SAN GERÓNIMO EMILIANO, FUNDADOR
El glorioso san Gerónimo Emiliano ó Miani, nació en
Venecia en el año 1481: fueron sus padres Angelo Miani y Diodora Morosini,
ambos de las familias patricias y senatorias más ilustres de aquella república.
Aunque Gerónimo fué el último de los cuatro hijos varones que tuvieron sus
padres, con todo fué el primero por gracia y mérito delante de Dios. Como
su padre se hallaba continuamente los cuales ocupado en los negocios de la
república, y en desempeñar los más principales cargos de ella, la educación de
Gerónimo quedó al cuidado de su madre, que siendo dama de mucha piedad, no dejó
de destilar en el corazón del niño las máximas de la religión cristiana, y de
acostumbrarle muy temprano á los ejercicios de devoción y demás virtudes
propias de su clase y de su edad. Pero el ardor de las pasiones juveniles ahogó
bien presto estas buenas semillas, que su madre había procurado sembrar en su
alma; pues así que hubo llegado Gerónimo á los quince años de su edad, se dejó
engañar de los placeres y de los perversos ejemplos de otros jóvenes nobles
coetáneos suyos, y así abandonando el estudio de las letras, y toda práctica de
devoción, no cuidó sino de holgarse y darse buen tiempo; si leía algunos libros
eran solo los que respiraban máximas de caballería y de vanidad mundana. Con
esta lección se empeoraba cada día más y más su espíritu, y se hacía más
abominable á los ojos de Dios, al tiempo que á los ojos de los hombres
conservaba aquel decoro que convenía á su noble condición, del cual se mostraba
mucho más celoso que de la gracia de Dios. Habiendo muerto en este tiempo su
padre, que le tenía en alguna sujeción, creció sobre manera su disolución, la
cual llegó por decirlo así, hasta lo sumo, cuando abrazó la milicia sirviendo á
su república en la guerra, que tuvo esta que sostener en aquellos tiempos
contra poderosos enemigos, conjurados á su ruina en la famosa liga de Cambray.
Porque en medio del estrépito de las armas y licencia militar, se abandonó á
toda suerte de vicios, y cuanto más animoso y valeroso se mostraba en los
ejercicios militares, y en varios encuentros y combates que tuvo contra los
enemigos del estado, tanto más con su vida libertina y escandalosa, reforzaba
la cadena de sus vicios, y se hacía más esclavo de Satanás. «En suma, en el
tiempo de la guerra (son palabras del autor que fielmente escribió su vida),
quedó el ánimo de Gerónimo inficionado de muchos contagiosos achaques, que
fueron la audacia, la fiereza, la temeridad, con todos los demás vicios que
consigo lleva la desenfrenada juventud, las malvadas compañías y las ocasiones
del pecado; y sobre todo, la pasión de la ira avasalló su espíritu, de tal
modo, que traspasando todos los límites de la razón, llegaba algunas veces
hasta el furor».
En este tan
deplorable estado perseveró Gerónimo hasta la edad de treinta años. Pero en
este tiempo se dignó la divina bondad mirarle con ojos de misericordia, y
convertir este vaso de contumelia y de ignominia, en un vaso de elección:
sucedió esta maravillosa conversión en la manera siguiente. Hallándose Gerónimo
en el año de 1511 comandante de Castronovo, plaza de mucha importancia en el
Trevisano, con el título de proveedor; fué esta plaza en el mes de agosto
sitiada del ejército imperial: y no obstante la valerosa defensa de los
venecianos, y con especialidad del proveedor Gerónimo Miani, fué tomada por
asalto, y quedó Gerónimo prisionero de guerra de sus enemigos; los cuales,
según el uso de aquellos tiempos, le trataron con increíble inhumanidad.
Cargárosle de cadenas, lo pusieron esposas y grillos, y una argolla al cuello:
de esto modo le metieron en lo más profundo de una torre, donde muchas veces le
daban de palos con bárbara inhumanidad, sustentándole con una escasa porción de
pan y agua que le traían todos los días. En esto lastimoso estado habló
eficazmente el Señor al corazón de Gerónimo, y con la luz de su gracia le hizo
conocer claramente los desórdenes de su vida pasada; y de aquí empezó á conocer
y temer los terribles castigos del fuego eterno, que merecía por tantos y tan
enormes delitos como había cometido contra la divina Majestad. Las graves
tribulaciones de que se veía oprimido, y el peligro que le amenazaba á todas
horas, de acabar sus días con una muerte violenta, le humillaron á la presencia
del Señor, y cual otro Manases desde lo más oscuro de su prisión levantó la
mente y el corazón al Padre de misericordias y Dios de toda consolación, y con
incesantes lágrimas y suspiros le rogó le perdonase sus graves pecados, y le
librase no solo de las cadenas que ataban su cuerpo, sino de las otras, mucho
más duras y pesadas, que ataban su alma; prometiendo firmemente expiar sus
pecados con la debida penitencia, y llevar en adelante una vida digna de un
cristiano. Interpuso á este fin la poderosa intercesión de la Virgen santísima,
suplicándola con mucho fervor y humildad le alcanzara de su divino Hijo una verdadera
contrición de sus culpas, y una plenaria remisión de ellas, junto con el
socorro conveniente á sus urgentes temporales necesidades, haciendo voto de ir
á pié á visitar su imagen, que se venera en la iglesia de Terviño, luego que
escapase de aquel peligro. No tardó mucho en experimentar los benéficos efectos
de la piedad de la Madre de misericordia, porque se le apareció en la cárcel
esta soberana Señora, le quitó los grillos, las esposas y las cadenas, le dio
las llaves de las puertas de aquel oscuro calabozo, y abriéndolas Gerónimo se
encaminó directamente á Terviño para cumplir su voto: pero como los enemigos
habían tomado todos los caminos, dio Gerónimo en una partida de ellos, y no
sabiendo como librarse de caer en sus manos, recurrió de nuevo á su bienhechora
la Virgen santísima, la cual se le apareció segunda vez, y sirviéndolo de guía
con un nuevo prodigio, por medio de los mismos enemigos le condujo salvo
delante de Terviño.
CADENAS DE SAN JERÓNIMO
Entró Gerónimo en la ciudad, y se encaminó á la
iglesia; y postrado ante el altar de la Virgen santísima, mas con lágrimas y
sollozos que con palabras, dio á su celestial bienhechora las debidas gracias
del beneficio recibido; y en las paredes de la misma capilla colgó las esposas,
grillos y argolla que había llevado consigo, para que fuesen perpetuos testigos
del beneficio recibido, donde aún al presente permanecen.
De esta ciudad pasó Gerónimo á Venecia con una firme
resolución de entregarse enteramente y sin ninguna reserva al servicio de Dios:
y aunque por entonces no renunció la toga, ni dejó de acudir á las juntas del
senado, y de servir los oficios públicos de su patria; pero en todos sus
discursos y en todas sus acciones descubría una singular piedad y un celo tan
grande del honor y gloria de Dios, que causaba á todos suma edificación. Se
puso luego bajo la conducta de un director espiritual, dotado de mucha piedad y
doctrina, y habiendo hecho á sus pies con muchas lágrimas una confesión general
de sus pecados, emprendió con su consejo una vida penitente, mortificada y de
mucha edificación: ayunaba frecuentemente con grande rigor, llevaba sobre sus
carnes un áspero cilicio, y afligía su cuerpo con otras mortificaciones, ya
para satisfacer por los deleites de su vida pasada, ya para tener sujeta la
carne al espíritu, ya finalmente para implorar sobre sí con mayor abundancia
las divinas misericordias. Atendía con todo cuidado á mortificar todas sus
pasiones, especialmente la de la ira, que tanto le había dominado; y ayudado de
la divina gracia logró vencerla tan perfectamente, que fué después el hombre
más humilde y pacífico del mundo. Visitaba los enfermos en los hospitales,
frecuentaba las iglesias y los monasterios, hallando sus delicias en tratar con
personas religiosas de las cosas de Dios; recibía muy á menudo los santos
sacramentos, que son los canales de la divina gracia, y hacia abundantes
limosnas á los pobres y en especial á las familias vergonzantes.
En una palabra, la vida del senador Miani después
de su conversión, fué una continua serie de ejercicios de piedad y obras
buenas. Como Gerónimo estaba enteramente desengañado del mundo, deseaba
volverle las espaldas y retirarse á algún lugar solitario para hacer allí
penitencia, y contemplar únicamente los años eternos y las cosas celestiales.
Mas vióse impedido de ejecutar sus designios por la muerte anticipada de Lucas,
su hermano primogénito; el cual dejó los hijos en edad tierna encomendados al
cuidado de Gerónimo; por lo que debió el siervo de Dios encargarse por motivo
de piedad de la tutela de sus sobrinos y de la administración de sus bienes.
Satisfizo en efecto á uno y á otro encargo con suma diligencia, y los desempeñó
con tal fidelidad y acierto, que los sobrinos fueron educados en el santo temor
de Dios, y sus bienes no solo se conservaron, sino que se aumentaron
notablemente.
Entre tanto
presentóse á Gerónimo una ocasión muy oportuna de ejercitar su generosa caridad
para con los pobres, que fué la hambre que afligió toda la Italia en el año
1528, porque aunque en Venecia se sintió menos que en otras partes la falta de
trigo y otros víveres; porque aquellos sabios senadores, á la primera noticia
de la escasez de la cosecha, hicieron las provisiones más copiosas que les fué
posible, no perdonando á este fin ni diligencias ni expensas: pero fueron
tantos los pobres que concurrieron de todas parles á aquella ciudad, que las
plazas y las calles estaban llenas de gentes necesitadas, y tan miserables, que
mas con la palidez de su rostro y la debilidad de sus fuerzas, que con las
palabras pedían ayuda y socorro en su miseria. A este lastimoso espectáculo se
enterneció en un modo particular el piadoso corazón de Gerónimo; y mirando en
aquellos pobres la persona del mismo Jesucristo, resolvió emplear en alivio de
aquellos infelices todo lo que tenía, hasta su misma persona. A este fin,
después de haber repartido todo el trigo y dinero que tenía, vendió la plata,
lápices, muebles preciosos y ricas alhajas de su palacio, y se despojó de todos
sus bienes para socorrer la miseria de los hambrientos. Su misma casa era el
asilo de los pobrecitos, á quienes distribuía por su mano, ó pan, ó dinero, y
aun en ella les daba albergue para preservarles del peligro de morirse de frío
en las calles públicas, á ocasión de la rigurosa estación que entonces corría.
No se contentaba con esto su caridad; se informaba también de la miseria de
muchas familias, que se hallaban reducidas á las mayores angustias, y las
procuraba con afecto de cariñoso padre todo el socorro que podía, hasta
reducirse él mismo á la mendiguez; de manera que le faltó muchas veces pan y
dinero para proveer su necesidad. El ejemplo de esta heroica caridad, conmovió
de tal modo los ánimos de los demás ricos y hacendados de la ciudad, que
contribuyeron por su parle con mucho gusto al sustento de los pobres, y al
alivio de la común necesidad.
