San Juan Bosco, presbítero y fundador
Apóstol de la juventud
Figura sin par en los anales de la santidad en el siglo
XIX, Don Bosco fue escritor, predicador y fundador de dos congregaciones
religiosas, habiendo ejercido sobre todo un admirable apostolado con la
juventud, en una época de grandes transformaciones. Dotado de los dones
sobrenaturales de discernimiento de los espíritus, de profecía y de milagros,
era admirado por los personajes más conocidos de la Europa en su tiempo.
Plinio María Solimeo
Nacido en Murialdo, aldea de Castelnuevo de Asti, en el
Piamonte, a los dos años de edad falleció su padre, Francisco Bosco. Pero
felizmente tenía como madre a Margarita Occhiena, figura que evoca la mujer
fuerte del Antiguo Testamento. Con su piedad profunda, capacidad de trabajo y
sentido de la organización, ella consiguió mantener la familia, en una época
especialmente conturbada para Europa, dilacerada en aquel inicio del siglo XIX
por las cruentas guerras napoleónicas. Juan Bosco tenía un hermano, dos años
mayor que él, y un medio hermano ya entrado en la adolescencia.
Hogar pobre y religioso; una madre, ejemplo de virtudes
La influencia de la madre sobre el hijo menor fue
altamente benéfica: “Parece que la paciencia y la dulce firmeza de Mamá
Margarita influyeron sobre San Juan Bosco, y que toda una parte de su amenidad,
de sus métodos afables, debe de ser atribuida a los modos de su madre, a su
manera de ordenar y de prescribir, sin gritos ni tumulto. (...) Margarita habrá
sido una de esas grandes educadoras natas, que imponen su voluntad a la manera
de dulce implacabilidad” (...).
“Juan Bosco es un entusiasta de la Virgen. Mamá
Margarita le reveló, por su ejemplo, la bondad, la ternura, la solicitud de
Mamá María. Las dos madres se confunden en su corazón. Don Bosco será uno de
los grandes campeones de María, su edificador, su encargado de negocios”.1
Talentos naturales y discernimiento de los espíritus
La Providencia le hablaba, como a San José, en sueños.
A los nueve años tuvo el primer sueño profético, en el cual —bajo la figura de
un grupo de animales feroces que por su acción se van transformando en corderos
y pastores— le fue mostrada su vocación de trabajar con la juventud abandonada
y fundar una sociedad religiosa para cuidar de ella.
Extremadamente dotado, tanto intelectual como
físicamente, era un líder nato. Por eso, “si bien que pequeño de estatura,
tenía fuerza y coraje para producir miedo en compañeros de mi edad; de tal
forma que, cuando había peleas, disputas, discusiones de cualquier género, era
yo el árbitro de los contendores, y todos aceptaban de buen grado la sentencia
que yo diese”,2 dirá él en su autobiografía. Observador como era, aprendía los
trucos de los saltimbanquis y de los prestidigitadores, para atraer a compañeros
a sus juegos y prédicas, pues desde los siete años ya era un apóstol entre
ellos.
Basílica de María Auxiliadora, en Turín |
Huérfano de padre, muy pobre para estudiar para el
sacerdocio como pretendía, y teniendo sobre todo la incomprensión del
medio-hermano, que lo quería en el campo, a los 12 años su madre le puso sobre
los hombros un morral con algunas pertenencias y lo mandó a buscar trabajo en
las haciendas vecinas. Así el adolescente deambuló por la región, sirviendo de
mozo en un café, de aprendiz de sastre, de zapatero, de carpintero, de herrero,
de preceptor, todo con un empeño eximio que lo llevará después a enseñar esos
oficios a sus birichini 4 en las escuelas profesionales que fundará.
Inteligencia y aprendizaje de la caridad
Con una memoria prodigiosa, siempre fue de los primeros
de la clase hasta llegar al sacerdocio.
Recién ordenado, Don Bosco encontró un guía seguro en
su confesor, San José Cafasso. Para iniciarlo en el apostolado con los
desdichados, éste lo llevó a las prisiones donde “pronto aprendió a conocer
cuán grande es la malicia y la miseria de los hombres, pero también cuántos
tesoros Dios encerró en los corazones y cuántas maravillas puede operar la
gracia cuando la secunda la colaboración de la voluntad humana”.5
Después de las cárceles, los hospitales fueron los
lugares donde pudo constatar que “gran parte de las enfermedades eran debidas
al vicio o a la falta de control sobre sí mismos y de higiene material y
moral”.6 Iba principalmente a la Piccola Casa della Divina Provvidenza, tal vez
el mayor hospital del mundo en la época, fundado y dirigido por San José Benito
Cottolengo. ¡Qué época feliz, tan diferente de la nuestra, en que en una misma
ciudad conviven y colaboran tres grandes santos!
