SAN PANCRACIO, MARTIR
Un nuevo mártir viene a unirse a los que hemos festejado.
Sale también de Roma para ir a participar de la gloria del Vencedor de la
muerte. Los anteriores fueron segados en los primeros tiempos de nuestra fe;
éste luchó en el momento en que el paganismo daba a la Iglesia los últimos
asaltos en los cuales debía sucumbir él mismo.
Sobre el cementerio en que fué depositado su cuerpo se
alzó en los primeros siglos una basílica, honrada con el título cardenalicio, y
un monasterio; y los monjes enviados por San Gregorio Magno a convertir a
Inglaterra le consagraron muy pronto una iglesia.
VIDA
Las Actas, reconocidas hoy como legendarias, nos dicen
que Pancracio nació en Frigia y que fué muy pronto a Roma. Allí fué instruido
en la religión cristiana no tardando en derramar su sangre por Cristo. Su
cuerpo fué enterrado en la Vía Aurelia y su culto se hizo célebre en Roma,
Francia e Inglaterra. La Edad Media le consideró como patrón de los juramentos y
el vengador de su violación.
GLORIA INMORTAL
La gracia divina que te llamaba a la corona del
martirio fué a buscarte hasta el fondo de Frigia, para conducirte, oh Pancracio,
a la capital del imperio, al centro de todos los vicios y de todos los errores
del paganismo. Tu nombre confundido entre tantos más brillantes o más oscuros
parecía que no debía dejar huella ninguna en la memoria de los hombres. Hoy,
sin embargo, tu nombre es pronunciado en toda la tierra con acento de
veneración y resuena en el altar en las oraciones que acompañan al sacrificio
del Cordero. ¿De dónde te viene, ¡oh santo mártir! esta celebridad que sólo
acabará con el mundo? Pero era justo que habiéndote asociado a la muerte
sangrienta de Cristo, se reflejase sobre ti la gloria de su inmortalidad.
¡Gloria, pues, a Él que así honra a sus compañeros de
armas! y ¡gloria a ti que mereciste tal corona! Como recompensa de nuestros homenajes
dígnate dirigirnos una mirada compasiva y haznos propicio a Jesús tu Jefe y nuestro
Jefe. En este lugar de destierro cantamos el Alleluia por su Resurrección que
nos llena de esperanzas; haz que un día repitamos contigo en el cielo este mismo
Alleluia ya eterno y que entonces significará no la esperanza sino la posesión.
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