SANTA GUDULA, VÍRGEN
Fué santa Gudula hija
de Wirgero, que era gran señor, y conde, y de Amalberga, que era hija de una
hermana de Pipino, mayordomo mayor del rey de Francia, y gobernador de todo el
reino.
A dos millas de la casa de sus padres estaba una aldea, llamada Morsela, donde había un oratorio ó iglesia, dedicada al Salvador: solía irse algunas noches con una sola criada la santa virgen á este oratorio, para darse más quietamente á la oración, y contemplación de su dulcísimo esposo. Iba una noche como solía: y el demonio mató la lumbre que llevaban, para que hallándose á obscuras, y sin saber el camino, no pasasen adelante. Púsose en oración santa Gudula, y luego la lumbre, que llevaba, se tornó á encender milagrosamente; y con este favor del cielo llegó al oratorio, y gastó toda aquella noche en hacer gracias, y alabar al Señor; y á la mañana siguiente, después de haber oído las misas, y cumplido con su devoción, tornó á su casa muy gozosa y contenía: pero en el camino encontró con una pobre mujer muy afligida, que traía consigo á un niño de nueve años, tan lleno de enfermedades, y miserias, que no era señor de sus miembros, ni podía alzar la cabeza para mirar al cielo, ni hablar, ni comer con sus manos: en fin, era un retablo de enfermedades y dolores.
Este milagro fué para castigo, de los que habían robado el sepulcro de la santa virgen: pero otro mayor obró Dios para honrar al mismo sepulcro, y por intercesión de santa Gudula, y alumbrar, á los que estaban en la sombra de la muerte. De la otra parte del mar había un rey gentil, que tenía una hija tullida, y que no se podía mover desde su nacimiento. Apareció una noche á esta doncella en sueños una mujer venerable, y de lindo aspecto, y díjole, que fuese al sepulcro de santa Gudula, porque allí cobraría salud; y con el deseo grande, que tenia de alcanzarla, refirió luego á sus padres, lo que había visto, y oído: pero como ellos eran paganos, y no tenían noticia dé la santa, ni sabían, donde estaba, ni cómo la habían de buscar; no hicieron caso de ella, hasta que tres noches después le fué revelado á la misma doncella el lugar, donde estaba la bendita santa, y donde la había de hallar. Con esta claridad mandó el rey su padre aprestar un navío, y envió su hija en él, bien acompañada de criados, y soldados á Flandes, donde llegó, y fué á visitar el sagrado cuerpo de santa Gudula; y al cabo de tres días que estuvo en oración, impetró la salud del cuerpo que tanto deseaba, y la del alma, que le importaba más; porque dejando la ceguedad de la idolatría, en que estaba, abrazó la fé de Jesucristo nuestro Salvador, que es luz verdadera, que alumbra, á todos los que creen en él; y sus mismos padres, cuando entendieron el milagro, y vieron á su hija sana, hicieron la misma jornada, y fueron á visitar el cuerpo de la santa virgen; y despedidas las tinieblas de su ignorancia, se bautizaron, é hicieron cristianos.
Resplandeciendo, pues, santa Gudula con estos, y otros
milagros, fué nuestro Señor servido de castigar los pecados de los moradores de
aquella tierra con azote grave, y riguroso: permitió, que entrase por ella
gente cruel, y bárbara, y enemiga de nuestra santa religión, robándola,
quemándola, y destruyéndola, y que asolasen el mismo monasterio, donde estaba
sepultado su sagrado cuerpo; aunque por la bondad de Dios no le tocaron, por
haberse antes traspasado á otro lugar más apartado, y seguro: mas después que
cesó aquella borrasca, y los bárbaros se retiraron, tornaron el sagrado cuerpo
al monasterio; donde estuvo, hasta que imperando Otón II, Carlos, hermano de
Lotario, rey de Francia, llevó con grande acompañamiento, y honra el cuerpo de
santa Gudula á Bruselas, y le colocó en el templo de santo Gaugerio. Sucedió en
esta traslación, que queriendo el mismo Carlos curiosamente ver con sus ojos el
cuerpo de la santa virgen, abrió la caja, donde estaba; y súbitamente sobrevino
una niebla tan espesa, y tenebrosa, que le quitó la vista, y á todos los que
allí estaban causó espanto, y confusión, y despavoridos hicieron oración tres
días, suplicando á nuestro Señor, que los perdonase; y sin querer ver más, lo
que había en la caja, la cerraron, y pusieron en su lugar, y el duque Carlos la
selló con su sello, y ofreció á la virgen ricos ornamentos para servicio de su
altar, y lo aplicó algunas posesiones, y rentas. En este lugar estuvieron las sagradas
reliquias de santa Gudula, hasta el año de 1047, en el cual habiéndose
edificado en Bruselas el templo de san Miguel, fueron trasladadas á él por el
conde Vidrino, nieto del duque Carlos, con solemne procesión, y acompañamiento
del obispo, y de todo el clero, y pueblo, donde al presente están, y son
reverenciadas de toda aquella noble, rica, y devota ciudad de Bruselas, que
tiene á santa Gudula por singular patrona suya; y el templo, que edificó á san
Miguel, y se llamaba de su nombre, cuando á él se trasladaron las reliquias;
ahora se llama de santa Gudula, por la gran devoción, que todo el pueblo le
tiene.
La vida de santa Gudula, sacada de un libro muy antiguo,
escrito de mano, trae el P. Fr. Lorenzo Surio en su primer tomo de las vidas de
los santos. Hace mención de ella el doctor Juan Molano en las ediciones á
Usuardo; y más largamente en el índice de los santos de los estados de Flandes,
donde dice, que el día de su glorioso tránsito fué á los 8 de enero, y el de su
traslación á los 6 de julio. Floreció esta santa por los años del Señor do 660,
reinando en Francia el rey Sigiberto
Fuente: La leyenda de oro para cada día del
año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que
comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset,
Butler, Godescard, etc
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