jueves, 4 de septiembre de 2025

S A N T O R A L

SAN MOISÉS, LEGISLADOR Y PROFETA

Fué hijo de Amram y de Jocabed, y nació 1571 años antes de Jesucristo.
Viendo el rey de Egipto que los hebreos se multiplicaban tanto y que llegarían á ser un pueblo temible por su número, dio un edicto por el cual disponía que fuesen arrojados al Nilo todos los niños varones que naciesen de madre israelita. Jocabed guardó á su Moisés, por espacio de tres meses, al cabo de los cuales tomó un cesto de juncos, lo empegó, metió al niño en él, y lo puso sobro las aguas del Nilo. Termulis, hija del rey, que se paseaba después por la orilla, viendo flotar el canastillo, mandó que lo sacasen, y prendada de la belleza del infante, quiso que se salvase, y lo hizo criar á sus expensas. Tres años después la misma princesa le adoptó por hijo suyo, lo llamó Moisés, que quiere decir «sacado de las aguas», y le hizo instruir en todas las ciencias de los egipcios; pero sus padres, á quienes había sido confiado por una feliz casualidad, se dedicaron con todo cuidado á enseñarle la religión y la historia de sus mayores.

Algunos historiadores cuentan muchas particularidades de la juventud de Moisés, que sin embargo no se apoyan en ninguna relación de la Escritura, á la cual nos limitaremos. Por esta sabemos, pues, que á la edad de cuarenta años salió de la corte de Faraón para ir á visitar á los de su nación, que la crueldad de sus dominadores agobiaba con excesivos y crueles tratamientos. Habiendo encontrado un día á un egipcio que maltrataba á un hebreo, le mató, suceso que, habiéndose hecho público, obligó á Moisés á dejar los estados de Faraón y refugiarse en el país de Madian, donde tomó por esposa á Séfora, hija del sacerdote Jetró, de la cual tuvo dos hijos, Gersam y Eliezer. Por espacio de cuarenta años el que había de ser libertador de Israel estuvo apacentando en aquel país los ganados de su suegro, hasta que un día, conduciendo las ovejas á lo interior del desierto, en la montaña de Horeb se le apareció el Señor en medio de una zarza que ardía sin consumirse, y le mandó que fuese á romper el yugo de sus hermanos, visión que se halla explicada de una manera llena de interés é instrucción en los capítulos tres y cuatro del libro del Éxodo.

Moisés se resistió al principio, pretextando su inutilidad y el poco crédito que se daría á sus palabras; pero Dios venció esta resistencia por medio de dos prodigios. Juntándose, pues, él y su hermano Aarón, marcharon á la corte, y presentándose á Faraón le intimaron que Dios le mandaba permitiese á los hebreos ir al desierto á ofrecerle sacrificios, pero el impío monarca se burló de aquella orden y redobló la crueldad con que trataba ya á los israelitas. Los dos enviados de Dios se volvieron; pero presentándose luego por segunda vez, se esforzaron en persuadir á Faraón, seducido por los encantamientos de sus magos, á los cuáles confundieron por medio de algunos portentos. El obstinado príncipe atrajo con su ceguera espantosas calamidades sobre su reino, de las cuales la décima y última fué la muerte de los primogénitos de Egipto, que en una sola noche fueron todos muertos por el ángel exterminador, desde el primogénito del mismo rey Faraón hasta el primogénito del último de los esclavos y animales.

Semejante catástrofe ablandó por un momento el corazón endurecido del monarca, que dio permiso á los israelitas para marcharse donde querían. En virtud de esta orden salieron los hebreos de Egipto el día 15 del mes de Nisan, desde cuyo día empezó en adelante á contar los años el pueblo escogido en memoria del recobro de su libertad. Cuando salieron de Ramesses eran en número de seiscientos mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, llevando consigo innumerable número de ovejas y ganados mayores y bestias de diversos géneros. Apenas hablan llegado los hebreos á la orilla del mar Rojo, Faraón y los suyos, arrepentidos de haberles dejado salir de Egipto, corrieron detrás de ellos con un ejército poderoso; pero Moisés extendió su vara sobre el mar, las aguas se dividieron, los israelitas pasaron al otro lado á pié enjuto, y los egipcios que quisieron seguirlos, quedaron envueltos y ahogados entre las olas que habían tornado á su estado natural por medio de un fuerte viento que el Señor había hecho soplar. Ni uno solo quedó con vida del ejército de Faraón: el Egipto quedó asolado y humillado con aquel terrible suceso, y Moisés desde el otro lado del mar, entonó aquel admirable y célebre cántico de acción de gracias que empieza: Cantemus Domino, y que se halla en el capítulo quince del citado libro del Éxodo.

