SAN ISIDRO LABRADOR
El campo de Castilla quedó para siempre iluminado y fecundado por la paciencia, por la inocencia y por el trabajo de este héroe del arado y de la azada San Isidro, patrono de la capital de España. Fué un humilde trabajador de la villa de Madrid, poco después de haber sido conquistada a los moros por los reyes de Castilla.
A
los pobres daba el santo más de lo que podía; tenía siempre presentes
los santos consejos que el anciano y santo Tobías daba a su querido
hijo: "Si tuvieres mucho, da abundantemente; y si poco, procura de
aquello poco dar algo, de buena voluntad." Daba compasivo parte del
grano a los pajaritos ateridos y hambrientos en invierno y jamás
mermaron los sacos.
No cultivaba su propio campo, sino el campo de su amo Juan de Vargas; pero aunque pobre no había nadie ni más alegre ni más feliz que él.
No cultivaba su propio campo, sino el campo de su amo Juan de Vargas; pero aunque pobre no había nadie ni más alegre ni más feliz que él.
María
Toribia, su mujer, era también una santa; ambos eran compasivos con los
más pobres que ellos, bienhechores con todos los desgraciados.
Como
él era generoso con sus compañeros Dios lo era con él. Un día que
estaba acosado por la sed, una fuente de agua clara brotó junto a sus
pies. Tuvo émulos que le acusaban a menudo ante su amo de abandonar el
trabajo y descuidar la hacienda, y queriendo Juan de Vargas averiguar lo
que pasaba, se escondió en lugar cercano al barbecho, y cuál no sería
su asombro al encontrar que un ángel labraba la tierra mientras su
criado rezaba a la Virgen en una ermita cercana. Parece ser que varias
veces y en diversos sitios cercanos a Madrid, hizo brotar agua para
apagar la sed que devoraba a su amo que en tiempo caluroso se acercó a
la besana; consérvase la ahijada con que hirió el suelo e hizo brotar el
agua; la fuente perdura hoy y sana a los enfermos que con fe beben el
agua.
Cayó
su hijo en un hondo pozo y creyeron todos que se había matado. Al
acercarse al brocal salió a flote la criatura como si nada le hubiera
ocurrido; el niño sin embargo murió muy joven.
Falleció
San Isidro, ya muy viejo, en 1172, dejando en España el ejemplo
maravilloso de una vida pobre y laboriosa, y, al mismo tiempo iluminada
por la alegría y ennoblecida por la santidad.
Distinguióle
el cielo después de muerto con el don de milagros; sólo referiremos que
sacó de la agonía sano y salvo al Rey Felipe III, quien agradecido
suplicó la beatificación de San Isidro, y Paulo V publicó la Bula en
1619. Felipe IV puso empeño en que el Papa le canonizase solemnemente,
lo que efectuó el 22 de marzo de 1622, junto con los insignes santos
Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús y San Felipe
Neri.
¡Amable
santo! Dios ha exaltado en ti la vida inocente, pacífica, trabajadora,
abnegada, henchida de espíritu de fe y de amor de la gente hispana
labradora, mira desde el cielo a tantos miles y millones que siguen animosos
tus huellas, bendice sus empresas, alegra sus hogares y hazles
comprender que son, si de verdad lo quieren, los verdaderos reyes de la
naturaleza que nos rodea, que nos sustenta. Sirva de templo espléndido
a los labriegos el ancho cielo estrellado por la noche, y por el día la
redondez de la tierra toda, con todas sus maravillas, todo ello
iluminado por el astro rey y presidido por el hombre constituido por
Hacedor Supremo, Rey universal de todo lo visible, en espera de escalar
un día las esferas de lo invisible.
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 848 y siguientes
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