SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS
VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA
TERESA Y EL AÑO LITÚRGICO
"¿Qué podría decir de las veladas de invierno en los Buissonnets? Terminada la partida de damas, María o Paulina leían el Año Litúrgico... Mientras tanto, me colocaba yo en las rodillas de papá y, acabada la lectura, cantaba él con su bonita voz cantares melodiosos como para adormecerme. Entonces apoyaba yo mi cabeza en su pecho y me arrullaba dulcemente..."
Apenas han pasado cincuenta y cinco años de la subida al cielo de la amable Santa y ya tiene ella su puesto en el mismo Año Litúrgico, cuya lectura escuchaba con tanta fruición. Y ¿no se podría pensar sin temeridad que fué el Año Litúrgico el que la hizo comprender el sentido profundo de las fiestas "de ella tan amadas", que fué este libro el que la hizo conocer "a los bienaventurados moradores de la ciudad celestial, a los cuales pedía su duplicado amor para amar a Dios", el que la enseñó a amar a la Iglesia, en cuyo seno "ella sería el amor" y, por fin, el que la infundió la confianza atrevida de llegar a ser una gran Santa"?
MISIÓN DE TERESA
Todos los días, en efecto, en el Calendario Litúrgico, los Santos nos traen su testimonio; y todos los días por ellos nos hace Dios oír su voz proponiéndonos el ejemplo de su vida y recordándonos cuál fué su misión. Teresa recogió ese testimonio, escuchó esa voz y ahora, cuando todo el mundo la conoce, nos da el ejemplo de su vida para enseñarnos a nosotros a ser también Santos. Ahora bien, la vida de Santa Teresa del Niño Jesús se distingue por los méritos de la infancia espiritual.
Ella misma explicó claramente el sentido de su misión poco tiempo antes de morir: "Conozco que mi misión va a comenzar, mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo..., de enseñar a las almas mi camino: el camino de la infancia espiritual, el camino de la entrega total a Dios. Quiero indicarles los medios que tan buen resultado me han dado a mí, decirles que no hay más que hacer una cosa en este mundo: arrojar a Jesús las flores de los pequeños sacrificios, conquistarle con caricias..."
LA INFANCIA ESPIRITUAL
¿En qué consiste, pues, este entrar en el camino de la infancia espiritual? En adoptar los sentimientos de los niños y portarse en todo con nuestro Padre celestial, como ellos con su padre terreno. Nuestro Señor de tal modo insistió en el Evangelio sobre la necesidad de hacerse niños para entrar en el reino de los cielos, que tenemos que llegar a esta conclusión "que el divino Maestro quiere expresamente que sus discípulos vean en la infancia espiritual la condición necesaria para conseguir la vida eterna" Muchos tal vez piensen que eso es cosa fácil y que es ir al cielo sin mucho trabajo. En realidad, el espíritu de infancia implica un sacrificio costosísimo al orgullo humano, pues consiste en la total negación de sí mismo.
Y no creamos que este camino sea de libre elección o que esté reservado para las almas no manchadas nunca con el pecado. Las palabras del Señor son formales y se dirigen a todos sin excepción: "Si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Y ¿quién tiene que volverse niño, sino el que ya no lo es? Estas palabras entrañan, pues, la obligación de trabajar por conquistar los dones de la infancia y por volver a practicar las virtudes propias de la infancia espiritual".
