martes, 21 de mayo de 2024

S A N T O R A L


Cristóbal Magallanes (1869–1927) y compañeros mártires

El reloj, con su cansino y constante paso, está por marcar las siete de la mañana. La luz tenue del sol se asoma, tímida, en el horizonte, ahuyentando la niebla, que sacude sus vapores como sábana que se enrolla sobre el valle. El rocío dejó su huella en los arbustos; el campo está perfumado y huele a tierra mojada. Hace frío. Algunas aves comienzan a surcar el cielo, mientras mugen las vacas seguidas de un arriero; el paisaje se va pintando con la policromía del amanecer mientras se despierta la pequeña población de Totatiche, Jalisco, en el occidente de México.
En Totatiche hay una iglesia y en ella vive el párroco, el padre Cristóbal, quien es muy apreciado entre sus feligreses, por su celo pastoral: visita a los enfermos, da limosnas, es misionero entre los indígenas Huicholes de la zona; establece centros de catequesis para niños y adultos en toda la comarca, talleres de carpintería y zapatería, escuelas, y sanatorios y hasta una biblioteca. Promueve, además, la construcción de una presa y los músicos del pueblo le agradecen su entusiasmo para lograr la formación de su banda. Se deben al padre Cristóbal la fundación de un hospicio para huérfanos, el asilo para ancianos y las capillas en los ranchos de su jurisdicción. En Totatiche todos conocen cómo se gasta el padre Cristóbal en tantas cosas, además de las confesiones, la celebración de los Sacramentos y la promoción de vocaciones para el seminario ¡Cuánto puede hacer un buen sacerdote!
Estamos en un día de diciembre de 1926. La persecución religiosa en México pone los nervios de punta en todos. Unas cuantas mujeres, envueltas en sus rebozos, apresuran sus pasos hacia una casa. Va a comenzar la Misa que Cristóbal Magallanes celebra a escondidas, con gran piedad: —In nómine Patris et Filii et Spiritus Sancti. —Et cum Spíritu tuo. Las respuestas se dicen en voz baja y profunda devoción. Hace cuatro meses los Obispos mexicanos ha tenido que decretar la suspensión del culto público como respuesta a la agria persecución que ha desatado el Gobierno contra la Iglesia Católica. Algunos fieles católicos se organizan, incluso con las armas, para restaurar la libertad religiosa y de culto. Los Obispos y la mayoría de los sacerdotes, por su parte, se oponen a la resistencia violenta y exhortan a acciones pacíficas, aunque la tropas del Gobierno buscan a sacerdotes entre sus escondrijos, a veces de casa en casa, para darles muerte. El párroco de Totatiche había escrito al respecto: “La religión ni se propagó, ni se ha de conservar por medio de las armas. Ni Jesucristo, ni los Apóstoles, ni la Iglesia han empleado la violencia con ese fin. Las armas de la Iglesia son el convencimiento y la persuasión por medio de la palabra”.
Durante aquella Misa clandestina, en la penumbra mañanera, los ojos del padre Cristóbal destilan gruesos lagrimones que corren por su rostro. Quizá ninguno de los presentes se da cuenta del profundo dolor que embarga a ese sacerdote enamorado de Dios, pastor celoso. Sufre sólo de pensar que ese día tendrá que salir huyendo, quizá para siempre, de su gente. Es consciente de que ya se acerca la hora de dar su vida por Dios. En las últimas horas han llegado noticias alarmantes en relación a otros sacerdotes de pueblos vecinos que fueron apresados por el Ejército Federal.
Luego de celebrar la Santa Misa sale corriendo del pueblo. No es una huída cobarde. Sabe que en muchos lugares necesitan de su atención sacerdotal y procura seguir vivo. Comienzan cuatro meses de agotadoras caminatas entre montañas y barrancas. Se detiene lo indispensable en algunas casas, donde consuela y anima a todos. Sus compañeros de viaje son el hambre y el frío. Pasa de un escondite a otro; se disfraza y actúa con sagacidad, mientras ejerce el ministerio sacerdotal. El 21 de mayo, cuando montado en mula se dirige a una fiesta religiosa, es descubierto por el ejército. Un soldado le pregunta: ¿Quién es usted? —Soy el párroco de Totatiche..., dijo valiente, sin vacilar. —Pues móntese de nuevo y síganos…. Lo conducen al mismo pueblo donde vivía y lo meten en la cárcel, donde para su sorpresa, encuentra a su vicario, el padre Agustín Caloca, sacerdote de 29 años de edad, oriundo de un pueblo de Zacatecas. El pueblo se arremolina en las afueras de la cárcel rogando por la libertad de los sacerdotes, sin resultado alguno.
La mañana del 25 de mayo, para ocultar su ya muy pronta ejecución, son conducidos a la casa municipal del pueblo llamado Colotlán. Sabemos que el señor Cura Cristóbal Magallanes le solicitó a su vicario, el Padre Agustín, la absolución sacramental, quien la recibió piadosamente de rodillas. El vicario la recibió luego de su párroco. Cuando Agustín advierte que llega el momento de morir dice: —Nosotros, por Dios vivimos y por Él morimos. Por su parte, el Padre Cristóbal ante sus verdugos, deja unas últimas palabras: — “Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos. Viendo a su Vicario, muy afligido, le dijo: —Padre, sólo un momento y estaremos en el Cielo. Se oyeron los disparos del pelotón y poco después dos tiros de gracia, a corta distancia, sobre sus cabezas. La sangre de los dos sacerdotes no fue derramada en balde.
El 21 de mayo de 2000, en Roma, Juan Pablo II canonizó a Cristóbal Magallanes y a otros 24 compañeros mártires, sacerdotes y laicos. Las vidas de estos hombres admirables se merece muchas páginas. Sirvan de estímulo para nosotros algunos hechos, contados por testigos presenciales, de los momentos últimos de varios de ellos. Quizá hagan en nosotros el mismo efecto que, muchos siglos antes describía así San Bernardo de Claraval: “confieso que, cuando pienso en los santos, siento arder en mí grandes deseos”.

