El significado profundo de la Semana Santa
Una oportuna aplicación para el hombre moderno
Plinio Corrêa de Oliveira
Por ocasión de la Semana Santa de 1989, un grupo de
jóvenes le pidieron al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que hiciera algunos
comentarios sobre la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. El
insigne fundador de la TFP brasileña pronunció entonces las substanciosas
consideraciones que trascribimos en este artículo, las mismas que podrán
servir el día de hoy de oportuna y provechosa reflexión para nuestros
lectores.
La Lamentación de Cristo Fray Angélico, 1436 Museo de San Marcos, Florencia |
Un punto muy importante de la doctrina católica es el siguiente: el Sumo Pontífice ejerce una autoridad completa tanto sobre los Obispos como sobre cada fiel. No corresponde a la verdad imaginar que el Papa mande a los Obispos, y por medio de ellos, a los fieles. La autoridad del Papa es directa sobre todos los fieles.
Si la autoridad del Pontífice fuese indirecta, en el
caso que diese una orden y el Obispo la rechazase, los fieles no
estarían obligados a acatar la orden del Papa.
Cuando el Sumo Pontífice da una orden, el Obispo debe
ejecutarla. Si él no lo hiciese, el fiel debería acatarla de todas
maneras, sabiendo que es el Papa quien lo ordena. La autoridad del Papa
es, por lo tanto, directa sobre los Obispos y sobre cada fiel.
Ésta es la estructura jurídica de la Iglesia. Pero, más
allá de su estructura jurídica y constituyendo un todo con Ella, existe
el Cuerpo Místico de Cristo.
El Cuerpo Místico de Cristo y la Redención
Nuestro Señor Jesucristo murió en la Cruz, y el
sacrificio que ofreció de su vida constituye un tesoro de gracias
infinito, que es incalculable. Y que está destinado a todos los fieles,
de todos los tiempos, de todos los lugares, hasta el fin del mundo.
Por lo tanto, esas gracias se destinan para la salvación
de todos los fieles. Más aún, sirven también para atraer hacia la
Iglesia a aquellos que no pertenecen al gremio de Ella –es decir
herejes, cismáticos, judíos, mahometanos, etc.– en virtud de las gracias
que Nuestro Señor Jesucristo alcanzó en lo alto de la Cruz.
Él es el Redentor. La Santísima Virgen es la
Corredentora. Por sus lágrimas, Ella concurrió para redimir al género
humano. Y porque quiso darle esa función nobilísima, Él deseó que las
lágrimas de su Santa Madre fuesen también tomadas en consideración por
el Padre Eterno, para redimir al género humano y hacer parte del tesoro
de la Iglesia.
Pero también fue voluntad del Redentor que nuestros
sufrimientos individuales, soportados por amor a Él, integrasen el
tesoro de la Iglesia. Constatamos entonces, que es por esa razón que los
santos sufren inmensamente. Es porque ellos, con su padecimiento,
igualmente representan algo para el tesoro de la Iglesia.
Simbolismo sublime de la gota de agua
Esto es simbolizado de un modo muy hermoso en la Misa.
Cuando llega el momento del Ofertorio, el sacerdote coloca una gota de
agua en el vino que será transubstanciado. El agua no puede ser
consagrada, porque Nuestro Señor Jesucristo estableció que la
Consagración fuese hecha sólo con pan y vino. Si se quisiera consagrar
sólo el agua, no se opera la transubstanciación. Pero aquella agua
diluida en el vino forma un solo líquido con éste, y a la hora de la
Consagración ella es consagrada también.
De manera que aquella gota de agua, incapaz de por sí
sola ser transubstanciada en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo, lo es a pesar de todo por hallarse diluida en el vino. Es el
símbolo del sacrificio de los fieles.
Nuestro sacrificio por sí solo no vale nada, pero unido
al de Cristo Nuestro Señor y a las lágrimas de María Santísima, pasa a
valer algo. Es el símbolo que nos anima a sufrir en nuestras luchas,
persecuciones, trabajos, incomprensiones y dificultades. Sufrimos y
seguimos adelante.
Nuestro sacrificio aumenta, simbólicamente, la gota de
agua. Es decir, aumenta la contribución que Nuestro Señor Jesucristo
quiso que fuese también indispensable para la salvación de los hombres.
Él podría habernos dispensado de esto, pero fue su deseo darnos la
gloria de asociarnos al tesoro de la Santa Iglesia.
Así, cuando nos abrace el sufrimiento, recordemos: tal
padecimiento es la gota de agua. Pero ella ciertamente será juntada a
los sufrimientos indecibles de Cristo y a los sufrimientos preciosísimos
de María, para redimir a todo el género humano.
Por eso, no conozco quién pueda hacer algo mejor por la
Iglesia, que sufrir por Ella. Bajo este punto de vista, existen algunos
que rezan y otros que trabajan, pero para sufrir... todo el mundo siente
miedo y casi nadie desea padecer.
Si la Santísima Virgen nos envía un sufrimiento, debemos
aceptarlo contentos. Sufriendo, seremos más útiles a la Iglesia de que
si profiriésemos un lindo discurso, montásemos una gran asociación o
realizásemos cualquier otra cosa.
Tesoro de la Iglesia: “Banco de lo sobrenatural”
El conjunto de ese tesoro de la Iglesia es la conjunción
de las almas que sufren. Nuestro Señor Jesucristo, en el Santo
Sacrificio de la Misa, renueva siempre su Pasión de modo incruento –no
derrama más sangre–, pero verdaderamente la renueva. Y nosotros, en
último análisis, bien abajo, también en algo aumentamos ese tesoro,
formando el conjunto una especie de
Banco de lo sobrenatural.
