El rol contrarrevolucionario de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Plinio Corrêa de Oliveira
La devoción
al Sagrado Corazón de Jesús está en la raíz de todos los movimientos
contrarrevolucionarios, grandes o pequeños, conocidos o desconocidos, que han
surgido desde la época en que Santa Margarita María recibió esta revelación en
el siglo XVII. Ella recibió la misión, en nombre del Sagrado Corazón de Jesús,
de pedirle al rey Luis XIV de Francia que consagrase la nación al Sagrado
Corazón y pusiese el Corazón de Jesús en el escudo de armas de Francia.
Santa
Margarita, a pedido de nuestro Señor, le prometió al rey de Francia de que si
combatía a los enemigos de la Iglesia, el Corazón de Jesús lo apoyaría y
llevaría su reinado a una gran gloria. El Sagrado Corazón de Jesús esperaba que
Luis XIV cambiase el curso de su política y se colocase a la cabeza de la
Contra-Revolución. De haberlo hecho, él tendría un reino de gloria y Francia
alcanzaría su verdadero apogeo católico.
Está claro
que en caso de que él hubiese tomado este curso, la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús se habría extendido por todo el mundo. Habría habido una buena acogida
en Francia a la predicación de San Luis María Grignon de Montfort que también
vivió en esa época. Por lo tanto, su predicación se habría extendido por todo
el mundo y, con ello, la Revolución Francesa se podría haber evitado.
Por medio de
este pedido al rey, la Revolución —en la forma que tenía en la época de Santa
Margarita María— habría sido detenida, y esa forma de maldad que ésta tomó más
tarde —la Revolución Francesa— se habrían evitado.
Por lo tanto, esta devoción, desde su
primer movimiento, desde su primera indicación por parte del Sagrado Corazón,
tiene un significado claramente contrarrevolucionario.
Objeciones a
esta devoción
En un cuidadoso estudio de esta devoción, el profesor Fernando Furquim
llama la atención sobre el hecho de que los distintos movimientos
contrarrevolucionarios que se alzaron en los siglos XVIII y XIX estaban
vinculados al Sagrado Corazón de Jesús. Por ejemplo, los contrarrevolucionarios
franceses de la Vendée, los Chouans, llevaban una insignia del Sagrado Corazón.
Esta devoción siempre ha sido adoptada por los contrarrevolucionarios,
inspirándolos y alentándolos, a la vez que ha sido odiada por los malos.
Es perfectamente correcta la devoción a un órgano específico de Cristo
¿Qué han dicho estos enemigos contra la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Primero, ellos presentan este argumento
supuestamente decisivo: “¿Por qué adorar al Corazón de Jesús ¿Por qué no hacer
una hermosa devoción a las manos o a los ojos de Jesús? Al adorar su corazón,
podríamos blasfemar por descomponer a Jesús y hacer una devoción a cada parte
de su cuerpo Por tanto, podríamos tener una devoción a sus oídos que oyeron
todas las súplicas del hombre, a su boca que habló, a sus manos que bendijeron
(sin mencionar que también azotaron a los mercaderes del Templo). Por lo tanto,
no vale la pena esta devoción al Corazón de Jesús”.
También, ellos van a decir: “Esta es una
devoción sentimental. El corazón es el símbolo de la emoción por lo
sentimental. De manera que esta es una devoción sentimental carente de
contenido teológico y no se debe permitir”.
Una devoción promovida por la Iglesia
En efecto, en muchos de los documentos
papales solemnes, sustanciales y magníficos, la Santa Sede recomendó esta
devoción, por ejemplo, la encíclica Inscrutabile Divinae Sapientiae del
Papa Pío VI en 1775. La Santa Sede concedió muchas indulgencias a los que
recibieran la comunión los primeros viernes en reparación por las ofensas
hechas contra el Sagrado Corazón. También se otorgaron indulgencias en las
cofradías y archicofradías que se establecieron en apoyo a la devoción del
Sagrado Corazón.
Además, se aprobó y alentó la
construcción de iglesias, altares e imágenes en honor del Sagrado Corazón. La
Iglesia, por tanto, ha aprobado esta devoción abundantemente y, por lo tanto,
tiene todas las razones para merecer nuestra confianza.
En cuanto al argumento de que no se
puede tener una devoción a cada parte del cuerpo sagrado de Nuestro Señor, éste
no tiene ningún mérito. De hecho, en nuestras devociones privadas, podemos
adorar a Nuestro Señor en sus manos sagradas; podemos y debemos adorarlo a Él
en sus infinitamente expresivos, elocuentes, regios, instructivos y salvíficos
ojos. No hay más que recordar que fue con una mirada de Nuestro Señor, que
movió a San Pedro a arrepentirse de su triple negación para darnos cuenta que
adorar a Nuestro Señor en sus divinos ojos es sin duda algo que uno puede
hacer.
Nuestra Señora adoró el
cuerpo de su amado Hijo
Pero la Iglesia, que tiene un gran
sentido del ridículo y entiende que el ridículo puede estar a un paso de lo
sublime, entiende que las mentes vulgares están siempre dispuestas a emplear el
sarcasmo para degradar devociones como estas a una parte del cuerpo, las que
realmente pueden impresionar a las sensibilidades humanas. Pero estas
devociones no están en contra de la razón, y pueden ser hechas apropiadamente.
Por ejemplo, entre las piedras de la Vía
Sacra tenemos la que lleva la marca de sus pies divinos. Es honesto y legítimo
a adorar los divinos pies que pisaron la tierra para enseñar y que fueron
cubiertos con el polvo de la carretera con el fin de instruir, salvar y
combatir el mal. Es correcto adorar estos pies que condujeron al Salvador
mientras llevaba la cruz, esos pies manchados de sangre para nuestra redención,
esos pies que llevan las marcas de los clavos de la Pasión.
