martes, 5 de marzo de 2024

S A N T O R A L

 

SAN FOCAS, HORTELANO, Y MÁRTIR

Fué san Focas natural de Sinope de la Morea, ciudad antigua, famosa y célebre, por muy abundante de esclarecidos varones, y filósofos insignes. El ejercicio, en que se ocupaba en su tierra este bendito siervo de Dios, era labrar una huerta, que tenía delante de la puerta de la ciudad, que cae á la puerta del istmo, ahora llamado «el estrecho de la Morea»; y de lo que allí trabajaba, sustentaba á sí, y á los que tenían necesidad: porque él hospedaba á todos los que querían ir á su pobre casa, y les daba con alegre y presto ánimo, todo lo que tenía. Predicábase por aquel tiempo la ley evangélica, y la esposa del cordero inmaculado iba en gloriosos aumentos de día en día: por lo cual las gentes se embravecieron, y los reyes y príncipes hechos todos a una, buscaban los cristianos de lejas tierras con gran diligencia, y cuidado, y á los cercanos castigaban como á hechiceros, y encantadores, siendo todo su anhelo derramar sangre católica, quitar inocentes vidas, y hacerle á Dios dignos holocaustos; si bien ellos juzgaban se los ofrecían á sus falsos dioses. Entre los demás, pues, fué denunciado Focas; porque era cristiano.
Luego que llegó la nueva á los jueces de aquella tierra, lo enviaron aprender, y los alguaciles vigilantes se informaron de su habitación, que ni el humilde ejercicio, ni el huerto pobre bastaban á esconderlo en su misma casa: dieron con él: el cual sin saber, á quien iban, ni siendo de ellos conocido; luego que los vio entrar en su casa, les puso una mesa y les dio de comer. Luego que acabaron de comer les preguntó Focas, quiénes eran, y á qué venían á aquella ciudad'; y ellos debajo de gran confianza de que no lo descubriría, le dijeron como buscaban á Focas el hortelano, para quitarle la vida, porque era cristiano.
Prosiguieron luego así: que pues había comenzado con ellos á usar de buena obra y liberalidad, lo prosiguiese en ayudarles á prenderlo, advirtiéndole importaba mucho al servicio del romano imperio, y adoración de sus dioses; que si así lo hacía, ellos alcanzarían de los jueces, suplicasen al emperador le honrase y sacase del mísero estado y ejercicio de hortelano en que vivía.

El glorioso, y esforzado caballero de Cristo Focas, que esto oyó, no hizo movimiento alguno, ni atemorizado, pensó en huir; mas antes les dijo que él les favorecería hasta que hiciesen lo que traían ordenado, porque él conocía muy bien á Focas; y así lo buscaría y hallaría, y que al día siguiente se les mostraría, y pondría en las manos: que descansasen entre tanto en su posada. Así habiendo dado recado á sus huéspedes, se fué á hacer su sepultura, y á disponer las cosas á ella convenientes, y al otro día se volvió para ellos, y les dijo: Yo he buscado con toda diligencia á Focas, y ya está aparejada la presa; y así, si os parece, tómese al punto. Preguntaron ellos con gran gozo; que ¿dónde estaba? y el siervo de Dios respondió: No está lejos: tan cerca está de vosotros, como yo; pues yo soy el mismo que buscáis: por tanto ejecutad lo que os es mandado, y cumplid el fin de vuestro trabajo y camino. Los alguaciles se quedaron pasmados mirándose unos á otros, luego que esto oyeron, y se retiraron de vergüenza y respeto que tenían á la gran liberalidad, y agasajos, que debían á tan honrado huésped: más el glorioso mártir los exhortaba, á que le degollasen; pues así cumplían con lo que se les había mandado, y á él le pagaban el ciento por uno del hospedaje; pues por la mesa que les había puesto, le daban una corona de gloria, en su martirio. Pudieron tanto al fin las persuasiones del bendito Focas, que convencidos aquellos ministros le cortaron la cabeza, y fué ofrecida al Señor por hostia, y sacrificio aceptable á los 5 de marzo; día en que la Iglesia celebra su fiesta, y martirio glorioso, que fué por los años del Señor de 114.
Sarcófago con gran parte de las reliquias del santo, en el
altar mayor de la Basílica romana de San Marcelo al Corso
Escribieron la vida y martirio do esto glorioso santo varios autores, como son Beda, Usuardo, Adon y otros muchos, y de él refieren los santos padres cosas raras y particulares, especialmente el Martirologio romano dice: que padeció por el nombre de Cristo muchas injurias y tormentos, y que en muestra y señal del triunfo y victoria que consiguió de la antigua y venenosa sierpe infernal, ha prometido Dios un continuo milagro notorio al mundo todo: y es, que cualquiera que se siento picado y mordido de alguna venenosa sierpe, si con fé pura se va a la iglesia del glorioso mártir san Focas, luego que toca á las puertas de ella, al instante huye de él todo veneno, y queda con entera salud. Lo mismo dice san Gregorio Turonense en el capítulo 99, de Gloria martyrum: y añado que se han visto en esto raros prodigios, como traer personas ya del todo moribundas, y sus cuerpos hinchados como unos odres, con la fuerza y malignidad del veneno; y luego que han llegado con ellos á la puerta de la iglesia, al instante arrojando de sí toda la ponzoña, han quedado sanos y buenos, con entera y perfecta salud: ni se halla hasta hoy, que ninguno haya muerto de tal veneno si con entera fé llega á las puertas de Focas: lo mismo será valerse de su intercesión: esto mismo refiere Surio en el tomo II á 5 de marzo. El glorioso san Asterio, obispo de Amasea, trae un encomio insigne de este bendito mártir de Jesucristo Focas, y refiérelo Baronio en sus anotaciones el Martirologio romano, advirtiendo, que se refiere también en el segundo concilio Niceno. Dice pues Asterio, hablando de nuestro glorioso mártir: «En la real ciudad de Italia, reina y cabeza de todo el mundo, se celebra la memoria, y fiesta de san Focas mártir: tiénele edificada una iglesia de singular hermosura, y grandeza; porque en tanta veneración tienen los romanos á Focas, que á Pedro y Pablo, sus insignes cabezas y príncipes de los apóstoles». Hasta aquí el glorioso Asterio en elogio de san Focas, que no sé yo pueda haber otro mayor. Son hermanas, y amigas muy queridas la humildad, y caridad: tienen el dominio, y principado de las demás virtudes: ejercitóse Focas, en la humildad, con su ejercicio, y modo de vida; y en la caridad, con la que usaba con los pobres y todos aquellos necesitados, que en su pobre casa recogía, ejercitándola aun con sus enemigos (que es el mayor lauro), como se vio, en los que venían á quitarle la vida: ¿qué mucho pues que la reina, y príncipe de las ciudades del mundo le venere, y haga de él la estimación, que de sus príncipes Pedro y Pablo? Es verdad, que era un pobre y humilde hortelano; pero eso mismo le ilustraba más: que también Pedro era un pobre, y humilde pescador; y es supremo príncipe del apostolado, y de la Iglesia toda. Quien quisiere ser príncipe, y venerado como tal, aprenda á ser humilde, que es el camino derecho de la gloria.

 Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

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