SAN CALIXTO, PAPA Y MARTIR
DIGNIDAD DEL SACERDOCIO
Conviene que la fiesta de los Papas, de los Obispos y
de los Sacerdotes, reavive en nosotros el sentido doctrinal, para infundirnos
una gran reverencia hacia aquellos a quienes Dios ha encargado de guiarnos, y
para hacernos ver en su sacerdocio el sacerdocio mismo de Cristo, a quien ellos
representan entre nosotros. Esta misma doctrina nos recordaba el texto de San
Pablo que se leía antiguamente en la misa de este día y cuyo comentario damos
aquí.
"Todo mediador o pontífice, dice San Pablo, se toma
de entre los hombres: así lo exige su función. Pero no vive aparte, en cierto
modo, de la masa común, sino para la utilidad de todos y en virtud del oficio
que se le confió. Está dedicado a su misión, y sacado de la masa de los hombres
sin dejar de pertenecerles.
"En efecto, no se les sustrae ni se les arrebata: de
este tributo exigido por Dios a la raza humana, es ésta la primera en
beneficiarse. El gran sacerdote es el hombre de Dios. El tiempo, ineptitud, la
pobreza, mil causas miserables impiden con frecuencia a los hombres el
reconocer de un modo tan completo como ellos querrían y tienen obligación el
beneficio de la existencia, de la conservación, de la Providencia, del perdón:
hay que ganar la vida, y no siempre hay un rato de ocio para la oración. Dios
no nos ha exigido todos los días de nuestra vida sino uno entre siete; de igual
manera, no ha reclamado a toda la raza humana, aunque es toda suya, sino que se
ha reservado para sí al sacerdote, que está constituido cerca de Dios en nombre
de los hombres para todo lo que con cierne al culto de Dios. El sacerdote es
escogido entre los hombres: está constituido para los hombres cerca de Dios.
Con todo, queda asentado que su oficio propio es el de presentar a Dios ya sea
ofrendas y oblaciones incruentas ya sacrificios eucarísticos o expiatorios por
el pecado. Pues el Pontífice existe principalmente para el sacrificio. Es
mediador y mediador litúrgico: y de ese modo aplaca, da gracias, adora, expía,
obtiene y santifica.
"Por no estar escogido entre los ángeles, sino entre
los hombres, tiene en su persona y en su; naturaleza y en la fraternidad que le
une con todos, un título vigoroso para compadecerse de la ignorancia y del
error: tiene por qué mirar con afición y cariño tanto a los que ignoran qué es
lo que deben hacer, como a los que hacen cosa distinta de lo que deberían
hacer. Esta facilidad de condescendencia y de compasión se la sugiere la sola
conciencia que de sí mismo tiene y de su debilidad".
Tal fué el Papa que dió por cabeza Dios a su Iglesia a
principios del siglo III. Sus decisiones además de aumentar el ascendiente y
las prerrogativas de la Iglesia y de los obispos, manifestaron la caridad, la
indulgencia, la exquisita prudencia del Papa para con los fieles. Estos no lo
olvidaron: veneraron a Calixto como santo y como mártir y fué el único obispo
de Roma, entre San Clemente y San Ponciano, que fué honrado primitivamente con
un aniversario solemne.
VIDA
San Calixto gobernó la Iglesia entre el 217 ó
218 y el 222 ó 223. Conocemos su vida únicamente por su adversario San
Hipólito.
Según él, Calixto nació en Roma, esclavo de un cristiano.
Banquero al servicio de éste, osado y emprendedor, como lo será siempre,
Calixto hizo bancarrota. Por eso se le condenó a dar vueltas a una rueda de
molino. Luego, fué denunciado al prefecto de la ciudad y condenado a las minas
de Cerdeña por haber alborotado en una reunión de la sinagoga. Habiendo logrado
volver con los cristianos agraciados, llegó a ser diácono del Papa Ceferino y
estuvo encargado del cementerio que en lo sucesivo llevaría su nombre. A la
muerte de Ceferino, le sucedió Calixto, pero Hipólito, que le reprochaba sus
innovaciones en materia de disciplina, sembró el cisma. Debió de morir el 14 de
octubre del 222 ó 223, asesinado, según se cree por los judíos en el
Transtíberi. Pero esto no pasa de hipótesis y es muy posible que no sea mártir.