Banco de lo sobrenatural.
Pero Nuestro Señor Jesucristo es tan superior a todo el
resto, que Él es la Cabeza de ese tesoro. Y los demás constituimos el
cuerpo de ese tesoro.
Nuestro Señor es el Hombre-Dios. Y como Dios, para Él no
hay presente, ni pasado, ni futuro. Todo es simultáneo. Presente,
pasado y futuro son propios a nosotros, ligados a un cuerpo material. El
Divino Redentor, por lo tanto, vio todo cuanto habría de pecado hasta
el fin del mundo, y sufrió a causa de esos pecados. Conoció a cada
hombre, a cada alma. Y durante su Pasión rezó por cada hombre que habría
de existir, por cada alma, hasta el fin del mundo. Y hasta rezó por las
almas que después rehusaron la gracia y fueron precipitadas al
infierno.
Esta actitud supone una extraordinaria generosidad.
Los días de la Semana Santa y su significación
El Miércoles Santo se inicia propiamente la parte más
densa de la Semana Santa, en que se conmemora la Pasión de Nuestro
Señor. Se rezaba en la Iglesia el Oficio de Tinieblas. Se trata del Oficio que canta las tinieblas que van cubriendo el mundo, porque Nuestro Señor está siendo perseguido.
El Jueves Santo
Después, el Jueves Santo se celebra la Misa en que se
conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía. Terminado el Santo
Sacrificio, el sacerdote conduce el Santísimo Sacramento hasta una
bonita caja, de madera dorada, llamada Monumento.
Como Nuestro Señor, después de la Última Cena, sufrió la
Pasión y murió, después de la Misa que celebra la Cena, en las iglesias
no se tocan más campanas. Se realiza la ceremonia consonante al
desvestido de los altares, en que el celebrante va de altar en altar,
retira las flores, los jarrones, apaga las velas. Los altares quedan
desnudos de todos los ornamentos, como si el culto hubiese cesado,
porque Nuestro Señor está muerto, yaciendo en aquella caja dorada, el Monumento. Todas las señales de alegría en la Iglesia cesan.
El Viernes Santo
El Viernes Santo se conmemora la muerte de Nuestro
Señor. Es el día en que se venera solemnemente la Cruz. Los sacerdotes
colocan junto al altar una gran cruz. Y los fieles, cantando himnos de
dolor, van uno a uno, a besar las llagas, las manos y los pies del
Redentor. Besan también la llaga del costado, perforada por la lanza de
Longinos.
Cuando llega el Obispo, todo se detiene. Entra con
paramentos purpúreos, con una capa púrpura, descalzo en señal de
penitencia, y atraviesa la iglesia. Llega hasta el crucifijo y lo besa
también. Después se retira al interior del templo. Y todo queda en
silencio, inmóvil.
El Sábado Santo o de Aleluya
El Sábado de Gloria, la Iglesia ya inicia las ceremonias
con las alegrías de la Resurrección. Al medio día comienzan a repicar
las campanas ¡para anunciar a Cristo resucitado!
En algunos lugares hay aún la costumbre de hacer unos muñecos grotescos, que llaman Judas. Esa era la ocasión de quemar al Judas,
el traidor, mientras todas las campanas de las iglesias tocan sin parar
¡en conmemoración de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo!
El Domingo de Pascua, la Iglesia se muestra toda florida y victoriosa. Cristo resucitó, se celebra la Misa de Pascua.
Significado de la Semana Santa aplicado a nuestra época
El Miércoles Santo debemos amar a la Iglesia como padeciente en los días de hoy. Y apliquemos a nuestros días las tinieblas que van dominando al mundo. La oscuridad del pecado, del desorden, de la abominación que va cubriendo la Tierra, en todos los sentidos, son tinieblas.
El Jueves Santo conmemoremos la resistencia que Nuestro
Señor opuso a todas esas tinieblas. Él instituyó la Sagrada Eucaristía
para estar con nosotros en todas las ocasiones. Debemos comulgar con
especial devoción y también lamentar su próxima muerte. Pero llorar como
pecadores, pues sabemos que lo ofendimos en el pasado, y debemos llorar
nuestros pecados la vida entera.
La Negación de San Pedro, anónimo Museo Jijón, Quito |
A nosotros nos cabe también labrar en nuestra alma dos
surcos: el de la tristeza de los pecados que cometimos y el del pesar
por los pecados que otros practican. Con todo, no debe ser esa una
tristeza apenas llorona, ¡sino tristeza de varón, como la de San Pedro!
En otras palabras, ¡la indignación contra nuestros pecados!
De nada sirve irritarme con el pecado de otros y no
indignarme con el mío. Primero es con el mío, pues quien pecó fui yo.
Fui yo el autor de mi pecado. “Quia peccavi nimis cogitatione, verbo et opere” – se dice en el Confiteor. ¡Porque pequé muchísimo de pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa!
Así, la idea de los propios pecados y de los pecados de
los otros debe entrañarse en nuestras almas, especialmente en estos días
benditos de Semana Santa.
* Conferencia pronunciada el 19 de marzo de 1989. Sin revisión del autor.
Fuente:
http://www.fatima.pe/articulo-133-el-significado-profundo-de-la-semana-santa
|
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