SANTA APOLONIA, VIRGEN Y MARTIR
DIOS DUEÑO DE LA VIDA
La iglesia de Alejandría ofrece hoy a nuestra veneración a
la virgen Santa Apolonia. Esta mártir de Cristo, viene a juntarse a sus
hermanas Águeda y Dorotea, para reanimar el valor en nuestros corazones. La
vida presente no fué nada a sus ojos. Bajo la dirección del Espíritu Santo, se
la ve subir sobre la pira sin aguardar a que sus verdugos la condujesen.
En nuestros días, no es raro ver a hombres cansados de la
vida, lanzarse a la muerte por sustraerse a sus deberes; Apolonia corría a la hoguera
testimoniando así su horror hacia el mayor de los crímenes. Algunas veces, el
Espíritu Santo durante las persecuciones sugirió la misma conducta a muchas
vírgenes que temían por su fe y por su honor. Mas esos ejemplos son raros; pero
prueban a su modo que Dios es dueño de nuestra vida y que debemos estar
dispuestos a darle cuanto nos pida.
SANTA AUXILIADORA
Una circunstancia del martirio de Santa Apolonia ha llamado
la atención de los fieles. Para castigar la libertad con que confesaba a
Jesucristo, el furor de los verdugos llegó hasta el punto de quebrantarle los dientes
de su boca inspirada. Una piadosa confianza, recompensada con frecuencia, ha
movido a los fieles a invocar a Santa Polonia en los dolores de muelas. El
Señor nos ha concedido de este modo la protección no sólo para nuestras necesidades
espirituales, sino también para las corporales.
Vida
Con este elogio ha consagrado la Iglesia la memoria de Santa
Apolonia en su Liturgia: Apolonia, virgen de Alejandría, en el imperio de
Decio, siendo ya de bastante edad fué arrastrada ante los ídolos, para
obligarla a que los adorase. Pero en vez de adoraciones, no les ofreció sino
desprecios; y declaró con toda valentía que no adoraba a nadie más que a
Jesucristo, el único Dios verdadero. Le arrancaron todos los dientes después de
habérselos quebrado; y los impíos verdugos encendieron una hoguera,
amenazándola quemarla viva, sino renegaba de Cristo y adoraba a los dioses.
Apolonia respondió que estaba presta a sufrir la muerte por la fe de Cristo. Se
apoderaron de ella para quemarla; pero mientras deliberaban unos momentos sobre
lo que iban a hacer, se escapó de sus manos y devorada su alma por el fuego del
Espíritu Santo se lanzó espontáneamente a la hoguera preparada para ella. Su
cuerpo fué consumido en poco tiempo y su alma purísima voló al cielo, para
recibir la eterna corona del martirio. (Relato
auténtico, sacado de una carta de Dionisio de Alejandría a Fabián de Antioquia
y transmitida a nosotros por Eusebio.)
TERROR DEL INFIERNO
¡Apolonia!, ¡qué valor el tuyo! Lejos de espantarte el fuego
de la hoguera te atrae y corres a ella como a un paraíso de delicias. Ante el
pecado te parece dulce la muerte; y no te fijas que la mano cruel de los hombres
te precipita en ella. Este valor admira nuestra flaqueza, y con todo, la hoguera
que prefieres a la apostasía y que, en pocos instantes, te va a hacer nacer a
una bienaventuranza sin fin, es una insignificancia al lado de los fuegos
eternos que el pecador desafía a toda hora, porque no los siente todavía se
atreve a provocar esas llamas vengativas y exponerse a ellas por una satisfacción
pasajera. Estas cosas de los santos escandalizan a los mundanos; las encuentran
exageradas, arrebatadas, fanáticas; porque los santos ven más allá de lo que
alcanza su vista.
Infunde en nosotros el temor del pecado que devora eternamente
a los que mueren con él. Si la hoguera nos parece espantosa, que el horror del sufrimiento
y de la destrucción nos sirva al menos para alejarnos del mal que conduce a los
hombres a aquel abismo cuyo humo—como dice San Juan—subirá por los siglos de
los siglos. Apoc./XIV, II.
Ten piedad de nosotros, ruega por los pecadores. Ábreles los
ojos a los peligros que les amenazan. Enséñanos el temor de Dios para que
podamos evitar su justicia. Y haz en fin que comencemos a amarle de una vez.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer |
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