SANTA PRISCA, VIRGEN y MÁRTIR
Habiendo
Claudio, el segundo, sucedido en el imperio á Galieno, tuvo grandes guerras
contra los godos, y otras gentes extranjeras, y alcanzó de ellas esclarecidas
victorias; porque, desbarató trescientos mil bárbaros, tomó dos mil navíos, y lleno
de gloria y triunfo vino á Roma, en donde entendió, que con la paz, y quietud, que
los cristianos algunos años habían tenido, se había aumentado, y florecido
mucho nuestra santa religión: y queriendo él, como pagano, agradecer á sus
falsos dioses las victorias, que pensaba le habían dado, comenzó á perseguir
con gran crueldad á los cristianos, como á capitales enemigos de sus dioses, y
de su imperio: y con esta ocasión muchos santos mártires derramaron su sangre por
Cristo en Roma, y fueron de él coronados en el cielo. Entre estos fué una
doncella de trece años, llamada Prisca, nacida en la misma ciudad de Roma, de
ilustre sangre, la cual fué presa de los ministros de justicia, y presentada
delante del emperador: y viéndola de poca edad, y creyendo, que fácilmente se trocaría,
la mandó llevar al templo de Apolo, para que allí le adorase, y ofreciese
sacrificio. No quiso la santa virgen obedecer el mandato imperial, por obedecer
al de Dios, alegando, que solo era Jesucristo verdadero Dios, á quien adoraban los cristianos; y los dioses
de los gentiles eran demonios, que los traían embaucados. Mandóle el emperador
dar muchas bofetadas en su virginal rostro, con las cuales, aunque en los ojos
de los hombres quedó fea, y denegrida, en los del Señor quedó mas hermosa, y
resplandeciente. Echáronla en la cárcel entre gente facinerosa, donde unos con
caricias, y otros con espanto procuraban reducirla á su mal intento; pero ella siempre estaba firme,
y constante, no dejándose vencer, ni de temores, ni de blanduras. Azotáronla
cruelísimamente: derritieron sobre sus tiernas y delicadas carnes, lardo, y
grosura ardiendo; y volviéronla á la cárcel, y al cabo de tres días la sacaron
delante de todo el pueblo al anfiteatro, que era lugar, donde celebraban sus espectáculos,
y fiestas. Allí pusieron la santa doncella, y luego soltaron un ferocísimo león,
para que la despedazase, y tragase: el cual olvidado de su natural braveza, se echó
á los pies de la virgen como una oveja, y comenzó á lamerlos, y halagarla mansamente.
Quedaron de este nuevo espectáculo los gentiles asombrados, y confusos, y los
cristianos consolados, y animados. Más todo esto no bastó, para amansar al
tirano, que era más fiero que las fieras. Mandóla echar de nuevo en otra cárcel
más afrentosa de los esclavos, y que allí la dejasen tres días sin comer, los
cuales pasados la sacaron, y descoyuntaron con exquisitos tormentos.
Extendiéronla
en el ecúleo, y rasgaron sus carnes con uñas aceradas, y garfios de hierro, añadiendo
al delicado cuerpo penas sobre penas, y tormentos sobre tormentos. Arrojáronla
después en una grande hoguera de fuego; pero no la quemó: para que se viese, que
todas las criaturas obedecen al Señor, si no es el hombre, que por haber recibido
más de su bendita mano, debería servirle más: y para que se entendiese, que
cuando el Señor permite, que los suyos padezcan, no es por no poderlos librar
de las penas, sino por coronar la paciencia, que tienen en ellas. No bastaron estas
pruebas, y victorias, para que el cruel emperador reconociese al verdadero Dios
en esta santa doncella; antes atribuyendo tantas y tan grandes maravillas al
arte mágica, y creyendo, que por virtud de los demonios las obraban los
cristianos, la mandó llevar fuera de la ciudad, y que allí le cortasen la
cabeza; y así se hizo y santa Prisca, dejando el mundo lleno de suavísimo olor,
y fragancia de su martirio, y admirado de su virginal pureza, y varonil
constancia, que tuvo en tan tierna edad, se fué á gozar del premio de sus
merecimientos al cielo, donde sigue al Cordero, y le canta los himnos de alabanza,
que solas las vírgenes pueden cantar.
Su
cuerpo fué enterrado en la vía de Ostia por los cristianos, como tres leguas ó
diez millas de Roma, á los 18 de enero, en el cual día celebra la
Iglesia su fiesta; y murió, imperando el ya dicho Claudio II.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.
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¡Qué ejemplo para los tristes días que corren en que ni la pureza ni la virginidad son honradas como Dios manda!
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