Desde entonces caminó el pueblo hebreo por el desierto en paz y libertad, y dirigiéndose hacia el monte Sinaí, llegó á Mará donde no encontrando más que aguas amargas, Moisés las endulzó por un prodigio para que se hiciesen potables. En Rapludim, que fué la décima sexta jornada, faltó el agua; pero el divino libertador la hizo salir de una roca de Horeb golpeándola con su vara. El Señor se indignó en aquella ocasión contra Moisés, por la especie de desconfianza ó falta de fé que había mostrado, golpeando dos veces seguidas la roca y empleando la milagrosa vara, en lugar de mandar sencillamente que saliese el agua conforme a la orden que se le había dado. Entonces y en aquel mismo sitio llegaron los amalecitas para pelear contra Israel, y mientras Josué los rechazaba y los vencía, Moisés, colocado en la eminencia de un collado, tenía las manos levantadas al cielo y se las sostenían Aarón y Hur. Los amalecitas quedaron completamente derrotados, y los hebreos siguiendo su camino, llegaron por fin á la falda del monte Sinaí el día tercero del noveno mes después de su salida de Egipto. Moisés subió á la cumbre, y en medio de rayos y truenos recibió la ley que había de dar al pueblo y concluyó la famosa alianza entre el Señor y los hijos de Israel.

Mientras esto pasaba en la montaña, aquel pueblo desagradecido que se entregaba á la murmuración con tanta frecuencia, pidió á Aarón un Dios visible, y fabricó el becerro de oro al cual erigió un altar. Cuando Moisés bajó de la montaña con las tablas de la ley, y vio á los israelitas entregados á tan infame idolatría, se llenó de justo horror, rompió las tablas de la ley, y mandó pasar á cuchillo veinte y tres mil de los prevaricadores. Después subió otra vez á la montaña, y habiendo alcanzado el perdón de Dios para su pueblo, trajo otras dos tablas como las primeras, en las cuales estaba escrita la ley. Cuando bajó esta vez, la cara de Moisés despecha rayos de luz tan viva, que el pueblo no podía mirarlo y fué preciso que se cubriese con un velo. Empezó entonces á fabricar el tabernáculo según el diseño que el mismo Dios le había indicado, hizo su dedicación, consagró á su hermano Aarón y á sus hijos para ser sus sacerdotes y destinó á los levitas para su servicio. Escribió asimismo todo lo concerniente al culto divino y al gobierno político del pueblo; y después de haber arreglado todas estas cosas, condujo los israelitas á los confines del país de Canaan al pié del monte Nebo. Entonces le mandó el Señor que subiese á la cúspide de esta misma montaña, desde donde le mostró la tierra prometida en la cual no podría entrar. Efectivamente, Moisés murió allí á la edad de ciento y veinte años, el 1451 antes de Jesucristo, dejando á su pueblo y á los siglos futuros de todo el universo la idea de un hombre extraordinariamente favorecido de Dios y conducido por sus caminos, de un genio elevado y vasto, y de un legislador ilustrado y profundo. Moisés es incontestablemente el autor de los cinco primeros libros del antiguo Testamento, conocidos con el nombro de Pentateuco, que los judíos y todas las Iglesias cristianas han reconocido por inspirados. La iglesia católica le ha colocado entre sus santos y celebra en este día su memoria.


Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

S A N T O R A L

SAN GREGORIO EL MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA

SU NOMBRE

Entre todos los pastores que Cristo ha dado a la Iglesia Católica para representarle en la tierra, ninguno ha sobrepujado en méritos y renombre al santo Papa que hoy celebramos. Su nombre, Gregorio, significa vigilancia; su sobrenombre es Magno, que ya poseía cuando Gregorio VII ocupó la sede de Pedro. Estos dos Papas son hermanos y todo el mundo católico los confunde en un mismo amor y una admiración común.

