domingo, 18 de febrero de 2024

S A N T O R A L

BEATO FRAY ANGELICO

EL SANTO TOMÁS DE LA PINTURA

Contrariamente a la temática de sus colegas que estaban afanosamente ocupados en idolatrar al hombre, entreteniéndose en la faceta humana, en llegar a la perfección del «natural», a través de la anatomía física del cuerpo y la presentación del «desnudo» como ideal de belleza del Renacimiento, el Angélico enfoca sus conquistas estéticas desde el ángulo del hombre, desde su interioridad, buscando en él el reflejo divino, empeñándose en escudriñar sus sentimientos espirituales, dando así vida a un tipo de «hombre-modelo», que acaso rara vez se encuentra en las condiciones de la vida terrena, pero que debe proponerse a la imitación del pueblo cristiano. (fragmento del discurso del Santo Padre Pio XII, 20/IV/1955,  en el quinto centenario de su muerte)

Su nombre de pila fue Guido de Pietro da Mugello. Al entrar a la orden dominica comenzó a llamarse Giovanni da Fiesole.
Años después de su muerte, en 1455 sus hermanos de la orden dominicana lo comenzaron a llamar beato Angélico, a pesar de que fue beatificado sólo en 1982, por la fama de santidad con la que murió y porque decían que sus obras reflejaban tanta serenidad que parecían pintadas por ángeles.
Igualmente recibió el apelativo de Angélico por el valor teológico de todas sus pinturas. Decía el pintor sacro del siglo XV toscano que para pintar se inspiraba en la doctrina teológica de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), llamado también el Doctor Angélico.
Para Fray Angélico, el pincel, lienzos, los retablos o paredes donde plasmaba sus obras se convertían en el areópago donde anunciaba el Evangelio. Pasajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, vidas de grandes santos (como San Pedro, San Pablo San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena, Santo Domingo de Guzmán entre muchos otros) eran su gran inspiración.
Muchas pinturas de Fray Angélico han sido destinadas a la devoción, a la meditación y a la contemplación privada. La monumentalidad de sus figuras, el esplendor de sus colores, la gracia de sus rostros. Sobre todo los de la Virgen y los ángeles. La solemnidad de sus santos y el testimonio de los mártires.
El arte sacro fue el único tema que utilizó este fraile dominicano, ordenado sacerdote aproximadamente en 1418. La vida, las virtudes de los mártires San Esteban y San Lorenzo son los motivos de los frescos que engalanan la capilla Nicolina, situada en los Museos Vaticanos, pintada por encargo del papa Nicolás V.
Sus biógrafos aseguran que Fray Angélico no tomaba los pinceles sin hacer antes una oración. Cuando pintaba los crucifijos o el rostro sufriente de Jesús durante la Pasión, lloraba de conmoción debido a su gran bondad y sensibilidad espiritual.
Fray Angelico pintó también el Convento de San Marco por encargo del Papa Eugenio IV. El pontífice le propuso en 1446 ser obispo de Florencia pero el artista se sintió indigno y declinó esta propuesta, diciendo que debía obediencia en primer lugar a los superiores de su comunidad.
Su obra más conocida es la Anunciación, que se encuentra en el Museo del Prado en Madrid. Sin embargo, no fue la única vez que pintó el encuentro de María con el Ángel Gabriel.
La tumba del beato Angélico se encuentra en la basílica Santa María Sopra Minerva, muy cerca al Pantheon de Roma, en cuyo convento murió en 1454. Allí yacen también los restos de Santa Catalina de Siena.

Fuente: Zenit.org 

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