jueves, 3 de julio de 2025

S A N T O R A L

SANTO TOMAS, APÓSTOL

SANTO TOMÁS APÓSTOL IMÁGENES - Buscar con GoogleFué santo Tomás de nación galileo, y pobre pescador, y uno de los doce apóstoles, que Dios nuestro Señor escogió para predicadores de su Evangelio, y conquistadores del mundo: y parece que entre los otros apóstoles fué uno de los más aventajados; pues la santa Iglesia en el canon de la misa, y en las letanías le pone luego después de San Juan, y en el quinto lugar. Lo que hallamos de este glorioso apóstol en el sagrado Evangelio, es primeramente, que cuando Cristo nuestro Señor quiso volver á Judea para resucitará Lázaro, diciéndole los otros discípulos que no fuese, y que se acordase que poco antes los judíos le habían querido apedrear; solo santo Tomás con grande ánimo le dijo: Vamos nosotros también y muramos con él: que es señal del grande amor que tenía á su divino maestro; pues quería dar la vida por él, y de su gran constancia y fortaleza: porque aquellas palabras no son de hombre que temía, sino de hombre que amaba: no de quien ponía espanto, sino ánimo á los demás: ni de quien creía poco, sino de quien confiaba mucho. Después de esto, en la noche de la cena, habiendo el Señor ordenado sacerdotes y comulgado á los apóstoles, y haciéndoles sobre cena aquel dulcísimo y amorosísimo sermón, entre otras razones les dijo que iba á aparejarles lugar, y que sabían el camino por donde iba. Aquí santo Tomás, mostrando el deseo que tenia de saber y aprovechar, dijo: Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo es posible que sepamos el camino?. Y con ocasión de esta pregunta respondió el Señor una sentencia maravillosa y suavísima, y de gran consolación para todos los fieles: Yo (dice) soy el camino, la verdad y la vida: porque (como dice san Cirilo) Cristo es camino, enseñándonos lo que habemos de hacer: es verdad, que con la luz de la fé nos alumbra; y es vida, que nos santifica: y (como dice san León, papa) es camino de santa conversación, verdad de doctrina divina, y vida de bienaventuranza sempiterna: y (como dice san Bernardo) es camino en el ejemplo, verdad en la promesa, y vida en el premio: es camino de los que comienzan, verdad de los que aprovechan, y vida de los perfectos: y (como dice san Agustín) según la humana naturaleza es camino; y según la divina es verdad y vida. Además de esto, el mismo día de la resurrección de Cristo, estando los otros apóstoles juntos en el cenáculo, se les apareció el Señor, y les mostró sus llagas, dándoles á entender que él era el mismo que antes había tratado y conversado con ellos, y que ya había resucitado.

No se halló á esta vista santo Tomás, porque estaba ausente -la causa no se sabe- pero cuando volvió y supo de los apóstoles como Cristo nuestro Señor se les había aparecido vivo, triunfante y glorioso, y con las señales de las llagas que en la cruz había padecido, resplandecientes y hermosas; Tomás dijo aquellas palabras que escribe el evangelista san Juan: «Si yo no viere con mis ojos en sus manos las llagas de los clavos, y entrare estos mis dedos en ellas, y si no pusiere mi mano en su costado; no creeré que es él, ni que ha resucitado»: las cuales palabras, da o que algunos santos doctores, por excusar á santo Tomás, las han querido interpretar blandamente, como san Ambrosio, que dice, que dudó Tomás, no de la resurrección de Cristo, sino de la manera con que había resucitado: y san Agustín, que dice, que no dijo estas palabras Tomás porque él dudase, sino por quitar de los otros cualquiera duda é incredulidad; y que eran palabras de quien preguntaba, y no de quien negaba: y san Cirilo Alejandrino, y san Cauciónelo y Metafraste, que por varios caminos las excusan: pero no hay para que buscar estas interpretaciones y excusas, sino confesar llanamente que Tomás dudó, y fué incrédulo, como Cristo nuestro Redentor le dijo: Noli essse incredulus, sed fidelis: No quieras ser incrédulo, sino fiel: y permitió el Señor que cayese, para que no cayésemos nosotros, y que al principio no creyese, y tocase con sus manos las llagas, para confirmar nuestra fé y sanar la infidelidad de muchos: y así san Gregorio:”¿Pensáis (dice) que fué acaso que Tomás escogido discípulo de Cristo, fallase, cuando él vino a los apóstoles? ¿Y que después viniendo, oyese: oyendo, dudase: dudando, palpase: y palpando, creyese? No se hizo esto acaso, sino por dispensación divina. Porque la soberana clemencia del Señor trazó las cosas de manera, que dudando el discípulo, tocase en su Maestro las llagas de la carne, para sanar en nosotros las llagas de la infidelidad: porque mas nos aprovechó para despertar nuestra fé la infidelidad de Tomás que la fé de los otros discípulos: porque cobrando él la fe por tocar las llagas, nuestros corazones se establecen en la misma fe y desechan todas las dudas que nos pueden inquietar. »Esto es de san Gregorio: y san Agustín dice: “¡Qué buena fué la ignorancia que instruyó á los ignorantes y enseñó á los incrédulos! ¡Que provechosa fué aquella incredulidad que sirvió á la fé de todos los siglos!» Mas si Tomás faltó y poco tiempo fué incrédulo, presto se levantó y recompensó aquella culpa con una perfectísima y excelentísima confesión de su fé: porque el benignísimo Salvador, como vigilante y amoroso pastor, viendo á aquella oveja fuera de camino, la recogió y redujo á su rebaño; y tornando después de ocho días á aparecerse á los apóstoles, estando con ellos Tomás, y habiéndolos saludado, se volvió á él y le dijo: Pon aquí un dedo y mira mis manos: extiende tu mano y toca mí costado; y no seas incrédulo, sino fiel. Quedó asombrado Tomás con la vista y dulzura del Salvador, y entendió que era Dios el que había visto su corazón, y estando ausente, sabido lo que había dicho: y tocó (por obedecer) las llagas en aquel cuerpo sagrado y glorioso, esmaltadas y resplandecientes: porque aunque para su fé bastaba el haberlas visto (como dice san León); pero para nosotros importaba mucho que las tocase con sus manos: y traspasado de amor y atónito con la novedad, y derretido de gozo, alzó la voz y dijo: Dominus meus, et Deus meus: Señor mío y Dios mío; confesando que aquel Señor que había sido crucificado, y ahora veía resucitado, era verdadero Señor suyo, y Señor de todo lo criado, y que juntamente era verdadero Dios, y en todo igual al Padre.
Y aunque parece que creyó Tomás lo que todavía (como dice san Agustín) una cosa vio; y otra creyó: vio al hombre, y creyó que era Dios; y con su confesión y tocamiento de las llagas nos enseñó lo que debemos creer, y deshizo todos los errores que acerca de la gloria de Cristo los herejes habían de inventar: y por esto el artículo de la resurrección de Cristo, en que confesamos en el credo que resucitó, y decimos aquellas palabras: Surrexit a mortuis; san Agustín y otros las atribuyen á santo Tomás. Otra vez se hace mención en el Evangelio de santo Tomás: porque yendo san Pedro á pescar, llevó consigo algunos de los apóstoles y discípulos, y entre ellos á Tomás. Gastaron toda la noche en pescar sin provecho alguno: aparecióles á la mañana el Salvador; y estando en la ribera, les mandó que echasen la red á la parte derecha del navío. Hiciérenlo así, y prendieron gran copia de peces, y salieron con ellos á tierra, en donde los aguardaba el Hijo de Dios, y allí dio el sumo pontificado á san Pedro. Esto es lo que sagrado Evangelio: lo demás habernos de sacar de graves y antiguos autores, dejando algunas cosas apócrifas sin fundamento, que otros escriben en su vida.