EL ORGANIZADOR DE LA LITURGIA

Este, cuya memoria celebramos, es ya conocido por los fieles que se interesan en seguir a la Iglesia en la Liturgia. Pero sus trabajos sobre el servicio de Dios, en todo el curso del año, no se han limitado a enriquecer nuestros oficios con algunos cánticos, sino que además, todo el conjunto de la liturgia romana le reconoce por su principal organizador. Fué quien recogiendo y poniendo en orden las oraciones y ritos instituidos por sus predecesores les dió la forma que conservan aún hoy día. El canto eclesiástico recibió igualmente de él su último perfeccionamiento; el celo del santo pontífice por recoger las antiguas melodías de la Iglesia, por sujetarlas a reglas y disponerlas según requería el servicio divino, han hecho que su nombre vaya siempre unido a esta obra musical tan grandiosa que proporciona tanta majestad a las funciones sagradas y que contribuye tan poderosamente a preparar el alma del cristiano al respeto de los misterios y al recogimiento y piedad.

EL DOCTOR


Pero la influencia de Gregorio no se reduce a estos trabajos que bastarían para inmortalizar a otro pontífice. Cuando él fué dado a la cristiandad, la Iglesia latina contaba sólo con tres grandes doctores: Ambrosio, Agustín y Jerónimo; la ciencia de Gregorio le concedió el honor de añadir su nombre al de aquellos. El conocimiento de las sagradas Escrituras, la penetración de los divinos misterios, la unción y la autoridad, indicios de la asistencia del Espíritu Santo, dominaban por entero en sus escritos; y la Iglesia se alegra de haber recibido en él un nuevo maestro en la doctrina sagrada. El respeto que se ha tenido a todo lo que salió de la pluma de tan gran doctor, ha preservado de la destrucción su inmensa correspondencia; y en ella se puede ver que no hay tema en el mundo cristiano que su infatigable mirada no haya tratado; no hay cuestión religiosa, lo mismo personal que local, en Oriente como en Occidente, que no hayan alcanzado los esfuerzos de su celo y en la que no haya intervenido como pastor universal. Elocuente lección dada por los actos de un Papa del siglo vi a estos innovadores actuales que han pretendido tan osadamente sostener que la prerrogativa del Pontífice Romano no tenía por base más que documentos fabricados más de dos siglos después de la muerte de San Gregorio.

EL APÓSTOL

En la Sede apostólica apareció el heredero de los apóstoles no sólo como depositario de su autoridad, sino también como asociado a su misión de llamar a la fe a todos los pueblos. Ahí está Inglaterra para atestiguar que si conoce a Jesucristo, si ha merecido ser llamada durante tantos siglos la Isla de los Santos, lo debe a San Gregorio Magno. Movido a compasión hacia los ingleses de quienes, según decía quería hacer ángeles, envió en 596 a la isla al monje Agustín con cuarenta compañeros, todos hijos de San Benito como él. El Papa vivió el tiempo suficiente para poder recoger en ese campo la cosecha evangélica.
Es de ver el entusiasmo del santo anciano cuando nos muestra el "Alleluia y los himnos romanos repetidos en una lengua acostumbrada a los cantos bárbaros, el océano allanado bajo los pies de los santos, las olas de pueblos indómitos calmadas a la voz de los sacerdotes".

EL SANTO

Pero ¿quién podrá pintar las virtudes que hicieron de Gregorio un prodigio de santidad? Ese desprecio del mundo que le hizo buscar un asilo en la santidad del claustro, esa humildad que le llevó hasta a huir de los honores del pontificado, de tal modo que se necesitó un prodigio de Dios para revelar el escondrijo donde se hallaba él, cuyas manos eran tanto más dignas de tener las llaves del cielo, cuanto más pesadas fuesen; ese celo por toda su grey considerándose él como su esclavo y no como su jefe, honrándose del título de servidor de los servidores de Dios; esa caridad para con los pobres que no tuvo límites; esa solicitud infatigable de la que nadie dejó de beneficiarse y que de todo se ocupó, de las calamidades públicas, de los daños de la patria y de las desgracias particulares; esa constancia y amable serenidad en medio de los mayores sufrimientos que cayeron sobre su cuerpo durante todo el tiempo de su pontificado, esa firmeza en conservar la fe y en perseguir el error en todas partes; en fin, esa vigilancia por la disciplina que fué renovada y sostenida por él durante varios siglos en toda la Iglesia; tantos servicios, tantos insignes ejemplos han impreso la memoria de Gregorio en todos los cristianos con rasgos que jamás se borrarán.

