sábado, 15 de junio de 2024

S A N T O R A L

SANTOS VITO, MODESTO Y CRESCENCIA, MARTIRES

"SERÉIS MIS TESTIGOS"

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San Vito, por Teoderico de Praga (1365)
El Espíritu divino, que reina en el tiempo después de Pentecostés, es ante todo el testigo del Verbo. El Hombre-Dios le anunció con este título al mundo que él tenía que abandonar para volver al Padre, después de haber dado él mismo testimonio de la verdad suprema. Formados por el Espíritu Santo conforme a la figura del Hijo del Hombre, los fieles son también testigos, cuyo oficio es destruir la mentira, enemiga de Dios, expresando la verdad en sus palabras y con sus actos. Pero el supremo testimonio, que no a todos se les concede dar, es el de la sangre; los mártires son los privilegiados en esta lucha incesante entre lo verdadero y lo falso, en la cual se halla resumida toda la historia. Era necesario que también ellos brillasen estos días en el cielo. Pronto se regocijará la Iglesia con motivo del nacimiento de Juan el Precursor, el hombre más grande entre los nacidos de mujer cuya grandeza consistió precisamente en ser enviado por Dios para servir de testigo y dar testimonio de la luz. Entonces tendremos ocasión de meditar más detenidamente estos pensamientos, a los cuales parece que quieren prepararnos los alegres grupos de mártires que se van a suceder, como para anunciar la próxima llegada del amigo del Esposo. 

San Vito era natural de Nevano, Sicilia. Mártir junto con Modesto y Crescencia. Las Actas presentan a San Vito como hijo de Hylas, rico y noble senador romano, pagano; su madre Bianca que era cristiana murió al poco tiempo de su nacimiento. Fue guiado por Crescencia -su nodriza- y Modesto -marido de Crescencia y médico de Mazara-, que educaron a Vito en la fe cristiana. El padre del niño al saber que su hijo era cristiano lo denunció ante el juez y después de unas terribles torturas fue encarcelado, pero logró huir milagrosamente a Nápoles junto con el matrimonio de Modesto y Crescencia hacia Lucania y de allí a Roma.

UN SANTO AUXILIADOR

Hoy, acompañado de Modesto y Crescencia, San Vito viene a enseñarnos cuál es el precio del bautismo y la fidelidad que debemos al Padre que está en los cielos. Su gloria es grande tanto en el cielo como en la tierra; los demonios, que temblaban ante él, siguen temiéndole; su nombre permanece inscrito en la memoria del pueblo cristiano, como el de uno de sus más poderosos auxiliadores, junto con San Erasmo, San Vito o San Guido, conserva el poder de librar a los que acuden a él del mal que lleva su nombre. Hace inofensivas las mordeduras de los perros rabiosos y de las serpientes, y se muestra compasivo incluso con los mismos animales. Se le invoca también contra el letargo o sueño muy prolongado; el gallo que le acompaña en algunas representaciones, recuerda esta costumbre, así como también la de invocar al Santo para despertarse a una hora determinada. Es también patrón de los danzantes y comediantes.

VIDA

El culto de San Vito o Guido se remonta a la antigüedad más remota, pero sus Actas han sufrido numerosas interpolaciones y es difícil discernir la verdad de la leyenda. Se cuenta en ellas que padeció el martirio de muy niño en compañía de Modesto, su preceptor, y de Crescencia, su nodriza. El Papa Gelasio dedicó en Roma una Iglesia a San Vito, y en París el Monasterio de San Dionisio se gloriaba de poseer algunas de sus reliquias. Se las cedió después el Monasterio de Corbey, en Sajonia, y desde entonces se hizo muy popular su culto en toda Alemania.

SÚPLICA PARA LA CURACIÓN DE LOS HOMBRES

Noble mártir, que preferiste el Padre del cielo al de la tierra; ¿quién podrá expresar el afecto con que te trata Aquel a quien tan valerosamente confesaste ante los hombres? Quiere que aquí en la tierra brillen en torno tuyo las señales de su munificencia, pues te tiene confiada una gran parte en el ejercicio de su poder misericordioso.
En recompensa a la santa libertad que reinó en tu alma y sometió en completa obediencia tu cuerpo al alma, posees sobre la naturaleza caída un poder maravilloso: los desgraciados, cuyos miembros, agitados desordenadamente por una cruel enfermedad, no conocen la dirección del imperio de la voluntad, los mismos hombres a quienes un sueño muy prolongado los hace casi inconscientes en sus actos, encuentran a tus pies la armonía perfecta del cuerpo y del alma, permitiendo al primero, por su docilidad al alma, vacar a los deberes que tiene para con Dios y la sociedad. Ilustre santo, sé cada día más generoso en el ejercicio de tu don precioso, para bien de la humanidad doliente y mayor gloria de Dios que te ha coronado. 
Te pedimos para todos con la Iglesia, y por tu intercesión pedimos a Dios "que aleje de nosotros todo movimiento de orgullo, que tengamos la humildad, que nos hace agradables a Dios, para que, despreciando lo malo, practiquemos el bien con amor y libertad.

 fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


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