Después que el santo apóstol Tomás recibió el Espíritu santo con los demás apóstoles, y hubo predicado en Jerusalén y Judea aquella doctrina del cielo, que había oído á su Maestro y Señor; apartándose de los demás, se fué por varias y diferentes provincias y naciones del mundo, para sacarlas de la ceguedad en que estaban y alumbrarlas con la luz del Evangelio. Primeramente fué á Oriente, donde halló á los tres bienaventurados reyes magos, que de aquella región, guiados por la estrella, habían venido á Belén á dar vasallaje y adorar á Dios niño recién nacido, y bautizólos el santo apóstol, y tomólos por compañeros en su trabajo y predicación. Así lo dice el autor sobre San Mateo, que con nombre de san Juan Crisóstomo anda entre sus obras: y Doroteo y Sofronio y un calendario antiguo dicen lo mismo.
Demás de esto, envió este glorioso apóstol á Tadeo, uno de los setenta discípulos, á Abagaro, rey de Edesa, para que le predicase el Evangelio, como Cristo nuestro Redentor por cartas se lo había prometido: así lo afirma Eusebio Cesariense en su Historia, y Nicéforo Calixto. Después ilustró los medos, persas, hircanos, y el Martirologio romano añade los bracmanes y otras muchas naciones, y con los rayos y resplandores de la luz evangélica penetró hasta la India, como lo dice el Martirologio romano, y se saca de Orígenes, y de Eusebio Cesariense, y de san Gregorio Nacianceno. San Juan Crisóstomo añade, que los etíopes fueron lavados y blanqueados por este santo apóstol con el agua del bautismo: y los abisinios, que son los pueblos de Etiopia, sujetos al preste Juan, hoy día tienen particular devoción y reverencia á santo Tomás, como á su primero y propio apóstol: y no menos le tienen por tal los pueblos de Alemania, como lo dice el obispo Guillermo Lindano, varón doctísimo: y en aquella provincia hay templos muy antiguos, dedicados á santo Tomás, apóstol: y aun en las partes más septentrionales, y casi debajo del mismo polo ártico, hay iglesias de santo Tomás, reconociendo aquellas gentes el beneficio que por medio de su predicación recibieron. Y no solamente predicó el santo apóstol á todas estas provincias y naciones; pero en el Brasil, escribe el P. Manuel de Nobrega, provincial de la Compañía de Jesús, que fué en aquella provincia, que los naturales de ella tienen noticia de santo Tomás, y de haber pasado por aquella tierra, y que muestran algunos rastros y señales de ello, las cuales el mismo padre había visto por sus ojos. Pero donde el santo apóstol mas tiempo vivió, fué en la India oriental, como en propia y particular provincia que el Señor le había encomendado para labrarla y cultivarla, y sembrar en ella la semilla del cielo. En esta provincia dice Simeón Metafraste que entró santo Tomás muy humilde y muy pobre, sus cabellos crecidos y desmelenados, el rostro amarillo y seco, hallamos de santo Tomás en el su cuerpo tan extenuado que más parecía sombra que cuerpo, cubierto con un vestido viejo y roto: de esta manera despreciado en los ojos de la gente, y rico con el tesoro de Cristo, que llevaba en su corazón, comenzó á predicar que los dioses que adoraban eran falsos, y que no había sino un Dios vivo y verdadero, criador del cielo y de la tierra, y Salvador del género humano, Jesucristo, confirmando con innumerables milagros su predicación apostólica, y convirtiendo á muchos á nuestra santa religión. Por esto los enemigos de ella y amigos del culto de sus falsos dioses, lo alancearon y mataron; y el santo apóstol, libre de las miserias de esta temporal y breve vida, se fue á gozar de la eterna ; y su martirio fué en la ciudad de Calamina, que ahora se llama Malipur, a 21 de diciembre, y en el año de Cristo de 75, según Onofrio, imperando Vespasiano. Esto es lo que se tiene por cierto, sacado de buenos y graves autores. Otras cosas hay ó fabulosas, ó menos ciertas y probables: y Gelasio, papa, da por apócrifos los actos de santo Tomás, y antes de Gelasio san Agustín los tuvo por sospechosos.

Otros libros con nombre de este santo, intitulados: Circuilus, Actas, Evangelium, et Apocalypsis Tome, son reprobados por san Atanasio, Epifanío, Inocencio papa, Cirilo, y por Gelasio papa. Y puesto caso, que en la vida de santo Tomás, que escribió Abdías Babilónico, á quien otros autores modernos han seguido, puede ser, que haya algunas cosas verdaderas; pero como no sabemos cuáles son, y están mezcladas con otras falsas y reprobadas de la Iglesia; es bien que nos guardemos de ellas, para que no afirmemos lo incierto por cierto, y lo falso por verdadero.

Pero no será contra esto el referir aquí, lo que en la India, donde predicó el santo apóstol, se tiene comúnmente por cierto de su predicación, vida y muerto, según lo escriben los padres de la Compañía de Jesús, que hoy día andan por aquellas mismas tierras, alumbrando á los gentiles y reformando á los cristianos, y haciendo oficio de apóstoles del Señor. Dicen, pues, que el apóstol santo Tomás comenzó á predicar en la India por la isla de Zocotota, y que allí hizo algunos cristianos: de allí pasó á los reinos do Caranganor, y Colon, que son de malabares: y que después atravesó las altas sierras de la India, y pasó á los reinos de Narsinga, é hizo su asiento en la ciudad do Malipur, y por otro nombre Calamina, que está junto al golfo de Bengala ó Coromandel. En esta ciudad, dicen que fabricó un templo, con ocasión de cierto milagro que hizo, trayendo muy fácilmente una viga de inmensa grandeza, que mucho número de hombres y elefantes no podían mover, y que en esta iglesia puso una cruz de piedra, con una letra que decía: «Cuando llegare el mar á esta piedra, por divina ordenación vendrán hombres blancos de tierras muy remotas á predicar la doctrina que yo ahora enseño, y á renovar la memoria de ella». Dicen más: que cuando los portugueses conquistaron aquella tierra, ya entonces llegaba el mar á aquella piedra: de lo cual tuvieron grande admiración y consuelo los cristianos. Y añaden, que habiéndose convertido el rey Sagamo, que á la sazón era señor de aquella tierra, y otros muchos con él, por la predicación del santo apóstol, los bracmanes y sacerdotes cobraron grande enojo y saña contra él: y no habiendo podido con calumnias y embustes derribarle, se determinaron á matarle, pareciéndoles que mientras él viviese, ni ellos ni sus dioses serian estimados como solían: y así un día, estando el santo apóstol en una cueva, como media legua de la ciudad, haciendo oración como solía delante de una cruz, que tenía esculpida en una piedra, arremetiendo á él como lobos rabiosos, hiriéndole con palos y piedras, uno de ellos le atravesó con una lanza, de cuya herida cayó muerto. Tomaron el santo cuerpo sus discípulos, y sepultáronle en el templo que él mismo había edificado, y con él pusieron un pedazo de la lanza con que había sido muerto, y el báculo que traía, y un vaso en que recogieron alguna tierra de la que había sido regada con su preciosa sangre.
Esto es lo que de la lndia escriben, y lo que los naturales tienen escrito en sus anales, y lo que cantan comúnmente por las calles los niños malabares en su lengua.
El cuerpo de este glorioso apóstol, dice el Martirologio romano que fué trasladado de la India á la ciudad de Edesa en Mesopotamia, y que de allí fueron traídas sus preciosas reliquias á la ciudad de Ortona. Sócrates, Sozomeno, Rufino y otros autores graves hacen mención de esta traslación, y escriben que en Edesa se le edificó un solemne templo (al cual venían en romería los fieles de muchas y distantes provincias de la cristiandad por su devoción: y san Juan Crisóstomo añade, que tenían en tan gran veneración el sepulcro de santo Tomás, como el de los apóstoles san Pedro y san Pablo: y el obispo Equilino refiere un milagro, que se hacía de un sarmiento seco, que ponían en las manos del santo apóstol cada año, la víspera de su fiesta, y el día de ella se hallaba verde, y con un racimo de uvas, con grande admiración de todos, suponiendo que estaba en Edesa el cuerpo del santo apóstol. Bien puede ser, que por haberse edificado en Edesa templo á santo Tomás, y haber él enviado á Tadeo (como dijimos) al rey Abagaro, y convertido aquella ciudad, se haya creído que su santo cuerpo estaba allí sepultado, ó (y es lo más probable) por haberse traído de la lndia allí alguna reliquia, y parte de su cuerpo.
Mas los autores modernos, graves y dignos de fé, afirman estar hoy día en la ciudad de Malipur, donde fué martirizado, y traen tan ciertos testimonios, que no se puede dudar de ello: porque siendo rey de Portugal don Juan el III, el año de 1523, cavando dentro de una capilla, y rompiendo un muro debajo de dos grandes piedras, se halló el cuerpo del sagrado apóstol, y junto á él la lanza con que le martirizaron, y un bordón con que andaba: y don Duarte de Metieses, virrey, mandó labrar allí una iglesia, y poner en ella en una arca de plata el cuerpo del santo apóstol: por cuya devoción muchos portugueses vinieron á poblar aquella ciudad, y por honra del sagrado apóstol se llamó después ciudad de Santo Tomás.
Esto refiere don Juan de Barros, diligente historiador portugués, en la tercera década de Asia.

Y el obispo Gerónimo Osorio, varón doctísimo y de grande autoridad, al fin del libro III de la Historia del rey Manuel de Portugal escribo, que en el año del Señor de 1572, el obispo de Cocnin (que es en la India) envió al infante cardenal don Enrique (que después fué rey asimismo de Portugal) una información auténtica, en la cual se contenía: que en la ciudad de Malipur, ó dé Santo Tomás, en la iglesia, que por tradición se tiene ser el lugar donde fué martirizado, se muestra una cruz cortada en piedra, con algunas manchas de sangre, los remates de la cual son unas flores de lis, y en el de en medio una paloma, y sobre ella un arco con ciertas letras incógnitas, todo de una pieza. Tiene toda la ciudad devoción de asistir á una misa que se dice con grande solemnidad, en honra de la Anunciación de la Virgen, cada año el día de la fiesta de su Expectación, á los 18 de diciembre, y tres días antes de la fiesta de santo Tomás (que antes era el 21 de Diciembre). Sucedió que el año de Cristo de 1571, al tiempo que en la misa se decía el Evangelio, viéndolo todos los que estaban presentes, la cruz comenzó á destilar sangre por las manchas que se ha dicho tenia: y fué en tanta cantidad, que el sacerdote que decía la misa, limpiando con los corporales la sangre, quedaron bañados en ella, y la cruz con mejor lustre que primero. Causó esto grande admiración y devoción a los que allí estaban, y alabaron todos á Dios. Lo mismo sucedió otros años el mismo día, y á la misma hora. Leyeron aquellas letras incógnitas, que dijimos, dos bracmanes muy doctos entre indios, y sin saber el uno del otro, se conformaron que decía así: «Tomás varón divino, enviado por el hijo de Dios y su discípulo, fué á los reyes de Sagamo, para dar noticia del verdadero Dios á la gente que en él había, donde obró grandes maravillas; y al cabo puesto de rodillas sobre está piedra, haciendo oración á Dios, fue por un bracmano alanceado y muerto». Todo esto refiere el obispo Gerónimo Osorio: y los padres de la Compañía de Jesús lo mismo, como cosa ciertísima; y dicen, que alguna vez ha sucedido este milagro de la cruz, diciendo ellos la misa el día de la Expectación del parto de Nuestra Señora: y que es cosa maravillosa, que en comenzando á decir el Evangelio de la Misa mayor, y no antes, comienza también la santa cruz á mudar poco á poco su color natural (que es blanco), trocándole en amarillo, y después en negro, y de negro en otro más claro color del cielo: hasta que acabado el sacrificio de la misa, se torna á su color natural. Y lo que más admira, y aumenta la devoción es, que así como va mudando la santa cruz el color, va destilando unas pequeñas gotas de sangre, y poco á poco se van engrosando, hasta caer con tanta copia, que los paños con que se limpia quedan teñidos de la misma sangre: y si algún año deja de haber esto milagro, se tiene por cierta señal de algún gran trabajo que les ha de venir, como la experiencia lo ha mostrado. Por este tan insigne y tan ordinario milagro que nuestro Señor obra en glorificar á su santo apóstol, todos aquellos cristianos le tienen gran devoción y acuden a su sepulcro: y no solamente los cristianos. pero los mismos sarracenos y gentiles visitan aquel templo, y hacen fiesta al santo el 1ª día de julio: y aunque no siguen ni obedecen á su doctrina, le tienen en grande veneración.

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Reliquias en la Catedral de Ortona

El padre san Francisco Javier, uno de los primeros compañeros que tuvo el santo padre Ignacio de Loyola, para fundar la religión de la Compañía de Jesús, y el primero de ella que pasó á la india Oriental, y la alumbró con los resplandores del Evangelio y con muchos y grandes milagros, y convirtió innumerables almas á la fé de Jesucristo; cuando quería emprender alguna grande hazaña en servicio del Señor y beneficio de aquellos pueblos, se iba en romería á visitar el cuerpo del santo apóstol Tomás, y se estaba allí muchos días y noches en oración, suplicando á nuestro Señor por los merecimientos de su apóstol, que le diese á él parte de su espíritu, celo y fervor, para renovar la fe de su santo nombre, que el apóstol había plantado: y rogando al mismo apóstol, que pues el Señor le había encomendado á él la viña de aquella gentilidad para que la cultivase, y ahora estaba tan destrozada y desierta; que le alcanzase gracia para seguir sus pisadas, mular sus virtudes, y renovarla para beneficio de las almas y gloria del mismo Señor: pues todo lo que él hiciese, lo haría como ministro suyo y ayudado de su familia, y refloreciendo la religión cristiana en aquellas partes, crecería su gloria accidental. Con el favor, pues, de este santo apóstol, animado el padre san Francisco Javier, y alentado con un aliento del cielo, acometió cosas tan grandes, y las acabó como se ve en su vida: y todo esto redunda en gloria de Tomás, á quien tan de veras se encomendaba y deseaba imitar. 
Innumerables fueron los milagros que el santo apóstol hizo en vida, y después de muerto. San Gregorio Turoncnse en el libro de la Gloria de los mártires refiere algunos, y dice, que en su tiempo la lámpara que ardía delante de su sepulcro de noche y de día, no tenía necesidad que le echasen aceite ú otro licor, porque sin él perpetuamente ardía: que en la feria que se hacia el día de su fiesta, y por los treinta días siguientes, concurriendo muchos mercaderes á comprar y vender sus mercaderías, no se hallaba mosca que diese fastidio á los que venían: que había gran copia de agua, que se bailaba muy somera á cada paso, siendo la tierra de suyo muy árida y seca: que pasados los treinta días volvía la falta de agua, y la muchedumbre de moscas; y que Dios enviaba una copiosa lluvia para limpiar las inmundicias que se habían hecho con la feria en aquella ciudad. Marco Véneto (que anduvo por aquellas partes de la India, antes que los portugueses las descubriesen) escribe, que en la provincia de Malabar, en la cual está el reino de Calicut, había un linaje de hombres, que descendían de los que mataron á santo Tomás, y que por más fuerza que les hagan, no es posible llevarlos y hacerlos entrar en el templo de Malipur, donde está el cuerpo del santo apóstol. Algunos autores escriben otra cosa más notable y singular, y dicen: que el año de 1120, siendo Calixto II sumo pontífice, vino á Roma por su devoción un patriarca de la India, llamado Juan, y que en público consistorio dijo al papa y á muchos cardenales y prelados que estaban allí présentes, que el glorioso apóstol santo Tomás cada año aparecía visible, y con su propia mano comulgaba á su pueblo, dando la sagrada hostia á los dignos, y dejando de darla á los indignos. Esto refieren muchos autores, y puede ser que sea verdad; porque para Dios, que es todopoderoso, y grande honrador de sus santos, no hay cosa imposible ni difícil. De santo Tomás, apóstol, hacen mención los autores arriba citados, y escribieron su vida san Isidoro y Simeón Metafraste.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

miércoles, 2 de julio de 2025

S A N T O R A L

SAN PROCESO Y SAN MARTINIANO, MÁRTIRES

Entre los otros soldados, que guardaban a los gloriosos apóstoles san Pedro, y san Pablo, al tiempo que por mandado del emperador Nerón estaban presos en Roma en la cárcel de Mamertino, dos de los más principales fueron Proceso, y Martiniano: los cuales, viendo los milagros, que los santos apóstoles obraban allí en la cárcel, sanando a muchos enfermos, y endemoniados, y oyendo su admirable, y celestial doctrina, alumbrados, y esforzados con divina luz, determinaron ser cristianos, y se echaron a los pies de los apóstoles, manifestándoles su deseo, y suplicándoles, que los bautizasen, y que fuesen libres de la cárcel; porque ellos quedarían a pagar la pena, que por haberlos soltado les quisiesen dar.


El bienaventurado san Pedro los acogió, y confirmó en su buen propósito; y queriéndolos bautizar, como hubiese falta de agua, hizo la señal de la cruz en la misma peña, en que está fundada aquella cárcel, y luego salió una fuente de agua viva, tan copiosa, y tan perenne, que hasta hoy día dura, sin haberse podido secar en el discurso de tan largo tiempo, ni agotar con la muchedumbre de la gente, que va a visitar aquel santo lugar, y por su devoción bebe de ella. Con el agua de esta fuente fueron bautizados Proceso, y Martiniano, y de soldados de Nerón fueron hechos soldados de Jesucristo. Convirtiéronse con ellos otros cuarenta y siete, entre hombros, y mujeres. Pero sabiendo Paulino, que era juez, que Proceso, y Martiniano habían creído en Jesucristo, los mandó prender; y traídos delante de sí, procuró con blanduras, y algunas palabras persuadirles, que se apartasen de aquella, que él llamaba locura, y adorasen a los dioses del imperio romano, en cuya religión se habían criado; porque así serian honrados, y acrecentados, y no despojados de la honra, y vida que poseían. Y no habiendo podido persuadirles, lo que pretendía, les mandó dar grandes golpes con piedras en sus bocas, quebrándoles las muelas, y dientes, y bañándolos en sangre; y los santos levantados los ojos al cielo, decían: Gloria sea a Dios en las alturas. Mandó después Paulino traer allí un ídolo de Júpiter, y ponerle en un altar, y a los santos mártires, que le adorasen; pero ellos le escupieron: de lo cual Paulino se enojó sobremanera: y para vengarse de ellos, los mandó desnudar, y estirar en el ecúleo, y atormentar cruelmente, y después abrasar sus costados con planchas de hierro encendidas; y ellos con grande alegría cantaban: Sea tu nombre, Señor, para siempre bendito; los ángeles te alaben, y todas las criaturas te bendigan. Despedazaron sus carnes con escorpiones, y afligiéronlos con otros tormentos, en los cuales estando los santos mártires con increíble gozo, Paulino de repente perdió un ojo, saliéndosele de su lugar, y el demonio se apoderó de él, comenzando a sentir dolores del infierno, al cabo de tres días expiró.
En venganza de la muerte de su padre, Pomponio su hijo dio parte a Nerón, de lo que pasaba, y que Proceso, y Martiniano eran encantadores, y magos, y con sus hechizos habían muerto a su padre: y el emperador mandó a Cesáreo, prefecto de la ciudad, que luego los hiciese morir; y él dio sentencia, que les fuesen cortadas las cabezas: y así se hizo en la vía Aurelia, fuera los muros de Roma. Sus cuerpos dejaron en el campo, para que fuesen comidos de los perros; mas una santa, y noble matrona romana, llamada Lucina, que había animado en sus tormentos a los santos mártires, recogió los cuerpos, y con gran veneración, y ungüentos preciosos, y aromáticos, los enterró en una heredad suya, de donde después fueron trasladados a una iglesia, que edificó a honra suya; y arruinada aquella iglesia otra vez, fueron colocados en la del príncipe de los apóstoles san Pedro.
Fué su martirio a dos de julio, del año del Señor de 69, a los trece años del imperio de Nerón. San Gregorio en una homilía, que es la treinta y dos, y es, la que hizo en la iglesia, donde estaban los cuerpos de estos santos, dice estas palabras: «A los cuerpos de estos santos vienen los enfermos; y vuelven sanos: vienen, los que han jurado falso; y son afligidos del demonio: vienen los endemoniados; y quedan libres. ¿Cómo pensamos, que viven estos santos allá, donde de veras viven; pues aquí donde están muertos viven con tantos milagros? »Y entre otros cuenta uno de una santa, y religiosa mujer, que visitaba a menudo sus santos cuerpos, y ellos le aparecieron, y le prometieron, que el día del juicio le pagarían aquella buena obra, y pía devoción, con que los visitaba. Esto refiere san Gregorio. De los santos Proceso, y Martiniano hacen mención todos los Martirologios, el Romano, el de Beda, Usuardo, y Adon, y el padre Surio en el cuarto tomo de las vidas de los santos, y el cardenal Baronio en si primero de sus Anales.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

martes, 1 de julio de 2025

 

Fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor

Plinio Corrêa de Oliveira
La sangre derramada no solo nos habla de enfermedades, nos habla de la lucha y del crimen.

