SAN RUPERTO o ROBERTO, obispo de Worms y de Salzburgo
Apóstol de Baviera
Obispo, misionero y fundador de Salzburgo, la encantadora ciudad alpina en Austria, célebre por haber sido la cuna natal de Mozart
Pablo Luis Fandiño
Imponente imagen de San Ruperto
atribuida a Johann Vinazer (1684)
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Consagrado a Dios desde su infancia, recibió la esmerada educación que le tributaron monjes misioneros venidos de Irlanda. Sobre las excepcionales virtudes que desde muy joven adornaron su alma, “Ruperto se destacó —observa la Enciclopedia Católica, basada en antiguas crónicas— por la sencillez, la prudencia y el temor de Dios; era un amante de la verdad en su discurso, recto en la opinión, cauto en el consejo, enérgico en la acción, previsor en la caridad, y en toda su conducta modelo glorioso de rectitud”.1
Obispo de Worms
Al sobresalir por su elevada piedad y amplios conocimientos, fue designado para ocupar la silla episcopal de Worms. Su enorme reputación atrajo a muchas personas que desde lejanas provincias venían a pedirle instrucción y consejo. Sin embargo, como expresa el conocido refrán, nadie es profeta en su tierra: “aquel pueblo, que se componía la mayor parte de idólatras, no podía soportar una santidad tan ilustre, como la que condenaba todas sus irregularidades, desórdenes y supersticiones. Éstos le apalearon, le hicieron mil suertes de ultrajes y le echaron de la ciudad: pero Dios le preparaba otro asilo”.2 Ruperto soportó semejantes afrentas con gran dignidad y verdadero heroísmo. En fin, nuestro santo no hizo más que seguir las enseñanzas y el ejemplo del Apóstol:“proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina”.3
Aprovechó la presente contradicción para emprender un anhelado viaje a Roma, donde esperaba postrarse ante la tumba de San Pedro y presentar sus homenajes al Vicario de Jesucristo, a la espera de los designios de Dios.
Dios le descubre en Baviera un nuevo horizonte para su apostolado
Bautismo del duque Teodón por
San Ruperto de Salzburgo
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Entonces San Ruperto se dedicó a predicar, cultivar y civilizar a su población. De Ratisbona, la capital, pasó a Lorch en donde continuó desarrollando su ministerio. Allí, Dios se encargó de confirmar su doctrina con sorprendentes milagros; curó numerosas enfermedades con sus oraciones y convirtió a muchos de sus habitantes.
En atención al crecido número de los fieles y al extenso territorio que ocupaban, San Ruperto pensó en elegir un lugar a propósito para sede y núcleo de su apostolado. Después de descartar otras propuestas, pidió finalmente al duque de Baviera que le otorgara el territorio que otrora había sido ocupado por la ciudad romana de Juvavum, para erigir allí un monasterio y establecer su sede episcopal, a fin de afianzar su misión apostólica en el país. En agradecimiento por los grandes beneficios que su pueblo había recibido por la prédica de la fe verdadera, Teodón accedió gustosamente al pedido de San Ruperto, legándole a él y a sus sucesores un área calculada en dos mil millas cuadradas. En sus inmediaciones existía una mina de sal cuya explotación el santo obispo estimuló.
La fundación de Salzburgo
La ciudad de Salzburgo (que significa etimológicamente “ciudad de la sal”; salz en alemán equivale a sal en castellano), fue pues fundada por San Ruperto a orillas del río Salzach (“río de la sal”) y muy próxima a las ruinas del antiguo municipio romano de Juvavum. Es por ello que la iconografía cristiana representa a San Ruperto con un salero, o también con un barril en la mano, lleno precisamente de sal y no de vino.
Con la ayuda del propio duque Teodón, el santo prelado erigió la primera iglesia de Salzburgo así como un monasterio benedictino —ambos dedicados a San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles— al pie del Mönchsberg, una de las dos emblemáticas montañas que rodean la ciudad, en el mismo lugar en que San Máximo —discípulo de San Severino— sufrió el martirio junto con sus compañeros el año 476.
Vista panorámica de Salzburgo, a orillas del Salzach |
Qualis vita, finis ita
A tal vida, tal muerte. Satisfecho de haber provisto a sus instituciones con sólidas bases, San Ruperto comenzó a prepararse para el destino final de todo hombre. “Rendido de tan penosas como laboriosas fatigas, habiendo sacrificado al servicio de Dios su vida, bienes, comodidades y reputación, hizo saber a sus discípulos que se acercaba la hora de su muerte, cuya noticia sintieron en el alma; pero los consoló con la promesa de que intercedería por ellos ante el tribunal de Dios”.5
Al comenzar la Cuaresma del año 718, San Ruperto adoleció gravemente. Tras soportar con admirable paciencia las molestias propias de la enfermedad, entregó su alma a Dios el 27 de marzo de aquel año, en la festividad de la Pascua, después de haber celebrado misa y predicado.
Sus restos permanecieron en la iglesia de San Pedro desde su muerte hasta el 24 de setiembre del 774. Aquel día, San Virgilio —discípulo y sucesor suyo— condujo parte de ellos a la catedral, donde permanecen hasta hoy aguardando el día de su resurrección.
Sus restos permanecieron en la iglesia de San Pedro desde su muerte hasta el 24 de setiembre del 774. Aquel día, San Virgilio —discípulo y sucesor suyo— condujo parte de ellos a la catedral, donde permanecen hasta hoy aguardando el día de su resurrección.
Tumba de San Ruperto en la iglesia de San Pedro, Salzburgo |
El 20 de abril de 798, a pedido de Carlomagno, el Papa León III elevó la diócesis de Salzburgo a la categoría de arzobispado.
Desde fines del siglo XIII hasta comienzos del siglo XIX, Salzburgo se convirtió en un Principado gobernado por su arzobispo y formando parte del Sacro Imperio Romano Germánico.
Notas.-
1. Ulrich Schmid, St. Rupert, The Catholic Encyclopedia, Robert Appleton Co., New York, 1912, in www.newadvent.org/cathen/13229a.htm.
2. P. Alban Butler, Vidas de los Padres, Mártires y otros principales santos, Imp. Santander, Valladolid, 1789, t. III, p. 409.
3. 2 Tim 4, 2.
4. P. Alban Butler, op. cit., p. 410.
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