Siguióse á la hambre y miseria (como suele acontecer en
semejantes lances) una maligna epidemia, que llenó las casas y los hospitales
de enfermos: de aquí se abrió á Gerónimo un nuevo campo para ejercitar su
caridad: iba continuamente este ilustre senador á los hospitales para asistir á
los pobres enfermos, para consolarles y animarles con sus piadosas
exhortaciones, á sufrir con paciencia sus males y á disponerse para una buena
muerte, cuando el Señor se dignase llamarlos á la otra vida. Fueron tantas las
fatigas y las incomodidades que padeció en esta obra de caridad, que al último
cayó enfermo asaltado de una fiebre ardiente y contagiosa, que en pocos días le
puso á los últimos términos de su vida. Mas el Señor que le reservaba para
obras mayores de su gloria, le restituyó la salud, contra la esperanza de todos
con una especie de milagro. El siervo de Dios, que entonces se hallaba en la
edad de cuarenta y ocho años, miró esta gracia y prórroga de vida, que le
acababa de conceder la divina beneficencia, como un convite que el Señor le
hacía, á que se emplease en adelante enteramente y sin distracción alguna en
las cosas de su divino obsequio y en prepararse á la muerte; y deseoso de poner
desde luego en ejecución esta inspiración divina, encargó el cuidado y la
administración de los bienes de su difunto hermano al mayor de sus sobrinos que
se hallaba ya en estado de poder gobernar la casa. Renunció los oficios
públicos y los cargos de la república: depuso para siempre la toga senatoria, y
vistióse un vestido tosco y vil, de paño grosero de color pardo, según lo
llevaban las gentes pobres y plebeyas, queriendo seguir fielmente los humildes
pasos de Jesucristo, y consagrarse todo á su gloria y á la salud de sus
prójimos. No tomó Gerónimo esta resolución, sino después de mucha y fervorosa
oración, pidiendo á Dios le mostrase el camino en que quería que le sirviese; y
después de haber tomado el consejo de personas ilustradas en la vida
espiritual, especialmente del P. Juan Pedro Carrafa (que después fué promovido
á la silla de san Pedro con el nombre de Paulo IV), que era en aquel tiempo su
director. Algunos admiraron esta extraordinaria resolución, otros la alabaron y
aprobaron, y otros la censuraron y reprobaron, é hicieron burla de Gerónimo:
pero el santo que no tenía otra mira que la de agradar á Dios, despreció
igualmente las alabanzas, que las murmuraciones y las burlas de los hombres;
estando bien persuadido, que no hay cosa más opuesta al espíritu de un
verdadero cristiano, que el vano temor del que dirá el mundo y que la loca
aprehensión de los respetos humanos.
En efecto, el éxito hizo conocer que el espíritu del
Señor guiaba á Gerónimo en todos sus pasos; porque desde que tomó esta
resolución, empezó ó llevar una vida mucho más perfecta que antes; más humilde,
penitente y mortificada; y emprendió por divina inspiración una obra piadosa de
grande utilidad á las almas, y de no menor provecho al bien del estado, y fué
la siguiente. Como las guerras, la carestía y el contagio habían desolado la
Italia, y quitado la vida á innumerables personas y cabezas de familia,
muchísimos niños quedaron huérfanos, y no teniendo de que sustentarse iban
dispersos y perdidos por la ciudad, mendigando el pan por las calles, y vivían
sin temor de Dios, corriendo manifiesto peligro de perecer temporal y
eternamente. Compadeciéndose el bienaventurado Gerónimo de las miserias
espirituales y temporales de tantos huérfanos, empezó á recogerlos y juntarlos
en una casa que compró para este fin; y allí les administraba el necesario
alimento, y les instruía en el camino de la salvación. En breve tiempo se
aumentó mucho el número de estos niños, que el siervo de Dios recogía en todas
partes, no solo en Venecia, sino también en las pequeñas islas cercanas á la
ciudad; por lo que le fué necesario acudir á la piedad y caridad de las
personas ricas y hacendadas, á fin de que con sus limosnas ayudasen á mantener
una obra tan santa y provechosa, como lo ejecutaron con increíble contento del
santo, que ejercitaba con los huérfanos que recogía los cariñosos oficios de padre,
de madre y de maestro; estableciendo un orden bellísimo y unos reglamentos muy
acertados para su educación. A más de los ejercicios de piedad cristiana,
arreglados para cada día, quería que todos los niños aprendiesen ó leer y
escribir; que se dedicasen á aprender algún oficio, según la condición de cada
uno, para que cuando fuesen adultos tuvieran modo de alimentarse. A los que
conocía de mayor capacidad y talento, hacia aplicar al estudio de las letras, y
todos mediante su industria y diligencia vivían de un modo tan piadoso y
arreglado, que edificaban toda la ciudad de Venecia; que no podía dejar de
admirar y de llenar de bendiciones y elogios á su santo conciudadano, el cual
renunciando la toga de senador, se había hecho padre de los pobres, y amparo y
protector de los huérfanos.