Desayunar en el Cielo

El teniente coronel Enrique Vera aborrecía al padre David Galván (1881–1924) especialmente porque, según decía, le había impedido seducir y raptar a una señorita, a la que el padre le había advertido que el teniente coronel era casado y no le convenía para esposo. El alto mando del ejército ordenó que encerraran en un cuarto del cuartel al padre David Galván y al padre José María Araiza, por odio a la fe y en venganza por entrometerse en asuntos tan personales. Estuvieron presos unas dos horas, tiempo que emplearon los dos sacerdotes para hacer, entre ambos, una confesión sacramental y recibir la absolución.
Al terminar, el padre Araiza le dijo a su compañero de celda que ya estaba listo para morir, pero que lamentaba … no haber desayunado. El padre Galván le contestó: “—No importa, dentro de un momento nos vamos a comer con Dios”.
Llegó el padre Galván al paredón, se quitó el sombrero, y sin permitir que le cubrieran los ojos, les dijo a los verdugos, señalándose el pecho: “—Peguen aquí”. Los soldados dispararon sus armas. Ese día los dos sacerdotes entraron al banquete celestial con una sonrisa de oreja a oreja, y todavía siguen de fiesta.

Yo me muero con mi padrino…..

José Isabel Flores (1866-1927) nació en Zacatecas. Fue aprehendido por ser sacerdote y condenado a muerte de forma inmediata. Intentaron ahorcarlo con una soga sobre la rama de un árbol, puesta alrededor de su cuello. Varios hombres tiraban de ella, hacia arriba y abajo intentando su muerte por asfixia sin lograrlo. Después de tres o cuatro intentos, viendo que al sacerdote no le pasaba nada, sacaron la pistola para dispararle; fue entonces cuando el padre José Isabel, muy sereno, les dijo a sus verdugos: “—Así no me van a matar, hijos; yo les voy a decir cómo; pero antes quiero decirles que si alguno recibió de mí algún sacramento, no se manche las manos”. Uno de los verdugos, el que había sido señalado para matarlo, dijo: “Yo no meto las manos; el padre es mi padrino; él me dio el bautismo”. El jefe, muy indignado, dijo: “Te matamos también a ti”; a lo que el soldado respondió: “—Pues …. no le hace, yo muero junto con mi padrino”.; Un balazo a corta distancia cortó la vida del soldado. Luego quisieron matar al padre a balazos, pero las armas, inexplicablemente, no funcionaron. Uno de los soldados, para quedar bien con el mando, degolló al sacerdote con un machete. El sacerdote padrino y el que no quiso ser verdugo, desde el Cielo, piden por aquellos asesinos que no sabían lo que hacían.

Antes morir que hablar

El padre Mateo Correa (1866-1927), estando preso en la cárcel, poco antes de su ejecución, recibió una orden del general Ortiz: “Primero va a confesar a esos bandidos rebeldes que ve ahí, y que van a ser fusilados en seguida; después ya veremos qué hacemos con usted”. El señor cura atendió las confesiones… El general le dijo: “Ahora va usted a decirme lo que esos bandidos le han dicho en confesión”.
—¡Jamás lo haré!”, fue la respuesta. “—¿Cómo que jamás…?” le replicó el general, y le gritó: “—¡Voy a mandar que lo fusilen inmediatamente!” —“Puede hacerlo; pero no ignora usted, general, que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir”. Los soldados lo llevaron a un lugar solitario y a balazos le quitaron la vida, pero nunca pudieron arrebatarle el secreto de la Confesión.

Perdonar siempre

Por su parte, al padre David Uribe (Buenavista, Guerrero, 1888-1927), cuando iban a darle muerte, le sacaron de la celda y en un carro lo llevaron al lugar de la ejecución; al descender se arrodilló en el suelo y pidió a Dios el perdón de sus pecados y la salvación de México y de su Iglesia. De pie, tranquilo, con palabras amables dijo a los soldados: “Hermanos, arrodíllense voy a dar la bendición. De corazón los perdono y sólo les suplico que pidan a Dios por mi alma. Yo, en cambio, no los olvidaré delante de Él”. Levantó en alto su mano diestra y trazó en el aire la señal de la cruz; repartió luego a los presentes su reloj, su rosario, su crucifijo y otros pequeños objetos. Eso es perdonar.

Dios no muere

El padre Tranquilino Ubiarco (1899-1928) está a pocos minutos de ser asesinado. El pelotón le muestra al padre la soga que traían para ahorcarlo y él con admirable tranquilidad, haciendo honor a su nombre (Tranquilino), la bendijo. Los verdugos le dijeron: “Ahora vas a morir aquí muy colgadito”, y el sacerdote les contestó: — “Yo muero, sí, pero Cristo Rey, de quien soy ministro, no muere. Él sigue viviendo y ustedes mismos lo verán un día”. Le preguntaron si era jefe de los cristeros, nombre que recibían los que defendían con las armas la libertad de culto, a lo que el padre respondió: “—Yo soy ministro de Jesucristo, el encargado de esta parroquia”. El sacerdote regaló su reloj a un soldado. Los verdugos le pusieron la soga al cuello y ordenaron al soldado designado que estirara la cuerda. El soldado, se negó dar muerte al sacerdote. El padre Tranquilino, mirándolo fijamente, le dijo: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Otros verdugos hicieron la tarea y el sacerdote murió ahorcado. Al joven soldado que se había negado a ejecutar el ahorcamiento lo fusilaron el mismo día, a la una de la tarde, en los muros del panteón. Entró al Cielo con todo y reloj…

