SAN HIPÓLITO, MÁRTIR
Siendo preso el invencible mártir de Cristo San Lorenzo, fué dado en
guarda á un caballero romano, llamado Hipólito: el cual por haber visto los
milagros que San Lorenzo obraba, estando aherrojado en la cárcel, y que con
sola la señal de la cruz daba vista á los ciegos, y hacia cosas maravillosas,
se convirtió á la fé del Señor, y fué bautizado él y toda su familia, que era
de diez y nueve personas, por mano del mismo San Lorenzo. Fué tan fervoroso
después Hipólito, y tan deseoso de morir por Cristo, que viendo padecer á San
Lorenzo, por acompañarle y morir con él, quiso á voces clamar que era
cristiano, y fué necesario, para que no lo hiciese, que el mismo San Lorenzo le
detuviese y le mandase que callase y se guardase para su tiempo, que presto le
vendría. Pasó su carrera gloriosamente San Lorenzo, y murió asado en unas
parrillas con aquella constancia y espíritu admirable, que dijimos el día de su
martirio: e Hipólito, tomando su cuerpo, honoríficamente le enterró en compañía
de Justino, presbítero. Como esto se divulgase y viniese á noticia del
emperador, al cabo de tres días, estando en una casa, puesta la mesa para
comer, por su mandado fué preso Hipólito, y llevado á su presencia, lo dijo: ¿También
tú eres nigromántico y mago como Lorenzo, y has enterrado su cuerpo? Respondió
Hipólito: Verdad es que yo le enterró; mas no como mago, sino como cristiano.
Enojóse sobre manera el tirano; hízole dar con una piedra muchos golpes en la
boca, y desnudar de la vestidura blanca de Cristo, y recién bautizado, que traía;
y San Hipólito dijo al tirano: No me has desnudado, sino vestido. Después
de algunas razones, mandole Valeriano tender en el suelo, y herir fuertemente
con varas y gruesos palos; y el santo daba gracias á Dios, que le hacía digno
de aquel tormento. El tirano dijo: no siente los palos Hipólito: arañen con
cardos y espinas su cuerpo. Hízose así; é Hipólito a voces decía: Cristiano
soy, y por Cristo padezco.
Estando ya cansados los mismos verdugos de rasgar sus carnes y de atormentarle, mandó el tirano que le levantasen del suelo, y le vistiesen de su hábito antiguo y militar, y comenzó á hablarle con blandura, rogándole que dejase aquella pertinacia, y que fuese su amigo, y que gozase de la honra militar, y de las otras mercedes que le hacía. Rióse Hipólito, y con voz alta y clara dijo: Mi honra y gloria militar, es ser soldado constante de Cristo, y morir debajo de su bandera: Mandó el tirano confiscarle los bienes, y prender, y traer delante de sí toda la familia de Hipólito, porque supo que era cristiana. Entre las otras personas que en ella había, era una santa mujer, llamada Concordia, la cual había sido ama, y criado al mismo Hipólito: y dicléndole el tirano que mirase sus años, y no quisiese morir con su señor Hipólito; ella respondió: Yo, y los que estamos aquí présentes, antes queremos morir valerosamente con Hipólito, que vivir sin él, siendo cobardes. Embravecióse el tirano, y dijo: Los esclavos y siervos no se enmiendan, sino con azotes: y mandó azotar á Concordia, y herirla con plomadas tan fuertemente, que dio su espíritu al Señor en aquel tormento, estando presente Hipólito. Quedó el santo muy alegre y regocijado, por ver que había enviado delante de sí á la corona de la gloria, á la que le había dado el pecho y sustentado con su leche.
Estando ya cansados los mismos verdugos de rasgar sus carnes y de atormentarle, mandó el tirano que le levantasen del suelo, y le vistiesen de su hábito antiguo y militar, y comenzó á hablarle con blandura, rogándole que dejase aquella pertinacia, y que fuese su amigo, y que gozase de la honra militar, y de las otras mercedes que le hacía. Rióse Hipólito, y con voz alta y clara dijo: Mi honra y gloria militar, es ser soldado constante de Cristo, y morir debajo de su bandera: Mandó el tirano confiscarle los bienes, y prender, y traer delante de sí toda la familia de Hipólito, porque supo que era cristiana. Entre las otras personas que en ella había, era una santa mujer, llamada Concordia, la cual había sido ama, y criado al mismo Hipólito: y dicléndole el tirano que mirase sus años, y no quisiese morir con su señor Hipólito; ella respondió: Yo, y los que estamos aquí présentes, antes queremos morir valerosamente con Hipólito, que vivir sin él, siendo cobardes. Embravecióse el tirano, y dijo: Los esclavos y siervos no se enmiendan, sino con azotes: y mandó azotar á Concordia, y herirla con plomadas tan fuertemente, que dio su espíritu al Señor en aquel tormento, estando presente Hipólito. Quedó el santo muy alegre y regocijado, por ver que había enviado delante de sí á la corona de la gloria, á la que le había dado el pecho y sustentado con su leche.
Finalmente mandó Valeriano, que Hipólito, y
toda su familia, fuesen llevados fuera de los muros de Roma, y que allí en
presencia de Hipólito los demás fuesen degollados, y él, atado á las colas de
caballos feroces y bravos, fuese arrastrado por el campo; y así con este
horrible y cruelísimo martirio despedazado, dio su alma á Dios; y su cuerpo de
noche fué sepultado por Justino, presbítero, y otros cristianos en el campo
Verano, no lejos del cuerpo de San Lorenzo. Celebra la Iglesia su martirio á
los 13 de agosto, y fué año de Cristo de 261, imperando Valeriano, y Galieno,
su hijo. Los Martirologios, romano, de Beda, Usuardo y de Adon, hacen mención
de San Hipólito, mártir, y mas copiosamente se trata de él en los Actas del
martirio de San Lorenzo.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.
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