lunes, 30 de junio de 2025

S A N T O R A L

Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana

Acta del Martirio de los protomártires romanos



En el año 64, la cristiandad romana va a pasar literalmente por la prueba del fuego. Una clara noche de julio de dicho año, sentado en el trono imperial Nerón, un terrible incendio, propagado con inusitada violencia, destruyó durante seis días los principales barrios de la vieja Roma.
La descripción que del siniestro nos ha dejado Tácito en sus Anales, escritos unos cincuenta años después del suceso, pertenece a las páginas justamente más célebres de la literatura universal; celebridad enormemente acrecida por ser en esa página donde por primera vez una pluma pagana (y nada menos que la del historiador romano más importante) deja constancia del hecho más grande de la historia universal: el cristianismo y la muerte violenta de su fundador, Cristo:

El incendio de Roma y los mártires (Tácito, Ann., XV, 38-44)

“Siguióse un desastre, no se sabe si por obra del azar o por maquinación del emperador (pues una y otra versión tuvieron autoridad), pero sí más grave y espantoso de cuantos acontecieron a esta ciudad por violencia del fuego. [….]
Añadióse a todo esto los gritos de las mujeres despavoridas, los ancianos y los niños; unos arrastraban a los enfermos, otros los aguardaban; gentes que se detenían, otras que se apresuraban, todo se tornaba impedimento. Y a menudo sucedía que, volviendo la vista atrás, se hallaban atacados por el fuego de lado o de frente; o que, al escapar a los barrios vecinos, alcanzados también estos por el siniestro, daban con la misma calamidad aun en parajes que creyeran alejados. […] 

Por otra parte, nadie se atrevía a tajar el incendio, pues había fuertes grupos de hombres que, con repetidas amenazas, prohibían apagarlo, a lo que se añadían que otros, a cara descubierta, lanzaban tizones, y a gritos proclamaban estar autorizados para ello, fuera para llevar a cabo más libremente sus rapiñas, fuera que, efectivamente, se les hubiera dado semejante orden.
Nerón, que a la sazón tenía su residencia en Ancio, no volvió a la ciudad hasta que el fuego se fue acercando a su casa, por la que había unido el Palatino y los jardines de Mecenas. […]
Todo ello, si bien encaminado al favor popular, caía en el vacío, pues se había esparcido el rumor de que, en el momento mismo en que se abrasaba la ciudad, había él subido a la escena de su palacio y había recitado la ruina de Troya, buscando semejanza a las calamidades presentes en los desastres antiguos.

Por fin, a los seis días, se logró poner término al incendio al pie mismo del Esquilino, derribando en un vasto espacio los edificios, a fin de oponer a su continua violencia un campo raso y, por así decir, el vacío del cielo.
Aun no se había ido el miedo y vuelto la esperanza al pueblo, cuando de nuevo estalló el incendio, si bien en lugares más deshabitados de la ciudad, por lo que fueron menos las víctimas humanas, derruyéndose, en cambio, más ampliamente templos de dioses y galerías dedicadas a esparcimiento y recreo. Sobre este nuevo incendio corrieron aún peores voces, por haber estallado en los campos aurelianos de Tigelino y creerse que, por lo visto, Nerón buscaba la gloria de fundar una nueva ciudad y llamarla con su nombre. […]
Sea de ello lo que fuere, Nerón se aprovechó de la ruina de su ciudad y se construyó un palacio, en que no eran tanto de admirar las piedras preciosas y el oro, cosas gastadas de antiguo y hechas vulgares por el lujo, cuanto de campos y estanques, y, al modo de los desiertos, acá unos bosques, allá espacios descubiertos y panoramas. […]
Tales fueron las medidas aconsejadas por 
la humana prudencia. Seguidamente se celebraron expiaciones a los dioses y se consultaron los libros sibilinos. Siguiendo sus indicaciones, se hicieron públicas rogativas a Vulcano, a Ceres y a Proserpina; se ofreció por las matronas un sacrificio de propiciación a Juno, primero en el Capitolio, luego junto al próximo mar, de donde se sacó agua para rociar el templo e imagen de la diosa.

Sin embargo, ni por industria humana, ni por larguezas del emperador, ni por sacrificios a los dioses, se lograba alejar la mala fama de que el incendio había sido mandado. Así pues, con el fin de extirpar el rumor, Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos.
El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilatos durante el Imperio de Tiberio y, reprimida, por de pronto, la perniciosa superstición, irrumpió de nuevo no sólo por Judea, origen de este mal, sino por la urbe misma, a donde confluye y se celebra cuanto de atroz y vergonzoso hay por dondequiera.
Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego, por las indicaciones que éstos dieron, toda una ingente muchedumbre quedó convicta, no tanto del crimen del incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, eran quemados al caer el día, a guisa de luminarias nocturnas.
Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o guiando él mismo su coche. De ahí que, aun castigando a culpables y merecedores de los últimos suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se los eliminaba por motivo de pública autoridad, sino por satisfacer la crueldad de uno solo.”

El incendio de Roma, según Suetonio (Nero, XXXVIII)

“Mas ni a su pueblo ni a las murallas de su patria perdonó Nerón. En efecto, con achaque de serle molesta la deformidad de los viejos edificios y la estrechez y tortuosidad de las calles, prendió fuego a la ciudad tan al descubierto que varios consulares que sorprendieron a camareros suyos con estopa y teas en sus propias fincas, no se atrevieron ni a tocarlos, y algunos graneros, situados en el solar de la Casa de Oro, qué él codiciaba sobre toda ponderación, fueron derribados con máquinas de guerra y abrasados, por estar hechos con piedra de sillería. Durante seis días con sus noches duró en todo su furor el estrago, obligando a la muchedumbre a buscar cobijo en los públicos monumentos y sepulcros. 
Entonces, aparte un número inmenso de casas particulares, se quemaron los palacios de los antiguos generales, adornados todavía con los trofeos de los enemigos; los templos de los dioses, que se remontaban a la época de los reyes, y otros consagrados en las guerras gálicas y púnicas, y, en fin, cuanto de precioso y memorable había sobrevivido al tiempo.