VIDA

San Gregorio nació en Roma hacia 540. Primero se dió a la política; más tarde, en 571 llegó a ser sacerdote en Roma; fundó seis monasterios con su rico patrimonio y se hizo monje. Después de nombrado cardenal-diácono en 577, fué enviado como legado a Constantinopla para representar a la Iglesia Romana cerca de Tiberio. Vuelto a Roma en 584, volvió a entrar en su monasterio donde fué elegido Abad. En 590 tuvo que aceptar el Papado y fué consagrado en San Pedro el 3 de septiembre. Fué ejemplo para todo el episcopado por su celo y sus virtudes; donde la fe católica no estaba muy segura, él la restableció; reprimió a los herejes, envió misioneros a Inglaterra, defendió los derechos de la Iglesia, organizó el culto y el canto litúrgico, fijó las iglesias estacionales, escribió varios comentarios de las Sagradas Escrituras. Obró muchos milagros y murió en 604 el año 13 de su pontificado.

SÚPLICA POR LA JERARQUÍA

Padre del pueblo cristiano, vicario tanto de la caridad como de la autoridad de Cristo, Pastor vigilante, el pueblo cristiano a quien con tanta fidelidad has amado y servido se dirige a ti con toda confianza. Ya que nunca has olvidado a tu querida grey escucha hoy su oración. Protege y dirige al Sumo Pontífice que hace las veces de Pedro y las tuyas; dale luces en sus consejos y fortifica su voluntad.
Bendice a toda la jerarquía que te debe tan buenos preceptos y tan admirables ejemplos. Ayúdales para que mantengan inviolable el depósito de la fe; ayúdales en sus esfuerzos por restablecer la disciplina eclesiástica, sin la que todo es desorden y trastorno. Dios te escogió para ordenar el culto, la sagrada liturgia, en el pueblo cristiano; intercede para que de nuevo se vuelva a esta manera de oración que se ha olvidado casi por completo. Estrecha cada vez más el lazo vital de las Iglesias en la obediencia a la cátedra de Roma, fundamento de toda fe y fuente de toda autoridad espiritual.

SÚPLICA POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA

Viste el comienzo del cisma que desgarró el oriente de la comunidad católica. Poco después, por desgracia, Bizancio consumó la ruptura; como castigo de su crimen quedó reducida a la esclavitud y todavía esta infiel Jerusalén no ha reconocido la causa de sus desventuras. Pontífice santo, te suplicamos que ya que la justicia tuvo su cumplimiento, la misericordia también tenga el suyo; formen el único aprisco las ovejas que el cisma alejó de él.

SÚPLICA POR INGLATERRA

¡Acuérdate, apóstol de todo un pueblo!, acuérdate de Inglaterra que recibió de ti la fe cristiana. Esta isla tan querida de ti, en la que con tanta abundancia fructificó la semilla que tu arrojaste se ha hecho infiel a la Sede de Roma y ha acogido en su seno toda clase de errores. Hace ya siglos que se apartó de la fe verdadera; pero sin embargo, parece que la misericordia divina se inclina hacia ella en nuestros días. Ayuda, pues, a la nación que tú engendraste para Jesucristo; ayúdala a descorrer el velo que la oculta la verdad. A ti te corresponde reanimar la llama que ella ha dejado extinguirse. Haz que vea de nuevo brillar sobre sí la luz y su pueblo forjará como en otro tiempo, héroes propagadores de la religión y santificadores del cristianismo.

SÚPLICA POR TODOS LOS FIELES

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Ruega también por toda la grey de los fieles que se entrega a las obras de penitencia en estos días de Cuaresma; alcanza para ella la compunción de corazón, el amor a la oración y el sentido de los misterios divinos. Aún leemos las homilías que tú predicaste al pueblo romano en este tiempo de Cuaresma; la justicia y la misericordia de Dios permanecen inmutables; haz que nuestros corazones se conmuevan con el temor y se consuelen por medio de la esperanza. Y puesto que la aspereza de las leyes eclesiásticas que prescriben el ayuno y la abstinencia nos espantan con frecuencia, danos ánimos y reaviva en nuestros corazones el espíritu de sacrificio; que tu intercesión ante Dios nos alcance la gracia de ser verdaderos penitentes así como nos ilustran tus ejemplos y nos sirven de guía tus enseñanzas; para que oigamos de nuevo, con la alegría de una conciencia limpia, el Alleluia que nos enseñaste a cantar en la tierra y que esperamos repetir contigo en la eternidad.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer



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Relicario con la Hostia del Milagro, 
conservada hasta hoy
Este Milagro Eucarístico, cuya reliquia se conserva aún en el monasterio benedictinode Andechs, en Alemania, ha sido certificado por numerosas fuentes escritas. Entre las obras más importantes en las que se menciona este Milagro Eucarístico, destaca la Vita Beati Gregorii Papae, escrita por el Diácono Paoloen el año 787. Corría el año 595, cuando el milagro se manifestó durante una celebración eucarística presidida por el Papa San Gregorio Magno, quien fue testigo en primera persona.
Domenico de Cresti. Misa
milagrosa de San Gregorio Magno
En aquellos tiempos era uso común llevar a la celebración eucarística el pan preparado en casa de los mismos fieles. El Papa San Gregorio Magno celebraba la Misa un domingo en la antigua iglesia dedicada a San Pedro. En el momento de la comunión, vio que entre los fieles había una mujer, que había preparado el pan, que reía a carcajadas. Con gran turbación, el Papa la reprendió y le preguntó el motivo de tal actitud. 
La mujer se justificó diciendo que no llegaba a entender cómo fuese posible que aquel pan que ella misma había preparado con sus manos, ahora, gracias a las palabras de la consagración, se convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. San Gregorio le prohibió comulgar e imploró a Dios que la iluminase. Cuando terminó su oración, vio que la fracción preparada por la mujer se convertía en carne y sangre. La mujer, con gran arrepentimiento, se arrodilló y comenzó a llorar. Aún hoy, una parte de la Reliquia del Milagro se conserva en Andechs, Alemania, en el monasterio benedictino.

martes, 2 de septiembre de 2025

S A N T O R A L

SAN JUSTO DE LYON, OBISPO Y CONFESOR

 
I
gnoramos el año y el lugar del nacimiento de este santo: sus virtudes lo dieron tal celebridad siendo diácono de la iglesia de Viena, en Francia, que por los años 350 fué elegido y consagrado obispo de Lyon. Su conducta en tan elevado puesto acreditó que Justo solo temía á Dios y nada esperaba más que de él. Superior á toda consideración humana, no veia mas que las necesidades de los que le estaban encomendados. Distinguíase por una paciencia á toda prueba, y por una celosa libertad contra los abusos de todo género. Asistió con otros dos obispos de las Galias al concilio de Aquileya, en 381, bajo el imperio de Graciano, congregado para tratar los asuntos de los arrianos. San Ambrosio que era el alma de esta asamblea tenía en tanta estima al arzobispo de Lyon, que después le escribió dos célebres cartas relativas á varios puntos de la santa Escritura. Poco tiempo después del concilio de Aquileya, Justo disgustado del mundo y suspirando por el retiro y la penitencia, dejó secretamente sus ovejas, se dirigió á Marsella, y en compañía de un lector de su Iglesia, llamado Viador, se embarcó para Alejandría, y se retiró á un monasterio del Egipto, sin darse á conocer.

Un asesino que había apuñalado a dos personas en las calles de Lyon, se refugió en la catedral. 
San Justo le entregó a las autoridades, a condición de que no le quitasen la vida, pero el pueblo se apoderó del asesino y le dio muerte. 
El santo obispo se sintió responsable de ese asesinato y pensó que ello le hacía inepto para el servicio del altar; por otra parte, desde tiempo atrás, deseaba retirarse a servir a Dios en la soledad y tornó el incidente como pretexto para renunciar a su sede.

Iglesia de Saint Just de Lyon

Pasados algunos años fué descubierto en la soledad por uno de sus diocesanos: toda la comunidad quedó sorprendida del suceso, y la Iglesia de Lyon así que lo supo, comisionó á un sacerdote, llamado Antíoco, para rogar al santo volviese á la dirección de su rebaño, á lo cual no quiso nunca consentir. Por los años 390 murió el venerable obispo en los brazos de Antíoco que no había querido dejarlo. Su cuerpo fué después trasladado á Lyon, y su nombro, ilustre en muchos milagros, fué colocado en el número de los santos.
FuenteLa leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

lunes, 1 de septiembre de 2025

S A N T O R A L





SAN GIL o EGIDIO, ABAD

Durante largos siglos, San Gil gozó de una celebridad muy extendida. Tanto las innumerables obras de arte que le representan o que recuerdan algún episodio de su leyenda, como las iglesias, capillas, altares puestos bajo su patrocino, dan fe de cuán caro fué su culto a la piedad cristiana. Entre los santos auxiliadores, fue de los más invocados.
Fué san Gil griego de nación, natural de Atenas, de sangre real. Su padre se llamó Teodoro, y su madre Pelagía. Desde niño se aplicó al estudio y á todas las obras de virtud, y especialmente á las de misericordia, y socorro de los pobres. Iba un día á la iglesia: y viéndole un pobre enfermo que estaba en la calle, echado en el suelo, le pidió limosna; y san Gil desnudándose la túnica que llevaba vestida, se la dio al pobre, y luego quedó sano. Murieron sus padres, y él repartió á los pobres su patrimonio, haciendo heredero al Señor de todos sus bienes.

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Hizo el Señor otros milagros por él. Volviendo un día de la iglesia, topó un hombre ó quien había mordido una ponzoñosa serpiente, y estando á punto de morir, le sanó con su oración. Otra vez, estando un endemoniado en la iglesia un día de domingo, y dando grandes gritos, y estorbando que no hiciesen oración los que estaban en ella; san Gil mandó al mal espíritu que saliese de aquel cuerpo, y le dejase libre; y él obedeció. Por estos milagros se comenzó á divulgar la santidad de san Gil, y extenderse por toda Grecia su fama: y como él era verdaderamente humilde y deseoso de ser menospreciado, y no honrado de los hombres; por huir el aire popular y vano, se embarcó para ir á otras parles donde no fuese conocido, ni estimado. Levantóse en el mar una tormenta peligrosa: hizo san Gil oración al Señor, y sosególa; y la gente que iba en el navío, le hizo gracias por ello, reconociendo que Dios los había librado de aquel peligro por su intercesión. Al cabo de algunos días el navío llegó á Francia: salteen tierra san Gil, y fué á la ciudad de Arles, donde era obispo san Cesáreo, varón de grande doctrina y santidad. Estuvo en su compañía dos años con grande contentamiento de los dos; porque todo su trato y conversación era de Dios, ó con Dios. Aquí sanó un enfermo que había ya tres años que andaba muy fatigado de calenturas; y temiendo de ser por esto honrado, pasó el río Ródano, y hallando en su ribera á un santo ermitaño, llamado Veredemio, se detuvo con él algunos días, donde sanó á otro enfermo: y aquella tierra, que de suyo era estéril, con su oración se tornó fértil y abundante. Por estos milagros comenzó Veredemio á estimar y reverenciar más á san Gil; y él, que ninguna cosa huía más que la honra, determinó dejarle y entrarse á la tierra más adentro, y vivir apartado de los hombres, por estar más seguro y más apartado de sus alabanzas. Halló en aquella parte, donde el río Ródano entra en el mar, un desierto retirado, y en él una grande espesura, con una cueva, y una clara y copiosa fuente de agua. Halló más una cierva, como enviada de la mano del Señor, para que con su leche le sustentase: hizo su morada en este lugar, viviendo con solo Dios.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

