SANTA CLARA DE MONTEFALCO, VÍRGEN
En el valle de Espoleto, que está en la Umbría,
provincia de Italia, como cuatro millas de Foligni, y ocho de Asís, está una
villa que se llama Monte Falco, en la cual nació la virgen Santa Clara, que por
distinguirla de la otra Santa Clara de Asís, hija primogénita del seráfico
padre San Francisco, madre de tantas y tan gloriosas hijas, llaman santa Clara
de Monte Falco: la cual tuvo por padre á un hombre virtuoso, que se llamaba
Damián: y por madre á una buena mujer, por nombre Jacoba. Desde niña comenzó á
echar de sí rayos de luz divina; porque siendo de solos cuatro años, inflamada
en el amor de Jesucristo, las rodillas desnudas en tierra, ofrecía devotísimas
oraciones delante de la imagen del Crucificado, y todo su estudio era
entregarse á su esposo celestial: y porque no podía tan á su gusto entregarse á
estas devociones, sin ser vista y registrada de los de su casa, se hurtaba
muchas veces, y secretamente se iba á una iglesia que estaba allí cerca,
dedicada á San Juan (que es de San Agustín), donde extendía mas las velas de su
afecto y devoción.
A los seis años entró en el convento de agustinas de Santa Cruz y practicó las más ásperas penitencias, mortificando su inocente cuerpo. Cuentan sus biógrafos que fue tal su amor a la castidad, que no miró nunca el rostro de un hombre. |
* Estando una vez
contemplando en la llaga del costado del Señor, y toda traspasada de dolor, le
apareció un mancebo con una cruz sobre los hombros, que le dijo: Hija Clara, ya
he buscado un lugar firme para fijar esta cruz, y he hallado tu pecho en que la
pueda poner y enclavar: es pues necesario que mueras en esta cruz si deseas ser
mi hija y heredera. Desde la hora de este aparecimiento se cree, que las
insignias de Cristo crucificado fueron impresas en el casto y amoroso pecho de
esta santa virgen, de la manera que adelante se dirá; porque desde aquel tiempo
le quedó un gran dolor en el pecho.
* Llegó la hora
en que había de recibir de su celestial esposo el premio de sus trabajos, y
tuvo revelación de ello: y queriéndose aún más aparejar para aquella dichosa
salida del mundo y entrada en el cielo, llamó á todas las monjas y exhortólas á
que la encomendasen á Dios, y se acordasen de los trabajos que por ellas había
padecido: que fuesen muy humildes, pacientes y sufridas unas con otras,
obedientes á sus mayores y muy unidas todas en su santo amor entre sí, para que
la obra de nuestra redención, que Cristo tanto amó, y compró con tan caro
precio de su vida, no se perdiese en ellas por su culpa. Después recibió los
santos sacramentos y el de la extremaunción, con muchas lágrimas, y fuere
revelado que le eran perdonados todos sus pecados, y la gloria que le estaba
aparejada. Con esta visión quedó tan consolada, que no se puede decir, y rompió
el silencio, que hasta entonces había tenido, hablando con su amorosísimo
esposo con estas palabras: ¡O dulcísimo Jesús, cuán grande es, Señor, el premio
con que pagáis á los que os sirven siendo tan pequeños sus trabajos! Y con gran
fervor, dijo: Es mucho, es mucho, es mucho precio Señor para mí el paraíso. Y
algunas veces como quien hablaba con los ángeles y con los santos, decía:
Llevadme.
Pensaron los circunstantes que ya había dado el espíritu al Señor, y
llevaron el cuerpo á la iglesia para enterrarle; mas allí tornando en sí, abrió
los ojos: y alegrándose todos los que estaban presentes, le dijeron que parecía
tener mejoría; más la esposa de Cristo, conociendo ser llegada su hora, con
grande alegría y sosiego les dijo: Amadas discípulas y hermanas mías, yo me voy
de este mundo para el Señor que me llama: yo os encomiendo á él, en cuyas manos
os dejo. Acabadas estas palabras, voló aquella alma bendita (sin algún
movimiento ni alteración) á su Criador, dejando el cuerpo con su color y
blancura como si estuviera vivo, con los ojos levantados al cielo, y el rostro
con una claridad y un color rosado que le sobrevino y le hacía muy hermoso. Pasó de esta vida á 17 de agosto, año
del Señor de 1299, á treinta y tres años de su edad, según la Crónica de la
orden de los Menores; y según la de San Agustín, el año de 1308, y siendo como
de cuarenta años. Resplandeció con muchos milagros dando vista á muchos ciegos,
pies á los cojos, y oídos a los sordos, vida á una doncella muerta, y sanó á
otras muchas personas gravemente enfermas de calentura tísica, de gota coral,
de lamparones, de apostemas malignas é incurables, y de otras dolencias, y
espantos de los demonios; y á otras necesitadas libró con la eficacia de sus
merecimientos y oraciones.
Por la fama de estos milagros y por haberse entendido que en su
corazón tenia las insignias de la pasión de Cristo Nuestro Redentor, las monjas
ó (como otros dicen) el vicario general del obispo de Espoleto, con licencia
del papa, vino con tres médicos á la sepultura de Santa Clara, y le abrieron el
pecho; y hallaron en su corazón (que era grande, grueso y cóncavo) impresas y
estampadas las señales de la pasión del Señor; conviene á saber, un crucifijo
con tres clavos, la lanza, la esponja, y la caña, que estaban de una parte del
corazón; y de la otra estaban los azotes, y cada uno de cinco ramales, y con la
columna y la corona de espinas. Estas señales ó insignias de la pasión
eran como de nervios fuertes y duros. Hallaron más, dentro de la hiel tres
peloticas redondas como tres avellanas, de igual peso, grandeza y color, las
cuales siempre se hallaron en un mismo peso poniendo la una en una balanza y
las otras dos en la otra, en testimonio de la verdad del misterio de la
santísima Trinidad, de la cual esta virgen fué devotísima. Y así algunos pintan
á esta esclarecida virgen, con un peso en una mano, y en las balanzas las pelotas
divididas, y en la otra mano un corazón con Cristo crucificado y con las demás
insignias de la sagrada pasión. Salió también, cuando la abrieron, sangre clara
y limpia, y recogieron de ella una redomica: la cual hoy día se muestra con el
corazón, y con las tres peloticas, con grande admiración de todos los que las
ven (y yo las he visto), alabando al Señor que así honra á sus santos y obra en
ellos tan grandes maravillas. También dicen las monjas que están en aquel
monasterio, que muchas veces, antes que venga alguna extraordinaria
tribulación, se descuaja aquella sangre de la ampolla, y hierve, y crece
visiblemente, y que luego se hacen procesiones para pedir misericordia al Señor
por intercesión de la santa virgen, y suplicarle que alce la mano del azote que
temen.
Relicario con la imagen del Crucificado, en el corazón de Clara |
* Hácese gran fiesta en Monte Falco, con licencia del papa, el día de su
glorioso tránsito á los 17 días de agosto, y también el día de la Santa Cruz de
mayo; porque esta santa solemnizaba aquel día con grande devoción. Muéstrase su
cuerpo dentro de la iglesia del convento por una reja que el año de 1561 (en
que yo le vi) estaba junto al coro de las monjas; y aunque está seco y mudado
el color, está entero sin faltarle parte alguna.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc.
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