Nerón contempló el incendio desde la torre de Mecenas, y arrebatado “por la belleza”, como él decía, “de las llamas”, recitó, vestido de su famoso traje de teatro, la “Toma de Ilión”. Y para que no se le escapara tampoco esta ocasión de coger la mayor presa y botín posible, prometió retirar por su cuenta los escombros y cadáveres, con cuyo pretexto no permitió a nadie acercarse a los restos de sus bienes; y con las tributaciones, no ya sólo voluntarias, sino exigidas, dejó casi exhaustas a las provincias y a los particulares.”

Fuente:BAC, D. RUIZ BUENO, ACTAS DE LOS MÁRTIRES, 212-225

domingo, 29 de junio de 2025

S A N T O R A L

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APOSTOLES

LA RESPUESTA DE AMOR

"¿Simón, hijo de Juan; me amas?" He aquí el momento en que se escucha la respuesta que el Hijo del Hombre exigía del pescador de Galilea. Pedro no teme la triple interrogación del Señor. Desde aquella noche en que el gallo fué menos solícito para cantar que el primero de los Apóstoles para renegar de su Maestro, continuas lágrimas cavaron dos surcos en sus mejillas; ha luido el día en que cesen estas lágrimas. Desde el patíbulo en que el humilde discípulo ha pedido le claven cabeza abajo, su corazón generoso repite, por fin sin miedo, la protesta que, desde la escena de las orillas del lago de Tiberíades, ha consumido silenciosamente su vida: "¡Sí, Señor, tú sabes que te amo!"

EL AMOR, CARACTERÍSTICA DEL SACERDOCIO NUEVO

El amor es la característica que distingue el sacerdocio de los tiempos nuevos del ministerio de la ley de servidumbre. El sacerdote judío, impotente, temeroso, no sabía sino derramar sangre de victimas simbólicas sobre un altar simbólico también. Jesús, Sacerdote y Víctima a la vez, exige más de aquellos a quienes llama a participar de la prerrogativa que le hace Pontífice eterno según el orden de Melquisedec "No os llamaré en adelante siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; sino que os he llamado mis amigos porque os he comunicado todo lo que he recibido del Padre. Como mi Padre me ha amado, así os amo yo; permaneced en mi amor".
Ahora bien, para el sacerdote admitido de esta manera a la unión con el Pontífice eterno, el amor no es completo, si no se extiende a la humanidad rescatada en el gran Sacrificio. Y nótese que para él es más estricta la obligación, común a los cristianos, de amarse como miembros de una misma Cabeza; pues por su sacerdocio se hace partícipe de la Cabeza, y con esta participación, la caridad debe tener en él algo del carácter y grandeza del amor que esa Cabeza tiene a sus miembros. Y ¿cuánto mayor será, si, al poder que tiene de inmolar a Cristo mismo, y al deber que le obliga a ofrecerse con él en el secreto de los Misterios, la plenitud del Pontificado le añade la misión pública de dar a la Iglesia el apoyo que necesita y la fecundidad que el Esposo celestial espera de ella? Entonces es cuando, según la doctrina sostenida siempre por los Papas, por los Concilios y por los Padres, el Espíritu Santo le adapta a su misión sublime, identificando enteramente su amor con el del Esposo cuyas obligaciones asume y cuyos derechos ejerce.

EL AMOR DE SAN PEDRO

Al confiar a Simón hijo de Juan la humanidad redimida, el primer cuidado del Hombre-Dios fué asegurarse de que sería fiel vicario de su amor; de que, habiendo recibido más que los otros, le amaría más que todos; de que, siendo heredero del amor de Jesús para los suyos que estaban en el mundo, los debía amar, como El, hasta el fin. Por esto, la exaltación de Pedro a las cumbres de la Jerarquía sagrada, concuerda en el Evangelio con el anuncio de su martirio siendo Sumo Pontífice, tenía que seguir hasta la cruz al Jerarca supremo.
Ahora bien, la santidad de la criatura y, a la vez, la gloria de Dios Creador y Salvador, tienen su completa realización en el Sacrificio, que junta al pastor y al rebaño en un mismo holocausto.
Por este fin último de todo pontificado y de toda jerarquía, Pedro recorrió toda la tierra, después de la Ascensión de Jesús. En Joppe, cuando estaba aún al principio de sus correrlas apostólicas, se apoderó de él un hambre misteriosa: "Levántate, Pedro; mata y come", le dijo el Espíritu; y al mismo tiempo una visión simbólica ponía ante sus ojos los animales de la tierra y las aves del cielo. Eran los gentiles que debía reunir, en la mesa del banquete divino, con los fieles de Israel. Vicario del Verbo, se haría participante de su inmensa hambre; su caridad,-como fuego devorador, se asimilaría los pueblos; y, ejerciendo su título de jefe, llegaría un día en que, verdadera cabeza del mundo, haría de esta humanidad, ofrecida como presa a su avidez, el cuerpo de Cristo en su propia persona. Entonces, nuevo Isaac, o más bien verdadero Cristo, verá levantarse delante de él la montaña en donde Dios mira, esperando el sacrificio.

EL MARTIRIO DE SAN PEDRO

Miremos también nosotros, pues ha llegado a ser presente ese futuro, y, como en el Viernes Santo, participamos en el desenlace que se anuncia. Participación dichosa, toda triunfal: aquí, el deicida no mezcla su nota lúgubre al homenaje del mundo, y el perfume de inmolación que ahora sube de la tierra, no llena los cielos sino de suave alegría. Se diría que la tierra, divinizada por la virtud de la hostia adorable del Calvario, se basta a sí misma. Pedro, simple hijo de Adán, y, con todo eso, verdadero Sumo Pontífice, avanza llevando el mundo: su sacrificio va a completar el de Jesucristo, que le invistió con su grandeza; la Iglesia, inseparable de su Cabeza visible, le reviste también con su gloria. Por la virtud de esta nueva cruz que se levanta, Roma se hace hoy la ciudad santa. Mientras Sión queda maldita por haber crucificado un día a su Salvador, Roma podrá rechazar al Hombre-Dios, derramar su sangre en sus mártires: ningún crimen de Roma prevalecerá sobre el gran hecho que ahora se realiza; la cruz de Pedro le ha traspasado todos los derechos de la de Jesús, dejando a los judíos la maldición; ahora Roma es la verdadera Jerusalén.

EL MARTIRIO DE SAN PABLO

Siendo tal la significación de este día, no es de maravillar que el Señor la haya querido aumentar aún más, añadiendo el martirio del Apóstol Pablo al sacrificio de Simón Pedro. Pablo, más que nadie, habla prometido con sus predicaciones la edificación del cuerpo de Cristo;si hoy la Iglesia ha llegado a este completo desenvolvimiento que la permite ofrecerse en su Cabeza como hostia de suavísimo olor, ¿quién mejor que él merecía completar la oblación? Habiendo llegado la edad perfecta de la Esposa, ha acabado también su obra. Inseparable de Pedro en los trabajos por la fe y el amor, le acompaña del mismo modo en la muerte; los dos dejan a la tierra alegrarse en las bodas divinas selladas con su sangre, y suben juntos a la mansión eterna, donde se completa la unión.

VIDA DIVINA

San Pedro después de Pentecostés organizó con los otros apóstoles la Iglesia de Jerusalén, luego las de Samaria y Judea, y recibió en la Iglesia al centurión Cornelio, el primer pagano convertido. Habiendo escapado milagrosamente de la muerte que le tenía preparada el Rey Herodes Agripa, dejó Jerusalén y se dirigió a Roma donde fundó, alrededor del año 42, la Iglesia que sería más tarde el centro de la Catolicidad. Desde Roma emprendió varias excursiones apostólicas. Hacia el año 50 se encuentra en Jerusalén para el concilio que decidió la admisión de los gentiles en la Iglesia, sin obligarlos a las observancias de la ley mosaica. Partió luego a Antioquía, al Ponto, Galacla, Capadocia, Bitinia, y a la provincia de Asia. Un incendio destruyó Roma hacia el año 64, y acusando Nerón a los cristianos de tal catástrofe, los hizo encarcelar en masa. Muchos cientos, quizá millares, fueron condenados a muerte con diversos tormentos: unos crucificados, otros quemados vivos, otros fueron entregados a las bestias en el anfiteatro, otros decapitados. San Pedro, encarcelado, según antigua tradición, en la cárcel Mamertina, fué crucificado con la cabeza abajo en los jardines de Nerón, sobre la colina del Vaticano, y allí mismo fué enterrado. No se conoce la fecha exacta de su martirio: se debe colocar entre el año 64 y el 67.

fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


San Pedro y San Pablo


Comentario del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira
Selección biográfica
Hoy es la fiesta de San Pedro y San Pablo. Estamos festejando el 19° centenario del martirio de los dos apóstoles.
Respecto de los apóstoles San Pedro y San Pablo, Dom Guéranger, en el Année Liturgique, tiene las siguientes palabras:



Santos Pedro y Pablo 
presentando la Iglesia a Dios,

 escuela veneciana, siglo XIV
“Pedro y Pablo no cesan de oír las oraciones de sus devotos. El tiempo no disminuye sus poderes, y más en el cielo que otrora en la tierra, la grandeza de los intereses generales de la Iglesia no los absorbe lo suficiente como para descuidar el menor de los habitantes de esta gloriosa ciudad de Dios, de la cual eran y siguen siendo príncipes.
 ”Uno de los triunfos del demonio en nuestra época fue el de haber adormecido, en este punto, la fe de los justos. Es preciso insistir para terminar ese sueño funesto, que nos llevará al olvido de que el Señor quiso confiar a los hombres el cuidado de continuar su obra y representarlo visiblemente en la tierra.
 ”San Ambrosio exalta la eficaz y viva acción apostólica que no descansa de la Iglesia, y expresa con delicadeza y profundidad el papel de Pedro y Pablo en la salvación de los elegidos. La Iglesia, dice él, es un navío en el que Pedro debe pescar y en esa pesca él recibe órdenes de usar a veces la red, a veces el anzuelo. Gran misterio, porque esa pesca es toda espiritual. La red protege, el anzuelo hiere; la red atrapa multitud, en cambio el anzuelo al pez solitario. El buen pez no repele el anzuelo de Pedro, que no mata, sino que convierte. Preciosa herida cortante, que en la sangre permite profesar la misma fe de Pedro y pagar el tributo al apóstol y maestro.
 ”Entonces, no te subestimes porque tu cuerpo es débil; de tu boca tienes que pagar a Cristo y a Iglesia y a Pedro.
 ”Porque en nosotros hay un tesoro: el Verbo de Dios. La confesión de Jesús lo pone en nuestros labios. Es por esto que Él dice a Simón: Id mar adentro, esto es, al corazón del hombre, porque el corazón del hombre en sus escondrijos es como las aguas profundas. Id mar adentro, esto es, a Cristo, porque Cristo es la reserva profunda de las aguas vivas en la cual están los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
 ”Pedro continua pescando todos los días. Todos los días el Señor le dice: id mar adentro. Pero me parece oír a Pedro: Maestro, trabajamos toda la noche, sin conseguir nada. Pedro sufre cuando somos duros de corazón.
 ”Pablo también está luchando por nuestras almas. ¿No nos dijo que nadie sufre sin que él también sufra? Debemos actuar de manera de no hacer sufrir por nuestra culpa a los apóstoles”.

Comentarios del Profesor Plinio

El llamado de San Pedro, ilustración del siglo XIV

Son muy bellas palabras y podríamos hacer un comentario sobre cada una de ellas. Lo primero es esa primera parte, esa interesante referencia de Dom Guéranger de que la Providencia permitió que la fe de los justos se volviera somnolienta respecto al papel de que desde lo alto del cielo San Pedro y San Pablo desempeñan para el bien de la Iglesia Católica y para la salvación de las almas.
Es curioso, pero la devoción a los apóstoles disminuyó mucho, a excepción de la devoción a San Judas Tadeo, que era exactamente un apóstol casi desconocido y que durante algún tiempo incluso levantó algunas sospechas porque la gente pensaba que este Judas podría ser Judas Iscariote, también un miembro del colegio de los apóstoles. A excepción de la devoción a San Judas, que se convirtió en patrón de los imposibles, la devoción a los otros apóstoles disminuyó mucho.
Esta disminución es completamente irracional, ya que es evidente que la misión de los apóstoles no disminuyó con el tiempo. Por el contrario, sabemos que su misión continúa ahora y continuará hastael fin de los tiempos. Ellos no fueron apóstoles para una sola época. Ellos no fueron hombres que salvaron almas en los primeros días de la Iglesia y luego se fueron al cielo donde no hacen nada. Ellos están allí ahora con Nuestro Señor Jesucristo mirando y ejerciendo un rol sobre toda la Iglesia
El apostolado que ellos hicieron en sus tiempos fue una semilla que ellos plantaron que contenía el apostolado de todas las épocas. Desde el cielo ellos continúan nutriéndolo y desarrollándolo. Por lo tanto, la devoción a ellos es una cosa necesaria, y esta selección nos da una oportunidad para encomendarnos a San Pedro y San Pablo, para rezarles, y para aumentar nuestra devoción para con ellos.

La pesca milagrosa, Duccio de Siena

Lo segundo, la selección parece insinuar una diferencia entre el apostolado de San Pedro―hecho con un anzuelo― y el de San Pablo ―hecho con una red―. La distinción entre estos dos métodos diferentes de apostolado es útil. El apostolado de la red tiene la intención de atrapar a un gran número de personas, el apostolado del anzuelo está destinado a alcanzar tal o cual persona en particular.
Lo tercero, el texto habla muy bien del apostolado de anzuelo, diciendo que el anzuelo hiere la boca del pez, pero es a través de esta incisión que se paga el precio de su conversión. Hay conversiones que son muy difíciles, que sólo son posibles a través de grandes sacrificios y sufrimientos. La sangre exigida por el gran esfuerzo es el precio pagado para hacer parte de la Iglesia Católica. Esta es una característica normal del apostolado del anzuelo.
Hay conversiones, sin embargo, que no son dolorosos. En la Edad Media, por ejemplo, tenemos los maravillosos ejemplos de las conversiones de los reyes que trajeron naciones enteras con ellos: el reino de los francos vino a la Iglesia con Clovis, los húngaros con San Esteban, el polaco con Wenceslao, el ucraniano con San Vladimir, y así sucesivamente. Estos fueron apostolados de red que llevaron a una multitud de almas sin ningún sufrimiento especial.

La Virgen con el Niño y 
los apóstoles Pedro y Pablo,
 Lorenzo Biccidi, Venecia

Lo cuarto, otra hermosa parte de esta selección habla del apostolado cuando es infructuoso. San Pedro y San Pablo experimentaron enormes dificultades en sus apostolados, y también disfrutaron momentos de éxitos extraordinarios. No eran trabajos sencillos con un “happy endings”. Era un trabajo duro a lo largo de caminos rocosos que requirieron de mucha oración y ayuda sobrenatural para seguir adelante. Sin esta ayuda, el apostolado es infructuoso.
Debemos recordar esto en nuestro propio apostolado. Debemos tener en cuenta que San Pedro había pescado toda la noche y no tuvo éxito. Pero cuando le pidió a Nuestro Señor que lo ayudara, la red se levantó del agua llena de peces.
 Esta referencia a la pesca milagrosa sirve para ayudar a aumentar nuestra humildad y espíritu sobrenatural. Sin la ayuda sobrenatural, sin la ayuda de Dios, por intercesión de Nuestra Señora, nuestro apostolado será estéril.
Vemos que esto se traduce en una mayor gloria de Nuestra Señora y tiene que aumentar en nosotros el deseo deacercarnos a Ella. Ella que es nuestra amorosa y omnipotente suplicante delante de Dios, que con su oración puede obtener todo lo que Ella pide.


[Santo del día del 29 de junio de 1967] Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía un comentario relacionado con el santo que se celebraba ese día. 

sábado, 28 de junio de 2025

S A N T O R A L

FIESTA DEL CORAZON INMACULADO DE MARIA

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN INMACULADO

La devoción al Corazón Inmaculado de María es tan antigua como el cristianismo. El Espíritu Santo nos lo enseñó por San Lucas, el evangelista de la infancia del Salvador: "María guardaba todas estas palabras, y las meditaba en su Corazón... Y la Madre de Jesús guardaba todas estas cosas en su corazón". Tal es el origen de esta devoción que, andando el tiempo, excitaría a los fieles a dar a María el honor y el amor que se la deben. Las perfecciones de éste Corazón las han cantado los mayores Doctores de la Iglesia: San Ambrosio, San Agustín, San Juan Crisóstomo, San León, San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino de Sena, las dos grandes monjas Santa Gertrudis y Santa Mectildis... pero en el siglo XVII, San Juan Eudes, "padre, doctor y apóstol del culto del Sagrado Corazón", antes lo fué del purísimo Corazón de María, y del dominio de la piedad privada, lo introdujo en la Liturgia católica.

OBJETO DE ESTA DEVOCIÓN

El objeto de esta devoción él mismo nos lo ha dicho: "En el corazón santísimo de la predilecta Madre de Dios, pretendemos y deseamos sobre todo reverenciar y honrar la facultad y capacidad de amor, tanto natural como sobrenatural, que existe en esa Madre de amor y que ella empleó toda en amar a Dios y al prójimo. La palabra corazón significa el corazón material y corporal que llevamos en nuestro pecho, órgano y símbolo del amor; también se toma por la memoria y por el entendimiento, con el cual hacemos la medi sino también para ser nuestro corazón, de modo que, siendo miembros de Jesús e hijos de María no tengamos más que un corazón con nuestra Cabeza y nuestra divina Madre y que hagamos todas nuestras acciones con el Corazón de Jesús y de María".
Y ¡cómo pueden los hombres, al darse más! y más cuenta de lo que deben a su Madre, no creerse obligados a mostrarla su agradecimiento y su amor! Si Nuestra Señora nos dió su Corazón, ¿no es justo que nosotros la demos el nuestro para que ella le purifique, le santifique y en: él establezca el reino de Dios y se le entregue a Jesús, y que se le demos por una consagración completa y perfecta de nosotros mismos, como aconsejan los Santos y especialmente San Griñón de Monfort?

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO
Pero, si la consagración de un alma individual a María, la acarrea las más grandes gracias, ¿qué frutos deberemos esperar de una consagración de todo el género humano hecha por el Sumo Pontífice? La Virgen misma se dignó anunciar que esto la agradaría. Y, por eso, el 8 de diciembre de 1942, Su Santidad Pío XII, respondiendo con júbilo al deseo de Nuestra Señora de Fátima, lleno de confianza en la mediación universal de la Reina de la Paz, consagró solemnemente al género humano al Inmaculado Corazón de María. Todas las naciones católicas se unieron al supremo Pastor.


fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

El Corazón Sapiencial e Inmaculado de María

El Prof. Plinio Correa de Oliveira así nos presenta la sabiduría de la Santísima Virgen: ¿Qué viene a ser la sapiencia del Corazón de María?
La sabiduría, como virtud de la inteligencia, nos hace ver todas las cosas por sus aspectos más elevados, aquellos por donde ellas más se asemejan a Dios Nuestro Señor, ser absoluto, infinito, perfecto y eterno, que jamás podrá sufrir ninguna alteración.
Considerando así el universo, la mente humana adquiere una admirable unidad y una extraordinaria coherencia: nada de contradicción, de dilaceración o de duda, sino certeza, fe, convicción, firmeza desde los más altos principios hasta las menores cosas.
Esta es la fisionomía moral del varón verdaderamente católico: coherente en todo, porque todo en él proviene de las más altas reflexiones del espíritu, esto es, de aquellas que se anclan en Dios Nuestro Señor. Como virtud de la voluntad, la sabiduría es la disposición de seguir lo que la inteligencia conoce y nos indica, y, por tanto, de hacer inamovible y firmemente aquello que es nuestro deber.


Inteligencia soberanamente límpida y lúcida, porque llena de convicción de la existencia de Dios y de fe sobrenatural; inteligencia, porque límpida y lúcida, sumamente coherente; voluntad fuerte, firme, inamovible, constantemente dirigida al fin que ella debe tener en vista - esto nos revela el hombre sapiencial. Esta virtud de la sabiduría contiene, por tanto, todas las otras virtudes, y está puesta en el primer mandamiento de la Ley de Dios. Cuando el decálogo nos dice: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y todo tu entendimiento" (Dt. VI 5), él nos prescribe ser así. 
Y tal es Nuestra Señora. El corazón de María Santísima (es decir, su alma) es soberanamente elevado, soberanamente grande, soberanamente serio, soberanamente profundo, porque es sapiencial. Ella es el vaso de elección en el cual posó el Espíritu Santo, para en él engendrar a Nuestro Señor Jesucristo. Y el único himno que conocemos como proferido por Nuestra Señora en su vida terrenal, es una verdadera maravilla de sabiduría: el Magníficat. 
"Mi alma engrandece al Señor; y mi espíritu exulta en Dios mi Creador; porque consideró la humildad de su sierva, por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc. I, 47-48) 
Cuánto es posible a una mente creada, Nuestra Señora midió, por su sabiduría, toda la grandeza de Dios, y en esto se alegró. Por otro lado, consideró su pequeñez, y entonces dijo: "Yo me alegro en Dios mi Salvador, porque Él miró para la bajeza de su esclava". ¡Esto es un poema de Contra-Revolución! Es la esclava que se encanta de ser esclava, de ser pequeña, de ver cómo Dios es infinitamente superior a Ella, y del fondo de su nada glorifica al Señor. 
Es el pequeño que reconoce, con agrado, su posición. El esclavo no tiene derechos, y está colocado abajo de la condición común de los hombres. Pues bien, Nuestra Señora se proclama esclava de Nuestro Señor Jesucristo, precursora de todos los esclavos que Ella tendría a lo largo de los siglos. Y fue sobre la humildad de esta criatura esclava que satisfizo al Señor poner los ojos, y por eso Ella exulta: porque la grandeza amó la pequeñez.
Esto es profundamente contra-revolucionario. He aquí la verdadera humildad que ama su lugar inferior, adorando la grandeza que la eleva. He aquí el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María. 
(Plinio Corrêa de Oliveira, Conferencia el 21/8/1968)

S A N T O R A L

SAN IRENEO, OBISPO Y MARTIR

IRENEO Y LA PRIMACÍA ROMANA



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La Iglesia de Lyon presenta en este día a la admiración del mundo, a su gran doctor, el pacifico y valiente Ireneo, lumbrera de Occidente Conviene escucharle dando a la Iglesia madre el célebre testimonio que, hasta nuestros tiempos, ha vivamente contrariado a la herejía y conturbado al infierno; y la eterna Sabiduría ha querido fijar para hoy su triunfo, porque encierra una instrucción muy propia para preparar nuestros corazones  para mañana. Oigamos al discípulo de Policarpo, al celoso oyente de los discípulos de los Apóstoles, a aquel a quien su ciencia y sus peregrinaciones, desde la brillante Jonia hasta el país de los Celtas, hicieron el más autorizado testigo de la fe de las Iglesias en el siglo segundo. Todas estas Iglesias, dice el Obispo de Lyon, se inclinan ante Roma, la señora y la madre. "Porque con ella, a causa de la autoridad de su origen, deben concordar las demás; en ella, los fieles que existen en todas partes, guardan siempre pura la fe que se les predicó. Grande y digna de veneración por su antigüedad sobre todas, reconocida por todos, fundada por los dos más gloriosos Apóstoles Pedro y Pablo, sus Obispos son, por su sucesión, el canal por donde viene hasta nosotros íntegra la tradición apostólica: de tal manera que todo el que difiere de ella en su creencia, por solo este hecho es condenado."

LA HEREJÍA GNÓSTICA

La piedra que sostiene a la Iglesia, era por lo mismo inconmovible a los esfuerzos de la falsa ciencia. Y, sin embargo de eso, no era un ataque innocuo el de la Gnosis, herejía múltiple, con sus tramas urdidas en disforme mezcla por los poderes más" opuestos del abismo. Diríase que Cristo, para probar el fundamento que había puesto, permitió ensayar contra él el asalto simultáneo de todos los errores que dividían entonces el mundo, o lo destrozarían más tarde. Simón el Mago, envuelto por Satanás en los lazos de las ciencias ocultas, fué elegido por lugarteniente del príncipe de las tinieblas para esta empresa. Desenmascarado en Samaría por Simón Pedro, comenzó contra él una lucha envidiosa, que desgraciadamente no había de terminar a la muerte del padre de las herejías, sino que continuaría más viva en los siglos sucesivos. Saturnino, Basílides, Valentín, inventaron los más tortuosos y extravagantes sistemas, dejando libre curso a los instintos que en torno suyo hacía germinar la corrupción del espíritu y del corazón. En sus sistemas se encierra la reunión de las filosofías, religiones y aspiraciones más contradictorias de la humanidad.
No hay aberración, desde el dualismo persa y el idealismo indostánico, hasta la cábala judía y el politeísmo griego, que no se haya dado la mano en el santuario reservado de la gnosis. Allí se elaboraban ya fórmulas que anuncian las futuras herejías de Arrio y Eutiques. Allí anticipadamente tomaban movimiento y vida, en un extraño cuento panteístico, los más peregrinos sueños vacíos de las metafísicas modernas. Un dios abismo, que rodaba de caída en caída hasta la materia, para tener conciencia de sí mismo en la humanidad y volver por el aniquilamiento al silencio eterno: tal era uno de los dogmas de la gnosis sobre el que se apoyaba una moral, unas veces rigorista hasta el punto de incitar al suicidio cósmico, y otras mezclando una mística que incitaba a las más impuras prácticas, o abandonaba al hombre a sus pasiones.

EL DEFENSOR DEL DOGMA


San Ireneo fué escogido por Dios para oponer a la Gnosis los argumentos de su poderosa lógica y restablecer contra ella el sentido verdadero de las Escrituras; sobresalió más aún cuando, frente a mil sectas que llevaban abiertamente la señal del padre de la división y de la mentira, hizo ver que la Iglesia guarda piadosamente en todo el mundo la tradición recibida de los Apóstoles. La fe en la Santísima Trinidad que gobierna este mundo, obra suya, y el misterio de justicia y misericordia, que abandonando a los ángeles caídos, ha levantado, incluso a nuestra carne, en Jesús. Tal era el depósito que Pedro y Pablo, los Apóstoles y sus discípulos legaron al mundo "La Iglesia, pues, atestigua San Ireneo, habiendo recibido esta fe, la guarda diligentemente haciendo como una casa única de la tierra en donde vive dispersa: cree juntamente, con una sola alma y con un solo corazón; con una misma voz predica, enseña, transmite la doctrina, como si tuviese una sola boca. Porque, aun cuando en el mundo son muy diversas las lenguas, esto no impide que la tradición sea una en su savia."

FE Y AMOR

Unidad santa, fe preciosa depositada como fermento de eterna juventud en nuestros corazones, no te conocen los que se apartan de la Iglesia. Alejándose de ella, pierden a Jesús y sus dones. "Porque donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia. Desgraciados los que se separan de ella, no sacan la vida de los pechos nutritivos a los que les invitaba su madre, no apagan su sed en la purísima fuente del cuerpo del Salvador; sino que, lejos de la piedra única, van a beber en el barro de las cisternas cavadas en el lodo fétido, donde no se halla el agua de la verdad." Sofistas repletos de fórmulas y vacíos de la verdad, ¿de qué les servirá su ciencia? "¡Oh! exclama el Obispo de Lyon, en un arrebato en el que parece se inspirará más tarde el autor de la Imitación, ¡cuánto mejor es ser ignorante o de poca ciencia, y acercarse a Dios por el amor! ¿Qué utilidad reporta el saber y pasar por erudito y ser enemigo del Señor? Por eso decía San Pablo: La ciencia infla, pero la caridad edifica. No reprobaba él la verdadera ciencia de Dios, porque entonces se habría condenado a sí mismo el primero; sino que veía que algunos, vanagloriándose con el pretexto de la ciencia, no sabían amar. Sí, ciertamente: más vale no saber nada, ignorar las razones de las cosas, y creer en Dios y tener caridad. Evitemos la vanagloria que nos arrebataría el amor, vida de nuestras almas; Jesucristo, Hijo de Dios, crucificado por nosotros, sea toda nuestra ciencia."

Vida

Ireneo nació en Asia Menor, tal vez en Esmirna, entre 130 y 135. Allí conoció a San Policarpo, de quien se hizo discípulo. San    Policarpo le contó las relaciones que había tenido con San Juan y otros muchos que habían visto al Señor. Por esto, es uno de los testigos más dignos de veneración y más seguros de la tradición, y debió ser, gracias a su inteligencia, uno de los más competentes para refutar el gnosticismo. Habiendo venido a las Galias, fué agregado como sacerdote a la Iglesia de Lyon por el Obispo San Potino. Durante la persecución de 177 sostuvo a los mártires. Los fieles le enviaron a los Papas Eleuterio y Víctor, para tratar de la paz de las iglesias de Oriente, perturbadas por la controversia sobre la fecha de Pascua y por la herejía montañista. Debió de suceder al Obispo San Potino, y, según algunos, murió mártir, probablemente en 208.

LA CRISTIANDAD DE LYON

¡Qué corona la tuya, ilustre Pontífice! Los hombres son incapaces de contar las incalculables perlas de que está adornada. Porque, en la palestra donde la conquistaste, un pueblo entero luchaba contigo; cada mártir, al subir al cielo, proclamaba que te debía su gloria. Derramada la sangre de Blandina y sus cuarenta y seis compañeros treinta y un años antes, ha producido, gracias a ti, más del céntuplo. Tu trabajo hizo brotar del suelo teñido de púrpura, la semilla fecunda recibida en los primeros días, y muy pronto el reducido número de cristianos perdidos por la ciudad, la absorbieron por completo. Antes había bastado el anfiteatro para el derrame de la sangre de los mártires; hoy el torrente generoso anega calles y plazas: ¡día sagrado que hace de Lyon la émula de Roma, y la ciudad santa de las Gallas!

ROMA Y LYON

Roma y Lyon, la madre y la hija, conservaron grato recuerdo de la enseñanza que preparó este triunfo: de las doctrinas que tú asentaste sobre la firmeza de la piedra apostólica, es de las que, tanto el pastor como el rebaño, dan ahora el mayor de los testimonios. Tiempo llegará en que una asamblea de obispos cortesanos querrá persuadir al mundo que la antigua región de las Galias no recibió tus dogmas; pero la sangre vertida confundirá la pretenciosa cobardía de esos falsos testigos. Dios suscitará la tempestad, y ésta dará vuelta al celemín bajo el cual, no pudiendo extinguirla, habían ocultado por un tiempo la luz; y esta luz, que tu habías puesto sobre el candelero, iluminará a todos los que moran en la casa.

ORACIÓN POR FRANCIA

Los hijos de los mártires han permanecido fieles a Jesucristo; juntamente con María, cuya misión tan plenamente expusiste tú a sus padres, y con el Precursor del Dios humanado, que tiene asimismo parte en su amor, protégelos contra toda plaga de cuerpo y de alma. Mira por Francia, y rechaza otra vez lejos de ella la invasión de la falsa filosofía, que en nuestros días ha pretendido rejuvenecer los principios de la Gnosis. Haz que de nuevo brille la verdad a los ojos de tantos hombres a quienes la herejía, debajo de múltiples formas, retiene alejados del único aprisco de salvación. Mantén a los cristianos en la única paz digna de este nombre; guarda puras las inteligencias y los corazones de aquellos a quienes aun no ha mancillado el error. Y ahora, en fin, prepáranos a todos a celebrar cual conviene, a los gloriosos Apóstoles Pedro y Pablo, y juntamente la poderosa primacía de la madre de todas las iglesias.

  fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

viernes, 27 de junio de 2025

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Nuestra Señora del Sagrado Corazón
Plinio Corrêa de Oliveira
Si hay una época para cuya miseria sólo pueda existir esperanza de remedio en el Sagrado Corazón de Jesús, ésa es la nuestra.
Inútil sería atenuar la enormidad de los crímenes que en todas partes practica la humanidad de nuestros días. Dijo Pío XI en una de sus encíclicas, que la degradación moral del mundo contemporáneo es tal, que lo coloca en la inminencia de verse precipitado, de un momento a otro, en condiciones espirituales más miserables de que aquellas en que se encontraba cuando vino al mundo el Salvador.
En otros términos, los errores acumulados por los siglos que nos precedieron —los delirios de la Seudo-Reforma, las audacias diabólicas de la Enciclopedia, el libertinaje desenfrenado de las costumbres, los crímenes de la Revolución Francesa, la apostasía de los filósofos alemanes— crearon un ambiente de universal corrupción, que culminó en los desórdenes, en las catástrofes, en el exceso, en el desbordarse de la concupiscencia a que asiste la humanidad del siglo XX.
Cuando miramos hacia este mundo pecador, gimiendo en las torturas de mil crisis y de mil angustias, y que a despecho de eso no hace penitencia; cuando consideramos los progresos aterradores del neopaganismo, que está en vísperas de ascender al gobierno de la humanidad entera; cuando vemos, por fin, la pusilanimidad, la imprevisión, la desunión de aquellos que aún no se pasaron al bando del mal, nuestro espíritu se estremece en la previsión de las catástrofes que acumula sobre sí misma la impiedad obstinada de esta generación.
Hay algo de liberal o de luterano en imaginar que tantos crímenes no merecen castigo, y que una tal apostasía de las masas se operó por un mero error intelectual, sin que constituya un grave pecado para la humanidad. La realidad no es esa. Dios no abandona a sus criaturas y si éstas se encuentran lejos de Él, la culpa sólo les puede caber a ellas y no a Dios.
* * *
¿No habrá entonces para la humanidad otro desenlace para los días de hoy, sino desaparecer en un diluvio de lodo y de fuego? ¿No se podrá esperar para ella otro futuro en este siglo, sino un ocaso ignominioso, en que la impenitencia final será castigada por los flagelos supremos, prenunciados por la Escritura como indicios del fin del mundo?
Si Dios dejase actuar exclusivamente su Justicia, sin duda. Y ni sabemos si en tal caso el mundo habría llegado hasta el siglo XX de nuestra era. Pero como Dios no es apenas justo, sino también misericordioso, no se cerró aún para nosotros la puerta de la salvación.
Una humanidad perseverante en su impiedad, todo lo puede esperar de los rigores de Dios. Mas Dios que es infinitamente misericordioso, no quiere la muerte de esta humanidad pecadora, pero sí “que ella se convierta y viva”. Y por eso su gracia busca insistentemente a todos los hombres, para que abandonen sus pésimos caminos y vuelvan al regazo del Buen Pastor.
Si no hay catástrofes que no deba temer una humanidad impenitente, no hay misericordias que no pueda esperar una humanidad arrepentida. Y para ello no es necesario que el arrepentimiento haya consumado su obra restauradora. Basta que el pecador, aunque desde el fondo del abismo, se vuelva hacia Dios con un simple comienzo de arrepentimiento eficaz, serio y profundo, que encontrará inmediatamente el socorro de Dios, que nunca se olvidó de él. Lo dice el Espíritu Santo en la Sagrada Escritura: aunque tu padre y tu madre te abandonasen, yo no me olvidaría de ti. Hasta en los casos extremos en que el paroxismo del mal llega a agotar la propia indulgencia materna, Dios no se cansa. Porque la misericordia de Dios beneficia al pecador aún cuando la Justicia divina lo hiere de mil desgracias en el camino de la iniquidad.
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Plinio Corrêa de Oliveira
Estas dos imágenes esenciales de la justicia y de la misericordia divina, deben ser constantemente puestas ante los ojos del hombre contemporáneo. De la justicia, para que él no suponga temerariamente que sin méritos se va a salvar. De la misericordia, para que no desespere de su salvación siempre que desee enmendarse. Y si las hecatombes de nuestros días ya hablan tan claramente de la justicia de Dios, ¿qué mejor visión para completar este cuadro, que la del sol de misericordia, que es el Sagrado Corazón de Jesús?
Dios es caridad. Y por eso mismo la simple enunciación del Nombre Santísimo de Jesús recuerda la idea del amor. ¡El amor insondable e infinito que llevó a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad a encarnarse!
El amor expresado a través de esa humillación incomprensible de un Dios que se manifiesta a los hombres como un niño pobre, que acaba de nacer en una gruta. El amor que trasparece a través de aquellos treinta años de vida recogida, en la humildad de la más estricta pobreza, y en las fatigas incesantes de aquellos tres años de evangelización, en que el Hijo del Hombre recorrió caminos y atajos, traspuso montes, ríos y lagos, visitó ciudades y aldeas, surcó desiertos y poblados, habló a ricos y a pobres, esparciendo amor y recogiendo en la mayor parte del tiempo principalmente ingratitud. ¡El amor demostrado en aquella Cena suprema, precedida por la generosidad del lavado de pies y coronada por la institución de la Eucaristía! El amor de aquel último beso dado a Judas, de aquella mirada suprema puesta en San Pedro, de aquellas afrentas sufridas en la paciencia y en la mansedumbre, de aquellos sufrimientos soportados hasta la total consumación de las últimas fuerzas, de aquel perdón mediante el cual el Buen Ladrón robó el Cielo, de aquella donación extrema de una Madre celestial a la humanidad miserable.
Cada uno de estos episodios fue meticulosamente estudiado por los sabios, piadosamente meditado por los santos, maravillosamente reproducido por los artistas, y sobre todo inigualable mente celebrado por la liturgia de la Iglesia. Para hablar sobre el Sagrado Corazón de Jesús sólo hay un medio: es recapitular debidamente cada uno de ellos.
Realmente, al venerar al Sagrado Corazón, la Santa Iglesia no quiere otra cosa sino prestar una alabanza especial al amor infinito que Nuestro Señor dispensó a los hombres. Como el corazón simboliza el amor, rindiendo culto al Corazón, la Iglesia celebra el Amor.
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Nuestra Señora adoró el cuerpo de su amado Hijo
Por más variadas y bellas que sean las invocaciones con que la Santa Iglesia se refiere a Nuestra Señora, en ninguna de ellas dejaremos de encontrar una relación entre Ella y el amor de Dios. Esas invocaciones o celebran un don de Dios, al cual Nuestra Señora supo ser perfectamente fiel, o un poder especial que Ella tiene junto a su Divino Hijo.
Ahora bien, ¿qué prueban los dones de Dios, sino un amor especial del Creador? ¿Y qué prueba el poder de Nuestra Señora junto a Dios, sino ese mismo amor?
Así pues, es con toda propiedad que Nuestra Señora puede al mismo tiempo ser llamada “espejo de justicia” y “omnipotencia suplicante”. Espejo de Justicia, porque Dios la amó tanto, que en Ella concentró todas las perfecciones que una criatura puede tener, y por eso mismo en ninguna Él se refleja tan perfectamente como en Ella. Omnipotencia suplicante, porque no hay gracia que se obtenga sin Nuestra Señora, y no hay gracia que Ella no obtenga para nosotros.

Por lo tanto, invocar a Nuestra Señora bajo el título del Sagrado Corazón es hacer una síntesis bellísima de todas las otras invocaciones, y recordar el reflejo más puro y más bello de la Maternidad Divina, y hacer vibrar al mismo tiempo, armónicamente, todas las cuerdas el amor, que tocamos una a una enunciando las varias invocaciones de la letanía lauretana, o de la Salve Regina.
* * *
Pero hay una invocación que quiero recordar especialmente. Es la de abogada de los pecadores. Nuestro Señor es Juez. Y por mayor que sea su misericordia, no puede también dejar de ejercer su función de juez. Nuestra Señora, en cambio, sólo es abogada. Y nadie ignora que no es función del abogado otra cosa sino defender al reo. Así, decir que Nuestra Señora del Sagrado Corazón es nuestra abogada implica en decir que tenemos en el Cielo una abogada omnipotente, en cuyas manos se encuentra la llave de un océano infinito de misericordia.
¿Qué hay de mejor que se pueda mostrar a esta humanidad pecadora, a la cual, si no se le habla de Justicia de Dios, se embota cada vez más en el pecado, y si se habla de ella, desespera de la salvación? Mostremos la Justicia: es un deber cuya omisión ha producido los más lamentables frutos. Al lado de la Justicia que hiere a los impenitentes, nunca nos olvidemos sin embargo de la Misericordia, que ayuda al pecador seriamente arrepentido a abandonar el pecado y, así, a salvarse.

*El Legionario, 21-7-1940.