Turín, como capital del Reino de Piamonte, comenzaba a
conocer la industrialización. Y con eso a atraer, como aún hoy sucede en toda
gran ciudad, a personas de las más variadas procedencias en búsqueda de
trabajo. Y los jóvenes venían por centenas. Sin familia, entregados a sí
mismos, sin ningún guía moral, se perdían en el vicio y en el juego.
Las grandes obras de Don Bosco
Con esos adolescentes San Juan Bosco comenzaba a
trabajar, reuniéndolos en sus Oratorios Festivos y dándoles, primero,
asistencia religiosa y moral; después, un albergue para centenares de ellos; y,
por fin, proporcionándoles la enseñanza de letras y el aprendizaje de
profesiones diversas en las Escuelas Profesionales por él fundadas.
"Dame almas y llévate lo demás" |
El sistema pedagógico de San Juan Bosco fue sin igual.
Sobre la base de una firme bondad, obtenía una obediencia y una prontitud de
sus birichini, cosa increíble entre jóvenes de una condición tan baja, que
parecían recién salidos de alguna alcantarilla. Les enseñaba a odiar el vicio y
amar la virtud. No toleraba la menor falta contra la modestia o contra la
virtud cristiana.
“Pocos hombres habrá habido que hayan odiado y
combatido tanto el pecado. Hasta vértigo le producía sólo pensar en él, y
muchas veces se le oyó exclamar que prefería que se quemase mil veces el
Oratorio —que tantos desvelos le había costado— antes que en él se cometiese un
pecado”.7
Viviendo de la confianza en la ayuda sobrenatural
La vida de San Juan Bosco es un milagro constante. Es
humanamente inexplicable cómo consiguió, sin dinero alguno, construir escuelas,
dos iglesias —una de ellas la célebre Basílica de María Auxiliadora—, proveer
de maquinaria a sus escuelas profesionales, nutrir y vestir a más de 500
jóvenes en una época de gran carestía.
Mamá Margarita, madre de San Juan Bosco |
Cuanto más necesitaba y menos posibilidad tenía de
obtener cierta cuantía, aparecía algún donante anónimo para darle el monto
exacto que requería. Pero él se empeñaba también en promover rifas, subastas y
todo lo que pudiese rendir algún dinero para su obra.
Educador sin par, y por encima de todo eficaz director
de conciencias, varios de sus niños murieron en olor de santidad, siendo el más
conocido de ellos Santo Domingo Savio. Don Bosco escribió su biografía y la de
varios otros.
Necesitando ayuda para su apostolado incipiente, el
santo no tuvo dudas en ir y pedírselo a su madre, ya entrada en la vejez y que
vivía retirada en compañía del otro hijo y de sus nietos. Esa mujer fuerte tomó
algunas ropas y objetos que podría necesitar, y sin mirar atrás, siguió a su
hijo a pie, en los 30 kilómetros que separan su villa de Turín. Se convirtió en
la madre de numerosos birichini, a quienes alimentaba, vestía y aún daba sabios
consejos. Fue siguiendo su costumbre que él instituyó las bellas Buenas Noches,
palabras edificantes que dirigía a los niños antes de dormir.
Escribiendo a reyes y emperadores
San Juan Bosco mantenía una correspondencia intensa,
escribiendo a emperadores, reyes, nobleza, dirigentes nacionales, con una
libertad que sólo los santos pueden tener. Así, transmitió al Emperador de
Austria un recado memorable de Nuestro Señor para que él se uniese a las
potencias católicas, a fin de oponerse al poderío creciente de la Prusia
protestante. Escribió también al Rey del Piamonte, presto a tomar medidas
contra la Iglesia, alertándolo de la muerte que reinaría en su palacio en caso
que eso ocurriese. Como el soberano no volvió atrás, cuatro miembros de la
familia real se sucedieron en la tumba, en breve espacio de tiempo.
San Juan Bosco murió en Turín el 31 de enero de 1888,
siendo canonizado por Pío XI en 1934.
Notas.-
1. La Varende, Don Bosco, Le Livre de Poche Chrétien,
Arthème Fayard, París, pp. 15 y 21.
2. San Juan Bosco, Memorias del Oratorio, Primera Fase, 1,
p. 7, in Biografía y Escritos, B.A.C.
3. Id. Ib.
4. Plural de birichino, que equivale a nuestro travieso o pícaro.
5. P. Rodolfo Fierro
S.D.B., in Biografía y Escritos, Introducción, p. 14.
6. Id. ib.,
p. 15.
7. Id. ib.,
p. 51.
8. Discurso del 3 de abril de 1932, apud B.A.C., op. cit.,
p. 11.
Fuente: http://www.fatima.pe/articulo-116-san-juan-bosco
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