Viendo Gerónimo que el Señor había colmado de
bendiciones esta piadosa obra, y considerándola establecida de modo, que ya
podía proseguir sin su personal asistencia, pensó que si se estableciera en
otras partes, haría en ellas el mismo fruto que hacía en Venecia; mayormente
estableciéndola en las ciudades del dominio veneciano, donde por las recientes
guerras, por la carestía y consiguiente poste que habían padecido, era mayor su
necesidad. Por eso en el año 1531, que era el quincuagésimo de su edad, con no
poco sentimiento de sus conciudadanos partió de Venecia, con un vestido humilde
y un pobre equipaje, y confiado únicamente en la divina Providencia, se
encaminó á las ciudades y lugares de la Lombardía veneciana, para promover allí
la misma obra de piedad; y en el espacio de solos seis años que sobrevivió,
estableció y fundó muchas casas para niños huérfanos; concurriendo con sus
limosnas á promover esta obra las personas acomodadas y ricas, atraídas de las
eficaces exhortaciones del siervo de Dios, y del concepto grande que todos
hacían de su santidad.
No solamente en las ciudades del dominio de Venecia,
sino también en las del ducado de Milán, y aun en la misma ciudad de Milán,
promovió la misma obra de piedad; y por su medio se fundaron muchas casas para
recoger y educar en ellas los huérfanos. Pero la ciudad en que Gerónimo hizo
más larga demora fué la de Bérgamo, donde le pareció más urgente la necesidad,
y mayor la desolación en que entonces se hallaba. Aquí no solo estableció una
casa para niños huérfanos, como en otras partes, sino que dispuso también otra
para niñas huérfanas, y otra para recoger las mujeres de mala vida, que por
medio de sus instrucciones y exhortaciones se hablan convertido al camino de la
salvación y abrazado la penitencia. Ardiendo en celo de la salvación de las
almas, se valía de varias industrias para apartar los hombres de los vicios y
atraerles al camino de la virtud. A este fin, escogiendo aquellos niños
huérfanos más instruidos y piadosos, iba con ellos como en procesión por las
aldeas y lugares circunvecinos, llevando delante la santa cruz, y cantando la
doctrina cristiana y otras oraciones. Con esta devoción llamaba así las gentes
rudas de aquellos pueblos, que acudían en mucho número á ver aquella novedad; y
con esta ocasión él les enseñaba la doctrina cristiana, y con palabras
sencillas, pero con mucho fervor de espíritu, persuadía á los pecadores la
penitencia, poniendo á su vista las llamas eternas que la justicia divina tiene
provenidas en el infierno para el castigo de sus culpas, con lo que fueron
muchísimos los que con la divina gracia redujo al camino de la salvación.
En todos estos lugares, y en las diferentes ciudades
donde el santo iba para el efecto susodicho, hallaba muchas personas, la mayor
parte nobles, y aun muchos sacerdotes, que movidos de su singular piedad y de
la eficacia de sus palabras, le ofrecían todos sus bienes y sus mismas
personas, para que dispusiera de ellas á su arbitrio, en las obras de caridad
que había instituido; y por más que él fuese un hombre seglar, que jamás quiso
recibir orden alguno eclesiástico, porque no se creía digno de ellos, sin
embargo todos lo reconocían por su padre y director espiritual, y dependían
enteramente de su voluntad. El siervo de Dios, que contemplaba estas personas
como otros tantos obreros que le enviaba el Señor para cultivar aquella viña, y
para ayudarle en las obras caritativas de los huérfanos, se valía de cada uno
de ellos en los varios y diversos ramos que les encargaba, destinando á unos
para la dirección de los niños, á otros para instruirles en las máximas de la
religión, á otros para que les enseñasen las ciencias de que eran capaces, á
otros para proveerlos de lo que necesitaban para su sustento; y finalmente
destinando á muchos para enseñar la doctrina cristiana á las personas rústicas
ó ignorantes, en las aldeas y campos del territorio de Bérgamo. Habiendo
crecido el número de estos operarios, juzgó Gerónimo que convendría unirlos
entre sí con el vínculo de caridad, y hacer de este modo más estable y duradera
esta obra de misericordia. Para esto resolvió Gerónimo con el consejo y consentimiento
de sus compañeros, fundar en un lugar determinado una casa, la cual fuese como
la cabeza y el centro de las obras de caridad hasta entonces establecidas, y de
aquellas que en adelante se instituyeran en el estado veneciano, como en el
ducado de Milán y en otras partes. Después de una madura deliberación fué
elegida para este efecto la pequeña aldea de Somasca, situada en el condado de
Bérgamo, en un valle llamado de San Martin. De esta aldea ha tomado el nombre de
Somasca la congregación que fundó el bienaventurado Gerónimo Miani,
especialmente destinada á la educación de los pobres huérfanos; la cual
congregación poco después de su muerte fué erigida en religión con autoridad de
la silla apostólica. En esta casa de Somasca, como en lugar solitario y muy á
propósito para la contemplación de las cosas divinas, se retiraba á sus tiempos
el siervo de Dios, para aplicarse con mayor quietud a la oración, á los
ejercicios de penitencia, y á purificar más y más su corazón de aquellas
pequeñas manchas, que por un efecto de la humana fragilidad, contraen aun las
personas justas y santas en el trato y conversación con los hombres, y en las
acciones piadosas de la vida activa. Habiendo hallado una cueva en el monte que
está sobre Somasca, se entraba Gerónimo en ella, donde tomaba rigurosas
disciplinas; pasaba los días enteros en ayunas, sin tomar alimento alguno,
ocupado en la contemplación, que prolongaba hasta la noche; y cuando le era forzoso
dar algún descanso á sus miembros, lo tomaba sobre la desnuda tierra. En lo más
interior de la cueva hay una peña de la cual mana una fuente de agua dulce, y
es tradición constante que el siervo de Dios la consiguió de Dios con su
oración: llevan de esta agua á varias partes, y la dan á beber por devoción á
los enfermos, y muchos alcanzan por este medio la salud. Mientras Gerónimo
permanecía en esta casa de Somasca, iba por aquellos campos, ayudaba en sus
labores á los pobres labradores, y entre tanto los instruía en los misterios de
la fé, les curaba las llagas podridas y canceradas con tal feliz efecto, que se
creía lo había dotado el Señor del don de curación: también se aplicaba con
particular cuidado ó curar los niños de la tiña que les suele salir en la
cabeza, mal que es sobrado común en los hospitales. Finalmente, en esta casa de
Somasca terminó el siervo de Dios felizmente sus días con una muerte preciosa,
ocasionada de una enfermedad contagiosa que se le pegó, asistiendo á los
enfermos que adolecían del mismo mal; por lo que así como toda la vida de este
santo, después de su conversión, fué un continuo ejercicio de caridad hacia el
prójimo, así también su muerte fué un efecto de su misma ardiente caridad, con
la cual dichosamente selló los últimos momentos de su vida. Acaeció la muerte
del bienaventurado Gerónimo Miani á los 8 de febrero del año 1539, siendo de
edad de cincuenta y cinco años.
SAN GERÓNIMO EMILIANO, FUNDADOR
El glorioso san Gerónimo Emiliano ó Miani, nació en Venecia en el año 1481: fueron sus padres Angelo Miani y Diodora Morosini, ambos de las familias patricias y senatorias más ilustres de aquella república. Aunque Gerónimo fué el último de los cuatro hijos varones que tuvieron sus padres, con todo fué el primero por gracia y mérito delante de Dios. Como su padre se hallaba continuamente los cuales ocupado en los negocios de la república, y en desempeñar los más principales cargos de ella, la educación de Gerónimo quedó al cuidado de su madre, que siendo dama de mucha piedad, no dejó de destilar en el corazón del niño las máximas de la religión cristiana, y de acostumbrarle muy temprano á los ejercicios de devoción y demás virtudes propias de su clase y de su edad. Pero el ardor de las pasiones juveniles ahogó bien presto estas buenas semillas, que su madre había procurado sembrar en su alma; pues así que hubo llegado Gerónimo á los quince años de su edad, se dejó engañar de los placeres y de los perversos ejemplos de otros jóvenes nobles coetáneos suyos, y así abandonando el estudio de las letras, y toda práctica de devoción, no cuidó sino de holgarse y darse buen tiempo; si leía algunos libros eran solo los que respiraban máximas de caballería y de vanidad mundana. Con esta lección se empeoraba cada día más y más su espíritu, y se hacía más abominable á los ojos de Dios, al tiempo que á los ojos de los hombres conservaba aquel decoro que convenía á su noble condición, del cual se mostraba mucho más celoso que de la gracia de Dios. Habiendo muerto en este tiempo su padre, que le tenía en alguna sujeción, creció sobre manera su disolución, la cual llegó por decirlo así, hasta lo sumo, cuando abrazó la milicia sirviendo á su república en la guerra, que tuvo esta que sostener en aquellos tiempos contra poderosos enemigos, conjurados á su ruina en la famosa liga de Cambray. Porque en medio del estrépito de las armas y licencia militar, se abandonó á toda suerte de vicios, y cuanto más animoso y valeroso se mostraba en los ejercicios militares, y en varios encuentros y combates que tuvo contra los enemigos del estado, tanto más con su vida libertina y escandalosa, reforzaba la cadena de sus vicios, y se hacía más esclavo de Satanás. «En suma, en el tiempo de la guerra (son palabras del autor que fielmente escribió su vida), quedó el ánimo de Gerónimo inficionado de muchos contagiosos achaques, que fueron la audacia, la fiereza, la temeridad, con todos los demás vicios que consigo lleva la desenfrenada juventud, las malvadas compañías y las ocasiones del pecado; y sobre todo, la pasión de la ira avasalló su espíritu, de tal modo, que traspasando todos los límites de la razón, llegaba algunas veces hasta el furor».
En este tan
deplorable estado perseveró Gerónimo hasta la edad de treinta años. Pero en
este tiempo se dignó la divina bondad mirarle con ojos de misericordia, y
convertir este vaso de contumelia y de ignominia, en un vaso de elección:
sucedió esta maravillosa conversión en la manera siguiente. Hallándose Gerónimo
en el año de 1511 comandante de Castronovo, plaza de mucha importancia en el
Trevisano, con el título de proveedor; fué esta plaza en el mes de agosto
sitiada del ejército imperial: y no obstante la valerosa defensa de los
venecianos, y con especialidad del proveedor Gerónimo Miani, fué tomada por
asalto, y quedó Gerónimo prisionero de guerra de sus enemigos; los cuales,
según el uso de aquellos tiempos, le trataron con increíble inhumanidad.