Una hermosa manera de adorar a
Nuestro Señor Jesucristo es unirnos a los pensamientos y meditaciones de
Nuestra Señora, cuando Nuestro Señor fue bajado de la cruz, cuando ella sostuvo
en su regazo su Sagrado Cuerpo y sangre derramada. Ella contempló cada parte de
ese cuerpo macerado con infinito amor, veneración, respeto y afecto. Ella
consideró los miembros y los adoró en su significado y función. Ella midió la
ofensa contra su divinidad en esas partes flageladas. Con esto, en definitiva,
ella practicó esta devoción, adorando las diferentes partes del cuerpo de su
Divino Hijo.
Por lo tanto, es sólo una cuestión
de conveniencia, un sentido de la apariencia y proporción, por así decirlo, que
la Iglesia promueve la adoración de las muchas de las partes del cuerpo de
Nuestro Señor.
¿Qué es la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús?
¿Qué es exactamente la devoción al
Sagrado Corazón? Es la devoción al órgano de Nuestro Señor, que es el corazón.
Pero en las Escrituras, el corazón no tiene el significado sentimental que tomó
hacia finales del siglo 18, y desde luego en el siglo 19. El corazón no expresa
sentimiento.
Cuando la Escritura dice: “Con
todo mi corazón te he buscado”, (Salmo 119, 10) el corazón aquí es la
voluntad humana, el propósito humano, propiamente dicho, la santidad humana.
Por lo tanto, cuando el profeta dice esto, él que quiere decir, “Con toda mi
voluntad te he buscado”. El Evangelio dice también: “La Virgen guardaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2, 19). Podemos ver
aquí que no se habla de un corazón sentimental, sino de su voluntad, su alma,
que guardaba estas cosas y pensaba en ellas.
El corazón es la voluntad y la
razón de la persona, ese elemento dinámico que estudia y reflexiona sobre las
cosas. En Nuestro Señor, su Sagrado Corazón es su voluntad. La voluntad está
simbolizada por el corazón, porque todos los movimientos de la voluntad pueden
tener repercusiones en el corazón. Es en este sentido, pues, que el Sagrado
Corazón de Jesús es adorado.
El marqués Gral.
de la Rochejaquelein usaba
en su pecho la insignia del Sagrado Corazón,
símbolo de la resistencia católica de la Vendée
Por correlación, está la devoción inmensamente
significativa del Inmaculado Corazón de María. El Inmaculado Corazón de María
es un santuario en cuyo interior se encuentra el Sagrado Corazón de Jesús.
Nuestro Señor prometió una efusión de gracia para esta
devoción. El Sagrado Corazón hizo promesas especiales a quienes hacen los nueve
primeros viernes. La más notable de ellas, tal vez, es de que los que hacen los
Nueve Primeros Viernes no morirán sin la gracia de la penitencia final. Esto no
quiere decir que sin duda irá al cielo. Es decir que tendréis una gran gracia
antes de morir, tan grande que se puede tener toda esperanza para vuestra
salvación.
Ustedes entienden cuán diligentemente la Iglesia se ha
esforzado en el pasado para que esta devoción fuese conocida, apreciada y
comprendida por nuestra razón sin sentimentalismo. Una devoción varonil busca
la razón de una cosa y luego ama esa cosa por su razón de ser. Es, de esta
manera, que el hombre fuerte y la mujer fuerte del Evangelio juzga las cosas
piadosas.
Por lo tanto, debemos reflexionar sobre esta devoción y
volcar nuestras almas, nuestras voluntades, al Corazón de Jesús como la fuente
de esas gracias que la Divina Providencia planeaba dar a los hombres en la
época de la Revolución. Es un medio de la gracia destinado a los tiempos
difíciles por venir, esos mismos tiempos en los que vivimos hoy en día.
Debemos pedir al Corazón de Jesús, a través de la sangre y
el agua que fluyeron de él, que limpie y restaure el de nosotros. Esta es mi
sugerencia cuando mediten y recen los viernes, y sobre todo en el primer
viernes de cada mes, y el viernes de la Semana de la Pasión.
Termino recordándoles del soldado que atravesó el Corazón
de Jesús con una lanza. Al hacer este acto de violencia contra el Sagrado
Corazón de Jesús, agua y sangre brotó desde el costado de Nuestro Señor y le
cayó en sus ojos. Entonces, los ojos del soldado, que se estaba volviendo
ciego, se curaron inmediatamente y recobró la vista. Para nosotros, esto es lo
más elocuente y significativo.
Esto significa que aquellos que
tienen la devoción al Sagrado Corazón de Jesús pueden pedir gracias similares,
no necesariamente el milagro físico, sino más bien una gracia para nuestras
almas. Si queremos tener el sentido católico, un conocimiento contrarrevolucionario
de las cosas, si queremos percibir cómo la Revolución y la Contra-Revolución
están trabajando alrededor de nosotros y dentro de nosotros, si queremos
conocer nuestros defectos, para comprender el alma de los otros para hacerles
el bien, para tener perspicacia en nuestros estudios, para tener un buen
equilibrio psicológico y curarse de problemas nerviosos de todo tipo, entonces
podemos y debemos recurrir al Sagrado Corazón de Jesús.
Deberíamos pedir una gracia que
brota de su Sagrado Corazón —como la sangre y el agua que curó al soldado— que
erradicará la ceguera total o parcial de nuestras almas. Oremos, pues, al
Sagrado Corazón de Jesús a través del Corazón Inmaculado de María, porque ésta
es la única manera de obtener las gracias para curarnos de nuestras múltiples
cegueras. Al hacer esto, vamos a hacer una espléndida solicitud y estar en el
camino hacia la obtención de una magnífica gracia.
Papa León XIV durante la audiencia con la prensa el 12 de mayo de 2025 – foto Edgar Beltrán. Wikimedia Commons
Considerando sus recientes y auspiciosas manifestaciones en defensa de la familia y de la coherencia que los católicos debemos mantener en la vida pública al sostener los principios de la fe, las asociaciones firmantes —herederas del pensamiento y de la acción del gran líder brasileño Plinio Corrêa de Oliveira— se dirigen filialmente a Vuestra Santidad para manifestar sus preocupaciones en cuanto al futuro de la familia.
En el año 2015, ya tuvimos ocasión de dirigirnos al Papa Francisco, en el período entre los dos Sínodos sobre la familia, para denunciar la alianza de poderosas organizaciones, fuerzas políticas y medios de comunicación que promovían la llamada “ideología de género”. Tal ideología servía de aval para una revolución sexual que favorece costumbres contrarias a la ley natural y divina. Lo que es más grave aún, constatamos, en esa oportunidad, una desorientación generalizada entre los católicos, “causada por la eventualidad de que en el seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación del adulterio —mediante la admisión a la Eucaristía de parejas divorciadas vueltas a casar civilmente— e, incluso, una virtual aceptación de las propias uniones homosexuales”. En consecuencia, pedíamos una palabra esclarecedora al Papa Francisco, para “superar la creciente confusión entre los fieles” e impedir “que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo”.
Con el apoyo subsidiario de otras entidades reunidas en la coalición Supplica Filiale al Papa Francesco sul futuro della Famiglia, recogimos 858.202 firmas, que fueron entregadas en la Santa Sede en la mañana del 29 de septiembre de 2015, hace casi exactamente diez años.
Entre las firmas, se destacaban las de 211 prelados (cardenales, arzobispos y obispos) y un gran número de sacerdotes y religiosos, además de numerosas personalidades civiles de renombre en Occidente, así como de otras regiones del mundo. En su intervención en el coloquio Iglesia Católica: ¿Hacia dónde vas?, realizado en Roma el 7 de abril de 2018, el cardenal Walter Brandmüller citó nuestra petición como una de las más evidentes manifestaciones del consensus fidei fidelium ejerciendo un papel inmunizador para preservar a la Iglesia del error.
Amoris laetitia es una exhortación apostólica del Papa Francisco, que tuvo el abuso de admitir a la comunión eucarística a personas divorciadas civilmente y casadas nuevamente
Con gran dolor en el alma, no podemos menos que constatar que, lejos de atender ese justo pedido del rebaño, el predecesor de Vuestra Santidad en la Cátedra de Pedro agravó aún más la situación. De un lado, por el abuso de admitir a la comunión eucarística a los divorciados y vueltos a casar civilmente —a través de la nota 351 de la Amoris Lætitia y la aprobación pontificia de la interpretación de los obispos de la provincia de Buenos Aires—; de otro, mediante declaraciones y gestos que legitimaron las uniones civiles homosexuales, culminando con las “bendiciones pastorales” autorizadas por la declaración Fiducia supplicans, del 18 de diciembre de 2023, firmada por el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Desde entonces la situación continuó empeorando, sobre todo en cuanto a la aceptación de las uniones y relaciones homosexuales. Se multiplicaron declaraciones de altos prelados pidiendo una “actualización” de la enseñanza de la Iglesia y un cambio del Catecismo en los párrafos que afirman que la inclinación homosexual es “objetivamente desordenada”, que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados” y que la Sagrada Escritura los presenta como “depravaciones graves”.
Ya se oyen voces de prelados y teólogos que, con un lenguaje aparentemente moderado, piden “historicizar” las situaciones, a fin de evitar “preconceptos moralistas”, actualizando el lenguaje bimilenario de la Iglesia y adaptándolo a los tiempos actuales. Es lo que piensan, por ejemplo, personalidades como el vicepresidente de la Conferencia de los Obispos de Italia, Mons. Francesco Savino 1, el arzobispo francés Mons. Hervé Giraud 2 y el cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, quien llegó a afirmar que la enseñanza católica sobre la homosexualidad “está equivocada”, pues su base sociológica y científica habría perdido validez.3
Del mismo modo, la hermana Jeannine Gramick 4 y el padre James Martin 5 desean suprimir la expresión “intrínsecamente desordenados”, proponiendo fórmulas alternativas que tienden a hacer aceptable aquello que no lo es, ni puede serlo. El Camino Sinodal Alemán sigue en la misma dirección, pidiendo una revisión del Catecismo para adaptarlo a las “ciencias humanas”, lo que equivale a decir que el mundo moderno tiene mayor autoridad que Dios.6
Desgraciadamente hay quienes van aún más lejos, pidiendo no solo cambios en las palabras, sino también en la propia práctica de la enseñanza moral de la Iglesia. El cardenal Robert W. McElroy, por ejemplo, niega que la materia de los pecados sexuales sea grave, abriendo así el camino para la legitimación y normalización de la impureza.7 Afirma también que la “acogida radical” de los homosexuales practicantes debe ser incluso sacramental, es decir, que vivir objetivamente contra el mandamiento divino no constituiría obstáculo para recibir la absolución y la Eucaristía.8 El cardenal Timothy Radcliffe, después de afirmar que la enseñanza católica es “sana y buena”, diluye su enunciado al decir que es preciso entenderla con “matices”.9 Y reiteró indirectamente lo que había dicho antes en el Pilling Report, a saber, que las relaciones homosexuales podrían entenderse en clave eucarística, como una imagen de “la entrega de Cristo” en la sagrada comunión.10 El sacerdote y teólogo austriaco Ewald Volgger insiste en esa misma doctrina al decir que las relaciones entre personas del mismo sexo son una imagen del “desvelo de Dios por la humanidad”, lo cual justifica que sean bendecidas.11 El teólogo suizo Daniel Bogner vulnera directamente el sacramento del matrimonio, diciendo que es necesario darle una nueva comprensión, liberándolo de su “embalaje de perfección”, para que las uniones irregulares y homosexuales no sean discriminadas. Él defiende que es necesario acabar con “la fijación rígida en el sexo biológico y en la heterosexualidad de los cónyuges”, pues “la fecundidad no debe ser entendida exclusivamente en términos de reproducción biológica”.12
En vista de todo esto, Beatísimo Padre, no podemos dejar de concluir que, bajo el pretexto de la misericordia y de la adaptación a la ciencia, existen fuerzas que quieren reinventar la fe católica de acuerdo con las pasiones del mundo, tornándola irreconocible.