EL ERMITAÑO

Su vida fué muy sencilla. Se le cree de origen griego; y la cosa parece dudosa. Lo que presenta mayores garantías de certidumbre es su vida solitaria en una gruta a orillas del Gardón, donde San Fredemo, su predecesor como eremita, le instruyó en los secretos de la contemplación. Luego, San Gil dejó a su maestro. Se estableció un poco más al mediodía, en el bosque que se extendía a lo largo de la ribera derecha del Pequeño Ródano, no lejos de la costa mediterránea. Y allí permaneció ignorado hasta que un día unos cazadores se lanzaron sobre una cierva y descubrieron su retiro. El animal, a los ladridos de los perros se agazapó entre la maleza, allá junto al santo; la jauría no se atrevió a acercarse; un arquero disparó su flecha y sus compañeros, abriendo camino a través de los zarzales, descubrieron a San Gil con una mano pasada de parte a parte.
Ocurría lo dicho el año 673, o poco después, cuando el rey de los visigodos, Wamba, llamado Flavio, por confusión con su sucesor, acababa de pasar los Pirineos: iba a hacer valer sus derechos en el país que llegaba hasta el Ródano, la Septimania. Los cazadores eran oficiales del rey; el mismo Wamba los acompañaba. Este lance, por lo menos pintoresco y trágico a ciertas luces, se ha convertido en un tema que con frecuencia se ha propuesto a los artistas. Al principio, fué ocasión de fundar un monasterio. Y, en efecto, ésa es la suerte de muchos ermitaños: huyen para sumergirse en el infinito; pero "como la lámpara no puede permanecer debajo del celemín", se convierten en caudillos; su fama se extiende a lo lejos y a veces a todo el mundo.
No fué esto exactamente lo que ocurrió en el caso de San Gil, al menos durante su vida terrestre. La historia no nos ha conservado nada de él, pues el relato de sus viajes a Orleans, cerca del Rey de los Francos, o a Roma, a ver al papa Benedicto II, se presta a críticas serias.
El primero de estos viajes ha gozado de gran celebridad: con el nombre de Misa de San Gil, se contaba que, celebrando éste el Santo Sacrificio del altar, le dió a conocer un ángel un pecado secreto del Rey; el ángel añadía que la falta sería perdonada por las oraciones del Santo, pues "todo el que le invoque, alcanzará perdón".

EL MONASTERIO DE SAN GIL

El monasterio, como su titular, permaneció en la oscuridad hasta que se organizaron las grandes peregrinaciones de la Edad Media. Su posición geográfica le situaba al mismo tiempo en uno de los varios caminos de Santiago, y le convertía en itinerario hacia Tierra Santa: como albergue de etapa y puerto de embarque, participaba de esas grandes corrientes de intercambio, a lo largo de las cuales se desenvolvió la leyenda épica de Carlomagno. El mismo San Gil quedó incluido el ciclo, y eso es precisamente lo que hoy hace tan difícil el conocer de un modo exacto su vida al mismo tiempo que es lo que constituye gloria. Su monasterio figuraba entre las grandes abadías, y lo que nos queda de la iglesia con las esculturas magníficas de las portadas, nos es suficiente para darnos una idea de su importancia.

EL SANTO AUXILIADOR

Antes de embarcarse para una travesía larga y peligrosa, el peregrino se encomienda a San Gil; en él pone su confianza el hombre de armas, que viene a España a guerrear contra los moros. Visitaron a menudo el monasterio o simplemente una de tantas capillas como se levantan por toda la Cristiandad en honor de San Gil, los desgraciados, los afligidos, los pobres, hasta los titiriteros. Fiebres, convulsiones, epilepsia, corren por su cuenta; aquí protege al colono; más allá ampara a mendigos y lisiados; son clientes suyos los juglares y charlatanes: "bondadoso San Gil, patrón de la gente infeliz". Pero su favorito es un señor poderoso: el caudillo del Languedoc tolosano lleva el título de Conde de San Gil, desde que Ramón, el primero entre los grandes feudales, tomó la cruz para liberar a Tierra Santa.
Mas la arena ha invadido el puerto; más cerca ya de la orilla, San Luis construye Aiguesvives. Las peregrinaciones no son, por eso, menos lucidas. Luego, la abadía va decayendo, pero San Gil continuará mucho tiempo aún siendo popular. Los modernos se han olvidado bastante de él aunque su sepulcro ha vuelto a conquistar de cierta celebridad por la vecina romería de las Santas Marías que hoy arrastra allí a esa multitud abigarrada de bohemios y saltimbanquis. Y no obstante eso, ya que la Iglesia conserva el culto de San Gil, ¿no habría de haber algún beneficio o favor para los que le invocan?, y ¿esto principalmente en las iglesias y oratorios puestos bajo su nombre, donde tantas generaciones pidieron la protección de Dios por sus santos?

PLEGARIA

"Omnipotente y misericordioso Dios, tú has favorecido con especiales privilegios más que a todos los demás santos, a tus gloriosos mártires, Jorge, Blas, Erasmo, Pantaleón, Guido, Cristóbal, Gil, Acacio, Dionisio, Ciríaco, Eustaquio, Catalina, Margarita y Bárbara. Concede, te rogamos, a todos lo que en la necesidad imploran tu ayuda, la gracia que has prometido, y otorga a sus peticiones un efecto saludable".


Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer