SAN FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR, APOSTOLES
Dos buenos testigos
de la Resurrección de nuestro amado Salvador se presentan hoy a
nuestra veneración: San Felipe y Santiago vienen a afirmarnos que su
Maestro resucitó verdaderamente de entre los muertos, que le vieron,
que le tocaron, que vivieron con él durante cuarenta días, y para
que no dudemos de la sinceridad dé su testimonio, traen en las manos
los instrumentos del martirio que padecieron, para atestiguar que
Jesús, después de haber padecido la muerte, salió vivo del
sepulcro.
SAN FELIPE
Según la tradición
predicó a los escitas y se cree que murió en Hierápolis de Frigia.
Documentos antiguos dan testimonio de que fué martirizado en tiempo
de Domiciano o de Trajano.
SANTIAGO
Más conocido que
San Felipe, Santiago fué llamado el "hermano del Señor"
por el parentesco que unía a su madre
con la de Jesús. Se propone de un modo especial a nuestra veneración
en estos días de Pascua. Sabemos por el Apóstol San Pablo, que el
Salvador resucitado favoreció a Santiago con una aparición
particular. Tal distinción obedecía sin duda a una fidelidad
especial de este discípulo para con su Maestro. Fué constituido
primer Obispo de Jerusalén¹ y fué tan grande la fama de su santidad
que en esa ciudad todos le llamaban el Justo; y los judíos fueron
tan ciegos que no comprendieron que el espantoso desastre de su
ciudad fué el castigo del deicidio y buscaron su causa en el
asesinato de Santiago que sucumbió bajo sus golpes, orando por
ellos. Podemos penetrar en el alma pura y tranquila del Santo Apóstol
leyendo la admirable Epístola con la que nos sigue instruyendo. En
ella con un lenguaje del todo celestial, nos enseña que las obras
deben acompañar a la fe si queremos ser justos, con la justicia que
nos hará semejantes a nuestro Señor Resucitado².
Las reliquias de
San Felipe y Santiago descansan en Roma en la basílica llamada de
los Doce Apóstoles. Constituyen uno de los tesoros más sagrados de
la ciudad santa.
Las reliquias de San Felipe fueron traídas siendo
Papa PelagioI (560) el 1 de mayo, día en que se celebraba la
dedicación de dicha Iglesia; las de Santiago fueron trasladadas poco
más tarde. Excepto las fiestas de San Juan Evangelista y de San
Andrés, hermano de San Pedro, la Iglesia romana durante muchos años
no celebró fiestas particulares de otros apóstoles. Los honraba a
todos en la solemnidad de San Pedro y San Pablo. La traslación desde
Oriente, en el siglo VI, de los cuerpos de San Felipe y Santiago dio
ocasión a la institución de la fiesta que se celebra hoy en su
honor: y esta derogación trajo insensiblemente al Ciclo litúrgico
la admisión de otros Apóstoles y Evangelistas.
PLEGARIA A LOS DOS APÓSTOLES
Santos
Apóstoles, vosotros habéis visto a Jesús en toda su gloria: Él os
dijo la víspera de la Pascua: "¡La paz sea con vosotros!"
y durante estos cuarenta días se os apareció para convenceros de su
resurrección. Grande fué vuestra alegría al ver de nuevo al
Maestro que se dignó escogeros por confidentes íntimos y vuestro
amor para con Él se hizo así más ardiente aún. Nos dirigimos a
vosotros como a iniciadores de los fieles en el misterio de Pascua:
sois también nuestros especiales intercesores en este santo tiempo.
Hacednos conocer y amar a Jesús resucitado. Ensanchad nuestros
corazones con la alegría pascual y no permitáis que perdamos la
vida que hemos recobrado en Jesús.
Tu adhesión a
Él, oh Felipe, se manifestó desde los primeros días de tu
vocación. Apenas conociste al Mesías corriste a anunciárselo a
Natanael, tu amigo.
Jesús te dejaba acercarte a su persona con amable familiaridad. Cuando multiplicó los panes se dirigió a ti y te dijo con bondad: "¿Dónde encontraremos pan para alimentar tanta gente? Pocos días antes de la Pasión de tu Maestro, algunos gentiles deseando ver al gran profeta del que tantas maravillas se narraban, acudieron a ti para que los condujeras a Él. ¡Con qué ardor pediste en la Ultima Cena a Jesús que te diera a conocer al Padre! Tu alma anhelaba la luz divina: y cuando la inflamó el fuego del Espíritu Santo nada había que excediera tu valor. En recompensa de tus trabajos Jesús te hizo participante de los honores de su Cruz. Pide, oh Santo Apóstol, que te imitemos en la búsqueda solícita de nuestro común Maestro, y que nos sea suave su Cruz si alguna vez nos concede participar de ella.
Jesús te dejaba acercarte a su persona con amable familiaridad. Cuando multiplicó los panes se dirigió a ti y te dijo con bondad: "¿Dónde encontraremos pan para alimentar tanta gente? Pocos días antes de la Pasión de tu Maestro, algunos gentiles deseando ver al gran profeta del que tantas maravillas se narraban, acudieron a ti para que los condujeras a Él. ¡Con qué ardor pediste en la Ultima Cena a Jesús que te diera a conocer al Padre! Tu alma anhelaba la luz divina: y cuando la inflamó el fuego del Espíritu Santo nada había que excediera tu valor. En recompensa de tus trabajos Jesús te hizo participante de los honores de su Cruz. Pide, oh Santo Apóstol, que te imitemos en la búsqueda solícita de nuestro común Maestro, y que nos sea suave su Cruz si alguna vez nos concede participar de ella.
PLEGARIA A SANTIAGO
A ti que eres
llamado Hermano del Señor, a ti cuyo noble rostro retrataba sus
rasgos, Pastor de la Iglesia de Jerusalén, te honramos y admiramos
el amor que profesaste al Redentor. Si flaqueaste un momento, como
los demás en la hora de la Pasión, tu arrepentimiento le atrajo de
nuevo junto a ti: después de Pedro, tú fuiste el primero de los
Apóstoles a quien se dignó manifestarse en particular. Recibe hoy
nuestra felicitación, oh Santiago, por este favor tan digno de
emulación, y en recompensa haznos gustar cuán bondadoso es el Señor
resucitado. No aspiró a otra cosa tu corazón, oh Santo Apóstol,
que a mostrar a Jesús el reconocimiento de que estaba lleno; y el
último testimonio que diste de su divinidad en la ciudad apóstata,
te abrió por el martirio el camino que te había de llevar a Él
para siempre. Alcánzanos, generoso Apóstol, que le confesemos
también nosotros con la firmeza que conviene a sus discípulos; que
nunca dudemos cuando se presente la ocasión de proclamar sus
derechos sobre toda criatura.
PLEGARIA POR LA IGLESIA
Os invocamos
juntos, oh Santos Apóstoles, y os suplicamos tengáis piedad de las
iglesias de Oriente que vosotros evangelizasteis.
Rogad por Jerusalén, profanada por el cisma y la herejía. Obtened que pronto la veamos purificada y libre, que sus santos lugares cesen de ser profanados continuamente por el sacrilegio. Suscitad entre los cristianos de Asia Menor el deseo de volver a la unidad del redil que gobierna el soberano Pastor. En fin, oh Santos Apóstoles, rogad por Roma, vuestra segunda patria, en cuyo recinto esperáis la resurrección.
Rogad por Jerusalén, profanada por el cisma y la herejía. Obtened que pronto la veamos purificada y libre, que sus santos lugares cesen de ser profanados continuamente por el sacrilegio. Suscitad entre los cristianos de Asia Menor el deseo de volver a la unidad del redil que gobierna el soberano Pastor. En fin, oh Santos Apóstoles, rogad por Roma, vuestra segunda patria, en cuyo recinto esperáis la resurrección.
(¹)Algunos autores creen que se puede distinguir dos personas distintas con el nombre de Santiago: en primer lugar, uno de los doce Apóstoles y por otra el hermano del Señor, primer Obispo de Jerusalén y autor de la epístola canónica. Hay que advertir que esta distinción está basada en la liturgia griega que celebra al Apóstol el 5 de octubre y al Obispo el 25 del mismo mes. Algunos Martirologios romanos fijan al Apóstol el 22 de junio y la del Obispo el 25 de marzo. Sin embargo de eso, esta distinción, poco conforme con un pasaje de la Epístola a los Gálatas (X, 19) parece que no fué admitida por la mayoría de los Padres, y hoy sólo la aceptan muy reducido número de autores. (Cfr. Mgr. Charue, Epístolas Canónica, t. XII de la Biblia de Pirot, París, 1938, pp. 388-390.)
(²) Santiago fué
juzgado por Ananias, hijo del Sumo Sacerdote Anás, porque convertía
muchos judíos a la fe cristiana. Conducido fuera del templo a un
lugar muy elevado encima del valle, fué arrojado desde allí. No
habiendo muerto, pudo pedir perdón a Dios por sus enemigos; más un
batanero le dió un golpe con una estaca en la cabeza, que le mató.
Ocurrió esto en la fiesta de la Pascua, en abril del 62, imperando
Nerón.
fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer Tomo III pag. 753 y siguientes
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