Cargárosle de cadenas, lo pusieron esposas y grillos, y una argolla al cuello:
de esto modo le metieron en lo más profundo de una torre, donde muchas veces le
daban de palos con bárbara inhumanidad, sustentándole con una escasa porción de
pan y agua que le traían todos los días. En esto lastimoso estado habló
eficazmente el Señor al corazón de Gerónimo, y con la luz de su gracia le hizo
conocer claramente los desórdenes de su vida pasada; y de aquí empezó á conocer
y temer los terribles castigos del fuego eterno, que merecía por tantos y tan
enormes delitos como había cometido contra la divina Majestad. Las graves
tribulaciones de que se veía oprimido, y el peligro que le amenazaba á todas
horas, de acabar sus días con una muerte violenta, le humillaron á la presencia
del Señor, y cual otro Manases desde lo más oscuro de su prisión levantó la
mente y el corazón al Padre de misericordias y Dios de toda consolación, y con
incesantes lágrimas y suspiros le rogó le perdonase sus graves pecados, y le
librase no solo de las cadenas que ataban su cuerpo, sino de las otras, mucho
más duras y pesadas, que ataban su alma; prometiendo firmemente expiar sus
pecados con la debida penitencia, y llevar en adelante una vida digna de un
cristiano. Interpuso á este fin la poderosa intercesión de la Virgen santísima,
suplicándola con mucho fervor y humildad le alcanzara de su divino Hijo una verdadera
contrición de sus culpas, y una plenaria remisión de ellas, junto con el
socorro conveniente á sus urgentes temporales necesidades, haciendo voto de ir
á pié á visitar su imagen, que se venera en la iglesia de Terviño, luego que
escapase de aquel peligro. No tardó mucho en experimentar los benéficos efectos
de la piedad de la Madre de misericordia, porque se le apareció en la cárcel
esta soberana Señora, le quitó los grillos, las esposas y las cadenas, le dio
las llaves de las puertas de aquel oscuro calabozo, y abriéndolas Gerónimo se
encaminó directamente á Terviño para cumplir su voto: pero como los enemigos
habían tomado todos los caminos, dio Gerónimo en una partida de ellos, y no
sabiendo como librarse de caer en sus manos, recurrió de nuevo á su bienhechora
la Virgen santísima, la cual se le apareció segunda vez, y sirviéndolo de guía
con un nuevo prodigio, por medio de los mismos enemigos le condujo salvo
delante de Terviño.
CADENAS DE SAN JERÓNIMO
|
De esta ciudad pasó Gerónimo á Venecia con una firme
resolución de entregarse enteramente y sin ninguna reserva al servicio de Dios:
y aunque por entonces no renunció la toga, ni dejó de acudir á las juntas del
senado, y de servir los oficios públicos de su patria; pero en todos sus
discursos y en todas sus acciones descubría una singular piedad y un celo tan
grande del honor y gloria de Dios, que causaba á todos suma edificación. Se
puso luego bajo la conducta de un director espiritual, dotado de mucha piedad y
doctrina, y habiendo hecho á sus pies con muchas lágrimas una confesión general
de sus pecados, emprendió con su consejo una vida penitente, mortificada y de
mucha edificación: ayunaba frecuentemente con grande rigor, llevaba sobre sus
carnes un áspero cilicio, y afligía su cuerpo con otras mortificaciones, ya
para satisfacer por los deleites de su vida pasada, ya para tener sujeta la
carne al espíritu, ya finalmente para implorar sobre sí con mayor abundancia
las divinas misericordias. Atendía con todo cuidado á mortificar todas sus
pasiones, especialmente la de la ira, que tanto le había dominado; y ayudado de
la divina gracia logró vencerla tan perfectamente, que fué después el hombre
más humilde y pacífico del mundo. Visitaba los enfermos en los hospitales,
frecuentaba las iglesias y los monasterios, hallando sus delicias en tratar con
personas religiosas de las cosas de Dios; recibía muy á menudo los santos
sacramentos, que son los canales de la divina gracia, y hacia abundantes
limosnas á los pobres y en especial á las familias vergonzantes.
En una palabra, la vida del senador Miani después
de su conversión, fué una continua serie de ejercicios de piedad y obras
buenas. Como Gerónimo estaba enteramente desengañado del mundo, deseaba
volverle las espaldas y retirarse á algún lugar solitario para hacer allí
penitencia, y contemplar únicamente los años eternos y las cosas celestiales.
Mas vióse impedido de ejecutar sus designios por la muerte anticipada de Lucas,
su hermano primogénito; el cual dejó los hijos en edad tierna encomendados al
cuidado de Gerónimo; por lo que debió el siervo de Dios encargarse por motivo
de piedad de la tutela de sus sobrinos y de la administración de sus bienes.
Satisfizo en efecto á uno y á otro encargo con suma diligencia, y los desempeñó
con tal fidelidad y acierto, que los sobrinos fueron educados en el santo temor
de Dios, y sus bienes no solo se conservaron, sino que se aumentaron
notablemente.