 Comulgar antes de morir

El párroco Pedro Maldonado vive en Chihuahua. Hasta esos lejanos lugares del norte de México llegó la persecución contra los católicos. Era el 10 de febrero de 1937. El padre Pedro muchas veces había pedido a Dios la gracia de poder comulgar todos los días de su vida, también en el de su muerte. Un día va por la calle llevando entre sus ropas las Hostias consagradas para dar la Comunión a los enfermos. Lo descubren y es apresado en la calle. Con la cacha de un arma le fracturaron el cráneo y lo molieron a patadas. 
El sacerdote no opuso resistencia salvo la de abrazar el relicario en el que llevaba a Jesús Sacramentado. Se lo arrancaron con violencia. Al ver lo que llevaba en él, uno de los militares, sacó las hostias de forma sacrílega y con furia se las metió en la boca al sacerdote, mientras le gritó con odio: —Trágate tu superstición…. Poco después el sacerdote murió reconfortado por la misma Comunión que iba a llevar a los enfermos y moribundos. Pudo comulgar, de manos asesinas, el último día de su vida.

FUENTE: http://encuentra.com/santos_recientes/cristobal_magallanes_navegar_contra_corriente15480/

lunes, 20 de mayo de 2024

S A N T O R A L

SAN BERNARDINO DE SENA, CONFESOR

EL SANTO NOMBRE DE JESÚS

En otra estación del año litúrgico, cuando ofrecimos nuestros homenajes y anhelos junto a la cuna del Niño divino, se consagró uno de los días a celebrar la gloria y saborear la dulzura de su nombre. La Santa Iglesia salta de alegría al pronunciar este nombre que su celeste Esposo eligió desde toda eternidad; y el género humano respira con confianza pensando que el Dios supremo que podría llamarse el Justo y el Vengador, desea más bien, ser llamado en adelante Salvador. Bernardino de Sena, a quien festejamos en este día, se nos manifestó por entonces llevando en sus manos y ofreciendo a la consideración de los hombres este bendito nombre rodeado de luz. Invitaba al mundo entero a venerar con amor y confianza este sagrado nombre en el que se revela divinamente toda la economía de nuestra salvación.
La Iglesia agradecida acepta esta señal: alienta a sus fieles a recibir de las manos del hombre Dios escudo tan poderoso contra los dardos del espíritu de las tinieblas, a estimar sobre todo un nombre que nos enseña hasta qué extremo ha amado Dios al mundo: por fin cuando el santo nombre de Jesús hubo conquistado por su adorable belleza todos los corazones cristianos, le dedicó una de las solemnidades del Tiempo de Navidad.
En este día ha reaparecido el noble hijo de San Francisco, y sus manos tienen siempre el glorioso retrato del nombre sagrado. Mas ya no es el nombre profético del Niño recién nacido, el que la Virgen repetía con ternura y respeto, inclinada sobre su cuna: es un nombre que resuena con mayor estrépito que las tormentas, es el trofeo de las más brillantes victorias, es la profecía cumplida en toda su plenitud. El nombre de Jesús indicaba al género humano un Salvador: Jesús ha salvado al género humano muriendo y resucitando por él; ahora es Jesús en el pleno sentido de la palabra. Recorred la tierra y decidnos en qué lugar no es conocido este nombre: decidnos qué otro nombre ha congregado a los hombres en una sola familia.
Los príncipes de la Sinagoga quisieron detener el empuje de este victorioso nombre, y destruirle en Jerusalén: dijeron a los apóstoles: "Os prohibimos la enseñanza de este nombre". Y para respuesta, Pedro pronunció esta enérgica sentencia, que resume toda la fortaleza de la Iglesia: "Mejor es obedecer a Dios que a los hombres". Pero fué como si hubieran intentado tratar de detener el sol en su curso; y cuando el poder romano se impuso el deber de poner obstáculos por medio de sus edictos al progreso triunfal de este nombre, ante el cual toda rodilla debe inclinarse, se vió reducido a la impotencia. Al cabo de tres siglos el nombre de Jesús se extendía por todo el mundo romano.

PREDICADOR DEL NOMBRE DE JESÚS

Armado con este nombre sagrado, Bernardino recorrió en el siglo XV las ciudades de Italia, en luchas unas contra otras, y frecuentemente divididas hasta en su interior. El nombre de Jesús en sus manos se convierte en el arco iris de la paz. En todos los lugares donde Bernardino enarbola este símbolo, toda rodilla se inclina, el corazón herido y rencoroso se aplaca, el pecador corre a las fuentes del perdón. Las tres letras que representan este nombre siempre bendito debían llegar a serles familiares a todos los fieles: se las esculpía, se las gravaba, y se las pintaba en todas las partes: y la catolicidad lograba una nueva expresión de su religión y de su amor hacia el Salvador de los hombres.
Bernardino Predicador inspirado, ha dejado numerosos escritos que le declararon doctor de primer orden en la ciencia divina. Nos hubiera gustado, si el espacio nos lo hubiese permitido, dejarle exponer aquí las grandezas del misterio de la Pascua: permitámosle, por lo menos, expresar su pensamiento sobre la aparición del Salvador resucitado a su Santa Madre. El lector católico verá con alegría la unión doctrinal que reina en esta materia tan importante entre la escuela franciscana representada por San Bernardino, y la escuela dominicana cuyo testimonio reproducimos en la fiesta de San Vicente Ferrer.