En este contexto de ofensiva abierta para forzar la aceptación de las uniones homosexuales, fue particularmente chocante ver que, bajo el pretexto de obtener indulgencias jubilares, se ofreció a grupos que profesan abiertamente tales errores una ocasión de gran visibilidad. Se permitió su entrada en procesión, portando una cruz arcoíris, en la Basílica de San Pedro. Lo que es más grave aún: ese verdadero desfile de “orgullo homosexual” fue precedido por una audiencia concedida al padre James Martin, el cual luego atribuyó a Vuestra Santidad palabras de aliento para su activismo en pro del movimiento LGBT. Del mismo modo, el arzobispo Mons. Francesco Savino declaró, al final de la homilía en la iglesia del Gesú, que Vuestra Santidad le habría dicho: “vaya a celebrar el Jubileo organizado por la ‘Tenda di Gionata’ y otras organizaciones que cuidan de hermanos y hermanas [homosexuales]”.13
Bandera con el “Arco-íris” en la plaza de San Pedro – Reproducción de YouTube
Sabemos que algunos de esos eventos desconcertantes (y otros que aún están en la agenda) fueron determinados por organismos de la Santa Sede durante el pontificado anterior y que Vuestra Santidad, tal vez en el deseo de garantizar la unidad de la Iglesia, parece querer cambiar la orientación de la Curia romana lentamente. Sin embargo, si es legítimo ceder en puntos secundarios en pro de la unidad, no parece legítimo hacerlo cuando ello implica sacrificar la verdad: obrar la verdad no es solamente decir lo que es verdadero, sino también practicarlo ante muchos testigos, como enseña san Agustín (Confesiones, Libro X, cap. 1, §1).
Una gran esperanza brotó en los corazones de millones de católicos cuando, en el Jubileo de las Familias, Vuestra Santidad citó la encíclica Humanae Vitae y aseveró que “el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer”.14 Tal declaración fue un eco del discurso al cuerpo diplomático, en el que reiteró que la familia está “fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer”.15 Pero esa esperanza se convierte en alarma ante el temor de que, como en el pontificado anterior, las actitudes pastorales concretas continúen desmintiendo en la práctica lo que se enseña en la teoría.
Este temor nos lleva a renovar el pedido que hicimos en 2015, en la Filial Súplica a Su Santidad el Papa Francisco sobre el futuro de la familia:
“En esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa antorcha dejase de iluminarles el camino. Esta palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios, porque esto solo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27)”.
Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano.
Por último, nos atrevemos a añadir dos pedidos concretos, que dejen patente la realineación de la práctica con la enseñanza tradicional de la Iglesia:
Que se anule el rescripto del Papa Francisco que confirió valor de magisterio a la interpretación heterodoxa de las ambigüedades de Amoris Laetitia, reiterando con claridad que los divorciados vueltos a casar civilmente, viviendo more uxorio, no pueden recibir la absolución sacramental ni la Sagrada Comunión, por ser pecadores públicos.
Que se revoque la declaración Fiducia supplicans y se reafirme la prohibición de conceder cualquier tipo de bendición a parejas homosexuales, conforme lo establecido en el Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 22 de febrero de 2021, a propósito de un dubium sobre bendiciones a uniones de personas del mismo sexo.
Pidiendo vuestra bendición apostólica, prometemos nuestras oraciones a Nuestra Señora del Buen Consejo y a san Agustín, para que iluminen a Vuestra Santidad en este delicado inicio de Pontificado, en que se ve involuntariamente confrontado con un legado de confusión y división difícil de reparar.
15 de septiembre de 2025,
Fiesta litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores
Instituto Plinio Corrêa de Oliveira (Brasil)
American Society for the Defense of Tradition, Family, and Property (USA)
Tradición y Acción por un Peru Mayor (Perú)
Asociación Civil Fátima la Gran Esperanza (Argentina)
Australian TFP Inc. (Australia)
Canadian Society for the Defence of Christian Civilization (Canada)
Acción Familia por un Chile auténtico, cristiano y fuerte (Chile)
Asociación Civitas Christiana (Colombia)
Deutsche Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum e.V. (Deutschland)
Sociedad Ecuatoriana Tradición y Acción Pro Cultura Occidental (Ecuador)
Tradición y Acción (España)
Société française pour la défense de la Tradition, Famille, Propriété – TFP (France)
Hrvatsko Ddruštvo za Zaštitu Tradicije, Obitelji i Privatnog Vlasništva (Hrvatska)
Irish Society for Christian Civilisation (Ireland)
Associazione Tradizione Famiglia Proprietà (Italia)
Ufficio Tradizione Famiglia Proprietà (Italia)
Stichting Civitas Christiana (Nederland)
Österreichische Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum – TFP (Österreich)
Sociedad Paraguaya de Defensa de la Tradición, Família y Propriedad – TFP (Paraguay)
Philippine Crusade for the Defense of Christian Civilization (Philippines)
Fundacja Instytut Edukacji Społecznej i Religijnej im. Ks. Piotra Skargi (Polska)
Instituto Santo Condestável (Portugal)
Nadacia Civitas Christiana (Slovensko)
Family Action South Africa NPC (South Africa)
Tradition, Family, Property Association (United Kingdom)
Gande de España, Marqués de Lombay, Duque de Gandía, Virrey
de Cataluña, General de la Compañía de Jesús, iluminó su época con una
extraordinaria sabiduría política y las más altas virtudes
Plinio María Solimeo
El pequeño ducado de Gandía, perteneciente al reino de
Valencia, era gobernado a comienzos del siglo XVI por don Juan de Borja. Estaba
casado con doña Juana de Aragón, nieta, por una rama bastarda, del rey Fernando
de Aragón, esposo de Isabel la Católica. Al expulsar a los moros de Granada, en
el mismo año en que promovían el descubrimiento de América, estos soberanos
pusieron fin a ocho siglos de dominación mora en España.
Francisco, primogénito de los duques de Gandía, nació el 28
de octubre de 1510. Su madre, doña Juana, tenía una especial predilección por
él, debido a su buen genio y natural inclinación a la virtud. Su formación,
propia de su ilustre sangre, fue encomendada a dos preceptores de conocida
erudición y comprobada virtud.
Modelo de virtud en medio de una lujosa corte
A los diez años don Francisco perdió a su madre. Debido a
ello, el niño dejó la convivencia del padre y de los siete hermanitos, ya que
su educación fue confiada a un tío materno, el arzobispo de Zaragoza. Con él
pasó algunos años.
Tal como lo exigía la costumbre en aquel entonces, los hijos
de los Grandes de España pasaban la juventud como pajes en la Corte. Así, al
cumplir dieciséis años, Francisco fue enviado a la de Carlos V, joven rey de
España y emperador del Sacro Imperio. Quien le tomó gran afecto al adolescente
por la nobleza de sangre, seriedad, diligencia y piedad.
La emperatriz Isabel, hija del rey de Portugal y esposa de
Carlos V, tenía tal dilección por don Francisco que, cuando llegó a los veinte
años, le dio por esposa a doña Leonor de Castro, su mejor dama de compañía,
entonces con diecisiete, en cuyas venas corría la más ilustre sangre lusa. Como
regalo de bodas, Carlos V le concedió el título de marqués de Lombay entre
otras mercedes.
La emperatriz quiso ser la madrina del primogénito del
matrimonio, que recibió el nombre de Carlos, en honor al emperador. Y también
dispuso que su hijo Felipe —el futuro Felipe II— fuese el padrino.
En medio de todas estas distinciones, el joven marqués se
mostraba siempre sencillo y recatado, impresionando a todos por su singular
virtud. Ésta era fruto del saludable hábito que había adquirido de dominar sus
pasiones y malas inclinaciones. Para ello, utilizaba los métodos más eficaces,
como la oración, la confesión y la comunión frecuentes, además de penitencias
voluntarias. Doña Leonor procuraba seguir la misma senda.
Dios los bendijo, concediéndoles cinco hijos y tres hijas. A
partir del nacimiento de su octavo hijo, los marqueses, de común acuerdo,
decidieron vivir en estado de continencia, cuando aún no habían cumplido los 30
años de edad…
El año 1529 marcó profundamente la vida del marqués. Después
de una breve enfermedad, la emperatriz Isabel falleció en el auge del poder y
de su extraordinaria belleza. Como prueba de estima por los Gandía, el
emperador dispuso que la marquesa amortajara a su esposa y que el marqués
acompañara sus restos mortales hasta el Panteón Real, en Granada.
Cuando, después de quince días de trasladado, bajo un sol
abrasador, el marqués tuvo que reconocer ante los notarios aquel cuerpo ya en
avanzado estado de descomposición, constató de modo pungente la fragilidad de
las glorias de este mundo. Y renovó su propósito de, en el caso de sobrevivir a
su esposa, dedicarse a la vida que no tiene fin, en una orden religiosa.
San Juan de Ávila, a quien entonces abrió su alma, aprobó su
decisión.
Virrey de Cataluña - “Exilio” en Gandía
Apenas volvió de Granada, Carlos V lo nombró virrey de
Cataluña, cargo de gran confianza y responsabilidad, antes concedido únicamente
a personas de más edad y experiencia. El Emperador reconocía así, en aquel fiel
y joven vasallo, la madurez y prudencia necesarias para tal
oficio.
En los tres años que duró su virreinato, don Francisco acabó
con el bandolerismo que infestaba la región, robusteció la frontera con
Francia, implementó la marina, y se mostró hábil político y gran administrador.
En 1542, cuando iba a comenzar su segundo trienio, el
marqués recibió la noticia del fallecimiento de su padre. Pidió entonces
autorización al Emperador para tomar posesión del ducado que había heredado.
Ésta le fue concedida, sin embargo, al nombrar a don
Francisco Mayordomo Mayor de su hijo Felipe, todos entendieron que
Carlos V planeaba designar así al primer ministro del próximo reinado.
Sin embargo… Dios quería para don Francisco, no la vida en
la Corte, sino el gobierno del pequeño ducado, a fin de prepararlo para la
grandísima misión a que ledestinaba. Así sucedió que, cuando Carlos V comunicó
a la familia real portuguesa el nombre de los que conformarían la Casa que, con
diligencia, había escogido para la futura reina de España, los soberanos
portugueses, por motivos que se ignoran, rechazaron al duque de Gandía.
Durante los siguientes siete años, don Francisco se dedicó
cabalmente a su nuevo Estado y a la vida de familia. Fundó un colegio de la
Compañía de Jesús, después elevado a universidad, para dar formación católica
no solo a los hijos de sus vasallos, sino principalmente, a los hijos de los
moriscos residentes en el ducado, que mal aprendían la verdadera religión.