Siguióse á la hambre y miseria (como suele acontecer en
semejantes lances) una maligna epidemia, que llenó las casas y los hospitales
de enfermos: de aquí se abrió á Gerónimo un nuevo campo para ejercitar su
caridad: iba continuamente este ilustre senador á los hospitales para asistir á
los pobres enfermos, para consolarles y animarles con sus piadosas
exhortaciones, á sufrir con paciencia sus males y á disponerse para una buena
muerte, cuando el Señor se dignase llamarlos á la otra vida. Fueron tantas las
fatigas y las incomodidades que padeció en esta obra de caridad, que al último
cayó enfermo asaltado de una fiebre ardiente y contagiosa, que en pocos días le
puso á los últimos términos de su vida. Mas el Señor que le reservaba para
obras mayores de su gloria, le restituyó la salud, contra la esperanza de todos
con una especie de milagro. El siervo de Dios, que entonces se hallaba en la
edad de cuarenta y ocho años, miró esta gracia y prórroga de vida, que le
acababa de conceder la divina beneficencia, como un convite que el Señor le
hacía, á que se emplease en adelante enteramente y sin distracción alguna en
las cosas de su divino obsequio y en prepararse á la muerte; y deseoso de poner
desde luego en ejecución esta inspiración divina, encargó el cuidado y la
administración de los bienes de su difunto hermano al mayor de sus sobrinos que
se hallaba ya en estado de poder gobernar la casa. Renunció los oficios
públicos y los cargos de la república: depuso para siempre la toga senatoria, y
vistióse un vestido tosco y vil, de paño grosero de color pardo, según lo
llevaban las gentes pobres y plebeyas, queriendo seguir fielmente los humildes
pasos de Jesucristo, y consagrarse todo á su gloria y á la salud de sus
prójimos. No tomó Gerónimo esta resolución, sino después de mucha y fervorosa
oración, pidiendo á Dios le mostrase el camino en que quería que le sirviese; y
después de haber tomado el consejo de personas ilustradas en la vida
espiritual, especialmente del P. Juan Pedro Carrafa (que después fué promovido
á la silla de san Pedro con el nombre de Paulo IV), que era en aquel tiempo su
director. Algunos admiraron esta extraordinaria resolución, otros la alabaron y
aprobaron, y otros la censuraron y reprobaron, é hicieron burla de Gerónimo:
pero el santo que no tenía otra mira que la de agradar á Dios, despreció
igualmente las alabanzas, que las murmuraciones y las burlas de los hombres;
estando bien persuadido, que no hay cosa más opuesta al espíritu de un
verdadero cristiano, que el vano temor del que dirá el mundo y que la loca
aprehensión de los respetos humanos.
En efecto, el éxito hizo conocer que el espíritu del
Señor guiaba á Gerónimo en todos sus pasos; porque desde que tomó esta
resolución, empezó ó llevar una vida mucho más perfecta que antes; más humilde,
penitente y mortificada; y emprendió por divina inspiración una obra piadosa de
grande utilidad á las almas, y de no menor provecho al bien del estado, y fué
la siguiente. Como las guerras, la carestía y el contagio habían desolado la
Italia, y quitado la vida á innumerables personas y cabezas de familia,
muchísimos niños quedaron huérfanos, y no teniendo de que sustentarse iban
dispersos y perdidos por la ciudad, mendigando el pan por las calles, y vivían
sin temor de Dios, corriendo manifiesto peligro de perecer temporal y
eternamente. Compadeciéndose el bienaventurado Gerónimo de las miserias
espirituales y temporales de tantos huérfanos, empezó á recogerlos y juntarlos
en una casa que compró para este fin; y allí les administraba el necesario
alimento, y les instruía en el camino de la salvación. En breve tiempo se
aumentó mucho el número de estos niños, que el siervo de Dios recogía en todas
partes, no solo en Venecia, sino también en las pequeñas islas cercanas á la
ciudad; por lo que le fué necesario acudir á la piedad y caridad de las
personas ricas y hacendadas, á fin de que con sus limosnas ayudasen á mantener
una obra tan santa y provechosa, como lo ejecutaron con increíble contento del
santo, que ejercitaba con los huérfanos que recogía los cariñosos oficios de padre,
de madre y de maestro; estableciendo un orden bellísimo y unos reglamentos muy
acertados para su educación. A más de los ejercicios de piedad cristiana,
arreglados para cada día, quería que todos los niños aprendiesen ó leer y
escribir; que se dedicasen á aprender algún oficio, según la condición de cada
uno, para que cuando fuesen adultos tuvieran modo de alimentarse. A los que
conocía de mayor capacidad y talento, hacia aplicar al estudio de las letras, y
todos mediante su industria y diligencia vivían de un modo tan piadoso y
arreglado, que edificaban toda la ciudad de Venecia; que no podía dejar de
admirar y de llenar de bendiciones y elogios á su santo conciudadano, el cual
renunciando la toga de senador, se había hecho padre de los pobres, y amparo y
protector de los huérfanos.
Viendo Gerónimo que el Señor había colmado de
bendiciones esta piadosa obra, y considerándola establecida de modo, que ya
podía proseguir sin su personal asistencia, pensó que si se estableciera en
otras partes, haría en ellas el mismo fruto que hacía en Venecia; mayormente
estableciéndola en las ciudades del dominio veneciano, donde por las recientes
guerras, por la carestía y consiguiente poste que habían padecido, era mayor su
necesidad. Por eso en el año 1531, que era el quincuagésimo de su edad, con no
poco sentimiento de sus conciudadanos partió de Venecia, con un vestido humilde
y un pobre equipaje, y confiado únicamente en la divina Providencia, se
encaminó á las ciudades y lugares de la Lombardía veneciana, para promover allí
la misma obra de piedad; y en el espacio de solos seis años que sobrevivió,
estableció y fundó muchas casas para niños huérfanos; concurriendo con sus
limosnas á promover esta obra las personas acomodadas y ricas, atraídas de las
eficaces exhortaciones del siervo de Dios, y del concepto grande que todos
hacían de su santidad.