LA APARICIÓN DE JESÚS A MARÍA

"Del hecho que la historia evangélica no dé ningún detalle acerca de la visita que Cristo hizo a su Madre para consolarla, después de resucitado, no se puede deducir que el misericordiosísimo Jesús, fuente de toda gracia y consuelo tan solícito en alegrar a los suyos con su presencia, hubiera olvidado a su Madre, que sabía habría estado totalmente embargada por las amarguras de su Pasión. Pero plugo a la providencia de Dios no manifestarnos esta particularidad en el texto del Evangelio por tres razones:
"En primer lugar, por causa de la firmeza de la fe que tenía María". La certeza que tenía la Virgen Madre de la Resurrección de su Hijo no fué quebrantada en nada, ni aún por la más leve duda. Cosa fácil es de creer, si se reflexiona sobre la gracia particularísima de la que fué llena la Madre de Cristo Dios, Reina de los Ángeles, Señora del universo. El silencio de la Escritura sobre esta materia dice más a las almas iluminadas que la misma declaración. Hemos tratado de conocer a María desde la visita del Ángel, en el momento en que el Espíritu Santo la cubre con su sombra: la hemos encontrado al pie de la cruz, Madre de dolores presente junto a su Hijo moribundo. Si, pues, el Apóstol pudo decir: "En proporción a la parte que hubiereis tenido en los sufrimientos participaréis en las consolaciones"; calculad según esto, la medida en que la Virgen Madre debió de ser asociada a las alegrías de la Resurrección. Se debe, pues, estar cierto de que su dulcísimo Hijo resucitado la consoló antes que a los demás. Esto es lo que la Iglesia parece querer indicar al celebrar en Santa María la Mayor la Estación del día de Pascua. De otro modo, si porque los evangelistas no dicen nada, queréis concluir que su Hijo resucitado no se apareció primeramente a Ella, sería necesario proseguir hasta afirmar que no se la apareció nunca, puesto que los mismos Evangelistas, en sus diversas apariciones que relatan no señalan ninguna que se refiere a Ella. Semejante conclusión sería impía.
"En segundo lugar, el silencio del Evangelio se explica por la infidelidad de los hombres. El fin del Espíritu Santo al inspirar los Evangelios, fue describir las apariciones que podían quitar toda duda a los hombres carnales acerca de la creencia en la Resurrección de Cristo. Su categoría de Madre hubiera sido más débil a sus ojos el testimonio de María: por esta razón no fué alegado, aunque seguramente no pudo haber entre todos los seres nacidos o por nacer ninguna criatura, si se exceptúa la humanidad de su Hijo Cuya afirmación merezca con mayor motivo ser admitida por toda alma verdaderamente piadosa. Pero era necesario que el texto evangélico no nos relatase más que testimonios que pudiesen ser dichos en presencia de todo él mundo: en cuanto a la aparición de Jesús a su Madre, el Espíritu Santo la ha reservado para quienes son iluminados por su luz.
"En tercer lugar, este silencio se explica por la sublimidad misma de la aparición. Después de la Resurrección, los Evangelios no dicen nada acerca de la Madre de Cristo, porque sus tiernas relaciones con su Hijo fueron en adelante tan sublimes, tan inefables que no había términos en qué expresarlas. Existen dos clases de visión: una, puramente corporal y relativamente imperfecta; otra, que tiene su sede principal en el alma y es propia de las almas ya transformadas. Admitid, si queréis que Magdalena participó antes que los demás en la visión puramente corporal, puesto que reconocéis que la Virgen vió antes que ella, y de una manera más sublime a su Hijo resucitado; que le reconoció y disfrutó la primera de sus deliciosos amores en su alma más aún que en su cuerpo."

VIDA

Bernardino nació cerca de Sena en el 1380. Transcurrió su juventud en intensa piedad y en perfecta inocencia, unida a una gran generosidad hacia los pobres y enfermos. En el 1402 ingresó en los Hermanos Menores. Dos años después recibió el sacerdocio y empezó la larga carrera de predicaciones que le obligará a recorrer toda Italia. Gracias al nombre de Jesús, por el ejemplo de su piedad y de sus virtudes, por el brillo de sus milagros, convirtió a muchas almas, terminó por aplacar las discordias civiles y se le puede considerar como precursor de la reforma que realizaron más tarde los concilios de Letrán y Trento. Murió en Aquila el 20 de mayo de 1444 y fué canonizado seis años después por el Papa Nicolás V.

GLORIA DEL NOMBRE DE JESÚS

¡Qué bellos son, oh Bernardino, los rayos que forman la aureola del Nombre de Jesús! ¡Qué dulce es su luz, cuando el Hijo de Dios recibe este nombre salvador el octavo día de su nacimiento! ¿Pero qué ojo mortal podrá soportar su esplendor cuando obre nuestra salvación no ya en la humildad y en el sufrimiento sino en el triunfo de su Resurrección? En medio de los resplandores personales del Nombre de Jesús apareces tú, oh Bernardino; el nombre que amaste y glorificaste te asocia en adelante a su victoria. Extiende, pues, ahora sobre nosotros, más copiosamente que lo hiciste sobre la tierra, los tesoros de amor, admiración y esperanza cuya fuente es este divino Nombre y purificad los ojos de nuestra alma, para que un día podamos contemplar contigo sus magnificencias.

PLEGARIA

Ilustre hijo del Gran Patriarca de Asís, la Orden Seráfica te venera como una de sus principales columnas; hiciste revivir en su seno la primitiva observancia: continúa desde lo alto del cielo protegiendo la obra empezada por ti aquí. La familia de San Francisco es uno de los más firmes baluartes de la Santa Iglesia, haz que siempre florezca, sostenla en las tempestades, auméntala en proporción de las necesidades del pueblo fiel, porque eres el segundo Padre de esta sagrada familia y tus súplicas son poderosas ante el Redentor cuyo nombre glorioso publicaste en la tierra.

 fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 863 y siguientes

domingo, 19 de mayo de 2024

Pentecostés

Pentecostés, palabra griega que significa "cincuenta días", es la conmemoración de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que tuvo lugar precisamente cincuenta días después de la Resurrección de Nuestro Señor. Esta fiesta se remonta a los tiempos apostólicos y a sus sucesores inmediatos, y adquirió gran importancia en el siglo IV, cuando se introdujo el uso de conferir, en la Vigilia de Pentecostés, el Bautismo y la Confirmación a los catecúmenos que por alguna razón no habían podido recibirlos el Sábado Santo.


Oración al "Espíritu Santo" de San Agustín



"Oh amor divino, oh vínculo sagrado que une al Padre y al hijo, Espíritu Todopoderoso, fiel consolador de los afligidos, penetra en los profundos abismos de mi corazón y deja que tu brillante luz brille allí. Extiende tu dulce rocío en esta tierra desértica, para poner fin a su larga aridez. Envía los dardos celestiales de tu amor al santuario de mi alma, para que cuando entren allí enciendan llamas ardientes que consumirán todas mis debilidades, mi negligencia y mis languideces. 

Ven, por lo tanto, ven dulce consolador de almas desoladas, refugio en los peligros y protector en la angustia.

Ven, tú que lava las almas de sus impurezas y que curan sus heridas

Ven, fuerza del débil, apoyo del que cae.

Ven, doctor de los humildes y vencedor de los orgullosos. 

Ven, padre de huérfanos, esperanza de los pobres, tesoro de los necesitados. 

Ven, estrella de los navegantes, puerto seguro de los náufragos

Ven, fortaleza de la vida y salvación de los moribundos. 

Ven, oh Espíritu Santo, ven y ten piedad de mí. Haz que mi alma sea simple, dócil y fiel, y condesciende a mi debilidad, con tanta bondad que mi pequeñez encuentra favor ante tu infinita grandeza, mi impotencia ante tu fuerza, mis ofensas ante la multitud de tus misericordias. Por Nuestro Señor Jesucristo, mi Salvador. Amén. 
San Agustín de Hipona (354-430)

S A N T O R A L

SAN PEDRO CELESTINO V, PAPA

LA HUMILDAD DE UN PAPA

Al lado de León, Doctor ilustre, Jesús resucitado llama en este día al humilde Pedro Celestino, Pontífice Supremo como León, pero apenas elevado a la cátedra apostólica, descendió de ella para volver al desierto. Entre tantos héroes como hay en la serie de los Pontífices romanos, debía encontrarse alguno que representase más especialmente la noble virtud de la humildad; y Pedro Celestino es a quien la gracia divina ha otorgado este honor. Arrancado del remanso de su soledad para ser elevado al trono de San Pedro y tener en sus manos temblorosas las llaves que abren y cierran las puertas del cielo, el santo ermitaño miró en torno a sí; consideró las necesidades del rebaño de Cristo y examinó después su propia debilidad. Agobiado por la responsabilidad que abarca a toda la raza humana, se juzgó incapaz de soportar por más tiempo semejante carga; depuso la tiara e imploró el favor de ocultarse en su querida soledad. De la misma manera, Cristo su Maestro, ocultó su gloria primeramente en la oscuridad de 30 años, más tarde bajo la sangrienta tempestad de su Pasión y bajo las sombras del sepulcro. Los resplandores de la Pascua han disipado completamente estas tinieblas y el vencedor de la muerte se ha manifestado en todo su esplendor. Pero quiere que sus miembros participen de su triunfo y que la gloria con que brillarán eternamente estén como la suya en proporción con sus esfuerzos en humillarse en esta vida mortal. ¿Qué lengua podrá describir la aureola que circunda la frente de Pedro Celestino, en pago de la oscuridad en que buscó el olvido de los hombres con más ardor que otros buscan su estima y admiración? Grande en el trono Pontificio, mayor en el desierto, su grandeza en los cielos sobrepasa todos nuestros pensamientos.

VIDA

Coronación del Papa Celestino V
Pedro nació en Isernia, en los Abruzzos, en 1210. Muy joven abrazó la vida monástica, después se retiró a la soledad para vivir como ermitaño. No tardaron en presentársele discípulos y fundó una nueva congregación monástica bajo la regla de San Benito. Estando vacante el trono pontificio durante dos años, los cardenales eligieron a Pedro para reemplazar a Nicolás IV. Fué coronado y consagrado el 29 de agosto de 1294 y tomó el nombre de Celestino. Mas pronto aplanado por las responsabilidades de su cargo, dimitió la dignidad suprema y se volvió a su soledad. Murió poco después el 19 de mayo de 1296. Los milagros obrados en su sepulcro manifestaron su santidad y el 5 de marzo de 1313. Clemente V le canonizó en Avignón. Su familia religiosa ha conservado su nombre de Papa y constituye la Congregación de los Celestinos.

ALABANZA

Oh Celestino, has logrado el objeto de tu ambición y te ha sido concedido descender de las gradas del trono apostólico y volver a entrar en la calma de esta vida oculta que durante tanto tiempo había constituido tus delicias. Gozas de los encantos de la soledad que tanto amaste; ella te es devuelta con todos los tesoros de la contemplación en el secreto del trato íntimo con Dios. Cuando llegue la hora, la cruz, que has preferido a todas las cosas, se levantará luminosa en la puerta de tu celda invitándote a participar en el triunfo pascual de quien descendió del cielo para enseñarte que el que se humilla será ensalzado. Tu nombre, oh Celestino, brillará hasta el último día del mundo en la lista de los Pontífices romanos. Y, tú eres uno de los anillos de esta cadena que une la Iglesia a Jesús, su fundador y su Esposo; pero te está reservada una gloria mayor, la de hacer cortejo al Cristo divino resucitado. La Iglesia, que se inclinó durante algún tiempo ante ti, mientras tenías las llaves de Pedro, después de algunos siglos te tributa y te tributará hasta el último día el homenaje de su culto, porque reconoce en ti uno de los elegidos de Dios, uno de los príncipes de la corte celestial.