San Francisco y el moribundo impenitente, Francisco de Goya, Óleo sobre lienzo, Catedral de Valencia, España. 1788
Ya se había encariñado a la nueva milicia fundada por
Ignacio de Loyola, debido a la amistad que mantenía con el beato Pedro Fabro,
primer sacerdote ordenado en la Compañía de Jesús, el padre Antonio Aráoz y uno
de los jóvenes jesuitas que fueron al colegio de Gandía, el futuro San Luis
Beltrán, apóstol de Colombia.
Miembro de la Compañía de Jesús
En 1546, el duque tuvo el dolor de ver morir a su piadosa
esposa. Si, por un lado, él se veía libre para realizar su proyecto de
consagrarse a Dios, por otro, lo ataba al mundo su numerosa prole, casi toda
aún en la infancia.
Su deseo de pertenecer a la Compañía de Jesús lo llevó a
enviar a Ignacio de Loyola una carta pidiéndole humildemente que lo aceptara
entre sus hijos y exponiéndole los obstáculos que se anteponían a tal deseo: a
saber, su condición de padre y de duque. Mientras tanto, hizo voto de castidad
y obediencia al superior de los jesuitas de Gandía.
El fundador de la Compañía tenía en tan alta consideración
al duque, que pasó a consultarlo sobre los problemas que enfrentaba en España,
recomendando a su Provincial que hiciera lo mismo.
Profesión secreta en la Compañía de Jesús
Al convocar las Cortes Generales de Aragón, en 1547, Carlos
V escogió a las personas que habían de acompañar a su hijo Felipe, figurando en
la cabeza de la lista el duque de Gandía. Lo nombró también Tratador (uno
de los cuatro intermediarios entre el Príncipe regente y sus Estados). El
príncipe Felipe insistió entonces con el duque para que aceptara finalmente el
cargo de Mayordomo Mayor.
Don Francisco recurrió a San Ignacio. Éste fue
inmediatamente al Vaticano, suplicando al Santo Padre una dispensa extraordinaria
para que un noble pudiera hacer su profesión solemne en la Compañía,
conservándola mientras tanto en secreto, manteniendo las apariencias de seglar,
por espacio de tres años, a fin de ubicar a sus hijos. Así, este noble (cuyo
nombre fue ocultado) quedaría libre de todos los asaltos mundanos.
Obtenida la dispensa, el fundador de la Compañía se la envió
al duque, recomendándole que no se aproximara de Roma, pues era deseo del Papa
concederle el capelo cardenalicio.
El nuevo profeso de la Compañía continuó interviniendo
en la reforma de los conventos relajados. Y cuando los enemigos de la Compañía
lanzaron una campaña de calumnias contra su fundador y los Ejercicios
Espirituales, por él escritos, San Ignacio escribió al Papa pidiendo un examen
riguroso de los mismos, con una consecuente sentencia pontificia. Ésta vino
mediante el Breve Pastoralis Officii cura, una aprobación explícita y
honrosa de la obra, concediendo indulgencias a quien se favoreciese de ella, lo
que hizo callar y estremecer a sus calumniadores.
Después de casi tres años, el duque consiguió casar a sus
hijos mayores. Transfirió algunos de sus privilegios a su segundo hijo, y
encargó al mayor de proteger y educar a los tres menores. Todo parecía
dispuesto cuando, con motivo del nuevo matrimonio del príncipe Felipe, se pensó
otra vez en nombrarlo Mayordomo Mayor.
Encuentro con otros santos
Don Francisco escribió a San Ignacio pidiéndole permiso para
refugiarse en Roma, una vez que Paulo III había fallecido y el “peligro” del
capelo cardenalicio estaba momentáneamente apartado. El General de la Compañía
recibió con los brazos abiertos a aquel hijo, que conocía sólo
sobrenaturalmente. Cuando el duque se arrodilló para pedirle la bendición, San
Ignacio hizo lo mismo y se unieron los dos santos en un largo abrazo.
Pero no tardó en que el nuevo Papa, Julio III, al tratar más
de cerca al duque, deseara colmarlo de honras. San Ignacio lo mandó entonces
regresar a España.
En su patria, recibió finalmente, como Grande de España, el
permiso de Carlos V para hacerse religioso. Ya podía dejar los trajes
seculares, usar sotana y recibir la ordenación sacerdotal. Tenía entonces 40
años de edad.
¡Imagínese la repercusión que tal acontecimiento provocó en
la devota España! De todos lados
llovieron pedidos para sermones, visitas y ejercicios espirituales.
Cierto día, visitando en
calidad de Comisario General de la Compañía para toda España a los jesuitas de
Ávila, éstos se refirieron a una monja, cuya vida estaba regada de eventos
extraordinarios y que era muy perseguida y calumniada. Así se encontraron San Francisco de Borja y Santa Teresa de Jesús. El primero confirmó que ésta
era guiada por el espíritu divino, y se transformó en su ardiente protector.
Pero nuevamente el demonio y sus secuaces humanos reiniciaron la campaña de
calumnias contra la Compañía de Jesús.
Viendo la tempestad que se formaba, Carlos V mandó llamar a su antiguo
protegido. En una conversación de tres horas, comprobó su santidad y la malicia
de los calumniadores. La protección del emperador salvó nuevamente a la
Compañía. Poco después, Carlos V renunciaba al trono y se retiraba al
monasterio de Yuste, donde tres años después terminaría sus días mencionando al
padre Francisco en su testamento.
Superior, General de la Compañía de Jesús y glorificación
post-mortem
Al fallecer San Ignacio, el nuevo General, Diego Laínez, debiendo ausentarse de Roma para participar del Concilio de Trento junto con el padre Salmerón, en calidad de teólogos del Papa, llamó a la Ciudad Eterna al padre Francisco, nombrándolo Vicario General de la Compañía. Y cuando murió el padre Laínez, Francisco de Borja fue elegido por unanimidad tercer General de la Compañía.
Durante su gobierno, envió a sus hijos espirituales al Nuevo Continente, inauguró el noviciado de la Orden, recibiendo en él al futuro San Estanislao Kostka y a muchos otros que morirían mártires en tierras de infieles.
El Papa San Pío V, mientras preparaba su cruzada contra los turcos, pidió al General de la Compañía que, debido a su sangre real y al gran prestigio de que gozaba en la Corte de España, fuera personalmente a tratar con el rey Felipe II sobre su ayuda.
Al volver a Roma, quebrantado y con la salud muy golpeada, Francisco de Borja entregó su alma al Creador, la noche del 30 de setiembre de 1572. No apenas el pueblo, sino también obispos y cardenales acudieron a la casa de la Compañía para besar los restos mortales de aquel que ya consideraban santo.
En 1671, Clemente XI lo canonizó solemnemente. Toda España vibró, particularmente la nobleza, que lo nombró su patrono, obteniendo aún el traslado de sus restos mortales a Madrid.
Fuentes:
Adro Xavier, El Duque de Gandía, El Noble Santo
del Primer Imperio - Apuntes históricos, Editora
Espasa-Calpe, Madrid, 1950.
P. José Leite S.J., Santos de Cada Día, San Francisco de Borja, t.
III, Editorial A.O., Braga, Portugal, 1987.
Marcelle Auclair, Santa Teresa de Ávila, Livraria Apostolado da
Imprensa, Porto, 1959.
Es de fe que en este destierro, Dios encomienda a los Ángeles la custodia de los hombres destinados a contemplarle en el cielo, y esto lo aseguran las Escrituras y lo afirma unánimemente la Tradición.
Las conclusiones más ciertas de la teología católica extienden el beneficio de esta protección preciosa a todos los miembros de la raza humana, sin distinción de justos o pecadores, de infieles o bautizados. Alejar los peligros, sostener al hombre en su lucha contra el demonio, despertar en él santos pensamientos, apartarle del mal y castigarle de cuando en cuando, rogar por él y presentar a Dios sus propias oraciones: he ahí el oficio del Angel custodio. Y es un ministerio tan especial, que no acumula el mismo Angel la custodia simultánea de varios, y tan asiduo, que acompaña a su protegido desde el primer día al último de su vida, recogiendo el alma al salir de este mundo para conducirla después del juicio al puesto que se mereció en los cielos o en la mansión temporal de purificación y de expiación.
LOS NUEVE COROS
La
santa milicia de los Ángeles custodios se recluta principalmente en las
proximidades más inmediatas a nuestra naturaleza, entre los puestos del
último de los nueve coros. Dios, en efecto, reserva para el honor de formar su
augusta corte a los Serafines, Querubines y Tronos.Las
Dominaciones presiden desde lo alto de su trono el gobierno del universo; las
Virtudes velan por la firmeza de las leyes de la naturaleza, por la
conservación de las especies, por los movimientos de los cielos; las Potestades
mantienen encadenado al infierno. La raza humana, en su conjunto y en los
cuerpos sociales de las naciones y de las Iglesias, está confiada a los
Principados; en tanto que el oficio de los Arcángeles, encargados de las
comunidades menores, parece ser también el de transmitir a los Ángeles las
órdenes del cielo, con el amor y la luz que baja para nosotros de la primera y
suprema jerarquía. ¡Abismos de la Sabiduría de Dios! Así pues, el conjunto
admirable de ministerios dispuesto entre los diversos coros de los espíritus
celestiales, se ordena, como fin, a la custodia inmediatamente confiada a los
más humildes de ellos, a la custodia del hombre, para quien fué creado el
universo. Lo mismo afirma la Escuela; y lo dice el Apóstol: ¿No son todos ellos
espíritus ministrantes, enviados vara servicio en favor de los que han de
heredar la salud?
OFICIO DE LOS ANGELES CUSTODIOS
"Los Ángeles, dice San Lorenzo Justiniano, observan nuestras diversas acciones; nos exhortan, nos incitan, nos levantan después de nuestras caídas, y vigilan en derredor de la Iglesia militante. Sin parar, suben y bajan; siempre andan contentos, siempre solícitos, del cielo a la tierra y de la tierra al cielo, a ofrecer a Dios nuestras obras, nuestras lágrimas y nuestras oraciones. Nos traen del altar de Dios, es decir, de la humanidad de Cristo, el fuego de la caridad, el ardor de la fe, y la esperanza de tener parte un día en la gloria de los Santos. Nos muestran el triunfo de los mártires para darnos mayores ánimos; la puerta del cielo abierta, para inducirnos a despreciar el mundo; la presencia continua de Dios, para llenarnos de respeto; y por fin, la inmensidad de la dicha eterna, para excitar nuestros deseos. Cuantas más ocasiones tienen, de ejercer por nosotros estas diversas funciones, más felices y diligentes se sienten. Muy lejos de envidiar nuestros adelantos en el bien o de mermar en nada nuestros méritos, trabajan por nuestra perfección, nos instruyen en nuestros deberes y nos alientan para cumplirlos. No tienen otro deseo ni otro fin que la gloria del Omnipotente y nuestra salvación. Son los amigos de la Sabiduría, viven cerca del Verbo, exentos de toda miseria, de toda imperfección. Asimismo, al ejercer su ministerio en medio del mundo, no se manchan ni lo más mínimo, ni sienten fatiga ninguna. Aunque circunscritos por el espacio, permanecen siempre en presencia de Dios; al mismo tiempo que sirven a los hombres, no cesan de ofrecer amorosamente a su Criador el sacrificio de la alabanza; las funciones de su ministerio no los apartan del homenaje y de la gloria que deben tributar al Rey inmortal"
Pero Dios, que se muestra espléndido en extremo con el linaje de los hombres, no se deja vencer de los gobiernos de este mundo cuando se trata de honrar con una atención especial a los príncipes de su pueblo, a los privilegiados de su gracia o a los que rigen el mundo en nombre de El; al decir de los Santos, una perfección suma, una comisión altísima en el Estado o en la Iglesia, exigen para el investido la asistencia de un espíritu también superior, sin que el. Angel de primera hora, si así se puede decir, tenga necesariamente por eso que ser revelado de su propia custodia. No hay lugar, además, para que en el campo de operaciones de la salvación, el titular celestial del puesto que se le confió desde el principio, pueda nunca temer verse solo; a su llamada, a una orden de lo alto, los ejércitos de los bienaventurados compañeros, que llenan cielos y tierra, están siempre dispuestos a prestarle su ayuda poderosa. Entre esos nobles espíritus que aspiran en la presencia de Dios a favorecer por todos los medios su amor hacia El, hay alianzas secretas que a veces Originan en este mundo entre sus devotos aproximaciones cuyo misterio se descubrirá el día de la eternidad.
LOS ANGELES EN LA CREACIÓN
"¡Misterio profundo, dice Orígenes, la repartición de las almas entre los Ángeles encargados de su custodia; secreto divino relacionado con la economía universal que descansa en el Hombre-Dios! Y no sin disposiciones inefables se reparten entre las Virtudes de los cielos los servicios de la tierra, los grupos múltiples de la naturaleza: fuentes y ríos, vientos y bosques, plantas, seres animados de los continentes o de los mares, cuyos oficios se armonizan por medio de los Ángeles que dirigen sus variados oficios al fin común". De este modo se conserva, en su fuerte unidad, la obra del Creador.
Y sobre estas palabras de Jeremías: ¿Hasta cuándo estará llorando la tierra?, Orígenes prosigue: "La tierra se regocija o llora por cada uno de nosotros; y no sólo la tierra, sino también el agua, el fuego, el aire, todos los elementos, que aquí no hay que entender de la materia insensible, sino de los Ángeles que están al frente de todas las cosas del mundo. Hay un Angel de la tierra, y ese es, juntamente con sus compañeros, el que llora por nuestros crímenes. Hay un Angel de las aguas, a quien se aplica el Salmo: Las aguas te han visto y temieron; la inquietud, se ha apoderado de los abismos; voces de las muchas aguas, voces de la tempestad: el relámpago ha surcado la nube como una flecha"
La naturaleza, considerada de esta manera, es grande. La antigüedad, que abundaba en verdades y en poesía más que nuestras generaciones actuales, de ese modo contemplaba el universo. Su error consistió en adorar a esos poderes misteriosos, con perjuicio del único Dios, ante quien se inclinan los que sostienen el mundo 2. "Aire, tierra, océano, todo está lleno de Angeles, dice a su vez San Ambrosio3. Elíseo, asediado por un ejército, no tenía miedo alguno, pues veía que le asistían escuadrones invisibles. Ojalá te abra también el profeta tus ojos y que el enemigo, aunque sea legión, no te asuste: te crees sitiado y estás libre; son menos los que están en contra nuestra que a nuestro favor".
CULTO AL ANGEL DE LA GUARDA
Para terminar, escuchemos hoy, como lo hace la Iglesia, al Abad de Claraval, a cuya elocuencia parece que en esta ocasión la nacen alas: "En todo lugar muéstrate respetuoso con tu Angel. Muévete a rendir culto a su grandeza el agradecimiento por sus beneficios. Ama a ese futuro coheredero, que ahora es el tutor designado por el Padre para ¡os días de tu niñez. Porque, aunque somos hijos de Dios, no pasamos ahora de niños y el camino es largo y peligroso. Pero Dios ha mandado a sus Ángeles que te guarden en todos tus caminos; y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en las piedras. Pisarás sobre áspides y basiliscos y hollarás al león y al dragón. Ciertamente, por donde el camino es fácil para un niño, su ayuda se reducirá a ser simplemente un guía, a sostenerte como se hace con los niños. Pero la prueba ¿corre peligro de exceder a tus fuerzas? Te llevarán en sus manos. ¡Manos de Ángeles! ¡Cuántos atolladeros temibles, saltados como sin darse cuenta merced a esas manos, sólo dejarán en el hombre la impresión de una pesadilla desvanecida rápidamente"
AGRADECIMIENTO A LOS ANGELES
Santos Ángeles, benditos seáis porque los crímenes de los hombres no cansan vuestra caridad; os damos gracias, entre otros muchos beneficios, por el de conservar la tierra habitable, dándoosnos permanecer siempre en ella. Hay muchas veces peligro de que la soledad se haga pesada al corazón de los hijos de Dios en las grandes ciudades y en los caminos del mundo, donde no se codean más que desconocidos o enemigos; pero, si el número de los justos ha disminuido, no disminuye el vuestro. Y en medio de la multitud apasionada, como también en el desierto, no hay un ser humano que no tenga junto a si a su Angel, representante de la Providencia universal sobre los buenos y los malos. Espíritus bienaventurados, tenemos con vosotros la misma patria, el mismo pensamiento y el mismo amor; ¿por qué han de turbar los ruidos confusos de una turba frívola la vida del cielo que desde ahora podemos ya vivir con vosotros? El tumulto de las plazas públicas ¿os impide acaso formar allá vuestros coros, o impide al Todopoderoso percibir en ellas vuestras armonías? También nosotros queremos cantar por doquier al Señor y unir continuamente nuestras adoraciones a las vuestras, viviendo por la fe en lo escondido del rostro del Padre cuya continua contemplación os arroba a vosotros2. Penetrados de ese modo del vivir angélico, la vida presente no nos ofrecerá ninguna inquietud, ni tampoco la eterna, sorpresa alguna.