Sagrada Biblia (B.A.C. -José María Bover y Francisco Cantera-)
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
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El centurión Cornelio. 10,1-48
Cierto varón en Cesárea, por nombre Cornelio, centurión de
la cohorte llamada Itálica, religioso y
temeroso de Dios con toda su casa, que hacía copiosas limosnas al pueblo y
oraba a Dios continuamente, vio en visión claramente, como hacia la hora nona
del día, un ángel de Dios que entró a él y le dijo: Cornelio. El, mirándole
fijamente y amedrentado, dijo: ¿Qué hay, Señor? Díjole: Tus oraciones y tus
limosnas subieron como memorial en el acatamiento de Dios. Y ahora despacha
hombres a Jope y haz venir a un tal Simón que se apellida Pedro. Este se
hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene su casa a la orilla del
mar. Así que se partió el ángel que le hablaba, llamando a dos de sus criados y
a un soldado piadoso de los que estaban constantemente a sus órdenes, y
habiéndoselo referido todo, los despachó a Jope.
Al día siguiente, mientras ellos iban su camino, y cuando se
acercaban ya a la ciudad, subió Pedro a la azotea para orar hacia la hora
sexta. Le entró hambre, y quería tomar algo; mas, mientras se lo preparaban, le
sobrevino un éxtasis. Y contempla el cielo abierto y una especie de recipiente
que bajaba, a manera de un lienzo grande, y, cogido por los cuatro cabos, se
descolgaba hacia la tierra; en el cual había toda suerte de cuadrúpedos,
reptiles de la tierra y volátiles del cielo. Y sonó una voz a él: Levántate,
Pedro; sacrifica y come. Mas Pedro dijo: De ninguna manera. Señor, pues jamás
comí cosa profana e impura. Y una voz desde el cielo por segunda vez a él: Lo
que Dios purificó, tú no lo hagas profano. Esto se verificó hasta tres veces, y
luego el recipiente fue elevado hacia el cielo. Y mientras Pedro andaba
pensando, sin acertar qué podría significar la visión que vio, de pronto los hombres
enviados por Cornelio, tras de haber andado preguntando por la casa de Simón,
se presentaron a la puerta; y habiendo llamado a voces, preguntaban si Simón el
apellidado Pedro se hospedaba allí. Y estando Pedro embebido en el pensamiento
de la visión, díjole el Espíritu: Ahí están tres hombres que te buscan; pero. .
. levántate, baja y marcha con ellos, dejando toda vacilación, pues yo los he
enviado. Bajando Pedro a los hombres, dijo: Ahí me tenéis, yo soy el que
buscáis. ¿Cuál es la causa por que habéis venido? Ellos dijeron: Cornelio centurión,
varón justo y que teme a Dios, acreditado además por el testimonio de toda la
nación de los judíos, recibió aviso de Dios, comunicado por un ángel santo, de
que te hiciese venir a su casa y escuchase lo que tú le dijeses. Invitándolos, pues,
a entrar, los hospedó.
Al día siguiente, levantándose, partío con
ellos, y algunos de los hermanos de Jope fueron con él. Y al siguiente día entró
en Cesárea. Cornelio estaba aguardándolos, habiendo convocado a sus parientes y
a los amigos íntimos. Y en el momento en que entraba Pedro, saliendo a su
encuentro Cornelio, cayendo a sus pies, le adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo:
Levántate; también yo mismo soy hombre. Y conversando con él, entró, y se
encuentra con los que habían concurrido, que eran muchos; y les dijo: Vosotros
sabéis cómo es abominación para un hombre judío juntarse o acercarse a un
extranjero; pero a mí me enseñó Dios a no llamar profano o impuro a ningún
hombre. Por lo cual, sin replicar palabra, vine al ser llamado. Pregunto, pues,
¿por qué motivo me mandasteis llamar? Y Cornelio dijo: Hace cuatro días ahora
estaba yo a la hora nona haciendo oración en mi casa, cuando de pronto se
presentó delante de mí un varón con vestidura refulgente y dice: Cornelio, fue
escuchada tu oración, y tus limosnas fueron recordadas en el acatamiento de
Dios. Manda, pues, recado a Jope y haz llamar a Simón, que se apellida Pedro.
Este se hospeda en casa de Simón curtidor, a la orilla del mar. Al punto, pues,
te mandé recado, y tú hiciste bien en venir acá. Así que ahora todos nosotros,
en la presencia de Dios, estamos aquí dispuestos a escuchar todo lo que te ha
sido ordenado por el Señor.
Y desplegando Pedro sus labios, dijo: A la verdad entiendo
ahora que no es Dios aceptador de personas, sino que en toda nación el que le
teme y obra justicia le es acepto. La palabra que envió a los hijos de Israel,
anunciando la buena nueva de la paz por medio de Jesu-Cristo -este es el Señor
universal—…; vosotros conocéis la palabra esparcida por toda la Judea,
comenzando por la Galilea, después del bautismo que Juan predicó: a Jesús el de
Nazaret, como le ungió Dios con Espíritu Santo y poder, el cual discurrió por
todas partes derramando bienes y sanando a todos los tiranizados por el diablo,
puesto que Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todo cuanto
obró, tanto en el país de los judíos como en Jerusalén; a quien llegaron a matar
colgándole de un madero.
A este Dios resucito
al tercer día, e hizo la gracia de que se manifestase visiblemente, no a todo el
pueblo; sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que con
él comimos y bebimos después de haber él resucitado de entre los muertos; y nos
ordenó predicar al pueblo y testificar que él es el constituido por Dios juez
de vivos y muertos. A éste rinden testimonio todos los profetas, anunciando que
por su nombre recibe remisión de los pecados todo el que cree en él.
Estando aún Pedro hablando estas palabras, cayó el Espíritu
Santo sobre todos los que oían la palabra. Y se asombraron los fieles de la
circuncisión, cuantos habían venido con Pedro, de que aun sobre los gentiles
hubiera sido derramado el don del Espíritu Santo; porque les oían hablar en
lenguas y engrandecer a Dios. Entonces intervino Pedro, diciendo: ¿Tiene acaso
alguno derecho de impedir el acceso al agua para que no sean bautizados éstos,
que recibieron el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y dio orden que fueran
bautizados en el nombre de Jesu-Cristo. Entonces le rogaron que se quedase allí
algunos días.
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