SAN NICOLÁS DE TOLENTINO, CONFESOR
La Sagrada Familia con San Nicolás de Tolentino |
San Nicolás de Tolentino,
religioso de la orden del glorioso padre y doctor de la Iglesia san Agustín,
nació en una aldea, llamada san Ángelo, de la ciudad de Fermo, que es en la
provincia de la Marca de Ancona. Su padre se llamó Campañano, y su madre Amata.
Eran honrados, y muy buenos cristianos: y habiendo sido casados muchos días, no
tenían hijos; y por esto andaban muy congojados y afligidos. La madre Amata
tomó por medianero á San Nicolás, obispo, con quien tenía particular devoción, y
prometió de ir á visitar su sagrado cuerpo, que está en la ciudad de Bari, en
el reino de Nápoles, si Dios le daba un hijo, y le cumplía su deseo. Fué
revelado á sus padres, que hiciesen aquella romería, porque en ella se les
diría quién había de ser el que de ellos había de nacer. Pusiéronse en camino:
llegaron á Bari: visitaron la iglesia de San Nicolás; y allí se les apareció el
santo, y les hizo ciertos que tendrían un hijo, á quien pondrían por nombre
Nicolás, por haberle alcanzado por su intercesión, y que sería siervo
fidelísimo de Dios, y varón muy ejemplar, y de gran penitencia. Todo se cumplió
así; porque Amata concibió, y á su tiempo parió un hijo, que se llamó Nicolás:
el cual desde niño fué muy inclinado al servicio de Dios: frecuentaba las
iglesias: oía misa, y rezaba con mucha devoción: huía las compañías dé los
muchachos traviesos: gustaba de tratar con religiosos: hacía bien á los pobres:
ayunaba, y ocupábase en el estudio, y oraba con tanta devoción y atención, que
se dice haber visto, aun siendo mozo y orando en la iglesia, á Cristo nuestro
Señor con los ojos corporales: y como iba creciendo en edad, iba también
creciendo en virtud y ciencia. Hiciéronle canónigo de una iglesia de San
Salvador: y aunque vivía loablemente, no estaba contento; porque siempre
anhelaba ó otro estado de mayor perfección. Y así, habiendo oído un sermón de
un famoso predicador de la orden de San Agustín, del menosprecio del mundo;
como el corazón estaba dispuesto, y seca la leña, la centella de la palabra de
Dios, que cayó en ella, la encendió de manera, que Nicolás, abrasado del amor
divino, se determinó á dar libelo de repudio á todas las cosas de la tierra, y
buscar con grande ansia y solicitud las del cielo. Para esto tomó el hábito de
San Agustín en el convento de la ciudad de Tolentino: y los religiosos de él se
le dieron con gran voluntad, conociendo cuan santa era su vida, y cuán grande
su ciencia y habilidad, y esperando que había de ser -como lo fue- gran
ornamento de su sagrada religión.
Luego comenzó san Nicolás á darse á todas las
virtudes, y más á las que son propias del religioso, á la humildad, á la
pobreza, al silencio, á la obediencia, á la oración, al ayuno y penitencia; de
suerte, que era espejo de religiosos, como lo fué de sacerdotes, siendo
sacerdote, y de predicadores, siendo predicador. Pero aunque en todas las
virtudes se esmeró mucho, y fué excelente; lo que se escribe de su abstinencia,
pone grande admiración: porque treinta años estuvo en el convenio de Tolentino,
sin comer carne, ni huevos, ni peces, ni cosa de leche, ni aun manzanas, ahora
estuviese sano, ahora enfermo. Fué esto con tanto extremo, que habiendo una vez
caído malo, y llegado ó punto de muerte, los médicos le mandaron que comiese
carne, porque así convenía á su salud: y como ellos no se lo pudiesen
persuadir, fué necesario que su superior se lo mandase en virtud de santa
obediencia. Bajó la cabeza el santo, y probó la carne que le trajeron, y pidió
al prior que se contentase con aquella obediencia, y que no le apretase más, ni
le hiciese quebrantar el propósito que tenía; porque Dios no estaba atado á la
carne, ni á las reglas de medicina para darle salud; y así se la dio el Señor
muy entera dentro de pocos días. Ayunaba cada semana los lunes, miércoles, viernes
y sábado, á pan y agua, y comía una sola vez: y desde los siete años de su
edad, ayunó tres días cada semana, imitando en esto á san Nicolás, obispo, el
cual, siendo niño, los miércoles y viernes, no quena tomar más de una vez el
pecho. Disciplinábase las noches con una cadena de hierro: su túnica era pobre,
áspera y remendada: la cama dura, y propia de penitente: su oración era muy
fervorosa y continua; y casi todas las noches se le pasaban, ó en el coro (en
el cual era primero), ó en atenta y regalada contemplación del Señor. Más el
demonio, que siempre vela para nuestro mal, procuró con varias tentaciones
apartar al santo de su dulce conversación: y una noche, estando orando delante
de un altar, como solía, mató la lámpara y la arrojó en el suelo, y la hizo
pedazos: y poniéndose sobre el techo de la iglesia, comenzó á destejarle, y
hacer tanto ruido, que parecía que se quería caer la iglesia. Tomó varias y
horribles figuras de bestias fieras, para espantarle: y como el santo no se moviese
de su oración, le dio tantos y tan grandes golpes (permitiéndolo el Señor, para
mayor prueba y corona de su siervo), que por muchos días le quedaron en el
cuerpo las señales de las heridas.