Es imposible, por ejemplo, hablar de sangre derramada sin pensar en la sangre de Abel, vertida por Caín y que, según las Escrituras, subía a Dios clamando venganza.

La idea de la sangre derramada, de esa sangre que es parte del organismo y que le fue arrancada, en una especie de dilaceración profunda del ser; esa sangre derramada nos da la idea algo injusto, algo violento, algo inicuo, que es una profunda perturbación del orden y que clama a Dios por el restablecimiento del orden.

La sangre de Nuestro Señor

Cuando pensamos en la Sangre infinitamente Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo, esa Sangre generada en el seno de Nuestra Señora, esta Sangre que sale de ese Cuerpo, de donde nunca debería haber salido; esta Sangre que, como todo en el Cuerpo de Cristo, está en unión hipostática con Él y que sale de Su sagrado organismo.

Esa Sangre, que es la sangre de David, que es la sangre de María, que es la Sangre del Dios-Hombre y que, a través de una serie de actos de violencia deicidas inexpresables, por la flagelación, por la coronación de espinas, por la cruz cargada, por los tormentos de toda especie. Peor que eso, por el tormento del alma cuando Nuestro Señor comenzó a sufrir en la agonía, y esa sangre fluyó de todo su Cuerpo.

Vigilad y orad

Esa Sangre, que se derrama por el suelo, es una tal manifestación de hasta dónde puede ir la maldad humana, es una manifestación del misterio de iniquidad, es una manifestación de cuánto tolera Dios. Este es un memorial para comprender la naturaleza humana decaída ‒especialmente cuando es dirigida por el pecado y dirigida por el demonio‒ que va hasta el final y no retrocede ante nada.

Siendo así, todas las desconfianzas son necesarias frente al mal. Esto está exactamente en el precepto: “Vigilad y orad”.

Es necesario tener desconfianza, porque el mal es capaz de todo, es capaz de las peores infamias y todo se puede esperar de él y, contra él, se puede usar todas las violencias preventivas que se puedan emplear de acuerdo con la Ley de Dios y de los hombres.

Todo lo que sea dormir frente a él, todo lo que sea un optimismo tonto, todo lo que deja para más adelante su combate, todo esto es un verdadero crimen, porque hasta allá el mal fue capaz de llegar y, por lo tanto, fue capaz de todo.

Esta consideración es muy desagradable para nuestra índole complaciente, endulzada, amiga de pactar, enemiga de las divisiones. Pero debemos meditar, ante la Preciosa Sangre, hasta dónde llega la Revolución. La Revolución no retrocede ante nada. Y es bastante evidente que ya fue una manifestación de la Revolución ‒la peor de ellas‒ la que se volvió contra el Dios-Hombre.

Una misericordia infinita

Esta sangre derramada nos muestra la misericordia de Dios, que quiso que esta sangre se derramara y se derramara en una abundancia inaudita. Toda la sangre que estaba en el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo se vertió para mostrar que esa sangre se dio y se dio sin reservar una sola gota, por completo, por el inmenso deseo de Nuestro Señor de salvarnos.

Una gota de su sangre habría sido suficiente, pero derramó toda Su sangre. Incluso la que restaba, se vertió junto con agua cuando la lanza de Longinos traspasó su costado. El no quiso que quedara nada, para redimirnos.

Esta abundancia de sangre, esta abundancia de sufrimiento, esta completa entrega de sí mismo, recuerda una palabra de Nuestro Señor: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). La Preciosa Sangre ante nosotros afirma: nadie puede ser más amigo de cada uno de nosotros que el que da su vida por nosotros.

Pero Él, no solo dio Su vida, sino que también quiso sufrir la muerte por los golpes, por la angustia, por cada gota de sangre que salió de su cuerpo sagrado. En ese sentido, cada gota de sangre que cae es como una pequeña muerte, porque es una gota de vida que se desvanece. Quiso pasar por todas esas muertes para mostrar hasta que punto infinito nos tenía amistad.

La raíz de la confianza

Relicario que contiene las especies sagradas del
milagro eucarístico de Lanciano. En la ampolla inferior,
la Preciosa Sangre de Nuestro Señor coagulada
De esto nace la confianza en Su misericordia. Si tanto quiso salvarnos, debemos comprender que cubriéndonos con Su Sangre y presentándonos al Padre Eterno podemos pedir perdón por nosotros, debemos tener la confianza de que podemos pedir este perdón.

Pero, por otro lado, muestra el horror del destino eterno del condenado. Para evitarnos este destino eterno, Nuestro Señor llegó a este punto. Vean cuán grave es el mal del que Él quería liberarnos. Así, podemos medir la profundidad del Infierno al considerar una gota de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

No es posible hablar de este asunto sin recordar las lágrimas de María, vertidas junto a la Sangre de Cristo. Nuestro Señor no quiso que Nuestra Señora derramara una gota de Su sangre. Y habiendo permitido que se hiciera todo contra Él, no permitió que los poderes del mal tocaran siquiera con la punta de un dedo a Su Madre Inmaculada.

Por lo tanto, Ella no sufrió un tormento físico, y de su sangre nada vino para la humanidad, ni tendría la fuerza redentora de la Sangre Infinitamente Preciosa de Cristo. Solo sería una especie de complemento.