VIDA
Teresa nació en Alencon el 3 de enero de 1873. Dotada desde su infancia por Dios con una gracia especialísima del Espíritu Santo, concibió el deseo de no negar nada a Dios y de consagrarse a El en la vida religiosa. A los 9 años fué confiada a las benedictinas de Lisieux para su instrucción. Al año siguiente una enfermedad misteriosa la hizo padecer mucho: pero sanó de repente con la sonrisa de una estatua de Nuestra Señora de las Victorias. Poco tiempo después pudo hacer su primera comunión, con la cual, según su propio testimonio, se obró "la fusión entre ella y Jesús". En un viaje que hizo a Roma pidió a León XIII entrar en el Carmen a los 15 años y en él fué admitida el 9 de abril de 1888. Se esforzó en el convento por realizar
el consejo del Señor: "Si quieres ser perfecto, hazte como este niño", y, deseando salvar muchas almas, se ofreció como víctima de holocausto al Amor misericordioso. El 30 de septiembre de 1897 moría diciendo estas palabras: "¡Dios mío, yo te amo!" Muy pronto, una infinidad de favores y de milagros manifestaron su valimento cerca de Dios; su libro: l'Histoire d'une ame, se extendió por todo el mundo. Ante las insistencias de todo el orbe cristiano. Pío XI beatificó a la humilde carmelita en 1923, y dos años después la canonizó y la declaró patrona de todas las Misiones, con el mismo derecho que San Francisco Javier. Su Santidad Pío XII la dió a Francia como patrona secundaria.
LA ÚNICA AMBICIÓN
"Para amarte como tú me amas, oh Dios mío, necesito que me prestes tu propio amor; sólo entonces hallaré descanso."
También nosotros, para amar al Señor y dirigirnos a ti, para festejarte con la Iglesia, oh Santa Teresa del Niño Jesús, sentimos la necesidad de pedir que nos prestes tus propias expresiones y tu propio amor. Nunca deseaste otra cosa que amar a Dios únicamente, ni tampoco ambicionaste otra gloria.
Su amor se te anticipó desde la infancia aumentó contigo y se convirtió en un abismo cuya profundidad no podemos sondear. Acuérdate de las palabras que Jesús te dió a entender un día después de la santa comunión: "Arrástrame, correremos al olor de tus perfumes".
Cuando un alma se ha dejado cautivar por el olor embriagador de los perfumes divinos, ya no sabe correr sola, arrastra en pos de sí a todas las almas que ama. Ahora bien, tú amas a todas las almas y tú deseabas que todas las almas que se acercasen a la tuya, "corriesen con rapidez al olor de los perfumes del Amado."
LA VOCACIÓN DEL AMOR
Madre de almas por tu vocación de carmelita, sentiste en ti todas las vocaciones, la del guerrero, del sacerdote, del apóstol, del doctor y del mártir. Pero, al no poder realizarlas todas, "buscaste con ardor los dones más perfectos y un camino más excelente" , el de la caridad. La Caridad te dió la clave de tu vocación. Comprendiste que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los lugares, porque es eterno. Y te ofreciste como víctima al amor infinito y consolaste tu corazón devolviendo a Jesús amor por amor.
LOS "PEQUEÑOS" SACRIFICIOS
"Obras son amores y no buenas razones." Quisiste ser como una niña y, por eso, echabas flores al Señor y, todas las que encontrabas, las deshojabas en honor suyo, y cantabas, continuamente cantabas y, cuanto más largas y punzantes eran las espinas, más melodioso era tu canto. La Iglesia triunfante, recogiendo estas rosas deshojadas, las ha arrojado sobre la Iglesia purgante para apagar sus llamas, y sobre la Iglesia militante para darla la victoria. Tus ojos quedaron fijos largo rato en el Águila divina; quisiste que su mirada te fascinase y convirtiese en presa de su amor. Y una tarde el Águila se arrojó sobre ti y te llevó al foco del amor para convertirte eternamente en víctima bienaventurada.
Ahora, desde la inmensidad de la gloria y del amor en que estás, enseña a todas las almas pequeñas la condescendencia inefable del Salvador.
Enséñalas a entregarse con total confianza a la misericordia infinita. Haznos conocer los secretos de tu amor. Haznos amar a la Iglesia, "para quien es más útil el más pequeño acto de puro amor que todas las demás obras juntas"
Y, por fin, repite sin cesar a Jesús tu sublime y última oración, que fué ya muchas
veces atendida: "¡Oh Amado mío, te ruego que poses tu mirada divina en muchísimas almas pequeñas, te suplico que te escojas en este mundo una legión de víctimas pequeñas que sean víctimas de tu amor!"
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario