sábado, 2 de agosto de 2025

¿Por qué el sábado está dedicado a la Santísima Virgen?


Plinio Corrêa de Oliveira

Sabemos que el viernes es el día que nos recuerda la muerte de Nuestro Señor, y el domingo recuerda su Resurrección. La pregunta que surge es: ¿Por qué el sábado está dedicado a la Virgen? He recibido la siguiente información que transmito a Uds. y luego la comentaré.

Selección biográfica:

La Santísima Virgen contempla a su Hijo muerto
La Santísima Virgen contempla a su Hijo muerto
Después de esa época se hizo costumbre general dedicar el sábado a la Virgen. San Hugo, abad de Cluny, ordenó que en las abadías y monasterios de su orden, los sábados se cantara el Oficio y se celebrara una Misa en honor de la Santísima Virgen María. Una misa especial fue compuesta en su honor para esas ocasiones. Para el Oficio Divino regular, el Papa Urbano II añadió el Pequeño Oficio de la Virgen para ser cantado los sábados.
La devoción a la Virgen recibió un fuerte impulso a principios del siglo X con la reforma monástica que dio forma a la civilización medieval.
Hay muchas razones de por qué el sábado debe estar dedicado a la Virgen Santísima. Las más conocida surgió a partir de la particular devoción que tenía el hombre medieval a la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Los Evangelios nos dicen que después de la muerte de Nuestro Señor, los Apóstoles, los discípulos y las santas mujeres no creían en la Resurrección, a pesar de que Nuestro Señor la había predicho varias veces.
Sin embargo, desde la hora en que Nuestro Señor murió en la cruz el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección, sólo la Virgen creía en su divinidad y, por lo tanto, sólo ella tenía una fe perfecta. Porque, como dice San Pablo: “Sin la resurrección nuestra fe sería vana”. En ese sábado, por lo tanto, en toda la tierra fue sólo Ella quien personificó la Iglesia Católica. Por esta razón el hombre medieval la honraba especialmente en este día.

Comentarios del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira:

Esta explicación no podía ser más hermosa. Creo, sin embargo, que es una exageración decir que las Santas Mujeres y el apóstol San Juan perdieron la fe en ese día. Pero, ellos no tenían fe en la Resurrección.
A pesar del hecho de que Nuestro Señor les habló de su Resurrección en varias ocasiones, ellos no la comprendieron completamente. En efecto, una resurrección es una cosa tan extraordinaria, tan opuesta al orden natural, que la mente humana no se inclina a creer en ella. A pesar de que el Señor había resucitado a Lázaro —y ellos habían sido testigos de ese milagro— ellos no se dieron cuenta de que Quien había resucitado a Lázaro podía resucitarse a sí mismo.
Es casi inconcebible que un hombre resucite un muerto y, sin embargo, es más difícil imaginar que un muerto se resucite a sí mismo. ¿Cómo puede un hombre —por su propio poder— levantarse desde el abismo de la muerte y decirle a su propia alma: “Ahora, vuelve a entrar en tu cuerpo y únete con él?”. Esto exige un poder mucho mayor que el que se necesita para resucitar a un muerto. Es una victoria sobre el otro, un esplendor multiplicado por otro, una cosa, normalmente hablando, que la mente humana no puede imaginar.
Podemos entender, por tanto, cómo los estaban junto a la Virgen al pie de la Cruz —San Juan, las Santas Mujeres y algunos otros, como Nicodemo— también la acompañarían a su casa en esa hora de dolor supremo. Pero ellos no creyeron verdaderamente que Cristo iba a resucitar de la muerte. Nuestra Señora conocía y confiaba en que Él se levantaría de la muerte; los otros no.
Aun cuando ellos tenían un instinto sobrenatural que les decía que la historia de Nuestro Señor no había aún terminado, y que todavía quedaba la última palabra por decir, sólo la presencia de la Virgen los confirma en este instinto, no su fe en la Resurrección. Sin este instinto y sin la Virgen, ellos se habrían dispersado completamente. Cuando los Evangelios relatan la reacción de Santa María Magdalena hablando con el Señor después de Él haber resucitado, muestran que ella no esperaba que Él resucitaría.
Durante este período, sólo la Virgen creyó en la Resurrección. Sólo Ella tenía la fe plena. En toda la faz de la tierra Ella era la única criatura con la plena fe, la más perfecta fe sin ninguna sombra de duda. Incluso en el inmenso dolor que Ella sufrió por el pecado de deicidio, Ella tenía absoluta certeza de esta verdad. Serena y tranquilamente mientras Ella esperaba la hora de la victoria que se acercaba. Esto le daba una alegría inmensa en medio de sus penas.
Dado que la fidelidad es necesaria para el mundo no se acabe, se puede decir que, si Ella no hubiera sido fiel en esa ocasión, el mundo habría terminado. Si la verdadera fe hubiese desaparecido de la faz de la tierra, entonces la Divina Providencia habría acabado con el mundo. Por lo tanto, es por causa de su fidelidad que la historia continuó y las promesas del Antiguo y Nuevo Testamento que afirmaban que el Mesías reinaría sobre toda la tierra y sería el Rey de la Gloria y el centro de la historia, tuvieron continuidad. Esas promesas no habrían podido cumplirse sin la fidelidad de la Virgen en ese período.
Todas esas promesas vivían en su alma. Ella se convirtió en el portal de todas las esperanzas en el futuro. En su alma, como una semilla, estaba toda la grandeza que la Iglesia Católica desarrollaría a través de los siglos, todas las virtudes que practicarían los santos.
Por lo tanto, podemos decir que esas horas de la vida de la Virgen son particularmente hermosas, tal vez las más hermosas de su vida. Uno podría preguntarse si ese tiempo de fidelidad era aún más hermoso que el período en que Nuestro Señor vivió en su seno como en un tabernáculo. ¿Era más hermosa que ella llevara al Mesías en su cuerpo, o abarcar la Santa Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo, en su alma? Esta es una pregunta que puede ser discutida.
Su fidelidad nos recuerda las palabras de Edmond Rostand en su Chantecler: “Es por la noche que es hermoso creer en la luz”. Creer en la luz al mediodía no tiene ningún mérito particular. Pero creer en la luz en la hora más oscura de la noche, cuando se tiene la impresión de que todo se sumió en la oscuridad para siempre, es realmente una cosa hermosa.
Nuestra Señora creyó en la luz en esa terrible noche mientras sostenía su cuerpo muerto en su regazo, mientras lo prepara con los aceites perfumados para el sepulcro, mientras tocaba las heridas de su cuerpo que daba testimonio de la derrota tremenda. Incluso entonces Ella creyó en la Resurrección, y Ella hizo un tranquilo acto de fe. Ella consideraba todas esas heridas de poca importancia; Él había prometido que resucitaría de la muerte, y lo haría. Ella creía. Ella no tenía la menor duda.
Este es sin duda uno de los momentos más hermosos de su vida. Desde que esto ocurrió en el Sábado Santo, entendemos por qué la Iglesia eligió el sábado para conmemorar a la Virgen. Hasta el fin del mundo, todos los sábados se consagran a Ella. Es justo. Ello cumple la profecía en el Magnificat: “Todas las generaciones me proclamarán bienaventurada”.

