viernes, 17 de mayo de 2024

S A N T O R A L




SAN PASCUAL BAILON, CONFESOR

PASTOR Y HERMANO LEGO

San Francisco de Asís no podía menos de comisionar a algunos de sus hijos ante su Maestro resucitado. Hoy le presenta a uno de los más humildes e ignorados del mundo. Pascual Bailón es el hijo de la vida pastoril: guardando su rebaño encontró a Nuestro Señor Jesucristo. El atractivo de la contemplación se manifestó en él; y en su deseo de acercarse más junto a su Creador quiso seguirle hasta la más sublime perfección. Codició como un tesoro la humildad del Hombre-Dios, su vida pobre y dolorosa; y se dirigió al claustro franciscano. Floreció como árbol del cielo en esta bendita tierra, y todo el mundo oyó hablar del humilde hermano lego que acogió un oscuro convento español. La Iglesia nos le presenta en este día radiante, contemplando el triunfo de su Maestro. Anduvo con Jesús por el camino de la humillación, y de la cruz; ¿no es justo que tome parte también en la victoria de este divino Jefe? ¿No estaba presente en la mente del Redentor cuando decía: "A los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, mi Padre os prepara un reino donde comeréis y beberéis conmigo en mi mesa, y ocuparéis los tronos para juzgar las doce tribus de Israel?" (San Lucas., XXII, 28-30).

VIDA

Ruinas del convento de San Pascual Bailón
Pascual Bailón nació en 1540 en Torre-Hermosa (Aragón). Desde su juventud, sobresalió por su inocencia, su atractivo hacia la contemplación y su amor a la Santísima Virgen. En el 1564 entró en la Orden de Menores de la Estricta Observancia, como hermano lego. No se preocupó más que de humillarse continuamente, practicar grandes mortificaciones y pasarse delante del Santísimo Sacramento todo el tiempo libre. De aquí sacó la profunda ciencia que le permitió refutar a los herejes y hablar sabiamente de los misterios de nuestra fe. Murió el 17 de mayo de 1592, fue beatificado por Paulo V, en 1618, canonizado en 1690, por Alejandro VIII. León XIII, en el 1897, le proclamó Patrón de los Congresos Eucarísticos.

ALABANZA Y PLEGARIA

Los cielos están abiertos para recibirte, oh Pascual. Desde aquí el ardor de tu contemplación te hizo frecuentemente presentir las delicias de la eternidad; pero hoy todos los velos se han descorrido y contemplas para siempre a quien tanto habías deseado. Ya no tienes que unirte a Él por el sufrimiento y humillación; te invitó a participar en su gloria, su felicidad, su victoria. Dígnate tender un mirada sobre nosotros que tenemos la prontitud que tuviste tú en seguir los pasos del Redentor y, que no poseemos aún más que la esperanza de unirnos a Él en su eternidad. Fortalece nuestra debilidad, alcánzanos el amor que hace ir derecho a Jesús, que pasa por encima de los obstáculos de la carne y de la sangre y pone al hombre en una perfecta conformidad con su divino modelo. Haznos aspirar a la transformación en Jesús Resucitado, que nunca más podrá morir. Las arras de esta transformación están ya en nosotros por la comunión en el misterio pascual: complétense por nuestra fidelidad en mostrarnos junto a nuestro Jefe triunfador, si nos deja aún en el valle de lágrimas; su vista nos sigue, su amor desea vernos fieles; un poco más de tiempo y se manifestará. "He aquí que vengo pronto, guarda bien lo que has recibido, estoy a la puerta y llamo. El que oiga mi voz y me abra la puerta, entrará a Él y cenará con él y él conmigo". Así la Pascua temporal se convertirá en la Pascua eterna. Ruega para que a imitación tuya guardemos bien lo que ya poseemos por la gracia de Jesús resucitado.
fuente: Año Liturgico de Dom Próspero Guéranguer

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