No solamente en las ciudades del dominio de Venecia,
sino también en las del ducado de Milán, y aun en la misma ciudad de Milán,
promovió la misma obra de piedad; y por su medio se fundaron muchas casas para
recoger y educar en ellas los huérfanos. Pero la ciudad en que Gerónimo hizo
más larga demora fué la de Bérgamo, donde le pareció más urgente la necesidad,
y mayor la desolación en que entonces se hallaba. Aquí no solo estableció una
casa para niños huérfanos, como en otras partes, sino que dispuso también otra
para niñas huérfanas, y otra para recoger las mujeres de mala vida, que por
medio de sus instrucciones y exhortaciones se hablan convertido al camino de la
salvación y abrazado la penitencia. Ardiendo en celo de la salvación de las
almas, se valía de varias industrias para apartar los hombres de los vicios y
atraerles al camino de la virtud. A este fin, escogiendo aquellos niños
huérfanos más instruidos y piadosos, iba con ellos como en procesión por las
aldeas y lugares circunvecinos, llevando delante la santa cruz, y cantando la
doctrina cristiana y otras oraciones. Con esta devoción llamaba así las gentes
rudas de aquellos pueblos, que acudían en mucho número á ver aquella novedad; y
con esta ocasión él les enseñaba la doctrina cristiana, y con palabras
sencillas, pero con mucho fervor de espíritu, persuadía á los pecadores la
penitencia, poniendo á su vista las llamas eternas que la justicia divina tiene
provenidas en el infierno para el castigo de sus culpas, con lo que fueron
muchísimos los que con la divina gracia redujo al camino de la salvación.
En todos estos lugares, y en las diferentes ciudades donde el santo iba para el efecto susodicho, hallaba muchas personas, la mayor parte nobles, y aun muchos sacerdotes, que movidos de su singular piedad y de la eficacia de sus palabras, le ofrecían todos sus bienes y sus mismas personas, para que dispusiera de ellas á su arbitrio, en las obras de caridad que había instituido; y por más que él fuese un hombre seglar, que jamás quiso recibir orden alguno eclesiástico, porque no se creía digno de ellos, sin embargo todos lo reconocían por su padre y director espiritual, y dependían enteramente de su voluntad. El siervo de Dios, que contemplaba estas personas como otros tantos obreros que le enviaba el Señor para cultivar aquella viña, y para ayudarle en las obras caritativas de los huérfanos, se valía de cada uno de ellos en los varios y diversos ramos que les encargaba, destinando á unos para la dirección de los niños, á otros para instruirles en las máximas de la religión, á otros para que les enseñasen las ciencias de que eran capaces, á otros para proveerlos de lo que necesitaban para su sustento; y finalmente destinando á muchos para enseñar la doctrina cristiana á las personas rústicas ó ignorantes, en las aldeas y campos del territorio de Bérgamo. Habiendo crecido el número de estos operarios, juzgó Gerónimo que convendría unirlos entre sí con el vínculo de caridad, y hacer de este modo más estable y duradera esta obra de misericordia. Para esto resolvió Gerónimo con el consejo y consentimiento de sus compañeros, fundar en un lugar determinado una casa, la cual fuese como la cabeza y el centro de las obras de caridad hasta entonces establecidas, y de aquellas que en adelante se instituyeran en el estado veneciano, como en el ducado de Milán y en otras partes. Después de una madura deliberación fué elegida para este efecto la pequeña aldea de Somasca, situada en el condado de Bérgamo, en un valle llamado de San Martin.
De esta aldea ha tomado el nombre de
Somasca la congregación que fundó el bienaventurado Gerónimo Miani,
especialmente destinada á la educación de los pobres huérfanos; la cual
congregación poco después de su muerte fué erigida en religión con autoridad de
la silla apostólica. En esta casa de Somasca, como en lugar solitario y muy á
propósito para la contemplación de las cosas divinas, se retiraba á sus tiempos
el siervo de Dios, para aplicarse con mayor quietud a la oración, á los
ejercicios de penitencia, y á purificar más y más su corazón de aquellas
pequeñas manchas, que por un efecto de la humana fragilidad, contraen aun las
personas justas y santas en el trato y conversación con los hombres, y en las
acciones piadosas de la vida activa. Habiendo hallado una cueva en el monte que
está sobre Somasca, se entraba Gerónimo en ella, donde tomaba rigurosas
disciplinas; pasaba los días enteros en ayunas, sin tomar alimento alguno,
ocupado en la contemplación, que prolongaba hasta la noche; y cuando le era forzoso
dar algún descanso á sus miembros, lo tomaba sobre la desnuda tierra. En lo más
interior de la cueva hay una peña de la cual mana una fuente de agua dulce, y
es tradición constante que el siervo de Dios la consiguió de Dios con su
oración: llevan de esta agua á varias partes, y la dan á beber por devoción á
los enfermos, y muchos alcanzan por este medio la salud. Mientras Gerónimo
permanecía en esta casa de Somasca, iba por aquellos campos, ayudaba en sus
labores á los pobres labradores, y entre tanto los instruía en los misterios de
la fé, les curaba las llagas podridas y canceradas con tal feliz efecto, que se
creía lo había dotado el Señor del don de curación: también se aplicaba con
particular cuidado ó curar los niños de la tiña que les suele salir en la
cabeza, mal que es sobrado común en los hospitales. Finalmente, en esta casa de
Somasca terminó el siervo de Dios felizmente sus días con una muerte preciosa,
ocasionada de una enfermedad contagiosa que se le pegó, asistiendo á los
enfermos que adolecían del mismo mal; por lo que así como toda la vida de este
santo, después de su conversión, fué un continuo ejercicio de caridad hacia el
prójimo, así también su muerte fué un efecto de su misma ardiente caridad, con
la cual dichosamente selló los últimos momentos de su vida. Acaeció la muerte
del bienaventurado Gerónimo Miani á los 8 de febrero del año 1539, siendo de
edad de cincuenta y cinco años.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc
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