PLEGARIA

Oh Celestino, nosotros también estamos llamados a subir donde tú estás para contemplar eternamente como tú el más bello de los hijos de los hombres, al vencedor de la muerte y del infierno. Pero solamente puede conducirnos un camino: el que tú mismo seguiste, el de la humildad. Fortifica en nosotros esta virtud, oh Celestino, y enciende el deseo en nuestros corazones. Sustituye el desprecio de nosotros en lugar de la estima que muy frecuentemente tenemos la desgracia de tributarnos. Danos el desprecio de nosotros mismos. Vuélvenos indiferentes a toda gloria mundana, firmes y alegres en las humillaciones, para que habiendo bebido el agua del torrente", como Jesús, nuestro Maestro, podamos un día "levantar la cabeza'" como él y con él y rodear eternamente el trono de nuestro común Redentor.
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 858 y siguientes

sábado, 18 de mayo de 2024

S A N T O R A L

 

SAN JUAN I, PAPA Y MARTIR

LA INTEGRIDAD DE LA FE

Este Papa no consiguió la palma del martirio con la victoria del perseguidor pagano, sino más bien luchando por la libertad de la Iglesia contra un rey cristiano. Pero este rey era un hereje, y por consiguiente enemigo de cualquier Papa romano, celoso del triunfo de la verdadera fe. La situación del Vicario de Cristo en este mundo está revestida del carácter de lucha y ocurre a veces que el Papa es verdaderamente mártir sin haber derramado su sangre. Es lo que sucede con el Papa San Juan I, que no murió al filo de la espada, sino que el instrumento de su martirio fué un calabozo, y como él hay otros muchos pontífices, que gozarán en el cielo de su compañía incluso sin haber tenido que sufrir sus pies el peso de las cadenas: su calvario ha sido el Vaticano. Vencieron, cayendo sin aparente resonancia y dejando al cielo el cuidado de defender su causa.
La fiesta del santo del día de hoy nos da a conocer la conducta que debe observar cualquier hijo de la Iglesia, si es digno de tal Madre. San Juan nos enseña que el cristiano no debe pactar nunca con la herejía ni tomar parte en las medidas que la política de este siglo creyere debe tomar para asegurarse los derechos. Si los tiempos, secundados por la indiferencia religiosa de los gobiernos, han traído la tolerancia e incluso el privilegio de la igualdad a las sectas separadas de la Iglesia podremos tolerar esta situación que es un atentado gravísimo contra la constitución de un estado cristiano; pero nuestra conciencia de católicos nos prohibe alabarla o considerarla como un bien. Sea cual sea el estado en que nos ha colocado la divina Providencia, nunca debemos de dejar de ir a beber nuestras normas de conducta en las inspiraciones de la fe que recibimos en nuestro Bautismo, en la práctica y en la enseñanza infalible de la Iglesia, fuera de la cual no hay más que contradicción, peligros y naufragios.

VIDA

San Juan nació en Toscana. Cursó sus estudios en la ciudad de Roma, distinguiéndose por su piedad y sabiduría. Fué elegido papa a la muerte de San Hormisdas el 13 de agosto de 523. Su pontificado no debió de durar más de dos años y medio. El santo mostró siempre gran celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas. A él se debe la fecha de la fijación de la Pascua y el que se empezase a contar los años a partir del nacimiento de Cristo.  Por este tiempo se entabló la lucha entre el arriano Teodorico el Grande que gobernaba en Italia (454-526) y el emperador del Oriente Justino Augusto, que reinaba en Constantinopla (518-527) y que había resuelto extirpar de su Imperio los últimos vestigios del arrianismo, echando mano de las más severas medidas. Teodorico obligó al Papa a que fuera a Constantinopla, para que alcanzase del emperador que cesase la persecución de los arrianos.El papa fué recibido de un modo triunfal, pero pareciendo a Teodorico que la embajada no había reportado ningún resultado, encerró al Papa en una prisión en donde murió de hambre y de sed. Su cuerpo fué trasladado cuatro años más tarde desde Rávena a la ciudad de Roma. Su cabeza se venera en la iglesia de los Frailes Menores de Ravena.

PLEGARIA

Oh Santo Pontífice, conseguiste la palma del martirio con la confesión de la santidad inmaculada de la Iglesia. Esta Esposa del Hijo de Dios, como nos dice el Apóstol, no tiene "ni mancha ni arruga ninguna' viéndola imposible por eso mismo el habitar a la par con la herejía en esta tierra recibida como dote de su Esposo. Llegaron días en que los hombres, ebrios de egoísmo y de los intereses de este mundo pasajero, se resolvieron a dirigir la sociedad humana sin tener en cuenta los derechos del Hijo de Dios, de quien procede todo orden social, lo mismo que toda verdad. Arrinconaron a la Iglesia en el corazón de sus fieles y tuvieron a gala levantar capillas y templos para esas sectas revolucionadas contra ella. Oh glorioso Pontífice, despierta en el corazón de los cristianos de nuestros días el sentimiento del derecho imprescriptible de la verdad divina. Podremos humillarnos así sólo ante las necesidades impuestas por el triunfo fatal del error en los tiempos que nos han precedido, sin tener que aceptar como una muestra de progreso la igualdad de derechos que se procura establecer entre la verdad y el error. En tu prisión, oh mártir valiente, proclamaste los derechos de la Unidad de la Iglesia; en medio de la defección predicha tiempo ha por el Apóstol, guárdanos de complacencias cobardes, de seducciones funestas, de ligereza culpable que causa tantas víctimas en nuestros días y que nuestra última palabra al salir de este mundo sea la que el Hijo de Dios se dignó enseñarnos: "¡Oh tú que eres nuestro Padre, haz que sea santificado tu nombre y que llegue ya tu reino!"
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 932 y siguientes

