Santa Clara de Asís, Virgen y Fundadora
Plinio Corrêa de Oliveira, Santo del Día*
Los Santos Francisco y Clara de Asís. Fresco gótico de Giotto |
Selección biográfica:
Cuando Francisco de Asís predicaba en la Iglesia de San Jorge, una joven de
familia noble, lo escuchaba con su madre y hermana. Clara escuchó esas palabras
y comprendió que San Francisco debía ser el guía de su alma. Ella confió este
deseo a su tía, quien fue con ella a Santa María de los Ángeles para hablar con
San Francisco. ¿Quién puede decir lo que pasó en el alma del Seráfico Padre
durante esa primera entrevista con la mujer que iba a ser su asistente en las
tareas que el cielo había designado a él realizar?
Francisco reveló a Clara las bellezas de la Esposa celestial y la excelencia de
la virginidad. A continuación le describió a ella lo que más apreciaba en su
corazón: el poder y el encanto de la pobreza y la necesidad de la penitencia.
Clara escuchaba, asombrada y entusiasmada; y el divino llamado le tocó el
corazón. En poco tiempo, su decisión estaba tomada. Ella rompió todos los lazos
con el mundo y se consagró a Dios.
En la noche de Domingo de Ramos del 17 de marzo 1212, ella salió secretamente
de la casa de su padre y con algunas compañeras se dirigió a Santa María de los
Ángeles, la iglesia de la Porciúncula. San Francisco y sus hermanos que se
reunieron acompañándolas por su camino con antorchas las condujeron a la
iglesia. En esa noche se realizó el matrimonio espiritual de Santa Clara.
Francisco le preguntó qué quería, y ella respondió: “Quiero al Dios del Pesebre
y del Calvario. No deseo otro tesoro o herencia”.
Mientras que Francisco le cortaba el cabello, ella se despojó de todas sus
joyas preciosas y adornos, y recibió el rudo hábito, el cinturón, y el velo
humilde y se consagró totalmente a Dios.
Comentarios del Profesor Plinio:
Se puede admirar la belleza de la escena. En la pequeña ciudad medieval de
Asís, un cortejo de damas jóvenes huye de la casa de sus familias, que quieren
impedir su sacrificio. En silencio y con cautela caminan a través de las
sinuosas calles de Asís para no llamar ninguna atención. Ellas salen de la
ciudad; y en los campos que separan Asís del Monasterio de Santa María de los
Ángeles, ellas se reunieron con otro cortejo. Este segundo cortejo es aún más
celestial que el primero. Se trata de San Francisco de Asís, que era otro
Cristo en la tierra, que era incluso parecido físicamente a Nuestro Señor
Jesucristo.
Portando antorchas, San Francisco y algunos de esos santos que le ayudaron a
fundar la Orden Franciscana caminan para recibir a esas vírgenes. Los cortejos
se unen y entran juntos en la Iglesia de Nuestra Señora. El grupo se reúne en
su interior en un círculo. Santa Clara renuncia a todo.
Entonces, San Francisco le corta el cabello en cuanto
ella da el paso definitivo de lo que sería el nacimiento de la Orden de las
Clarisas. De ese paso dependía toda la Orden Segunda de los Franciscanos, que
dio tantos santos a la Iglesia Católica y a la gloria de Dios a través de los
siglos.
Santa Clara dejó todo para entrar en un convento en un momento en que, en muchos aspectos, la Iglesia estaba en su apogeo. Hoy en día, somos testigos de la Casa de Dios agrietada, la dignidad de los ministros de Dios arrastrada en el lodo, las religiosas ya no usan más el velo, la vida religiosa se desintegró. ¿Este espectáculo trágico nos deja indiferentes? ¿Estamos más preocupados por nuestro trabajo, en ganar dinero, comprar un coche nuevo y ropa nueva, o de la adquisición de más comodidades para nuestro hogar? Si es así, ¿dónde está nuestra fe? ¿En qué creemos? ¿Qué es lo que tomamos en serio?
Un católico que carece por completo de seriedad puede poner su vida personal por encima del dolor que representa para la Iglesia Católica esta extrema situación religiosa. En realidad, representa otra Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy la Iglesia está crucificada. Ella no muere porque no puede morir; de lo contrario ya habría expirado.
Por lo tanto, en este día de Santa Clara, imitemos su dedicación y confirmemos nuestro compromiso de ofrecer nuestras vidas para luchar contra el progresismo en la Iglesia, que es el peor enemigo que jamás haya tenido a lo largo del tiempo. Nunca una causa ha tenido tan pocas personas para luchar por ella. Esto es suficiente para caracterizarla como la lucha más gloriosa en la historia.
Hablando de los pilotos que lucharon en la Batalla de Londres y que salvaron a la ciudad de los bombardeos nazis, Churchill dijo: “Nunca les fue dado tanto a tan pocos”. En el Juicio Final, Nuestra Señora sin duda va a decir algo similar de quienes lucharon por Ella en la hora presente.
Pidamos a Nuestra Señora y a Santa Clara que llenen nuestras almas con el espíritu de dedicación por la causa de la Santa Madre Iglesia.
Santa Clara dejó todo para entrar en un convento en un momento en que, en muchos aspectos, la Iglesia estaba en su apogeo. Hoy en día, somos testigos de la Casa de Dios agrietada, la dignidad de los ministros de Dios arrastrada en el lodo, las religiosas ya no usan más el velo, la vida religiosa se desintegró. ¿Este espectáculo trágico nos deja indiferentes? ¿Estamos más preocupados por nuestro trabajo, en ganar dinero, comprar un coche nuevo y ropa nueva, o de la adquisición de más comodidades para nuestro hogar? Si es así, ¿dónde está nuestra fe? ¿En qué creemos? ¿Qué es lo que tomamos en serio?
Un católico que carece por completo de seriedad puede poner su vida personal por encima del dolor que representa para la Iglesia Católica esta extrema situación religiosa. En realidad, representa otra Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy la Iglesia está crucificada. Ella no muere porque no puede morir; de lo contrario ya habría expirado.
Por lo tanto, en este día de Santa Clara, imitemos su dedicación y confirmemos nuestro compromiso de ofrecer nuestras vidas para luchar contra el progresismo en la Iglesia, que es el peor enemigo que jamás haya tenido a lo largo del tiempo. Nunca una causa ha tenido tan pocas personas para luchar por ella. Esto es suficiente para caracterizarla como la lucha más gloriosa en la historia.
Hablando de los pilotos que lucharon en la Batalla de Londres y que salvaron a la ciudad de los bombardeos nazis, Churchill dijo: “Nunca les fue dado tanto a tan pocos”. En el Juicio Final, Nuestra Señora sin duda va a decir algo similar de quienes lucharon por Ella en la hora presente.
Pidamos a Nuestra Señora y a Santa Clara que llenen nuestras almas con el espíritu de dedicación por la causa de la Santa Madre Iglesia.
(*Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira ofrecía una reflexión o comentario relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel día.Versión no revisada por el autor)
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