Pero Nuestra Señora derramó una forma de sangre: fueron Sus lágrimas. Se puede decir que las lágrimas son la sangre del alma y que Ella sufrió todo el dolor de la muerte de su Hijo. Por eso, es imposible pensar en la Sangre de Cristo sin pensar, al mismo tiempo, en las lágrimas de María que fue el primer tributo de la Cristiandad para completar Su Pasión: el sufrimiento de los fieles, para que numerosas almas se salvaran.

La Sangre de Cristo y la Eucaristía

Finalmente, es necesario pensar en la Sagrada Eucaristía. Esta sangre de Cristo fue derramada por las calles, por las plazas, en el Pretorio de Pilatos, en la cima del Calvario, y ella está entera en la Sagrada Eucaristía. Y cuántos de nosotros tal vez hayamos recibido ayer, hoy, mañana, en no sé cuántos días, la Sangre de Cristo.

Entonces, cuando recibimos el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, debemos recordar esto. Esta Preciosa Sangre, derramada por nosotros, es recibida por nosotros. Él está dentro de nosotros pero no para reclamar castigo, sino para clamar misericordia por nosotros. Entonces, recibamos la Eucaristía con gran confianza, con mucha alegría, porque recibimos la Sangre de Cristo que asciende al Cielo y clama intercediendo por nosotros.

NOTAS

[1] Excerpta de conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a socios y cooperadores de la TFP a 01 de julio de 1967. Traducción y adaptación por "Acción Familia". Sin revisión del autor.

  fuente: https://www.pliniocorreadeoliveira.info/ES_SD_670701_Preciosisimo_Sangre.htm

S A N T O R A L

SAN AARON, PROFETA

Fué hermano mayor de Moisés, hijo de Amram y de Jocabet, de la tribu de Leví, y nació en Egipto, el año 1574 antes de Jesucristo.
San Aarón Siendo Moisés escogido para libertar á su pueblo del cautiverio, se asoció para tan grande empresa á Aarón que se expresaba con más facilidad que él. Presentáronse ambos hermanos en la corte de Faraón, en la cual obraron una infinidad de prodigios, para ablandar el corazón endurecido de aquel príncipe.
Aarón acompañó siempre á Moisés, y habló constantemente en su nombre al pueblo y al rey. Por medio de su milagrosa vara se efectuaron los primeros portentos: fué trasformada en serpiente, hizo convertir el agua en sangre, llenó de ranas al Egipto, y cubrió de mosquitos todo el país. Después del paso del mar Rojo , estando Moisés en la cumbre del Sinaí, tuvo Aarón la debilidad de ceder á las instancias del pueblo infiel, que pedía un Dios visible, y quería que se dedicase un becerro de oro. Aarón se prestó á tan sacrílega exigencia, creyendo sin duda impedir así á los israelitas el desbandarse, y contenerlos á la falda del monte hasta la vuelta de su hermano, pero esta razón no pudo justificarle. Solo á su arrepentimiento debió el perdón de su falta, después de lo cual el Señor se dignó elegirlo para ser consagrado gran sacerdote de su pueblo escogido. Semejante preferencia ocasionó luego disturbios en un pueblo indócil, que se abandonaba con tanta frecuencia á la murmuración contra Dios. Coré, Datan, y Abiron, envidiando el honor del sacerdocio se rebelaron, y fueron tragados por la tierra que se abrió debajo de sus pies: castigo tembló al cual se siguieron otros no menos espantosos. 

Doscientos cincuenta hombres del partido de los rebeldes, que tuvieron la temeridad de ofrecer incienso en el aliar, fueron abrasados por el fuego que de él salió, y no apaciguándose aún la sedición con esto, el fuego del cielo rodeó á la multitud revolucionaria, devoró á más de catorce mil, y tal vez los hubiera enteramente exterminado, si Aarón con el incensario en la mano, no se hubiese interpuesto entre los muertos y los vivos, á fin de aplacar la cólera de Dios. El sacerdocio de Aarón fué luego después confirmado con un nuevo milagro que hizo cesar enteramente las murmuraciones del pueblo. Mandó Moisés que se encerrasen en el tabernáculo las varas de las doce tribus, conviniendo todos en que se conferirla el soberano sacerdocio á la tribu cuya vara floreciese. Al día siguiente la de Leví apareció cargada de flores y frutos, y Aarón fué declarado pontífice supremo. 

Sostuvo con Hur los brazos de Moisés que oraba á Dios mientras Josué combatía contra los amalecitas. Después de haber vestido los ornamentos pontificales á Eleázaro su hijo y sucesor en el sacerdocio, murió Aarón el año 1452 antes de Jesucristo, á los 123 de su edad, sobre el monte Hor, á la vista de la tierra prometida en la cual no pudo entrar, en castigo de su desconfianza cuando Moisés hería la roca en el desierto de Cades


Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

lunes, 30 de junio de 2025

S A N T O R A L

Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana

Acta del Martirio de los protomártires romanos



En el año 64, la cristiandad romana va a pasar literalmente por la prueba del fuego. Una clara noche de julio de dicho año, sentado en el trono imperial Nerón, un terrible incendio, propagado con inusitada violencia, destruyó durante seis días los principales barrios de la vieja Roma.
La descripción que del siniestro nos ha dejado Tácito en sus Anales, escritos unos cincuenta años después del suceso, pertenece a las páginas justamente más célebres de la literatura universal; celebridad enormemente acrecida por ser en esa página donde por primera vez una pluma pagana (y nada menos que la del historiador romano más importante) deja constancia del hecho más grande de la historia universal: el cristianismo y la muerte violenta de su fundador, Cristo:

El incendio de Roma y los mártires (Tácito, Ann., XV, 38-44)