viernes, 17 de mayo de 2024

S A N T O R A L




SAN PASCUAL BAILON, CONFESOR

PASTOR Y HERMANO LEGO

San Francisco de Asís no podía menos de comisionar a algunos de sus hijos ante su Maestro resucitado. Hoy le presenta a uno de los más humildes e ignorados del mundo. Pascual Bailón es el hijo de la vida pastoril: guardando su rebaño encontró a Nuestro Señor Jesucristo. El atractivo de la contemplación se manifestó en él; y en su deseo de acercarse más junto a su Creador quiso seguirle hasta la más sublime perfección. Codició como un tesoro la humildad del Hombre-Dios, su vida pobre y dolorosa; y se dirigió al claustro franciscano. Floreció como árbol del cielo en esta bendita tierra, y todo el mundo oyó hablar del humilde hermano lego que acogió un oscuro convento español. La Iglesia nos le presenta en este día radiante, contemplando el triunfo de su Maestro. Anduvo con Jesús por el camino de la humillación, y de la cruz; ¿no es justo que tome parte también en la victoria de este divino Jefe? ¿No estaba presente en la mente del Redentor cuando decía: "A los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, mi Padre os prepara un reino donde comeréis y beberéis conmigo en mi mesa, y ocuparéis los tronos para juzgar las doce tribus de Israel?" (San Lucas., XXII, 28-30).

VIDA

Ruinas del convento de San Pascual Bailón
Pascual Bailón nació en 1540 en Torre-Hermosa (Aragón). Desde su juventud, sobresalió por su inocencia, su atractivo hacia la contemplación y su amor a la Santísima Virgen. En el 1564 entró en la Orden de Menores de la Estricta Observancia, como hermano lego. No se preocupó más que de humillarse continuamente, practicar grandes mortificaciones y pasarse delante del Santísimo Sacramento todo el tiempo libre. De aquí sacó la profunda ciencia que le permitió refutar a los herejes y hablar sabiamente de los misterios de nuestra fe. Murió el 17 de mayo de 1592, fue beatificado por Paulo V, en 1618, canonizado en 1690, por Alejandro VIII. León XIII, en el 1897, le proclamó Patrón de los Congresos Eucarísticos.

ALABANZA Y PLEGARIA

Los cielos están abiertos para recibirte, oh Pascual. Desde aquí el ardor de tu contemplación te hizo frecuentemente presentir las delicias de la eternidad; pero hoy todos los velos se han descorrido y contemplas para siempre a quien tanto habías deseado. Ya no tienes que unirte a Él por el sufrimiento y humillación; te invitó a participar en su gloria, su felicidad, su victoria. Dígnate tender un mirada sobre nosotros que tenemos la prontitud que tuviste tú en seguir los pasos del Redentor y, que no poseemos aún más que la esperanza de unirnos a Él en su eternidad. Fortalece nuestra debilidad, alcánzanos el amor que hace ir derecho a Jesús, que pasa por encima de los obstáculos de la carne y de la sangre y pone al hombre en una perfecta conformidad con su divino modelo. Haznos aspirar a la transformación en Jesús Resucitado, que nunca más podrá morir. Las arras de esta transformación están ya en nosotros por la comunión en el misterio pascual: complétense por nuestra fidelidad en mostrarnos junto a nuestro Jefe triunfador, si nos deja aún en el valle de lágrimas; su vista nos sigue, su amor desea vernos fieles; un poco más de tiempo y se manifestará. "He aquí que vengo pronto, guarda bien lo que has recibido, estoy a la puerta y llamo. El que oiga mi voz y me abra la puerta, entrará a Él y cenará con él y él conmigo". Así la Pascua temporal se convertirá en la Pascua eterna. Ruega para que a imitación tuya guardemos bien lo que ya poseemos por la gracia de Jesús resucitado.
fuente: Año Liturgico de Dom Próspero Guéranguer

jueves, 16 de mayo de 2024

S A N T O R A L

SAN SIMÓN STOCK

MENSAJERO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN


Hoy recordamos a San Simón Stock, un monje inglés que vio a Nuestra Señora bajo la advocación de Reina del Monte Carmelo y recibió de manos de Ella el Escapulario carmelita. San Simón Stock es, con San Elías profeta, uno de los enviados de María Santísima en la orden carmelita.

BIOGRAFÍA

Nació en Inglaterra. Desde mediados del siglo XIV las fuentes le aplican el sobrenombre "Stock", con el cual relacionan el singular género de vida que habría observado antes de entrar en el Carmelo. Dice así la redacción larga del Santoral: "Antes de la llegada de los carmelitas a Inglaterra los esperó con espíritu profético, llevando vida solitaria en el tronco de un árbol: de ahí el nombre de Simón Stock con que es llamado". Esta sobria noticia supone todo un poema de ascetismo, que los biógrafos posteriores intentaron poner de relieve con piadosas amplificaciones.
Pero hay un documento que nos invita más bien a contar a San Simón entre los cruzados y peregrinos que por aquellos tiempos tomaron el hábito en el mismo Carmelo, atraídos por la vida de oración que llevaban los solitarios del santo monte, "como abejas del Señor en las colmenas de sus celdas fabricando miel de dulzura espiritual", según hermosa frase de Jaime de Vitry († 1240). En efecto, el dominico Gerardo de Fracheto, contemporáneo de nuestro Santo, después de contar una aparición del Beato Jordano de Sajonia a un religioso carmelita, acaecida en 1237, nota: "Esto lo contaron a nuestros religiosos el mismo que tuvo la visión y el prior de la misma Orden, el hermano Simón, varón pío y veraz". Con esta noticia concordaría el Viridarium de Juan Grossi, que extiende el generalato de San Simón del 1200 al 1250. Por ahora no estamos en grado ni de escoger entre las dos versiones ni de concordarlas razonablemente.
Con el agravarse de la situación de los cristianos en Palestina después de la tregua pactada por Federico II con el sultán de Egipto (1229), los ermitaños carmelitas se encontraron frente al urgente dilema de, o bien exponerse a la extinción en una tierra que iba quedando a merced de los mahometanos, o bien probar la aventura de un traslado a Europa. Algunos, los más "perfectos" (dice Grossi), tenían miedo a tal aventura por el peligro que encerraba de una alteración del propio espíritu; pero graves razones aducidas hicieron prevalecer la opinión contraria, que fue reforzada con una aparición de la Santísima Virgen (Guillermo de Sanvico). Así en 1238 empezó con carácter sistemático la emigración de numerosos carmelitas a los diversos países de Europa.
A Inglaterra se dirigieron dos expediciones, patrocinadas, respectivamente, por los barones Guillermo Vescy y Ricardo Grey y presididas por los venerables religiosos Radulfo Fresburri, e Ivo el Bretón, dando como primer resultado el establecimiento de dos conventos eremíticos, el primero en Hulne, cerca de Alnwic, y el segundo en Aylesford, en el condado de Kent. Esto sucedía entre 1241 y 1242. Fue entonces (según la primera versión antes mencionada) cuando Simón Stock, aureolado ya con la fama de eximia santidad, "dejó la vida solitaria y entró con gran devoción en la Orden de los carmelitas, que desde hacía mucho tiempo esperaba ilustrado por divina inspiración".
Ahora iba a ofrecerse a nuestro Santo un campo muy vasto en donde manifestar los dones recibidos de Dios. En 1245 se celebraba, precisamente en Aylesford, un Capítulo general, el primero reunido en Europa, y en él Simón Stock era llamado "milagrosamente" al oficio de prior general, oficio que sólo entonces adquiría pleno sentido, pues antes el prior del monte Carmelo era la suprema autoridad.
La Orden sufría en toda su gravedad las consecuencias del traslado a Europa. En el nuevo ambiente no encontraba la amorosa acogida que seguramente habían esperado y que tan necesaria era para empezar a echar raíces. Por otra parte, la experiencia demostraba que no era fácil conservar el tenor de vida contemplado en la Regla de San Alberto y con ardiente amor abrazado por los venerables moradores del Carmelo. Simón Stock afrontó heroicamente ambas dificultades. Respecto a la primera, se esforzó por acrecentar la estima hacia la Orden con repetidos recursos al Papa Inocencio IV y también a los próceres seculares. De hecho desde 1247,a 1252 consiguió del Papa Inocencio IV tres preciosas cartas de recomendación que debieron contribuir no poco a la consolidación de la Orden, y en diciembre de 1252 otra del rey de Inglaterra Enrique III. En orden a la segunda dificultad impetró del mismo Inocencio IV una audaz reforma de la Regla que permitiera vivir a los carmelitas en las ciudades y participar en el servicio de las almas. Pero esta reforma suscitó en el seno de la Orden un hondo descontento que venía a agravar todavía más la situación tan comprometida por la hostilidad exterior. De este descontento tenemos la prueba en una amarga requisitoria que compuso el sucesor de nuestro Santo, Nicolás el Francés, y en las frecuentes deserciones de religiosos, que buscaban en otras Ordenes mayor garantía de salvación. En este momento histórico tuvo lugar el episodio culminante de la vida de San Simón Stock, la visión del santo escapulario, testificada por el antiguo Santoral y parcialmente corroborada por la Crónica de Guillermo de Sanvico. La relación más antigua está concebida en estos términos:
"San Simón... suplicaba constantemente a la gloriosísima Madre de Dios que diera alguna muestra de su protección a la Orden de los carmelitas, pues goza en grado singular del titulo de la misma Virgen, diciendo con toda devoción: Flor del Carmelo, vid florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular; oh Madre dulce, de varón no conocida, a los carmelitas da privilegios, estrella del mar. Se le apareció la bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: "Este será el privilegio para ti y para todos los carmelitas, que quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará".
Tal fue la gran promesa, que originariamente era una exhortación a la perseverancia dirigida a los descorazonados carmelitas, pero pronto fue acogida entoda la Iglesia como una de las manifestaciones supremas de la maternidad universal de María. Lo restante de la vida de San Simón se confunde con la historia de la Orden del Carmen, historia de fundaciones y de gracias pontificias, índice de la casi definitiva consolidación en Europa, la grande obra que Dios le reservara.
Después de veinte años de buen gobierno (según un códice de Bamberga muy autorizado), por tanto, en 1265, murió en el convento de Burdeos el día 16 de mayo (o de marzo según algunos códices).
La fama de santidad que le había acompañado en vida se acrecentó después de la muerte. En los documentos su nombre nunca aparece sin el dictado de santo, y repetidamente se recuerda el don de hacer milagros. Su culto desde antiguo fue muy ferviente en Burdeos, donde se veneraban y se veneran aún sus reliquias. Una circunstancia providencial impidió que fuesen profanadas en tiempo de la Revolución Francesa. Su veneranda cabeza fue solemnemente trasladada el año 1951 al convento de Aylesford, recientemente recuperado, y allí es hoy meta de frecuentes peregrinaciones.
Fuente: BARTOLOMÉ M. XIBERTA, O. C. D.


SAN SIMÓN STOCK Y LA VIRGEN DEL CARMEN


En la madrugada del 16 de Julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, superior general de la Orden, al que le entregó sus hábitos y el Escapulario, principal signo del culto mariano carmelita.

La Santísima Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, promesa que ha sido respaldada por los Pontífices.

La iconografía principal de la Virgen la muestra portando dicho escapulario.