LOS SANTOS GUMERSINDO y SERVODEO
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| Arca con las reliquias de los mártires de Córdoba -Basílica de San Pedro- |
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El primero nació en Toledo a principios del siglo IX. Sus
padres lo llevaron á Córdoba para que se instruyese en las ciencias sagradas y
profanas, que aun después de la entrada de los moros en España, florecían en
aquella ciudad; y con objeto de que se fuese ensayando en las funciones del
ministerio sagrado á que se mostraba inclinado, lo dedicaron al servicio de la
iglesia de los santos mártires Fausto, Genaro y Marcial, en la cual tenían los
cristianos una escuela ó seminario para educación de la juventud. Ordenado de
sacerdote luego que tuvo la edad competente, se hizo tan recomendable por sus
virtudes, que el obispo de Córdoba le nombró, sin que él lo solicitase, para cura
de un lugar inmediato á la ciudad. El ministerio parroquial era muy importante
y delicado en aquellos tiempos de opresión, en que los cristianos estaban
sujetos á la dominación de los árabes; pero Gumersindo desempeñó muy dignamente
todas sus obligaciones, y fué singularmente amado de sus feligreses por la
suavidad de sus costumbres.
Entonces trabó amistad estrecha con Servodeo, que fue su
compañero inseparable en los tormentos y en la corona. Alentados ambos
mutuamente por la divina gracia, se presentaron á uno de los magistrados árabes
de Córdoba, é hicieron pública y solemne declaración de que eran cristianos, de
lo cual irritado el juez, mandó degollarlos al momento. Oyeron los dos santos
la sentencia con inalterable firmeza, y dando gracias al Señor porque los
hallaba dignos de padecer por su causa, entregaron sus cuellos al verdugo el día
13 de enero del año 852. Sus cuerpos fueron sepultados secretamente en el mismo
sitio en que después se edificó la pequeña ermita de san Julián; y su memoria
fué desde luego tan célebre y venerada, que ya en la conquista de Toledo fueron
invocarlos como santos por el rey don Alonso el sexto.
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