domingo, 29 de septiembre de 2024

S A N T O R A L

Santos Miguel, Gabriel y Rafael, arcángeles

Al bajar Jesucristo a tomar la naturaleza humana,  vino acompañado de una celestial asistencia; otro tanto ocurrió al anunciar a María la buena nueva, al ver los pastores la asamblea celeste y oír su voz y al servirle los ángeles después de haber sido tentado por el demonio. De ese modo se inclina el cielo, cuando la virtud y el honor de los seres celestes bajan hasta la tierra.
Decimos que hay nueve órdenes de ángeles. En efecto, por el testimonio de la Sagrada Escritura sabemos positivamente que hay: Ángeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines. Que hay Ángeles y Arcángeles, casi todas las páginas del texto sagrado nos lo aseguran; en cuanto a los Querubines y Serafines, ya se sabe que de ellos se habla con frecuencia en el libro de los Profetas. Además, el Apóstol San Pablo enumera los nombres de cuatro órdenes en este pasaje de su Epístola a los Efesios: "Por encima de todo Principado, de toda Potestad, de toda Virtud, de toda Dominación".
Y añade escribiendo a los Colosenses: "Sean los Tronos, sean las Potestades, sean los Principados, sean las Dominaciones". Juntando, pues, los Tronos a los cuatro órdenes de que se habló a los Efesios, tenemos cinco órdenes; y si a ésos se añaden los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines resulta que hay realmente nueve órdenes de ángeles.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUQhHrlO71NmRcgMGCa9SxZxvVOjLbQtPYZhkI7dkJaOl0okWYD4_Z1QiGgjOdDGJW-0CmOup0fYHDEwb1hzzSSADGJoKxwGAVr1OD06YBCg15hGxoTGK2VG6LgBLcppOxfTmfzQDZA8o/s1600/2697110148_eb4d9c1381_o.jpgAhora bien, hay que saber que esta denominación de ángeles designa su función y no su naturaleza; pues, si estos espíritus bienaventurados de la patria celestial siempre son espíritus, no siempre se pueden llamar ángeles; son ángeles únicamente cuando anuncian algo. Por eso dice un salmo hablando de Dios: "El que de los espíritus hace sus ángeles". Como si explícitamente dijese: Tiene siempre a su disposición los espíritus; y cuando quiere, los hace sus ángeles.
Los que anuncian las cosas menos importantes se llaman simplemente Ángeles, y se llaman Arcángeles los que anuncian los misterios mayores. Y he aquí por qué no fué un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel el que envió Dios a la Virgen María, Como se trataba del mensaje más grande, convenía que el mayor de los ángeles cumpliese este ministerio. Además, estos arcángeles reciben nombres especiales que expresan los efectos de su operación. Así Miguel significa: "¿Quién como Dios?" Gabriel: "Fuerza de Dios". Rafael: "Medicina de Dios". Siempre que se trata de algo que exige un poder extraordinario, la Escritura cita como enviado a Miguel, para que su nombre, de igual modo que su acto, nos dé a entender que nadie puede hacer lo que Dios hace con su incomparable poder. Por eso el antiguo enemigo decía en su orgullosa ambición de hacerse como Dios:
 "Subiré hasta los cielos, pondré mi trono por encima de los astros del cielo y seré semejante al Altísimo" (Is. XIV, 13). Al fin del mundo cuando quede abandonado a sus propias fuerzas para perecer en el eterno suplicio, tendrá que luchar contra el arcángel Miguel" (Apoc. XII, 7).
Igualmente el arcángel que envió a María, es Gabriel, cuyo nombre significa Fortaleza de Dios. Venía efectivamente a anunciar a Aquel que, para hacer sentir su poder a las potestades aéreas, se dignó manifestarse en la humillación. Y por fin, como ya dijimos más arriba, Rafael quiere decir: Remedio de Dios; y efectivamente, este arcángel, al tocar los ojos de Tobías como para curarle, disipó las tinieblas de su ceguera.

VOCACIÓN CONTEMPLATIVA DE LOS ÁNGELES


De manera que la Iglesia considera a San Miguel como el mediador de su oración litúrgica: está entre Dios y los hombres. Dios, que distribuyó con un orden admirable las jerarquías invisibles, emplea por opulencia en la alabanza de su gloria el ministerio de estos espíritus celestes, que están mirando continuamente la cara adorable del Padre y que saben, mejor que los hombres, adorar y contemplar la belleza de sus perfecciones infinitas. Mi-Ka-El: "¿Quién como Dios?" Expresa este nombre por sí solo, en su brevedad, la más completa alabanza, la adoración más perfecta, el agradecimiento más acabado de la superioridad divina, y la confesión más humilde de la nada de la criatura. La Iglesia de la tierra invita también a los espíritus celestiales a bendecir al Señor, a cantarle, a alabarle, y a ensalzarle sin cesar. Esta vocación contemplativa de los ángeles es el modelo de la nuestra, como nos lo recuerda un bellísimo prefacio del sacramentario de San León: "Es verdaderamente digno... darte gracias, a ti, que nos enseñas por tu Apóstol que nuestra vida es trasladada al cielo; que con amor nos ordenas transportarnos en espíritu allá donde sirven los que nosotros veneramos, y dirigirnos a las cumbres que en la fiesta del bienaventurado Arcángel Miguel contemplamos con amor, por Jesucristo Nuestro Señor".

AUXILIAR DEL GÉNERO HUMANO

Pero la Iglesia sabe también que a estos divinos espíritus, entregados al servicio de Dios, les ha sido a la vez confiado un ministerio cerca de aquellos que tienen que recoger la herencia de la salvación, y así, sin esperar a la fiesta del 2 de octubre, consagrada de modo más especial a los Ángeles custodios, desde hoy pide ya a San Miguel y a sus ángeles que nos defiendan en el combate. Y pide, finalmente, a San Miguel que se acuerde de nosotros y ruegue al Hijo de Dios para que no perezcamos en el día terrible del juicio. El día temible del juicio, el gran Arcángel, abanderado de la milicia celestial, introducirá nuestra causa ante el Altísimo y nos hará entrar en la luz santa.

PROTECTOR DE LA IGLESIA


¡Ángel custodio de la Santa Iglesia! Ha llegado el momento de desplegar toda la fuerza de tu brazo. Satanás, amenaza furioso a la Esposa de tu Señor. 
Haz que brille tu espada y lánzate contra ese enemigo implacable y contra sus horrendas cohortes.
El reino de Cristo se ha conmovido en sus cimientos. Pero si la tierra debe existir aún, si no se han cumplido los destinos de la Iglesia ¿no es tiempo, poderoso Arcángel, de mostrar al demonio que en la tierra no se ultraja impunemente a Aquel que la creó y la rescató y se llama Rey de Reyes y Señor de señores? El torrente del error y del mal no cesa de arrastrar hacia el abismo a la generación seducida; sálvala y destruye las malvadas conjuraciones de que es víctima.


PLEGARIA

En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir ya desde ahora al Arcángel, la oración de exorcismo que León XIII insertó en el Ritual de la Iglesia Romana:
"Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados, potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto precio de la tiranía del demonio.
"La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón; Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, sea precipitado y encadenado en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén".

 Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

No hay comentarios:

Publicar un comentario