Aplicación para nuestra lucha

Todos los sábados tiene el contra-revolucionario el derecho de pedir a la Virgen que tenga piedad especial sobre él, porque él recibió una misión análoga a la de Ella. De hecho, vivimos en un tiempo que está en la plena oscuridad de la noche. Sabemos que la Iglesia Católica es inmortal, pero, humanamente hablando, la Iglesia tradicional ha desaparecido. Además, en casi todas las esferas de la actividad humana, sólo vemos corrupción y miseria. A nuestro alrededor la inmoralidad, la rebelión, la abyección, el egoísmo, la ambición, el fraude y el reinado de la desesperación. Todo atestigua la muerte casi completa de la civilización cristiana.
Hay, sin embargo, un vaso de elección, un vaso que la Virgen escogió para que sea de gloria y honor, un vaso la castidad y fidelidad. En este vaso Nuestra Señora recogió el sentido católico del pasado, su devoción, el amor por todas las tradiciones católicas abandonadas por otros. Ella también en este vaso la esperanza y la certeza de su Reino. Es el vaso de la Contra-Revolución. En esta terrible noche, por las bendiciones de la Virgen, el alma del contra-revolucionario es un vínculo entre el pasado y el futuro.
Aquel que pertenece a este remanente cree en su promesa. Él tiene la certeza de que el Corazón Inmaculado de María triunfará. Esta certeza le da tranquilidad en medio de los mayores sufrimientos, que es una posición de alma similar al que Nuestra Señora tuvo el Sábado Santo.
Hasta que llegue el reinado de María, vivimos en un largo Sábado Santo en el que todo lo que amamos está en el sepulcro; despreciado, odiado y abandonado por completo. No obstante, tenemos la certeza de que la victoria será nuestra. Ella nos escogió para ser sus contra-revolucionarios, para repetir e imitar su fidelidad en nuestros tristes tiempos.
Esta es la oración que podríamos recitarle los sábados: Oh Corazón Sapiencial el Inmaculado de María, haz mi corazón semejante al tuyo. Cuando todo lo que me rodea afirma lo contrario, cuando el mundo parece derrumbarse, las estrellas caen del cielo y las columnas de la tierra se desploman, incluso en esta calamidad, dadme la serenidad, la paciencia, el celo apostólico y el coraje de decir: Al fin tu Inmaculado Corazón triunfará.

Nota:La transcripción de esta conferencia del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y cooperadores de la TFP, mantiene un estilo verbal, y no fué revisada por el autor.

Primer Sábado del Mes

Devoción al Rosario

 y al Inmaculado Corazón de María


En la segunda aparición en Fátima la Santísima Virgen insistió sobre el Rosario diario y recomendó a los tres niños que aprendieran a leer. En esta ocasión, Nuestra Señora prometió que, en breve, llevaría al cielo a Francisco y Jacinta, y anunció que Lucía viviría más tiempo para cumplir en la tierra una misión providencial: “Jesús quiere servirse de tí para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Al percibir que Lucía estaba aprensiva, Nuestra Señora la confortó diciéndole: “Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios”.
En esa aparición, María Santísima mostró a los pastorcitos un corazón cercado de espinas que se le clavaban por todas partes, ultrajado por los pecados de los hombres y que pedía reparación. En una revelación posterior a la Hermana Lucía, en 1925, la Virgen María prometió asistir en la hora de la muerte, 
con todas las gracias necesarias para la salvación, a quienes durante cinco meses, en el primer sábado, recibieran la Sagrada Comunión, rezaran el Rosario y la acompañaran quince minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarla.

Promesas de Nuestra Señora de Fátima

En la aparición de Junio de 1917, Nuestra Señora prometió a los tres pastorcitos que llevaría al Cielo a aquellos que abrazaran la devoción al Inmaculado Corazón de María. Al respecto, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, gran apóstol de la devoción mariana, comentó en una conferencia dictada en 1994: "La Santísima Virgen pide muy poco: Si lo hicieran os daré. Si no lo hicieran, no quiere decir que no os amaré, pero... si fuereis sedientos de aprovechar esta promesa de mi Inmaculado Corazón tanto más yo os amaré. ¡Venid!"
Sin embargo, cuántas personas adoptan una actitud indolente delante de promesas de éstas: las promesas del Sagrado Corazón de Jesús respecto a los nueve primeros Viernes; la promesa del Escapulario del Carmen, de ser sacado del fuego del Purgatorio en el primer Sábado, ¡qué promesas magníficas!".

viernes, 1 de agosto de 2025

 INDULGENCIA DE LA PORCIÚNCULA

por Omer Englebert

El sábado 16 de julio de 1216, Jacobo de Vitry llegaba a Perusa, donde temporalmente residía la Corte pontificia. Recién nombrado obispo de San Juan de Acre, antes de ir a tomar posesión de su sede, venía a recibir la consagración episcopal en la sobredicha ciudad. Apenas entrado en ella, supo que aquella misma mañana acababa de morir Inocencio III. Inocencio se había establecido en Perusa en mayo de 1216. Quería recorrer Toscana y Alta Italia para tratar de restituir la paz entre las ciudades rivales de Génova y Pisa, y acelerar los preparativos de la cruzada contra los Sarracenos.

Dos días tan sólo duró la vacante de la Santa Sede. Salió elegido Honorio III cuya avanzada edad y malograda salud permitían creer que no duraría mucho tiempo, pero que vivió, sin embargo, hasta el año 1227.

«El Papa que acaban de elegir -escribe Jacobo de Vitry- es un anciano excelente y piadoso, un varón sencillo y condescendiente, que ha dado a los pobres casi toda su fortuna».

Francisco debió de alegrarse al saber la elección de un Papa renombrado por su piedad y amor a los pobres. Quizás pensó que Dios mismo tomaba en sus manos la causa del santo Evangelio y, como muchos, creyó un tiempo que iba a realizarse la reforma de la Iglesia anunciada por el Concilio IV de Letrán.

En tal caso, podría suponerse que tan bellas esperanzas dieron, en parte, origen a la indulgencia de la Porciúncula, la cual siempre consideran como auténtica los más de los franciscanistas. Lo cierto es que refieren ellos a esta época un paso extraordinario que dio el Pobrecillo. Tal como ellos, lo relataremos a continuación, esforzándonos por creer en su historicidad tanto como en ella creen los mismos.

En su discurso de Letrán el año 1215, Inocencio III había señalado con el signo TAU a tres clases de predestinados: los que se alistaran en la cruzada; aquellos que, impedidos de cruzarse, lucharan contra la herejía; finalmente, los pecadores que de veras se empeñaran en reformar su vida. ¿Sugirieron a Francisco aquellas palabras el deseo de reconciliar con Dios el mundo entero, facilitando a los que no podían ir a Oriente, y a los privados de recursos con que ganar indulgencias, otros medios de participar también en la universal redención?

Sea lo que sea, un día del verano de 1216, el Pobrecillo partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo.

La noche anterior, escribe Bartholi, Cristo y su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles:

-- Francisco -le dijo el Señor-, pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres.

-- Señor -respondió el Santo-, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.

La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado.

Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así:

-- Poco ha que reparé para Vuestra Santidad una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda alguna.

-- Quien pide una indulgencia -observó el Papa-, conviene que algo ofrezca para merecerla... ¿Y de cuántos años ha de ser esa que pides? ¿De un año?... ¿De tres?...

-- ¿Qué son tres años, santísimo Padre?

-- ¿Quieres seis años?... ¿Hasta siete?

-- No quiero años, sino almas.

-- ¿Almas?... ¿Qué quieres decir con eso?

-- Quiero decir que cuantos visitaren aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados.

-- Es excesivo lo que pides, y muy contrario a las usanzas de la Curia romana.

-- Por eso, santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de nuestro Señor Jesucristo.

-- ¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo.

Al oír eso, los cardenales presentes rogaron al Papa que revocara tal concesión, representándole que la misma desvaloraría las indulgencias de Tierra Santa y de Roma, que en adelante serían tenidas en nada. Mas el Papa se negó a retractarse. Le instaron sus consejeros que al menos restringiera todo lo posible tan desacostumbrado favor. Dirigiéndose entonces a Francisco, Honorio le dijo:

-- La indulgencia otorgada es valedera a perpetuidad, pero sólo una vez al año, es decir, desde las primeras vísperas del día de la dedicación de la iglesia hasta las del día siguiente.

Ansioso de despedirse, Francisco inclinó reverente la cabeza y ya se marchaba, cuando el Pontífice lo llamó diciendo:

-- Pero, simplote, ¿así te vas sin el diploma?

-- Me basta vuestra palabra, santísimo Padre. Si Dios quiere esta indulgencia, él mismo ya lo manifestará si fuere necesario; que, por lo que me toca, la Virgen María es mi diploma, Cristo es mi notario y los santos Ángeles son mis testigos.

Y con el hermano Maseo se puso en camino para la Porciúncula.

Una hora habrían andado, cuando llegaron a la aldea de Colle, situada sobre una colina, a medio camino entre Asís y Perusa. Allí se durmió Francisco, rendido de fatiga; al despertar tuvo una revelación que comunicó a su compañero:

-- Hermano Maseo -le dijo-, has de saber que lo que se me ha concedido en la tierra, acaba de ratificarse en el cielo.

Celebróse la dedicación de la capilla el día 2 del siguiente agosto.

La liturgia de la fiesta, con las palabras que Salomón pronunciara en la inauguración del templo de Jerusalén (1 Re 8,27-29.43), parecía como hecha para aquella circunstancia. Desde un púlpito de madera, en presencia de los obispos de Asís, Perusa, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:

-- Quiero mandaros a todos al paraíso -exclamó-, anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados. Yo deseaba que esta indulgencia pudiese ganarse durante toda la octava de la dedicación, pero no lo he logrado sino para un solo día.

Tal es, según los documentos que luego mencionaré, el origen del famoso Perdón de Asís.

* * *

No se puede negar que desde el principio suscitó vivísima oposición.

No acontecía entonces lo de ahora, que cualquier cristiano, sin gastar nada ni salir de la propia parroquia, puede ganar indulgencias plenarias en abundancia. En aquellos tiempos, solamente los peregrinos de Tierra Santa, de Roma y de Santiago de Compostela podían merecer semejante favor. Los demás lugares de romería, por ricos que fuesen en santas reliquias, eran mucho menos favorecidos, no pudiendo ofrecer a los visitantes más que unos cuantos días o años de indulgencia. Elevada a la categoría de los tres más célebres lugares de peregrinación de la cristiandad, la Porciúncula desvaloraba de repente aquellos innumerables santuarios de los cuales clérigos y monjes reportaban gloria y subsistencia. Se comprende que desplegasen éstos todo su celo en combatirla. ¿No se vio, acaso, a unos de ellos salir por los caminos y los puertos al encuentro de los peregrinos de Asís, para demostrarles que el privilegio franciscano era falso, e inducirles a desandar lo andado?

Hoy no se discute la validez de la indulgencia -repetidas veces confirmada por la Iglesia- sino sólo si se debe su concesión a la iniciativa de san Francisco.

En sentir de algunos críticos, son pura leyenda el viaje de Francisco a Perusa y el privilegio verbalmente arrancado al Papa Honorio; otros, en cambio, opinan que se trata de un hecho históricamente comprobado.

Los primeros alegan el silencio de los antiguos biógrafos del Santo, quienes, de ser cierto, no habrían pasado por alto un hecho tan glorioso para el mismo. Pues bien, ni Celano, ni san Buenaventura, ni los Tres Compañeros mencionan para nada tal concesión. Sólo cincuenta años después del suceso aparecen testimonios en su favor. ¿Qué fe se ha de dar, pues, a testigos tan tardíos?

Los partidarios de la autenticidad replican que era forzoso el silencio de los primeros biógrafos, y que no puede, por tanto, prevalecer contra testimonios que, con ser tardíos, no por ello son menos probatorios.

Si los referidos biógrafos callaron el hecho, fue porque muchos motivos les indujeron a guardar silencio.

Recuérdese, en efecto, que Francisco obtuvo la indulgencia contra el parecer de los cardenales, que la consideraban perjudicial para el éxito de la cruzada. Ahora bien, de haberse publicado algo acerca de ella, esos mismos prelados no hubieran perdonado medio de hacerla revocar. Lo sabía el Santo; y puesto que aborrecía tanto los conflictos con el clero como el andar solicitando privilegios en la Corte romana, guardóse con cautela de pedir confirmación de la indulgencia en la cancillería apostólica. Más aún, según Jacobo Coppoli, prohibió al hermano León hacer mención de ella, dejando a Dios el cuidado de manifestarla más tarde. A todo eso conviene agregar que los franciscanos mismos, encargados de recoger fondos para la cruzada, se oponían a que se hablase de un privilegio que podía comprometer el resultado de sus predicaciones. ¿No fueron esos motivos más que suficientes para que los biógrafos de la época guardaran silencio?

Pero pasó el tiempo, y con él la era de las cruzadas; los hermanos menores eran ya suficientemente poderosos en la Iglesia para proclamar a voces aquel secreto ya muy divulgado; y en 1277, por orden de Jerónimo de Ascoli, ministro general y futuro Papa, el hermano Ángel, ministro provincial de Umbría, empezó a reunir ante notario testimonios capaces de confundir a los adversarios del gran Perdón.

Entre los testigos citados estaban Benito y Rainerio de Arezzo, Pedro Zalfani y Jacobo Coppoli.

Los hermanos Benito y Rainerio atestiguaron haber oído al hermano Maseo contar repetidas veces la historia de la indulgencia en los términos que más arriba referimos. Pedro Zalfani, señor de Asís que, siendo joven, asistió a la dedicación de Santa María de los Ángeles, hizo un resumen del sermón pronunciado en aquella ocasión por san Francisco. Cuanto a Jacobo Coppoli, señor de Perusa, afirmó haber oído del hermano León el relato de las circunstancias en que el Papa concedió la indulgencia a san Francisco.

Es de notar que en la época de estos testimonios el gran Perdón de Asís era ya muy popular. Y muy pronto acudieron a Santa María de los Ángeles peregrinos de todas las regiones de Italia. Fue entonces, por el año 1308, habiendo recrudecido los ataques de los enemigos de la Porciúncula, cuando Teobaldo Offreducci, obispo de Asís, hizo levantar un acta formal que, en sentir del mismo, había de terminar con todas las impugnaciones.

Tal documento oficial originó indudablemente gran contrariedad entre los adversarios de la indulgencia, y la sigue originando hoy entre los críticos que niegan la autenticidad de la misma. Relata por menudo este diploma cómo fue concedido el gran privilegio; reproduce los testimonios de los testigos que ya conocemos, añadiendo el del hermano Marino, sobrino del hermano Maseo; luego acomete, con tono algo denigrante, a los contrarios, a los envidiosos e ignorantes, que con su boca pestilente, dice, se atreven a negar un privilegio reconocido tanto en Italia, como en Francia y España; privilegio, añade, que desde tantos años se predica a vista y ciencia de la Curia romana, privilegio que acaba de ratificar el Papa Bonifacio VIII, y del cual los cardenales mismos se aprovechan gustosos para obtener el perdón de sus pecados.

El diploma de Teobaldo Offreducci no acabó con los irreductibles, pero hizo vanos sus ataques; porque, a partir de esa época, el día 2 de agosto se congregaron cada año en Santa María de los Ángeles muchedumbres de peregrinos llegados de todas partes de Europa, viniendo a impetrar, «sin necesidad de ofrenda, la remisión de la pena merecida por sus pecados».

Más tarde, como es sabido, los Papas extendieron generosamente el mismo privilegio a las iglesias del mundo entero, con lo cual ya solamente los eruditos siguieron disputando acerca de la indulgencia franciscana.

[Omer EnglebertVida de San Francisco de Asís.
Santiago de Chile, Cefepal, 1973, págs. 234-244]


Primer Viernes de mes: devoción al Sagrado Corazón de Jesús


El rol contrarrevolucionario de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Plinio Corrêa de Oliveira

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús está en la raíz de todos los movimientos contrarrevolucionarios, grandes o pequeños, conocidos o desconocidos, que han surgido desde la época en que Santa Margarita María recibió esta revelación en el siglo XVII. Ella recibió la misión, en nombre del Sagrado Corazón de Jesús, de pedirle al rey Luis XIV de Francia que consagrase la nación al Sagrado Corazón y pusiese el Corazón de Jesús en el escudo de armas de Francia.
Santa Margarita, a pedido de nuestro Señor, le prometió al rey de Francia de que si combatía a los enemigos de la Iglesia, el Corazón de Jesús lo apoyaría y llevaría su reinado a una gran gloria. El Sagrado Corazón de Jesús esperaba que Luis XIV cambiase el curso de su política y se colocase a la cabeza de la Contra-Revolución. De haberlo hecho, él tendría un reino de gloria y Francia alcanzaría su verdadero apogeo católico.
Está claro que en caso de que él hubiese tomado este curso, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se habría extendido por todo el mundo. Habría habido una buena acogida en Francia a la predicación de San Luis María Grignon de Montfort que también vivió en esa época. Por lo tanto, su predicación se habría extendido por todo el mundo y, con ello, la Revolución Francesa se ​​podría haber evitado.
Por medio de este pedido al rey, la Revolución —en la forma que tenía en la época de Santa Margarita María— habría sido detenida, y esa forma de maldad que ésta tomó más tarde —la Revolución Francesa— se habrían evitado.
Por lo tanto, esta devoción, desde su primer movimiento, desde su primera indicación por parte del Sagrado Corazón, tiene un significado claramente contrarrevolucionario.

Objeciones a esta devoción

En un cuidadoso estudio de esta devoción, el profesor Fernando Furquim llama la atención sobre el hecho de que los distintos movimientos contrarrevolucionarios que se alzaron en los siglos XVIII y XIX estaban vinculados al Sagrado Corazón de Jesús. Por ejemplo, los contrarrevolucionarios franceses de la Vendée, los Chouans, llevaban una insignia del Sagrado Corazón. Esta devoción siempre ha sido adoptada por los contrarrevolucionarios, inspirándolos y alentándolos, a la vez que ha sido odiada por los malos.

Es perfectamente correcta la devoción 
a un órgano específico de Cristo

¿Qué han dicho estos enemigos contra la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Primero, ellos presentan este argumento supuestamente decisivo: “¿Por qué adorar al Corazón de Jesús ¿Por qué no hacer una hermosa devoción a las manos o a los ojos de Jesús? Al adorar su corazón, podríamos blasfemar por descomponer a Jesús y hacer una devoción a cada parte de su cuerpo Por tanto, podríamos tener una devoción a sus oídos que oyeron todas las súplicas del hombre, a su boca que habló, a sus manos que bendijeron (sin mencionar que también azotaron a los mercaderes del Templo). Por lo tanto, no vale la pena esta devoción al Corazón de Jesús”.
También, ellos van a decir: “Esta es una devoción sentimental. El corazón es el símbolo de la emoción por lo sentimental. De manera que esta es una devoción sentimental carente de contenido teológico y no se debe permitir”.

Una devoción promovida por la Iglesia

En efecto, en muchos de los documentos papales solemnes, sustanciales y magníficos, la Santa Sede recomendó esta devoción, por ejemplo, la encíclica Inscrutabile Divinae Sapientiae del Papa Pío VI en 1775. La Santa Sede concedió muchas indulgencias a los que recibieran la comunión los primeros viernes en reparación por las ofensas hechas contra el Sagrado Corazón. También se otorgaron indulgencias en las cofradías y archicofradías que se establecieron en apoyo a la devoción del Sagrado Corazón.
Además, se aprobó y alentó la construcción de iglesias, altares e imágenes en honor del Sagrado Corazón. La Iglesia, por tanto, ha aprobado esta devoción abundantemente y, por lo tanto, tiene todas las razones para merecer nuestra confianza.
En cuanto al argumento de que no se puede tener una devoción a cada parte del cuerpo sagrado de Nuestro Señor, éste no tiene ningún mérito. De hecho, en nuestras devociones privadas, podemos adorar a Nuestro Señor en sus manos sagradas; podemos y debemos adorarlo a Él en sus infinitamente expresivos, elocuentes, regios, instructivos y salvíficos ojos. No hay más que recordar que fue con una mirada de Nuestro Señor, que movió a San Pedro a arrepentirse de su triple negación para darnos cuenta que adorar a Nuestro Señor en sus divinos ojos es sin duda algo que uno puede hacer.
Nuestra Señora adoró el 
cuerpo de su amado Hijo
Pero la Iglesia, que tiene un gran sentido del ridículo y entiende que el ridículo puede estar a un paso de lo sublime, entiende que las mentes vulgares están siempre dispuestas a emplear el sarcasmo para degradar devociones como estas a una parte del cuerpo, las que realmente pueden impresionar a las sensibilidades humanas. Pero estas devociones no están en contra de la razón, y pueden ser hechas apropiadamente.
Por ejemplo, entre las piedras de la Vía Sacra tenemos la que lleva la marca de sus pies divinos. Es honesto y legítimo a adorar los divinos pies que pisaron la tierra para enseñar y que fueron cubiertos con el polvo de la carretera con el fin de instruir, salvar y combatir el mal. Es correcto adorar estos pies que condujeron al Salvador mientras llevaba la cruz, esos pies manchados de sangre para nuestra redención, esos pies que llevan las marcas de los clavos de la Pasión.


Una hermosa manera de adorar a Nuestro Señor Jesucristo es unirnos a los pensamientos y meditaciones de Nuestra Señora, cuando Nuestro Señor fue bajado de la cruz, cuando ella sostuvo en su regazo su Sagrado Cuerpo y sangre derramada. Ella contempló cada parte de ese cuerpo macerado con infinito amor, veneración, respeto y afecto. Ella consideró los miembros y los adoró en su significado y función. Ella midió la ofensa contra su divinidad en esas partes flageladas. Con esto, en definitiva, ella practicó esta devoción, adorando las diferentes partes del cuerpo de su Divino Hijo.

Por lo tanto, es sólo una cuestión de conveniencia, un sentido de la apariencia y proporción, por así decirlo, que la Iglesia promueve la adoración de las muchas de las partes del cuerpo de Nuestro Señor.

¿Qué es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús?

¿Qué es exactamente la devoción al Sagrado Corazón? Es la devoción al órgano de Nuestro Señor, que es el corazón. Pero en las Escrituras, el corazón no tiene el significado sentimental que tomó hacia finales del siglo 18, y desde luego en el siglo 19. El corazón no expresa sentimiento.
Cuando la Escritura dice: “Con todo mi corazón te he buscado”, (Salmo 119, 10) el corazón aquí es la voluntad humana, el propósito humano, propiamente dicho, la santidad humana. Por lo tanto, cuando el profeta dice esto, él que quiere decir, “Con toda mi voluntad te he buscado”. El Evangelio dice también: “La Virgen guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2, 19). Podemos ver aquí que no se habla de un corazón sentimental, sino de su voluntad, su alma, que guardaba estas cosas y pensaba en ellas.
El corazón es la voluntad y la razón de la persona, ese elemento dinámico que estudia y reflexiona sobre las cosas. En Nuestro Señor, su Sagrado Corazón es su voluntad. La voluntad está simbolizada por el corazón, porque todos los movimientos de la voluntad pueden tener repercusiones en el corazón. Es en este sentido, pues, que el Sagrado Corazón de Jesús es adorado.

El marqués Gral. de la Rochejaquelein usaba
 en su pecho la insignia del Sagrado Corazón,
símbolo de la resistencia católica de la Vendée

Por correlación, está la devoción inmensamente significativa del Inmaculado Corazón de María. El Inmaculado Corazón de María es un santuario en cuyo interior se encuentra el Sagrado Corazón de Jesús.
Nuestro Señor prometió una efusión de gracia para esta devoción. El Sagrado Corazón hizo promesas especiales a quienes hacen los nueve primeros viernes. La más notable de ellas, tal vez, es de que los que hacen los Nueve Primeros Viernes no morirán sin la gracia de la penitencia final. Esto no quiere decir que sin duda irá al cielo. Es decir que tendréis una gran gracia antes de morir, tan grande que se puede tener toda esperanza para vuestra salvación.
Ustedes entienden cuán diligentemente la Iglesia se ha esforzado en el pasado para que esta devoción fuese conocida, apreciada y comprendida por nuestra razón sin sentimentalismo. Una devoción varonil busca la razón de una cosa y luego ama esa cosa por su razón de ser. Es, de esta manera, que el hombre fuerte y la mujer fuerte del Evangelio juzga las cosas piadosas.
Por lo tanto, debemos reflexionar sobre esta devoción y volcar nuestras almas, nuestras voluntades, al Corazón de Jesús como la fuente de esas gracias que la Divina Providencia planeaba dar a los hombres en la época de la Revolución. Es un medio de la gracia destinado a los tiempos difíciles por venir, esos mismos tiempos en los que vivimos hoy en día.
Debemos pedir al Corazón de Jesús, a través de la sangre y el agua que fluyeron de él, que limpie y restaure el de nosotros. Esta es mi sugerencia cuando mediten y recen los viernes, y sobre todo en el primer viernes de cada mes, y el viernes de la Semana de la Pasión.
Termino recordándoles del soldado que atravesó el Corazón de Jesús con una lanza. Al hacer este acto de violencia contra el Sagrado Corazón de Jesús, agua y sangre brotó desde el costado de Nuestro Señor y le cayó en sus ojos. Entonces, los ojos del soldado, que se estaba volviendo ciego, se curaron inmediatamente y recobró la vista. Para nosotros, esto es lo más elocuente y significativo.
Esto significa que aquellos que tienen la devoción al Sagrado Corazón de Jesús pueden pedir gracias similares, no necesariamente el milagro físico, sino más bien una gracia para nuestras almas. Si queremos tener el sentido católico, un conocimiento contrarrevolucionario de las cosas, si queremos percibir cómo la Revolución y la Contra-Revolución están trabajando alrededor de nosotros y dentro de nosotros, si queremos conocer nuestros defectos, para comprender el alma de los otros para hacerles el bien, para tener perspicacia en nuestros estudios, para tener un buen equilibrio psicológico y curarse de problemas nerviosos de todo tipo, entonces podemos y debemos recurrir al Sagrado Corazón de Jesús.
Deberíamos pedir una gracia que brota de su Sagrado Corazón —como la sangre y el agua que curó al soldado— que erradicará la ceguera total o parcial de nuestras almas. Oremos, pues, al Sagrado Corazón de Jesús a través del Corazón Inmaculado de María, porque ésta es la única manera de obtener las gracias para curarnos de nuestras múltiples cegueras. Al hacer esto, vamos a hacer una espléndida solicitud y estar en el camino hacia la obtención de una magnífica gracia.

S A N T O R A L

SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO

 OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA



A San Alfonso de Ligorio se dirige hoy el homenaje universal del mundo. Grande por sus obras y su doctrina a él se aplica directamente el oráculo del Espíritu Santo. "Los que enseñan la justicia a muchos, brillarán como las estrellas en la eternidad sin fin".

EL JANSENISMO

Cuando vino a este mundo el jansenismo quiso quitar al Padre, que está en los cielos, su misericordia y su bondad; triunfaba en la dirección práctica de las almas, aún en aquellos mismos que desechaban las teorías de Calvino. So capa de reacción contra una escuela imaginaria de relajamiento, denunciando a bombo y platillos algunas proposiciones ciertamente condenables de hombres aislados, los nuevos fariseos se presentaron como los celosos de la ley. Dando proporciones excesivas al precepto, exagerando el castigo, cargaban las conciencias con aquellos pesos que el Hombre-Dios había reprochado a sus antecesores de aplastar las espaldas humanas. Mas el grito de alarma lanzado por ellos, en nombre de la moral en peligro, no dejó de engañar a los sencillos y terminó por descarriar a los buenos. Gracias a la ostentación de austeridad de sus seguidores, el jansenismo, hábil, por lo demás, en ocultar sus dogmas, llegó pronto, según su programa, a imponerse a la Iglesia en contra de la misma Iglesia; algunos inconscientes aliados suyos les entregaban en la ciudad santa las fuentes de la misma salvación. Muy pronto en muchos lugares, las llaves sagradas, no tuvieron otro uso que abrir el infierno; la mesa sagrada, preparada para sostener y desarrollar en todos la vida, no se hizo accesible más que a los perfectos; y estos no eran juzgados tales sino en la medida en que, por un cambio extraño de las palabras del Apóstol , sometieron el espíritu de adopción de hijos al espíritu de servidumbre y de temor; en cuanto a los fieles que no podían levantarse a la altura del nuevo ascetismo, no encontrando en el tribunal de la penitencia más que a exactores y verdugos en lugar de padres y médicos, no hallaban delante de ellos más que la desesperación y la indiferencia. Eso no obstante, por doquier leguleyos y parlamentarios prestaban copiosa ayuda a los reformadores, sin preocuparse de la ola de incredulidad odiosa que se iba levantando en su derredor y sin ver la tempestad que promovían estos nublados.

SAN ALFONSO


¿Quién sería pues el que, en el callejón tenebroso, donde los doctores, entonces en boga, habían conducido a los espíritus más firmes, encontraría la llave de la Sabiduría? 

Mas la Sabiduría guardaba entre sus tesoros, fórmulas de nuevas costumbres. Lo mismo que en otros tiempos a cada dogma atacado había suscitado nuevos defensores; en frente a una herejía que, a pesar de las pretensiones especulativas de sus principios no tuvo más que en ellos una importancia duradera, levantó a Alfonso de Ligorio como el enderezador de la fe, entonces torcida, y al Doctor por excelencia de la moral cristiana. Alejado por igual de un rigorismo fatal y de una condescendencia perniciosa, supo volver a las justicias del Señor, hablando como el Salmo, su rectitud al mismo tiempo que su don de alegrar los corazones, a sus mandamientos la luminosa claridad que les hace justificarse por ellos mismos, a sus oráculos la pureza que arrastra las almas y conduce fielmente a los pequeños y a los sencillos desde los principios de la Sabiduría hasta sus cumbres.
No fué sólo en el terreno de la casuística donde San Alfonso llegó con su Teología Moral a quitar el virus que amenazaba infectar toda la vida cristiana. Mientras que, por otra parte, su valiente pluma no dejaba sin respuesta a ninguno de los ataques de aquel tiempo contra la verdad revelada, sus obras ascéticas y místicas, volvían a la piedad a las fuentes tradicionales de la frecuentación de los Sacramentos, del amor del Señor y de su divina Madre. La Sagrada Congregación de Ritos, que tuvo que examinar sus obras y declaró que no encontraba en ellas nada que fuera digno de censura, dividió en 40 títulos diferentes sus numerosos libros. Sin embargo de eso, Alfonso no se resolvió hasta muy tarde a comunicar al público los bienes de que su alma estaba inundada. Su primera obra, que fué el libro de oro de Las Visitas al Santísimo Sacramento y a la Virgen, no apareció hasta que hubo cumplido los 50 años de edad. Y Dios que prolongó su existencia más allá de los límites ordinarios, no le libró ni la doble carga del episcopado y el gobierno de la congregación que él había fundado, ni las más penosas enfermedades, ni los sufrimientos morales más dolorosos todavía.

VIDA


Alfonso María de Ligorio nació de padres nobles en Ñapóles el 27 de Septiembre de 1696. Su juventud fué piadosa, estudiosa y caritativa. A los 17 años era ya doctor en Derecho Civil y Canónico, y poco después comenzaba una brillante carrera de abogado.

