SAN PEDRO CRISÓLOGO, ARZOBISPO Y CONFESOR
Y el santo prelado pidió á todos, que pues la carga de obispo era tan pesada, y casi intolerable, y Dios se la había impuesto sobre sus hombros contra su voluntad, que le ayudasen con obedecer á sus amonestaciones y consejos, y en guardar perfectamente los mandamientos y ley de Dios.
Esto hecho, comenzó á edificar una obra insigne, que después sus sucesores la acabaron, para los sacerdotes de cierto templo, y consagró otro que la emperatriz Placidia había mandado labrar á honra de San Juan Bautista, y en este templo, junto al altar mayor, sepultó á San Barbaciano, varón perfecto y de santísima vida, por quien Dios en aquel mismo tiempo obró muchos milagros: y andando el tiempo, hizo otra iglesia y la dedicó á San Andrés, apóstol, y otros edificios para comodidad de la república.

Entre las otras
excelencias que tuvo San Pedro, fué una la de su rara doctrina, acompañada con
una singular elocuencia y elegancia, y copia de palabras propias y graves, de
que Dios nuestro Señor le había adornado. Habíanse levantado en las partes de
Oriente algunos herejes y hombres pestilentes, que sembraban la cizaña en la
Iglesia, y perniciosos errores contra la verdad de la encarnación de Cristo
nuestro Salvador, confundiendo las dos naturalezas divina y humana, y poniendo
dos personas en Cristo. Para atajar este fuego, y arrancar de raíz tan mala
semilla, mandó San León, papa, el Magno y I de este nombre, que había sucedido
á Sixto III, juntar en Calcedonia el gran concilio de seiscientos y treinta
obispos, en que fueron condenados Eutiques y Dióscero, y los otros monstruos y
furias infernales, sus secuaces; y también mandó á San Pedro de Ravena, que
escribiese al concilio todo lo que acerca de aquellas materias que se habían de
tratar se le ofreciese; y él lo hizo con admirable y divina sabiduría y elocuencia.
Siendo San Pedro arzobispo, vino á Ravena San Germán, obispo antisiodorense para tratar con el emperador Valentiniano y con su madre algunos negocios graves y del servicio de Dios: tuvo con él nuestro Pedro estrecha amistad, porque ambos eran santos y amigos de Dios, y unidos con el mismo vinculo y caridad de Jesucristo. Mas estando allí San Germán, habiendo tenido revelación antes de su dichoso tránsito, dio su espíritu al Señor; y San Pedro compuso su sagrado cuerpo con extraordinario sentimiento, y dio orden que fuese llevado á Francia (como el mismo San Germán lo había mandado), y tomó la cogulla y el cilicio del santo, y le guardó y estimó, como un precioso y riquísimo tesoro, todos los días de su vida. Mas en lo que San Pedro principalmente se ocupaba, era en desarraigar los vicios de su pueblo y los malos usos que todavía quedaban de la gentilidad, especialmente el 1° día de enero y del año, solían hacer muchos juegos y fiestas delante de un ídolo; y San Pedro con sus sermones y continuas exhortaciones procuró que se desterrase de la ciudad aquel uso sacrílego y profano.
Su vida escribió Gerónimo Rubio, historiador de las cosas de Ravena, y está en el VII tomo del padre Mosandro, añadido á seis tomos de Fr. Lorenzo Surio. Hacen mención de él el Martirologio romano á los 2 de diciembre (luego trasladado al 30 de julio), y Constancio en la vida de San Germán, obispo antisiodorense, y Pedro Damián en el sermón de San Barbaciano, y César Baronío en sus anotaciones.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario