SAN PEDRO CRISÓLOGO, ARZOBISPO Y CONFESOR
San Pedro, arzobispo de Ravena, llamado por su gran elocuencia Crisólogo, nació en Imola, ciudad principal de la provincia de Romania, en Italia. Fué diácono de Cornelio, obispo de lmola, el cual le llevó consigo, yendo á Roma, en compañía de algunos embajadores de la ciudad de Ravena, para suplicar al papa Sixto III de este nombre, que les diese obispo en lugar de Juan, ya difunto, y confirmase al que el clero y pueblo de Ravena habían elegido. Al tiempo que llegó esta embajada, había tenido el papa una revelación de San Pedro, apóstol, y de San Apolinar, su discípulo, obispo de Ravena, en que le mandaban que no confirmase por obispo al que venía nombrado de Ravena, sino á otro que traían consigo los embajadores, y venia en medio de ellos, y se le mostraron allí. Oyó el papa la petición de los de Ravena, y no quiso confirmar al que ellos traían nombrado, sino á Pedro, que venía con el obispo de Imola; porque cuando le vio, conoció que era el mismo que en aquella visión de San Pedro, y de San Apolinar le había sido mostrado, y en las costumbres y en la doctrina era varón tan eminente, que excedía á todos los demás. Mucho sintieron los embajadores de Ravena que el papa hubiese desechado al que ellos habían elegido; pero cuando entendieron del mismo santo pontífice lo que le había movido y la revelación que había tenido, abrazaron con gran voluntad á Pedro Crisólogo, como persona escogida de la mano de Dios, y dándosele por la de su vicario, y comenzaron á estimarle y reverenciarle como á varón de Dios. Con la misma alegría y aplauso fué recibido de toda la ciudad de Ravena, y especialmente del emperador Valentiniano, el III, y de Gala Placidia, su madre, que á la sazón estaban en Ravena.
Y el santo prelado pidió á todos, que pues la carga de obispo era tan pesada, y casi intolerable, y Dios se la había impuesto sobre sus hombros contra su voluntad, que le ayudasen con obedecer á sus amonestaciones y consejos, y en guardar perfectamente los mandamientos y ley de Dios.
Y el santo prelado pidió á todos, que pues la carga de obispo era tan pesada, y casi intolerable, y Dios se la había impuesto sobre sus hombros contra su voluntad, que le ayudasen con obedecer á sus amonestaciones y consejos, y en guardar perfectamente los mandamientos y ley de Dios.
Esto hecho, comenzó á edificar una obra insigne, que después sus sucesores la acabaron, para los sacerdotes de cierto templo, y consagró otro que la emperatriz Placidia había mandado labrar á honra de San Juan Bautista, y en este templo, junto al altar mayor, sepultó á San Barbaciano, varón perfecto y de santísima vida, por quien Dios en aquel mismo tiempo obró muchos milagros: y andando el tiempo, hizo otra iglesia y la dedicó á San Andrés, apóstol, y otros edificios para comodidad de la república.
Entre las otras
excelencias que tuvo San Pedro, fué una la de su rara doctrina, acompañada con
una singular elocuencia y elegancia, y copia de palabras propias y graves, de
que Dios nuestro Señor le había adornado. Habíanse levantado en las partes de
Oriente algunos herejes y hombres pestilentes, que sembraban la cizaña en la
Iglesia, y perniciosos errores contra la verdad de la encarnación de Cristo
nuestro Salvador, confundiendo las dos naturalezas divina y humana, y poniendo
dos personas en Cristo. Para atajar este fuego, y arrancar de raíz tan mala
semilla, mandó San León, papa, el Magno y I de este nombre, que había sucedido
á Sixto III, juntar en Calcedonia el gran concilio de seiscientos y treinta
obispos, en que fueron condenados Eutiques y Dióscero, y los otros monstruos y
furias infernales, sus secuaces; y también mandó á San Pedro de Ravena, que
escribiese al concilio todo lo que acerca de aquellas materias que se habían de
tratar se le ofreciese; y él lo hizo con admirable y divina sabiduría y elocuencia.
Siendo San Pedro arzobispo, vino á Ravena San Germán, obispo antisiodorense para tratar con el emperador Valentiniano y con su madre algunos negocios graves y del servicio de Dios: tuvo con él nuestro Pedro estrecha amistad, porque ambos eran santos y amigos de Dios, y unidos con el mismo vinculo y caridad de Jesucristo. Mas estando allí San Germán, habiendo tenido revelación antes de su dichoso tránsito, dio su espíritu al Señor; y San Pedro compuso su sagrado cuerpo con extraordinario sentimiento, y dio orden que fuese llevado á Francia (como el mismo San Germán lo había mandado), y tomó la cogulla y el cilicio del santo, y le guardó y estimó, como un precioso y riquísimo tesoro, todos los días de su vida. Mas en lo que San Pedro principalmente se ocupaba, era en desarraigar los vicios de su pueblo y los malos usos que todavía quedaban de la gentilidad, especialmente el 1° día de enero y del año, solían hacer muchos juegos y fiestas delante de un ídolo; y San Pedro con sus sermones y continuas exhortaciones procuró que se desterrase de la ciudad aquel uso sacrílego y profano.
Habiendo, pues, sido diez años obispo de Ravena, y estando en Imola, su patria; entendiendo que Dios nuestro Señor le llamaba para sí, se fué al templo de San Casiano, mártir, y postrado delante de su sagrado cuerpo, ofreciólo muchos dones y le suplicó que le favoreciese en aquel trance, y presentase su alma delante del acatamiento del Señor: y habiendo exhortado á los de Ravena que le habían acompañado, que no se apartasen jamás de los mandamientos de Dios, y que eligiesen por sucesor suyo y pastor persona digna de tan alto grado, acabó el curso de su peregrinación, y falleció á los 2 de diciembre, por los años del Señor de 440. Fué sepultado en la misma iglesia, junto al altar de San Casiano, mártir: aunque la iglesia de Ravena tiene un brazo suyo ricamente adornado, y le reverencia con suma veneración. Dejó San Pedro entre otras obras muchas homilías y sermones muy elegantes y graves.
Su vida escribió Gerónimo Rubio, historiador de las cosas de Ravena, y está en el VII tomo del padre Mosandro, añadido á seis tomos de Fr. Lorenzo Surio. Hacen mención de él el Martirologio romano á los 2 de diciembre (luego trasladado al 30 de julio), y Constancio en la vida de San Germán, obispo antisiodorense, y Pedro Damián en el sermón de San Barbaciano, y César Baronío en sus anotaciones.
Su vida escribió Gerónimo Rubio, historiador de las cosas de Ravena, y está en el VII tomo del padre Mosandro, añadido á seis tomos de Fr. Lorenzo Surio. Hacen mención de él el Martirologio romano á los 2 de diciembre (luego trasladado al 30 de julio), y Constancio en la vida de San Germán, obispo antisiodorense, y Pedro Damián en el sermón de San Barbaciano, y César Baronío en sus anotaciones.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc.
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