“Siguióse un desastre, no se sabe si por obra del azar o por maquinación del emperador (pues una y otra versión tuvieron autoridad), pero sí más grave y espantoso de cuantos acontecieron a esta ciudad por violencia del fuego. [….]
Añadióse a todo esto los gritos de las mujeres despavoridas, los ancianos y los niños; unos arrastraban a los enfermos, otros los aguardaban; gentes que se detenían, otras que se apresuraban, todo se tornaba impedimento. Y a menudo sucedía que, volviendo la vista atrás, se hallaban atacados por el fuego de lado o de frente; o que, al escapar a los barrios vecinos, alcanzados también estos por el siniestro, daban con la misma calamidad aun en parajes que creyeran alejados. […] 

Por otra parte, nadie se atrevía a tajar el incendio, pues había fuertes grupos de hombres que, con repetidas amenazas, prohibían apagarlo, a lo que se añadían que otros, a cara descubierta, lanzaban tizones, y a gritos proclamaban estar autorizados para ello, fuera para llevar a cabo más libremente sus rapiñas, fuera que, efectivamente, se les hubiera dado semejante orden.
Nerón, que a la sazón tenía su residencia en Ancio, no volvió a la ciudad hasta que el fuego se fue acercando a su casa, por la que había unido el Palatino y los jardines de Mecenas. […]
Todo ello, si bien encaminado al favor popular, caía en el vacío, pues se había esparcido el rumor de que, en el momento mismo en que se abrasaba la ciudad, había él subido a la escena de su palacio y había recitado la ruina de Troya, buscando semejanza a las calamidades presentes en los desastres antiguos.

Por fin, a los seis días, se logró poner término al incendio al pie mismo del Esquilino, derribando en un vasto espacio los edificios, a fin de oponer a su continua violencia un campo raso y, por así decir, el vacío del cielo.
Aun no se había ido el miedo y vuelto la esperanza al pueblo, cuando de nuevo estalló el incendio, si bien en lugares más deshabitados de la ciudad, por lo que fueron menos las víctimas humanas, derruyéndose, en cambio, más ampliamente templos de dioses y galerías dedicadas a esparcimiento y recreo. Sobre este nuevo incendio corrieron aún peores voces, por haber estallado en los campos aurelianos de Tigelino y creerse que, por lo visto, Nerón buscaba la gloria de fundar una nueva ciudad y llamarla con su nombre. […]
Sea de ello lo que fuere, Nerón se aprovechó de la ruina de su ciudad y se construyó un palacio, en que no eran tanto de admirar las piedras preciosas y el oro, cosas gastadas de antiguo y hechas vulgares por el lujo, cuanto de campos y estanques, y, al modo de los desiertos, acá unos bosques, allá espacios descubiertos y panoramas. […]
Tales fueron las medidas aconsejadas por 
la humana prudencia. Seguidamente se celebraron expiaciones a los dioses y se consultaron los libros sibilinos. Siguiendo sus indicaciones, se hicieron públicas rogativas a Vulcano, a Ceres y a Proserpina; se ofreció por las matronas un sacrificio de propiciación a Juno, primero en el Capitolio, luego junto al próximo mar, de donde se sacó agua para rociar el templo e imagen de la diosa.

Sin embargo, ni por industria humana, ni por larguezas del emperador, ni por sacrificios a los dioses, se lograba alejar la mala fama de que el incendio había sido mandado. Así pues, con el fin de extirpar el rumor, Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos.
El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilatos durante el Imperio de Tiberio y, reprimida, por de pronto, la perniciosa superstición, irrumpió de nuevo no sólo por Judea, origen de este mal, sino por la urbe misma, a donde confluye y se celebra cuanto de atroz y vergonzoso hay por dondequiera.
Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego, por las indicaciones que éstos dieron, toda una ingente muchedumbre quedó convicta, no tanto del crimen del incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, eran quemados al caer el día, a guisa de luminarias nocturnas.
Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o guiando él mismo su coche. De ahí que, aun castigando a culpables y merecedores de los últimos suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se los eliminaba por motivo de pública autoridad, sino por satisfacer la crueldad de uno solo.”

El incendio de Roma, según Suetonio (Nero, XXXVIII)

“Mas ni a su pueblo ni a las murallas de su patria perdonó Nerón. En efecto, con achaque de serle molesta la deformidad de los viejos edificios y la estrechez y tortuosidad de las calles, prendió fuego a la ciudad tan al descubierto que varios consulares que sorprendieron a camareros suyos con estopa y teas en sus propias fincas, no se atrevieron ni a tocarlos, y algunos graneros, situados en el solar de la Casa de Oro, qué él codiciaba sobre toda ponderación, fueron derribados con máquinas de guerra y abrasados, por estar hechos con piedra de sillería. Durante seis días con sus noches duró en todo su furor el estrago, obligando a la muchedumbre a buscar cobijo en los públicos monumentos y sepulcros. 
Entonces, aparte un número inmenso de casas particulares, se quemaron los palacios de los antiguos generales, adornados todavía con los trofeos de los enemigos; los templos de los dioses, que se remontaban a la época de los reyes, y otros consagrados en las guerras gálicas y púnicas, y, en fin, cuanto de precioso y memorable había sobrevivido al tiempo.

Nerón contempló el incendio desde la torre de Mecenas, y arrebatado “por la belleza”, como él decía, “de las llamas”, recitó, vestido de su famoso traje de teatro, la “Toma de Ilión”. Y para que no se le escapara tampoco esta ocasión de coger la mayor presa y botín posible, prometió retirar por su cuenta los escombros y cadáveres, con cuyo pretexto no permitió a nadie acercarse a los restos de sus bienes; y con las tributaciones, no ya sólo voluntarias, sino exigidas, dejó casi exhaustas a las provincias y a los particulares.”

Fuente:BAC, D. RUIZ BUENO, ACTAS DE LOS MÁRTIRES, 212-225