Santos Miguel, Gabriel y Rafael, arcángeles
Al bajar Jesucristo a tomar la naturaleza humana, vino acompañado de una celestial asistencia;
otro tanto ocurrió al anunciar a María la buena nueva, al ver los pastores la
asamblea celeste y oír su voz y al servirle los ángeles después de haber sido
tentado por el demonio. De ese modo se inclina el cielo, cuando la virtud y el
honor de los seres celestes bajan hasta la tierra.
Decimos que hay nueve órdenes de ángeles. En efecto, por
el testimonio de la Sagrada Escritura sabemos positivamente que hay: Ángeles,
Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados, Dominaciones, Tronos, Querubines
y Serafines. Que hay Ángeles y Arcángeles, casi todas las páginas del texto
sagrado nos lo aseguran; en cuanto a los Querubines y Serafines, ya se sabe que
de ellos se habla con frecuencia en el libro de los Profetas. Además, el
Apóstol San Pablo enumera los nombres de cuatro órdenes en este pasaje de su Epístola
a los Efesios: "Por encima de todo Principado, de toda Potestad, de toda
Virtud, de toda Dominación".
Y añade escribiendo a los Colosenses: "Sean los
Tronos, sean las Potestades, sean los Principados, sean las Dominaciones". Juntando, pues, los Tronos a los cuatro órdenes de que se habló a los Efesios,
tenemos cinco órdenes; y si a ésos se añaden los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines y los Serafines resulta que hay realmente nueve órdenes de ángeles.
Ahora bien, hay que saber que esta denominación de
ángeles designa su función y no su naturaleza; pues, si estos espíritus
bienaventurados de la patria celestial siempre son espíritus, no siempre se
pueden llamar ángeles; son ángeles únicamente cuando anuncian algo. Por eso
dice un salmo hablando de Dios: "El que de los espíritus hace sus
ángeles". Como si explícitamente dijese: Tiene siempre a su disposición
los espíritus; y cuando quiere, los hace sus ángeles.
Los que anuncian las cosas menos importantes se llaman
simplemente Ángeles, y se llaman Arcángeles los que anuncian los misterios
mayores. Y he aquí por qué no fué un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel
el que envió Dios a la Virgen María, Como se trataba del mensaje más grande,
convenía que el mayor de los ángeles cumpliese este ministerio. Además, estos
arcángeles reciben nombres especiales que expresan los efectos de su operación.
Así Miguel significa: "¿Quién como Dios?" Gabriel: "Fuerza de
Dios". Rafael: "Medicina de Dios". Siempre que se trata de algo que
exige un poder extraordinario, la Escritura cita como enviado a Miguel, para
que su nombre, de igual modo que su acto, nos dé a entender que nadie puede hacer
lo que Dios hace con su incomparable poder. Por eso el antiguo enemigo decía en
su orgullosa ambición de hacerse como Dios: "Subiré hasta los cielos,
pondré mi trono por encima de los astros del cielo y seré semejante al
Altísimo" (Is. XIV, 13). Al fin del mundo cuando quede abandonado a sus
propias fuerzas para perecer en el eterno suplicio, tendrá que luchar contra el
arcángel Miguel" (Apoc. XII, 7). Igualmente el arcángel que envió a María,
es Gabriel, cuyo nombre significa Fortaleza de Dios. Venía efectivamente a
anunciar a Aquel que, para hacer sentir su poder a las potestades aéreas, se
dignó manifestarse en la humillación. Y por fin, como ya dijimos más arriba,
Rafael quiere decir: Remedio de Dios; y efectivamente, este arcángel, al tocar
los ojos de Tobías como para curarle, disipó las tinieblas de su ceguera.
VOCACIÓN CONTEMPLATIVA DE LOS ÁNGELES
De manera que la Iglesia considera a San Miguel como el
mediador de su oración litúrgica: está entre Dios y los hombres. Dios, que
distribuyó con un orden admirable las jerarquías invisibles, emplea por
opulencia en la alabanza de su gloria el ministerio de estos espíritus
celestes, que están mirando continuamente la cara adorable del Padre y que
saben, mejor que los hombres, adorar y contemplar la belleza de sus perfecciones
infinitas. Mi-Ka-El: "¿Quién como Dios?" Expresa este nombre por sí
solo, en su brevedad, la más completa alabanza, la adoración más perfecta, el
agradecimiento más acabado de la superioridad divina, y la confesión más
humilde de la nada de la criatura. La Iglesia de la tierra invita también a los
espíritus celestiales a bendecir al Señor, a cantarle, a alabarle, y a
ensalzarle sin cesar. Esta vocación contemplativa de los ángeles es el modelo de
la nuestra, como nos lo recuerda un bellísimo prefacio del sacramentario de San
León: "Es verdaderamente digno... darte gracias, a ti, que nos enseñas por
tu Apóstol que nuestra vida es trasladada al cielo; que con amor nos ordenas transportarnos
en espíritu allá donde sirven los que nosotros veneramos, y dirigirnos a las
cumbres que en la fiesta del bienaventurado Arcángel Miguel contemplamos con
amor, por Jesucristo Nuestro Señor".
AUXILIAR DEL GÉNERO HUMANO
PROTECTOR DE LA IGLESIA
El reino de Cristo se ha conmovido en sus cimientos. Pero si la tierra debe existir aún, si no se han cumplido los destinos de la Iglesia ¿no es tiempo, poderoso Arcángel, de mostrar al demonio que en la tierra no se ultraja impunemente a Aquel que la creó y la rescató y se llama Rey de Reyes y Señor de señores? El torrente del error y del mal no cesa de arrastrar hacia el abismo a la generación seducida; sálvala y destruye las malvadas conjuraciones de que es víctima.
PLEGARIA
En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir
ya desde ahora al Arcángel, la oración de exorcismo que León XIII insertó en el
Ritual de la Iglesia Romana:
"Gloriosísimo príncipe de la milicia
celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados,
potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven
en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto
precio de la tiranía del demonio.
"La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón;
Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del
cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies
para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la
Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que
lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la
antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, sea precipitado y encadenado
en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén".
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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