En el aspecto dogmático, Calixto fué fiel a la
enseñanza tradicional de la Iglesia y condenó el sabelianismo. En materia
disciplinar, declaró antes que nadie que la Iglesia tenía el derecho de
absolver los pecados gravísimos que la costumbre del tiempo consideraba como
reservados a Dios; autorizó a las mujeres cristianas de alta posición que se
pudiesen casar con hombres de condición inferior, cosa que prohibía el derecho
romano.
ESCLAVO Y PAPA
El Espíritu Santo, que protege a la Iglesia, te preparó
en el sufrimiento y en la humillación como un auxiliar selecto. Naciste
esclavo; todavía joven, en las minas de Cerdeña fuiste un forzado más, pero era
por el Señor. Siervo del trabajo, como se decía en la antigua Roma, tú no lo
fuiste ya de tu antiguo amo, y libertado de las minas cuando quiso el que guía
los acontecimientos a merced de su providencia, el título de Confesor, al
ennoblecerte para siempre, te recomendaba a la atención maternal de la Iglesia.
Y, a partir de esta fecha, fueron tales tus méritos y
tus virtudes, que, al inaugurarse el pontificado más largo de la época de los
mártires, Ceferino te tomó por consejero, sostén y suplente de su vejez; y
luego la Iglesia, suficientemente enterada con la experiencia de dieciocho años,
te eligió en su día como supremo pastor
Y ¡qué grande la dejas hoy a esta noble Esposa del Hijo
de Dios! Toda la nobleza de los siglos pasados, todo el valor moral, todo el
progreso intelectual del género humano en ella se concentran en este momento.
¿Qué fué de los desprecios de otros tiempos, de las calumnias de antaño? Y el
mundo no ignora ya que tiene ante sí a la reina de lo porvenir; y las
persecuciones terribles que el Estado pagano la tiene aún reservadas, se
derivarán de esta convicción: que para él se trata de una lucha, pero de una
lucha desesperada por la vida. Por eso, está vacilante y se diría que hoy
quiere pactar con los cristianos.
LA ACCIÓN DEL PAPA
Fuiste el primero en
abrir los nuevos caminos en que entraba la Iglesia, caminos llenos de peligro y
también de grandeza. Del absoluto y brutal Non lícet esse vos (No se os permite
ni existir) de los crueles jurisconsultos, tú fuiste el primero en hacer
reconocer oficialmente en algo los derechos de la comunidad cristiana: la
propiedad de la sepultura, el derecho a reunirse, a suscribirse, para honrar a
sus difuntos.
En vez de ceder en lo
más mínimo de los derechos de Dios para pactar con el César, ratificaste, como
nadie lo había hecho aún, la independencia absoluta de la Iglesia respecto a la
cuestión del matrimonio, sustraído por Cristo de la jurisdicción de los poderes
civiles. Hay otras inquietudes en
el seno de la Iglesia; el ardor de las luchas doctrinales ha llegado a su colmo
y se ha lanzado contra el primero de nuestros misterios: Sabelio, condenado por
su audacia en declarar incompatible con la unidad de Dios la real distinción de
la Santísima Trinidad, deja el campo abierto a la escuela que separa las
augustas personas con peligro de multiplicar a Dios mismo. Luego viene Montano,
cuyos discípulos, enemigos de las teorías sabelianas, no cuentan con el favor de
la Santa Sede para su sistema de falsa mística y de reforma exagerada. Pero,
como el piloto es diestro y burla los escollos a través de las sutilezas de los
dogmatizantes, las pretensiones de los rigoristas y las utopías de los
políticos, tú guías la barca de Pedro a sus inmortales destinos, con mano que
tiene la firmeza del Espíritu Santo.
Sé, pues, glorificado
eternamente, y bendícenos y en nosotros a tus discípulos y a tus hijos y
consérvanos siempre unidos fielmente a la fe de la Iglesia romana, que es la
única que tiene las promesas de la vida eterna.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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