Los SIETE DURMIENTES HERMANOS, MÁRTIRES
Aunque es muy sabida la historia de los siete hermanos mártires, que llaman Durmientes; todavía quiero yo referirla aquí brevemente, para declarar después la verdad de ella, y lo que se debe tener por cierto.
En tiempo, pues, del
emperador Decio se levantó una terrible y espantosa persecución contra la
Iglesia de Cristo; porque el emperador era fiero y cruelísimo, y tenía extraño
odio contra los cristianos: parte por haberlo sido el emperador Felipe, á quien
él había quitado la vida: parte, por la falsa creencia y superstición, con que
adoraba á los dioses vanos de la gentilidad, teniéndolos por patrones y
conservadores de su imperio. En esta persecución muchos cristianos fueron
muertos con exquisitos tormentos en la ciudad de Éfeso, estando el emperador
Decio presente: otros desfallecieron: otros huyeron y se ausentaron, por
librarse de las manos de tan impío tirano.
Entre los otros cristianos fueron presos siete hermanos,
mozos, y de muy gentil disposición y gracia, hijos de un caballero ilustre de
allí de Éfeso, que se llamaban Maximiano, Maleo, Martiniano, Dionisio, Juan,
Serapión, y Constantino: los cuales fueron presentados delante del emperador, y
por mucho que él los tentó, y con halagos y amenazas procuró persuadirles que
adorasen á sus dioses; nunca lo pudo acabar con ellos, mostrándose muy
valerosos y constantes en la fé de Cristo. El emperador, aunque les mandó
quitar los cintos de oro, que como soldados y caballeros traían (que era
quitarles la nobleza), no quiso luego ejecutar en ellos su saña y furor: antes movido
de cierta compasión vana los dejó para que pensasen mejor lo que les convenía,
y se rindiesen á su voluntad. Ellos determinados á morir por Cristo, recogieron
la hacienda que pudieron, y repartieron la mayor parte a los pobres: y con lo que
de ella les quedó, encomendándose muy de veras á nuestro Señor, y suplicándole
que los librase de la violencia de aquel tirano, ó que les diese
espíritu y fuerzas para vencerle, y padecer por su amor, se retiraron á una
cueva grande y capaz, que estaba cerca de la ciudad, donde pensaban que estarían
seguros. Supo esto el emperador, y mandó cerrar la entrada de aquella cueva, de
manera, que los santos siete hermanos no pudiesen salir de ella, y muriendo
allí de hambre, la misma cueva les sirviese de sepultura. Hízose así: y un
cristiano (para que quedase la memoria de tan gloriosos mártires) escribió lo
que había pasado y mandado el emperador, en una lámina, y echóla dentro de la
cueva, antes que se cerrase.
Murió Decio
desastradamente, y sucediéronle los otros emperadores gentiles hasta el gran
Constantino, que fué cristiano, y amplificador de nuestra santa religión, y
después los demás hasta Teodosio, el menor, hijo del emperador Arcadio, y nieto
del gran Teodosio, el mayor: en cuyo tiempo á los veinte, y tres años de su
imperio, abriéndose con cierta ocasión la entrada de aquella cueva, se hallaron
(no sin gran milagro) aquellos siete hermanos y santos mártires, enteros con
sus vestidos y miembros, y sin corrupción, como si todo este tiempo hubieran
dormido, y gozado de un dulce y profundo sueño. Confirmáronse de la verdad del
milagro el obispo, y gobernador, y toda la ciudad de Éfeso, cuando prendieron á
uno de ellos (que era el menor, y había venido á la ciudad á comprar alguna
cosa de comer para si, y para sus hermanos) y les contó, como se habían
escondido en aquella cueva por temor, de la muerte que les quería dar el
emperador Decio: y mucho mas se confirmaron, cuando leyeron en la lámina, que
dijimos, la misma historia, que para testimonio de la verdad había Dios
ordenado que tanto antes se escribiese y se pusiese en aquella cueva; y así se
echaron todos, los que habían concurrido á la cueva, á los pies de aquellos
santos y bienaventurados hermanos mártires.
Muchos autores latinos y griegos, que cuentan esta historia, como son, de los latinos, Gregorio Turonense de Gloria confessorum, cap. 93; Sigiberto en su Crónica en el año de 447, y de los griegos, Metafrasle en la historia que escribió de estos siete hermanos Durmientes, referido por Surio en su cuarto tomo; Nicéforo en el lib. xiv, cap.45; y Cedreno en el compendio, á los veinte y tres años de Teodosio, dicen, que verdaderamente estos santos durmieron todo el tiempo que habemos dicho, que fueron ciento setenta y siete años; porque Decio comenzó á imperar el año del Señor de 253, y Teodosio, el menor, el de 407, ciento cincuenta y cuatro años después; y á los veinte y tres años del imperio de Teodosio, que era el de 430 de Cristo, dicen, que se despertaron, ó resucitaron estos santos: y así no fueron sino ciento setenta y siete años; aunque Metafrasle y Nicéforo dicen, que fueron trescientos setenta y dos años; pero es engaño, ó error de la impresión.
Muchos autores latinos y griegos, que cuentan esta historia, como son, de los latinos, Gregorio Turonense de Gloria confessorum, cap. 93; Sigiberto en su Crónica en el año de 447, y de los griegos, Metafrasle en la historia que escribió de estos siete hermanos Durmientes, referido por Surio en su cuarto tomo; Nicéforo en el lib. xiv, cap.45; y Cedreno en el compendio, á los veinte y tres años de Teodosio, dicen, que verdaderamente estos santos durmieron todo el tiempo que habemos dicho, que fueron ciento setenta y siete años; porque Decio comenzó á imperar el año del Señor de 253, y Teodosio, el menor, el de 407, ciento cincuenta y cuatro años después; y á los veinte y tres años del imperio de Teodosio, que era el de 430 de Cristo, dicen, que se despertaron, ó resucitaron estos santos: y así no fueron sino ciento setenta y siete años; aunque Metafrasle y Nicéforo dicen, que fueron trescientos setenta y dos años; pero es engaño, ó error de la impresión.
Dicen más estos autores: que Dios
nuestro Señor los despertó, para que testificasen la verdad de la general
resurrección de nuestros cuerpos, que creemos los cristianos y esperamos:
porque en el tiempo de Teodosio, dicen, se había levantado una herejía muy
perjudicial, que negaba esta resurrección, y muchos la seguían: y que el mismo
emperador Teodosio vino á Éfeso por ver este gran milagro, y se postró á los
pies de los santos hermanos, y ellos le refirieron, como habían entrado en
aquella cueva, y dormido todos aquellos años, y Dios los había despertado, para
que declarasen la verdad de la resurrección de nuestros cuerpos, y deshiciesen
la mentira de los herejes que enseñaban lo contrario: y que habiendo dado este
testimonio, murieron allí en la cueva, y quedaron en ella; porque queriendo el
emperador hacerlos poner á cada uno en su caja de oro, los mismos santos
mártires le aparecieron y mandaron que los dejase allí.
Esto dicen los autores que habernos
alegado; pero el cardenal Baronio en el segundo tomo de sus Anales, y en las
anotaciones del Martirologio romano á los 27 de julio, y otros autores dicen,
que estos siete, hermanos no se llaman Durmientes, por haber dormido todo este
espacio de tiempo que habernos dicho, y despertándose después; sino porque,
aunque verdaderamente murieron, los hallaron como dormidos: y porque la muerte
de los justos se llama en la sagrada escritura sueño, y el lugar, en que sus
cuerpos son sepultados llamamos cementerio, que quiere decir dormitorio: porque
dicen estos autores, que no hay memoria en la historias eclesiásticas, que en
el tiempo de Teodosio, el menor, se haya levantado herejía alguna contra la
resurrección de nuestros cuerpos: ni el concilio efesino, que se celebró,
viviendo Teodosio, ni el calcedonense, que se juntó poco después, hacen mención
de tal herejía, ni los autores de aquel tiempo, como Próspero Aquilánico,y el
conde Marcelino: y finalmente, porque si aquellos santos siete hermanos no
murieron antes, sino durmieron, no fuera de tanto peso y eficacia su testimonio para
probar la resurrección; pues no era testimonio de hombres muertos, que habían resucitado, sino de, hombres, que habían dormido y despertado; y así parece á estos autores, que verdaderamente estos santos siete hermanos murieron antes en la cueva por la razón, que dijimos, los llaman Durmientes.
De cualquiera manera que ello haya sido (que para Dios nuestro Señor tan fácil es lo uno, como lo otro), los debemos tener, honrar y reverenciar, como á ilustres y gloriosos mártires del Señor; pues padecieron tanto, y dieron sus vidas por su amor. Hacen mención de estos santos siete hermanos Durmientes á los 27 de julio el Martirologio romano, y el de Usuardo, y los demás modernos; y los griegos en su Menologio á los 4 de agosto, y á los 22 de octubre, que son los días en que entraron en la cueva, y después se descubrieron y hallaron.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc. |
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