SAN JUAN DE CAPISTRANO, CONFESOR
EL HONOR DEBIDO A LOS SANTOS
Cuanto
más la Iglesia parece acercarse a su término tanto más desea enriquecerse con
nuevas fiestas que la traigan a la memoria su glorioso pasado.
Tened
en la mente los días antiguos, recordad la historia de las generaciones
pretéritas, decía ya Dios en la alianza del Sinaí, y en Israel los
padres consideraban como
una ley el dar a conocer a sus descendientes los relatos del pasado. También la
Iglesia tiene sus anales llenos de recuerdos de las manifestaciones obradas por
el poder del Esposo; mejor que los descendientes de Judá los
hijos de la nueva Sión pueden
exclamar mientras contemplan la serie de los siglos pasados: Tú eres mi Rey, Tú
eres mi Dios. Tú que siempre has salvado a Jacob.
EL PELIGRO MUSULMÁN
Mientras que en Oriente tenía
lugar la caída definitiva de los iconoclastas, en Occidente comenzaba una
guerra más terrible en la que éste debía luchar por la misma civilización
cristiana. Como un torrente, el Islán había arrojado desde Asia hasta el centro
de las Galias sus huestes feroces; durante más de mil años iba a disputar palmo
a palmo el suelo ocupado por las razas latinas a Cristo y su Iglesia.
Bernardino de Siena y Juan de Capistrano, óleo de Alonso Cano |
En 1453, Bizancio, la capital del imperio de Oriente, caía en un asalto de los jenízaros turcos; tres años más tarde Mahomet II, su vencedor, ponía sitio a Belgrado, baluarte del imperio de Occidente. Parecía que Europa entera no dejaría de acudir en socorro de la plaza sitiada ya que la destrucción de este último dique significaría la devastación inmediata de Hungría, Austria e Italia; para todos los países del Oeste sobrevendría en breve una servidumbre mortal y una irremediable esterilidad del suelo y de las inteligencias.
LLAMAMIENTO DEL PAPADO
La inminencia del
peligro no había tenido otro resultado que acentuar la lamentable división que
hacía del mundo cristiano juguete de algunos millares de infieles. Se diría que
la derrota de uno hubiera sido para muchos la compensación de la suya propia,
tanto más cuanto que de esta derrota más de uno esperaría obtener alguna
indemnización como precio de la deserción de su puesto en el combate. Sólo
contra todos estos egoísmos, en medio de las perfidias que se tramaban a la
sombra o que se hacían públicas, el papado se mantuvo firme. Verdaderamente
católico en su pensamiento y en su acción, en sus horas tristes o en sus
momentos de alegría y de triunfo, tomó bajo su protección la causa común
traicionada por los reyes. Desoído su llamamiento a los poderosos, se volvió a
los humildes y más confiada en sus plegarias al Dios de los ejércitos que en la
destreza bélica, reclutó entre ellos los soldados que hablan de llevar a cabo
la liberación.
UN CRUZADO
John Hunyadi in Budapest, Heroes’ Square |
"Que el adversario ponga la confianza en sus caballos y en sus carros de combate; por nuestra parte invocaremos el nombre del Señor". Y en efecto, el nombre perennemente santo y terrible salvaba una vez más a su pueblo. En la tarde de esta memorable jornada veinticuatro mil turcos cubrían el suelo con sus cadáveres; trescientos cañones, todas las armas y riquezas de los infieles estaban en manos de los cristianos; Mahomet II herido huía precipitadamente tratando de ocultar su vergüenza y poner a salvo los restos de su ejército.
El 6 de agosto llegaba a
Roma la noticia de una victoria que necesariamente traía a la memoria la de
Gedeón sobre los madianitas. El Soberano Pontífice Calisto III ordenó entonces
que todos los años la Iglesia festejaría la Transfiguración del Señor.
"Porque no era ni su espada la que había libertado la tierra ni su brazo
el que los había salvado sino tu diestra y poder de tu brazo, oh Dios, y el
resplandor de tu rostro porque te complaciste en ellos como en el Tabor en
vuestro muy amado.
VIDA
Juan nació en Capistrano,
en los Abruzos, en 1386. Después de haber gobernado muchas ciudades abrazó la
Regla de San Francisco de Asís y se esforzó en continuar la obra de San
Bernardino propagando el culto de los santos nombres de Jesús y de María.
Inquisidor y después Nuncio en Alemania, convirtió a muchos sarracenos y
herejes. Promotor de la cruzada, se le debe la victoria de Belgrado en 1456.
Murió poco después en Illok y Alejandro VIII le colocó en el catálogo de los
santos en 1620.
PLEGARIA
¡El Señor está contigo, oh
el más fuerte de los hombres! Ve con esa tu fuerza, que es tu fuerza, y libra a
Israel y triunfa de Madián; sabe que soy yo quien te ha enviado. Así saludaba
el ángel del Señor a Gedeón a quien escogía entre los menores de su pueblo para
altos destinos Así podemos saludarte también nosotros, hijo de Francisco de
Asís, mientras te pedimos que continúes protegiéndonos siempre. El enemigo que
venciste en los campos de batalla no es ya temible para nuestro Occidente; el
peligro está más bien donde Moisés lo señalaba a su pueblo: Guardaos bien de
olvidar al Señor vuestro Dios... no vaya a ser que después de haberos
satisfecho, después de haber levantado hermosas casas, multiplicado vuestros
rebaños, vuestro dinero y vuestro oro; después de haber gustado, la abundancia
de todas las cosas, vuestro corazón no se eleve y no vuelva a acordarse de
quien os ha libertado de la servidumbre. Si el turco hubiera triunfado en la
lucha cuyo héroe fuiste, ¿dónde estaría esta civilización de la que estamos tan
orgullosos? Después de ti, la Iglesia, debió tomar sobre sí la obra de la
defensa social que los jefes de las naciones no quisieron asumir. ¡Que el
reconocimiento que la es debida preserve a los hijos de la Madre común de este
mal del olvido que es el azote de la generación presente! Así mismo agradecemos
al cielo el gran recuerdo que por ti hoy nos trae al calendario litúrgico,
memorial de las bondades del Señor y de los hechos heroicos de los Santos. Haz
que en la lucha, cuyo campo de batalla somos nosotros mismos, el nombre de
Jesús ponga siempre en retirada al demonio, al mundo y a la carne; que su Cruz
sea nuestro estandarte y que por ella y la muerte a nosotros mismos logremos
llegar al triunfo de la resurrección.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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