Mas, ni sus escritos, ni las instancias de su padre que quiso casarle, le impidieron dejar el mundo: ante el altar de Nuestra Señora hizo voto de recibir las Órdenes. Ordenado de Sacerdote en 1726 se dedicó a la predicación. En 1729 una epidemia le permitió entregarse al cuidado de los enfermos en Nápoles.
Poco después se retiró a Santa María de los Montes con unos compañeros y con ellos se preparó a la evangelización de aquellas campiñas. En 1732 estableció la congregación del Santísimo Redentor que le había de ocasionar numerosas dificultades y persecuciones; más bien pronto las vocaciones afluyeron y el Instituto se difundió rápidamente. En 1762 era nombrado Obispo de Santa Agueda de los Godos, cerca de Nápoles. Al punto emprendió la visita de su diócesis, predicando en todas las parroquias y tratando de reformar al clero. Al mismo tiempo continuaba dirigiendo su Instituto y el de religiosas que había fundado para servir de ayuda, con su oración contemplativa, a sus hijos misioneros. En 1775 renunció al episcopado para volver a sus hijos. Muy pronto se produjo una escisión en el Instituto de los Redentoristas y San Alfonso fué excluido de su familia religiosa. La prueba fué grande, más él no perdió el valor y aún predijo que la unidad se llevaría a cabo después de su muerte. A sus enfermedades físicas vinieron a unirse crisis de escrúpulos y diversas tentaciones; mas en medio de todo esto su amor hacia Dios no cesaba de crecer. Por fin murió el 1 de Agosto de 1787 a la hora del Ángelus. Gregorio XVI le inscribió en el catálogo de los Santos en 1839 y Pío IX le declaró Doctor de la Iglesia.

LA MISIÓN DE LOS DOCTORES

Mucho antes de que tú nacieses, oh Alfonso, un gran papa, había dicho que el papel de los Doctores es "iluminar a la Iglesia, adornarla con virtudes, y formar sus costumbres; por ellos, añadía, brilla ella en medio de las tinieblas como el lucero; su palabra fecundada de lo alto resuelve los enigmas de las Escrituras, desata las dificultades, alumbra las oscuridades, interpreta lo que está dudoso; sus obras profundas, enaltecidas por la elocuencia del discurso, son otras tantas perlas preciosas que ennoblecen la casa de Dios al mismo tiempo que la hacen brillar": Así se expresaba en el siglo XIII Bonifacio VIII cuando elevó al rito doble las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y los cuatro Doctores entonces reconocidos como tales, Gregorio Papa, Agustín, Ambrosio, Jerónimo. ¿Mas no encontramos en esto, impresionante como una profecía y fiel como un retrato, la descripción de aquello que tú ibas a ser?

EL EJEMPLO DE UN SANTO


Gloria sea a ti, que en nuestro tiempo de decadencia renuevas la juventud de la Iglesia, a ti en quien aquí abajo se abrazan una vez más la justicia y la paz al encontrarse con la misericordia y la verdad. Tú diste sin reservas tu tiempo y fuerzas para obtener un tal resultado. "El amor de Dios no está nunca ocioso, decía San Gregorio; si existe tiene que hacer cosas grandes; si rehúsa obrar, entonces no es amor'". ¡Oh qué felicidad la tuya en el cumplimiento del voto temible que habrás hecho de no tener ni siquiera un instante de descanso! 

File:Carlow Cathedral St Alphonsus kneeling before the Most Holy Sacrament 2009 09 03.jpg

Cuando se te presentaron intolerables dolores que hubieran podido justificar, si no exigir, el descanso, se te vió apretando contra la frente con una mano el mármol que parecía disminuir un poco tus dolores y con la otra escribiendo tus obras tan preciosas.
¡Pero mayor fué todavía el ejemplo que Dios quiso dar al mundo cuando permitió que, agotado por los años, la traición de uno de tus hijos atrajese sobre ti la desgracia de aquella Sede Apostólica, por la cual se había consumido tu vida y que, en cambio, te apartaba, como indigno, del Instituto que tú habías fundado! Entonces tuvo licencia el infierno para unir sus golpes a aquellos que venían del cielo; y tú, el Doctor de la paz, conociste asaltos espantosos contra la fe y la santa esperanza. Así se iba coronando tu obra en la debilidad más poderosa que todo; así mereciste a las almas tentadas el apoyo de la virtud de Cristo. Pero habiéndote vuelto niño por la obediencia, estuviste a la vez más cerca del reino de los cielos y del pesebre cantado por ti con acentos tan dulces; y la virtud que el Hombre-Dios sentía salir de Sí durante su vida mortal, fluía de ti con una tal abundancia sobre los niños enfermos, presentados por sus madres para que les bendijeses, que ella les curaba a todos.

PLEGARIA POR LOS REDENTORISTAS


Terminadas ya las lágrimas y los trabajos, vela de un modo especial y 
para siempre por nosotros. Conserva los frutos de tus trabajos en pro de la Iglesia. La familia religiosa que te debe la existencia todavía no ha degenerado, más de una vez en las persecuciones, el enemigo la ha honrado con especiales manifestaciones de su odio; ahora también se ha visto pasar la aureola de los bienaventurados del padre a los hijos; ¡Dios permita que ellos puedan guardar enteramente con todo cariño estas nobles tradiciones! Que el Padre soberano que en el bautismo nos ha hecho a todos dignos por igual de tener una parte en la suerte de los santos en la luz, nos conduzca con felicidad, por medio de tus ejemplos y doctrinas tras nuestro Redentor al reino de aquel Hijo de tu Amor.

fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer