SAN JUAN I, PAPA Y MARTIR
LA INTEGRIDAD DE LA FE
Este Papa no consiguió la palma del martirio con la victoria del perseguidor pagano, sino más bien luchando por la libertad de la Iglesia contra un rey cristiano. Pero este rey era un hereje, y por consiguiente enemigo de cualquier Papa romano, celoso del triunfo de la verdadera fe. La situación del Vicario de Cristo en este mundo está revestida del carácter de lucha y ocurre a veces que el Papa es verdaderamente mártir sin haber derramado su sangre. Es lo que sucede con el Papa San Juan I, que no murió al filo de la espada, sino que el instrumento de su martirio fué un calabozo, y como él hay otros muchos pontífices, que gozarán en el cielo de su compañía incluso sin haber tenido que sufrir sus pies el peso de las cadenas: su calvario ha sido el Vaticano. Vencieron, cayendo sin aparente resonancia y dejando al cielo el cuidado de defender su causa.
La fiesta del santo del día de hoy nos da a conocer la conducta que debe observar cualquier hijo de la Iglesia, si es digno de tal Madre. San Juan nos enseña que el cristiano no debe pactar nunca con la herejía ni tomar parte en las medidas que la política de este siglo creyere debe tomar para asegurarse los derechos. Si los tiempos, secundados por la indiferencia religiosa de los gobiernos, han traído la tolerancia e incluso el privilegio de la igualdad a las sectas separadas de la Iglesia podremos tolerar esta situación que es un atentado gravísimo contra la constitución de un estado cristiano; pero nuestra conciencia de católicos nos prohibe alabarla o considerarla como un bien. Sea cual sea el estado en que nos ha colocado la divina Providencia, nunca debemos de dejar de ir a beber nuestras normas de conducta en las inspiraciones de la fe que recibimos en nuestro Bautismo, en la práctica y en la enseñanza infalible de la Iglesia, fuera de la cual no hay más que contradicción, peligros y naufragios.
VIDA
PLEGARIA
Oh
Santo Pontífice, conseguiste la palma del martirio con la confesión de la
santidad inmaculada de la Iglesia. Esta Esposa del Hijo de Dios, como nos dice
el Apóstol, no tiene "ni mancha ni arruga ninguna' viéndola imposible por
eso mismo el habitar a la par con la herejía en esta tierra recibida como dote
de su Esposo. Llegaron días en que los hombres, ebrios de egoísmo y de los
intereses de este mundo pasajero, se resolvieron a dirigir la sociedad humana
sin tener en cuenta los derechos del Hijo de Dios, de quien procede todo orden
social, lo mismo que toda verdad. Arrinconaron
a la Iglesia en el corazón de sus fieles y tuvieron a gala levantar capillas y
templos para esas sectas revolucionadas contra ella. Oh glorioso Pontífice,
despierta en el corazón de los cristianos de nuestros días el sentimiento del
derecho imprescriptible de la verdad divina. Podremos humillarnos así sólo ante
las necesidades impuestas por el triunfo fatal del error en los tiempos que nos
han precedido, sin tener que aceptar como una muestra de progreso la igualdad
de derechos que se procura establecer entre la verdad y el error. En tu
prisión, oh mártir valiente, proclamaste los derechos de la Unidad de la
Iglesia; en medio de la defección predicha tiempo ha por el Apóstol, guárdanos
de complacencias cobardes, de seducciones funestas, de ligereza culpable que
causa tantas víctimas en nuestros días y que nuestra última palabra al salir de
este mundo sea la que el Hijo de Dios se dignó enseñarnos: "¡Oh tú que
eres nuestro Padre, haz que sea santificado tu nombre y que llegue ya tu reino!"
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 932 y siguientes
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