SAN BERNABE, APOSTOL
EL SENTIDO CRISTIANO DE LA HISTORIA
La promulgación de la nueva alianza vino a convidar a todos los pueblos a tomar asiento en el banquete del reino de Dios; desde entonces, en el curso de los siglos, como lo hemos hecho notar, el Espíritu santificador produjo los Santos, en momentos que corresponden frecuentemente a los más profundos designios de la eterna Sabiduría sobre la historia de las naciones. No nos admiremos: las naciones cristianas, como tales, tienen que desempeñar su misión en el progreso del reino de Dios. Esta misión las confiere obligaciones y derechos que están sobre las leyes de la naturaleza; el orden sobrenatural las concede toda clase de poderes, y el Espíritu Santo preside por sus elegidos a su desarrollo como a su nacimiento. Con razón admiramos en la historia esta providencia maravillosa, que, sin saberlo los pueblos, los transforma, y a la vez, por la influencia oculta de la santidad de los pequeños y humildes, domina la actividad de los poderosos que parece quieren arrollarlo todo a su capricho.
AGRADECIMIENTO A LOS APÓSTOLES
Pero, entre los Santos que nos parecen como el canal de las gracias destinadas a las naciones, hay algunos a quienes el agradecimiento universal debe tener menos olvidados que a los demás: éstos son los Apóstoles, colocados como base del edificio social cristiano, cuya fuente es el Evangelio.
La Iglesia procura cuidadosamente alejar de sus hijos el daño de un tan funesto olvido; ninguna estación litúrgica se ve privada del recuerdo de estos gloriosos testigos de Cristo. Pero, desde que se acaba el tiempo Pascual, sus nombres se encuentran con más frecuencia en el calendario, y cada mes recibe en gran parte su esplendor del triunfo de alguno de ellos.
La Iglesia procura cuidadosamente alejar de sus hijos el daño de un tan funesto olvido; ninguna estación litúrgica se ve privada del recuerdo de estos gloriosos testigos de Cristo. Pero, desde que se acaba el tiempo Pascual, sus nombres se encuentran con más frecuencia en el calendario, y cada mes recibe en gran parte su esplendor del triunfo de alguno de ellos.
. . . Y A SAN BERNABÉ
El mes de Junio, abrasado por los fuegos recientes de
Pentecostés, vió al Espíritu Santo colocar los primeros sillares de la Iglesia
sobre los fundamentos predestinados; merecía, pues, el honor de ser escogido
para recordar al mundo los nombres de Pedro y Pablo, que resumen, ellos solos,
los servicios y glorias de todo el Colegio Apostólico. Pedro proclamó la
admisión del pueblo gentil, a la fe de Jesucristo; Pablo fué elegido su
Apóstol; pero aun antes de proclamar, como es debido, la gloria de estos dos príncipes
del pueblo cristiano, el homenaje de las naciones se dirige en este día al guía
de Pablo en los comienzos de su apostolado, al hijo del consuelo que presentó
al convertido de Damasco a la Iglesia, zarandeada por las violencias de
Saulo su perseguidor. El 29 de Junio recibirá todo su esplendor de la confesión
simultánea de los dos príncipes de los Apóstoles, unidos en la muerte como en
la vida. ¡Honor, pues, al que sirvió de lazo de unión para esta amistad
fecunda, conduciendo al Príncipe de la Iglesia naciente, al futuro apóstol de
los gentiles!. Bernabé se presenta a nosotros como un precursor; la fiesta que
le dedica la Iglesia, es como el preludio de las alegrías que nos esperan al
fin de este mes, tan rico en luz y frutos de santidad.
VIDA
San Bernabé, judío y levita, nació en Chipre.
Partió muy pronto a Jerusalén y fué uno de los primeros cristianos. Muy afecto a la Iglesia, vendió un campo cuyo valor se lo entregó a los Apóstoles. Estos le cambiaron el nombre de José por el de Bernabé o "hijo del Consuelo", lo que significa que tenía el don de exhortar y consolar. Él les presentó a Saulo después de su conversión en el camino de Damasco, y luego, haciéndole compañero suyo en la misión de Antioquía, le inició en la vida apostólica entre los gentiles. Pronto los designó a los dos el Espíritu Santo para que llevasen el Evangelio a Chipre, a Galicia meridional, a Antioquía de Pisidia, Iconio y Listria. Volvieron a Jerusalén, donde tomaron parte muy importante en el primer concilio, y luego tornaron a Antioquía: allí se separaron, y San Bernabé volvió solo a Chipre. Un escrito del siglo v nos dice que allí padeció el martirio, lapidado y quemado por los judíos que fueron de Siria a Salamina.
Partió muy pronto a Jerusalén y fué uno de los primeros cristianos. Muy afecto a la Iglesia, vendió un campo cuyo valor se lo entregó a los Apóstoles. Estos le cambiaron el nombre de José por el de Bernabé o "hijo del Consuelo", lo que significa que tenía el don de exhortar y consolar. Él les presentó a Saulo después de su conversión en el camino de Damasco, y luego, haciéndole compañero suyo en la misión de Antioquía, le inició en la vida apostólica entre los gentiles. Pronto los designó a los dos el Espíritu Santo para que llevasen el Evangelio a Chipre, a Galicia meridional, a Antioquía de Pisidia, Iconio y Listria. Volvieron a Jerusalén, donde tomaron parte muy importante en el primer concilio, y luego tornaron a Antioquía: allí se separaron, y San Bernabé volvió solo a Chipre. Un escrito del siglo v nos dice que allí padeció el martirio, lapidado y quemado por los judíos que fueron de Siria a Salamina.
BAJO LA MOCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
El mismo Espíritu Santo hizo tu elogio llamándote en el libro de los Hechos "varón perfecto, lleno del Espíritu Santo y de fe". El mismo fué quien te inspiró que abandonaras todos los bienes para entregarte libremente a la predicación del Evangelio.
Fué también quien te señaló a los ancianos de Antioquía para que te enviasen con Pablo como nuevo apóstol de los Gentiles. Fué quien quiso que presentases al Colegio Apostólico al convertido de Damasco, que le sacases de la soledad y le acompañases en su primera misión.
Recordar tales hechos, es la mayor de las alabanzas que podemos tributarte. Nos gozamos en volverlas a la memoria, y al nombrarte todos los días con la Iglesia en el Canon de la Misa, nos damos más cuenta del papel protector que Dios te confió para con nosotros.
Puesto que estás presente en todas nuestras Misas, une tu oración a la nuestra para que, conforme lo desea la Iglesia en este día, "obtengamos de la gracia del Señor los beneficios que por tu intercesión Le pedimos (Colecta) para que el santo Sacrificio nos limpie de las manchas de nuestros pecados (Secreta); y que, alimentada con la Eucaristía, nuestra vida se consagre por completo al servicio de Dios y le sea agradable". (Poscomunión). Y si sucediere que nos desalentasen las pruebas de la vida presente y nos llenasen de tristeza, acuérdate de los dones que tan abundantes derramó el Espíritu Santo sobre tu corazón de Apóstol: anima nuestra confianza y sé nuestro consolador.
Fué también quien te señaló a los ancianos de Antioquía para que te enviasen con Pablo como nuevo apóstol de los Gentiles. Fué quien quiso que presentases al Colegio Apostólico al convertido de Damasco, que le sacases de la soledad y le acompañases en su primera misión.
Recordar tales hechos, es la mayor de las alabanzas que podemos tributarte. Nos gozamos en volverlas a la memoria, y al nombrarte todos los días con la Iglesia en el Canon de la Misa, nos damos más cuenta del papel protector que Dios te confió para con nosotros.
Puesto que estás presente en todas nuestras Misas, une tu oración a la nuestra para que, conforme lo desea la Iglesia en este día, "obtengamos de la gracia del Señor los beneficios que por tu intercesión Le pedimos (Colecta) para que el santo Sacrificio nos limpie de las manchas de nuestros pecados (Secreta); y que, alimentada con la Eucaristía, nuestra vida se consagre por completo al servicio de Dios y le sea agradable". (Poscomunión). Y si sucediere que nos desalentasen las pruebas de la vida presente y nos llenasen de tristeza, acuérdate de los dones que tan abundantes derramó el Espíritu Santo sobre tu corazón de Apóstol: anima nuestra confianza y sé nuestro consolador.
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