Apariciones de Santiago en
Hispanoamérica
Por ser menos conocidas entre nosotros las apariciones
del Apóstol Santiago durante la conquista de América, transcribimos a título
ilustrativo, el interesante relato del famoso historiador del Perú, Inca
Garcilaso de la Vega, sobre la aparición del Apóstol, recordada en una lápida
fijada en la pared externa de la Capilla del Triunfo, situada en la plaza de
Armas de Cuzco, al lado izquierdo de la Catedral. En la misma capilla hay un
cuadro que representa el momento en que la Virgen, teniendo a su diestra al
Apóstol Santiago y a su izquierda al profeta Elías, bajó a proteger a los
españoles que se encontraban en trance de muerte (Cfr. Cuzco in Enciclopedia
Universal Ilustrada, Espasa-Calpe).
Doscientos españoles —dice El Inca Garcilaso de la
Vega— fueron cercados en el Cuzco por doscientos mil indios durante ocho meses.
Viéndose en situación tan difícil, resolvieron morir peleando todos en un día
en vez de aguardar la muerte por hambre o por heridas. Después de confesarse e
invocar a los santos de su devoción, salieron al amanecer dispuestos a morir
como valientes cristianos. Así describe Garcilaso lo que sucedió en la
batalla: "Arremetieron a los indios, llamando a grandes voces el
nombre de la Virgen y el de su defensor Apóstol Santiago. (...) Al cabo de cinco
horas que así peleavan, se sintieron los fieles cansados, y sus cavallos
andavan ya desalentados. (...) A esta hora y en tal necesidad, fué Nuestro
Señor servido favorescer a sus fieles con la presencia del bienaventurado
Apóstol Santiago, patrón de España, que apareció visiblemente delante los
españoles que lo vieron ellos y los indios encima de un hermoso cavallo blanco,
embraçada una adarga, y en ella su divisa de la orden militar, y en la mano
derecha una espada que parescía relámpago, según el resplandor que echava de
sí. Los indios se espantaron al ver el nuevo cavallero, y unos a otros descían:
'Quién es aquel Viracocha que tiene la illapa en la mano' (que
significa relámpago, trueno y rayo). Dondequiera que el sancto acometía, huían
los infieles como perdidos y desatinados ahógavanse unos a otros huyendo de
aquella maravilla. (...) Con lo cual los españoles se esforçaron y pelearon de
nuevo, y mataron ¡numerables enemigos, sin que pudiessen defenderse, y los
indios acobardaron de manera que huyeron a más no poder y desampararon la
pelea.” (GARCILASO DE LA VEGA,
Historia General del Perú, T.1,
p. 177).
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