martes, 27 de febrero de 2024

S A N T O R A L

SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA,CONFESOR

Un devoto de María

Soy un alma tan pequeñita que no puedo ofrecer a Dios más que cosas pequeñas.

Estas palabras de Santa Teresita del Niño Jesús, las podía haber repetido también este joven religioso pasionista italiano, que la Iglesia propone hoy a nuestra piedad. Ninguna obra exterior, ningún milagro, ningún escrito le han distinguido entre sus contemporáneos. Al igual que Santa Teresita y San Luis Gonzaga se ha santificado en el silencio y en la obscuridad de la vida religiosa, y “acabada su vida en poco tiempo, concluyó una larga carrera”.
Sus cualidades personales le hubieran escla­recido en el mundo; se le abría un bello porvenir, más una sola mirada le detuvo en el umbral de la adolescencia. No fué, como para el joven rico del Evangelio, la del Señor, fué la de Nuestra Seño­ra. Un día en Espoleto, la Virgen le miró tierna­mente y le dijo: “El mundo no es para ti; es necesario que entres en religión”. Y él, compren­diendo que Dios y el mundo nunca pudieron unir­se, abandonó sin pena este mundo que pasa..., a fin de cumplir la voluntad de Dios y vivir eter­namente”.
Su gran amor a Nuestra. Señora de los Dolores le hizo escoger naturalmente la orden consa­grada a conmemorar la Pasión de Nuestro Señor y la espada que traspasó el corazón de su Madre. "Su devoción a la Virgen, escribe su director, fué el objeto principal de su vida, la fuente principal de donde se deriva todo cuanto hay de excepcio­nal y admirable en su vida”, y la Iglesia nos dice, “que fué suscitado por Dios para dar, por su ejem­plo, un gran desarrollo al culto de la Virgen de los Dolores”.
Durante los seis años de vida religiosa pro­curó ser el último de todos y pasar inadvertido. Los medios de asemejarse a Jesús Hostia y de responder a su amor, fueron la humildad, la po­breza, la obediencia y el sacrificio. Pidió morir tísico “para poder sentirse morir y manifestar a Dios, hasta el último momento, su amor”. Así, cuando el Señor, “llamó e hizo oír su voz” él respondió con alegría y se durmió en el Señor el 27 de febrero de 1862, “poniendo su esperanza en la misericordia divina y en la intercesión de su querida Madre”.
El Papa le ha propuesto como patrono y modelo de la juventud italiana.

Vida

San Gabriel nació en Asís el primero de marzo de 1838. Estudiante en Espoleto, fué seducido durante un tiempo por los placeres del mundo, no se apegó sin embargo a ellos, y conmovido por la mirada de la Virgen el 22 de agosto de 1854, resolvió abandonarlo todo y entrar en el instituto de clérigos de la Pasión de Jesús. Fué admitido el 8 de setiembre de 1856 y vistió el hábito el 21 fiesta de Nuestra Señora de los Dolores y con el nombre Gabriel de la Dolorosa, que le debía recordar sin cesar las alegrías y dolores de la Santísima Virgen; emitió sus primeros votos el 27 de setiembre de 1857 y murió el 27 de febrero de 1862 después de haber practicado en la obscuridad de la vida religiosa y en la más perfecta sencillez, las más altas virtudes, una gran mortificación, el más tierno amor a la Pasión del Señor, al Sacramento de la Eucaristía, y sobre todo a los Dolores de Nuestra Señora. Habiendo Dios manifestado sus méritos con grandes milagros, Benedicto XV le canonizó en 1920 y Pío XI extendió su Oficio y su Misa a toda la Iglesia.

Con Nuestra Señora de los Dolores

Oh San Gabriel, nos alegramos de celebrarte al comienzo de este gran retiro de Cuaresma. Vienes a unir tu voz con la de la Iglesia para determinarnos a romper de una vez con nuestras malas costumbres. No todos pueden como tú, retirarse a la soledad, más a todos enseñas cómo en medio del mundo, se puede guardar el corazón puro y permanecer fieles a Dios.
Para conseguir esto tú nos indicas el medio: mirar a Jesús y a María en la Pasión. Sabemos por el autor de la Imitación “que el que se ocupa en meditar con atención y piedad la vida y Pasión del Salvador, encontrará allí abundantemente así lo útil como lo necesario”. Concédenos grabar en nuestro corazón profundamente y para siempre la Pasión del Señor. Tú a quien Dios enseñó “a meditar los Dolores de su Santísima Madre y que por ella fuiste elevado a la gloria por la gracia de la santidad, haz que, por tu intercesión y ejemplo también nosotros nos compadezcamos de los Dolores de María y que por su maternal protección obtengamos la salvación eterna”'.
“No hago otra cosa, decías, que bendecir la mano misericordiosa de esa Virgen que me ha retirado del mundo.” Tú la hablabas como un niño a su madre, y cuando el demonio quería atemorizarte gritabas: “Querida Mamá, arrójale.”
Enséñanos a recurrir a María en los peligros y dirígela para nosotros tu última plegaria.
“Oh María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte.”

Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

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