San Nicolás Tolentino, Patrono de las ánimas del Purgatorio |
Otra vez, entrando á hacer oración delante
de un crucifijo, el demonio le derribó y le maltrató de manera, que le dejó por
muerto, y quedó cojo por toda la vida; pero él, esforzado por el Señor, se
levantó, é hizo su oración y gracias, porque así lo probaba y le daba victorias
de su enemigo. Fué devotísimo de las almas del purgatorio, por una visión que
tuvo, en la cual vio gran número de almas del purgatorio, que con grande
instancia le pedían el sufragio de sus oraciones y misas; y habiéndolas dicho, le
dieron gracias por ello. No era menor su caridad para con los vivos, que para
con los difuntos. Visitaba con gran cuidado á los enfermos, y compadecíase de
ellos: recreábalos con sus palabras, animándolos á llevar con paciencia su
trabajo, y dábales todo lo que podía para su regalo. Recibía á los frailes
huéspedes, como si fueran ángeles del cielo. Alegraba los tristes: consolaba á
los afligidos: reconciliaba á los discordes: socorría á los pobres: libraba á
los cautivos, y á los encarcelados. Finalmente, la vida de san Nicolás era como
de un hombre perfectísimo, y venido del cielo; y como á tal le favoreció y
regaló mucho nuestro Señor. Seis meses antes que muriese, cada noche, á hora de
maitines, le dieron música los ángeles; y él entendió que se llegaba la hora de
su dichosa muerte: así la profetizó y avisó de ella á sus frailes.
Y habiendo
caído malo, y agravándosele la enfermedad, los llamó, y rogó que le perdonasen
sus faltas, y al prior que le diese la absolución de todos sus pecados, y le
administrase los santos sacramentos de la Iglesia, los cuales recibió con
grandísima devoción, y abundancia de lágrimas. Después se hizo traer una cruz,
en que estaba un pedazo de la de nuestra redención, la cual adoró con
profundísima humildad, suplicando al Señor que por virtud de la santísima cruz
le salvase y le defendiese, en aquella jornada, del mal encuentro y engaño del
común enemigo. Jubilaba su espíritu, y regocijábase sobre manera, por el deseo
que tenia de salir de la cárcel de este cuerpo, y ver á Dios: y como los
frailes le preguntasen, por qué estaba tan contento y alegre; respondió: Porque
mi Señor Jesucristo, acompañado de su dulce Madre, y de nuestro padre san
Agustín, me convida á la partida, y me dice que me alegre, y entre en el gozo
de mi Dios: y diciendo aquellas palabras: In manus tuas, Domine, commendo spiritum
meum, levantadas las manos, y los ojos hacia la cruz, que tenía presente, con
maravillosa tranquilidad dio su alma al Señor á los 10 de setiembre de! año de 1306.
Ilustró Dios á san Nicolás con muchos y grandes milagros en vida y en muerte.
Tuvo don de profecía: díó salud á muchos enfermos, que estaban afligidos con
graves dolencias: dio vista á los ciegos: libró muchos endemoniados. Y no
solamente los que vivían en la ciudad de Tolentino, y en toda su comarca, sino
otros muchos más apartados, recibieron grandes beneficios, y singulares gracias
por su intercesión.
Entre las otras cosas notables, con que Dios lo esclareció,
fué una: que una noche le apareció una estrella de gran claridad, la cual venia
de la aldea de San Ángel, donde él había nacido, y por derecha línea iba á dar
á Tolentino, y se paraba sobre el altar, donde el santo solía decir misa, y
hacer oración; queriendo Dios con esta visión declarar que este santo era como
una estrella muy resplandeciente de su Iglesia; y que habiendo tenido su origen
en un lugar de poco nombre, se acabaría y tendría fin en Tolentino, y seria
enterrado debajo de aquel altar, donde se paraba la estrella; como lo fué. Y
después de muerto, cada año el mismo día aparecía en aquel lugar la misma
estrella, la cual veía la gente que aquel día concurría de todas parles al
sepulcro del santo, por su devoción, y por alcanzar salud en sus enfermedades,
y alivio de sus trabajos; y esto duró muchos años. Después el papa Eugenio IV ,
año del Señor de 1446, le canonizó, y le puso en el catálogo de los santos. La
vida de san Nicolás escribió un fraile grave y antiguo de su orden; y la
refiere el P. Fr. Lorenzo Surio, en el quinto tomo de las Vidas de los santos; y
el Martirologio romano hace mención de él.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc.
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