso a su amigo judío que llevase al cuello una pequeña medalla de la Santísima Virgen entonces ampliamente difundida en Francia y otros países de Europa. A regañadientes, Ratisbona cedió.
Ya en la iglesia, el barón de Bussières entra en la sacristía para tratar del asunto que ahí lo había llevado. Cuando vuelve, no encuentra al judío en el lugar donde lo había dejado. La nave central estaba obstruida por las grandes piezas de madera del catafalco que estaba siendo montado para las exequias del Conde, que se deberían realizar al día siguiente. Con esfuerzo descubre al joven judío de rodillas, en llanto, frente al altar lateral izquierdo.

La Santísima Virgen se le había aparecido

En el momento en que Bussières lo dejó para ir a la sacristía, Ratisbona comenzó a deambular desinteresado por el corredor lateral hasta el altar derecho de la iglesia. De repente, todo el edificio sagrado desaparece de sus ojos. La capilla simétrica, del lado izquierdo, se ilumina con una albura resplandeciente. Al centro él ve, de pie, una Mujer admirable, grande, brillante, llena de majestad y de dulzura, semejante a la Virgen de la Medalla que llevaba al cuello. Una fuerza irresistible lo atrae hacia Ella. Ningún recuerdo le queda de aquel trayecto imposible recorrido en un instante. Está ante una presencia inefable. Ella se mueve, se inclina, le hace con la mano una señal para que se arrodille, y con otra señal le expresa claramente: “¡No te resistas!”. Él se prosterna delante de Ella en la completa obediencia de su ser totalmente conmovido. La mano parece decirle: “Así está bien”.
Con el espíritu subyugado por el respeto, toca con la frente el suelo. Pero temeroso de perder esta belleza celestial, levanta la cabeza para admirarla una vez más. Sin embargo, el fulgor es tan grande, y la veneración que siente tan pungente, tan pavoroso es el sentimiento del pecado en que vivió hasta ahora, que, aplastado, no osa más levantar los ojos hacia esta pureza. Apenas se permite contemplar aquellas manos benditas, donde lee claramente la expresión de perdón y de misericordia. La enormidad del pecado (del que adquiere súbitamente conciencia), le inspira vergüenza y horror indescriptibles. Sus lágrimas corren. En un solo instante, sin preparación, sin catecismo, sin discusiones, sin argucias, por una clara visión milagrosa, acaba de conocer la magnificencia de la Iglesia Católica.
“Ella no dijo nada, pero yo comprendí todo”, observa Ratisbona.
El brillo se extingue, Nuestra Señora desaparece, la capilla lateral retoma su aspecto semi-oscuro. Al fondo se nota un cuadro ennegrecido representando al Ángel que apareció al joven israelita del cual Ratisbona lleva su nombre: Tobías.

*     *     *

La conversión de Alfonso Tobías Ratisbona tuvo una repercusión mundial. En Roma, en París, en Alsacia donde vive su familia, en toda Alemania, donde se extienden sus relaciones, no se habla sino de este golpe fulminante de la gracia que trajo al seno de la Iglesia a un judío tan poco dispuesto a volverse católico, que había cortado su relación con un hermano convertido al catolicismo.
En toda la aristocracia se hace esta pregunta: “¿Qué ocurrió precisamente?” Los mejor informados responden: —“Fue la medalla”. —“¿Qué medalla?” —“La Medalla Milagrosa, que tanto rumor causa desde hace diez años, y que un amigo lo había forzado a llevar al cuello”.
El milagro más fulgurante de la Medalla Milagrosa acababa de ocurrir. La Madonna del Miracolo —como la llaman los italianos— había convertido al futuro Padre Alfonso Ratisbona, hermano del Padre Teodoro Ratisbona, fundador de la Congregación de Nuestra Señora de Sión, consagrada especialmente a la conversión de los judíos.

La vidente desconocida


En 1842, cuando alguien quería saber el origen de la Medalla Milagrosa, la respuesta que obtenía era que la Santísima Virgen la había revelado a una joven religiosa del noviciado de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, de la Rue du Bac en París. Nadie, sin embargo, a no ser su confesor, sabía quién era la religiosa. El arzobispo de la capital francesa, Mons. De Quélen, decidido patrocinador de la medalla desde el primer momento, no llegó a conocer a la vidente. El mismo Papa Gregorio XVI, habiendo manifestado tal deseo, no se vio atendido. El confesor de la religiosa se juzgaba vinculado por el secreto de confesión, y en consecuencia impedido en conciencia de revelar su nombre. Con qué meticulosidad el Padre Aladel procuró mantener apartada de las miradas humanas a esta alma privilegiada de la Madre de Dios.
Sin embargo, seis meses antes de su muerte, la religiosa, impedida de ver a su confesor (que ya por entonces no era más el Padre Aladel), recibió de la voz interior que la dirigía, la autorización —y sin duda la orden— de franquearse con su superiora. Pero fue sólo después de su muerte, ocurrida el día 31 de diciembre de 1876, a los 70 años, que las religiosas de la Congregación supieron que la hermana Catalina Labouré, aquella monja ejemplarmente discreta y recogida con quien habían convivido durante más de cuarenta años, era la feliz vidente a quien la Virgen escogió para propagar la mundialmente famosa medalla.
Antonio A. Borelli
Fuente: http://www.fatima.org.pe/articulo-312-el-acordaos-y-la-madonna-del-miracolo
MEMORARE
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han
acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes ,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante Vos.
Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. 
Amén

Múltiples fueron las formas de devoción a la Madre de Dios que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira cultivó durante su vida. Siempre llevó consigo una Medalla Milagrosa y rezaba con mucha frecuencia el Acordaos. En cierta ocasión, en que recordó la conversión de Alfonso Ratisbona, dirigió a la Virgen María estas palabras: 
“Oh Inmaculada Madre de Dios, Madonna del Miracolo, que quisisteis conquistar con un singular prodigio de vuestra misericordia al israelita Alfonso, acoged las súplicas que os presentamos con confianza, como un día acogisteis las súplicas de aquellos que a Vos recurrieron pidiendo la conversión del hijo judío. Obtenednos también una sincera y total conversión a la gracia y todos los bienes del alma y del cuerpo.
“Vuestra clemencia triunfó sobre Ratisbona, persuadiéndolo para que reciba el bautismo y se empeñe con voluntad seria en la observancia de los Mandamientos. Por esta conquista de vuestro amor, obtenednos la perseverancia en el cumplimiento de las promesas del bautismo. Haced que ningún obstáculo se interponga a nuestra observancia de los preceptos de Dios y de la Iglesia.
“Vuestras manos resplandecientes son el símbolo de las innumerables gracias que con maternal bondad dispensáis profusamente sobre la Tierra. Haced resplandecer también sobre nosotros un rayo de vuestra misericordia”.