SAN JUAN DE AVILA, presbítero y doctor de la Iglesia
Muy
bien ha cumplido Cristo con su promesa de estar con nosotros hasta el
fin de los siglos. Cuando Arrio se levantó para negar la divinidad
del Verbo, preparó a Atanasio, Basilio, e Hilario; cuando los
bárbaros se lanzaron sobre Europa, les opuso a León y Gregorio
Magno; cuando los emperadores germánicos quisieron agarrotar a la
Iglesia, les enfrentó a Gregorio VII; cuando Lutero se levantó para
proferir blasfemias contra el Papado arrastrando con él al norte de
Europa, suscitó a Ignacio, Felipe de Neri, Carlos Borromeo, Pío V,
etc., que prepararon o favorecieron la verdadera reforma de la
Iglesia. Entre ellos hay que contar al Beato Juan de Avila, apóstol
de Andalucía, reformador y padre de orden clerical.
CELO APOSTÓLICO
La
prolongada dominación árabe en el sur de España, la convivencia de
cristianos con moriscos, el seudomisticismo de los alumbrados, los
brotes protestantes y sobre todo la inmensa ignorancia de las
multitudes, hicieron que hubiera en Andalucía grandes cantidades
almacenadas de combustible, ansiosas de encender el fuego de la
hoguera que había de abrasar a toda España. Mas Dios veló por ella
sirviéndose de los Reyes Católicos e inmediatos sucesores para
introducir la reforma del Clero y de las Órdenes religiosas y con
ellas la del pueblo. En esta tarea les ayudaron el Cardenal
Cisneros, Santo Tomás de Villanueva, Santa Teresa, San Juan de la
Cruz y otros muchos con el Beato Juan de Ávila.
"Mi
nombre, decía éste, es Ávila; mi posada la tierra; el cielo mi
patria; mi oficio ser cosechero de Cristo; hasta la extrema vejez
manejé incansable la hoz, amontonando las mieses en los celestes
graneros'". La austeridad de su vida, sus grandes penitencias,
su elocuencia arrebatadora y su inflamado amor a Cristo, le
sirvieron, como a otro Juan Bautista, para remover las multitudes. El
centro de sus predicaciones fueron Córdoba, Sevilla, Granada,
Montilla y la Alpujarra. Predica en iglesias, conventos, hospitales,
caminos, plazas y por todas partes levanta a las multitudes: "su
voz parecía hacer temblar las paredes de la iglesia"; "cuando
salían de oír al maestro Ávila, iban todos con las cabezas bajas,
callando sin mirarse unos a otros encogidos y compungidos, a pura
fuerza de la virtud y excelencia del predicador".
DIRECTOR
ESPIRITUAL
Un
hombre tan apostólico tuvo muchos discípulos, que acudían a él
para recibir sus enseñanzas. El P. Luis de Granada nos dice cuánto
le aprovechaba su trato. Santa Teresa de Jesús no se creyó segura
en sus caminos místicos hasta que nuestro Beato dio la aprobación a
sus escritos. Sacerdotes, religiosos, señoras y caballeros
encontraron en él un maestro y médico de sus almas. En sus tratados
espirituales, sermones y cartas no sabe uno qué admirar más si la
doctrina profunda o la unción de su palabra.
VIDA
Nació
en Almodobar del Campo en la Mancha en 1500. En sus primeros años
estudió leyes en Salamanca, pero más tarde se dedicó al estudio de
la teología en Alcalá, teniendo como profesor al famoso Domingo de
Soto y de donde salió con el título de maestro. Ordenado de
sacerdote recorrió toda Andalucía predicando en todas partes la
palabra divina, confesando y ejerciendo el ministerio del apostado
con mucho fruto por parte de los oyentes. Murió, en Montilla el 10
de mayo de 1569.
PLEGARIA
Eres
tan grande a los ojos de Dios como pequeño fuiste a los tuyos, ¡oh
Juan de Avila! Cuando Martín Lutero levantaba con su rebelión, la
bandera de su pretendida reforma, tú con tu pobreza, con tu
obediencia, con tu humildad y con tu piedad levantaste la otra de la
contrareforma, cuyos secuaces en España habían de ser legión. En
ti los pueblos encontraron un buen modelo de Cristo, para ellos
fuiste luz con tus sermones, con tus consejos y con tus escritos, que
gracias a su docilidad les apartaron de los cantos de sirena de los
seudo reformadores. Acuérdate de España que te venera y te admira.
Ruega sobre todo por el clero por cuya buena formación tanto
trabajaste, por ese clero que ahora te ha tomado como patrono.
Alcanza de la divina piedad ayuda para esa Andalucía que tú
evangelizaste con tantos sudores, de modo que nunca abandone la fe
que tú la predicaste.
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer
Tomo III pag. 821 y siguientes
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