SAN JOSAFAT, OBISPO Y MARTIR
UNIDAD DE LA IGLESIA

Del mismo modo podríamos decir, y no con menos verdad,
que "Dios nada ama tanto en este mundo como la unidad de su Iglesia".
Símbolo de esta unidad fué la túnica inconsútil de Jesucristo, que no consintió
que los soldados la deshiciesen al pie de la Cruz; de esta unidad habló a su
Apóstoles y a su Padre celestial con harta frecuencia, pidiendo que "todos
fuesen uno, como el Padre y él lo son y que todos fuesen consumados en la
unidad". ¿A qué, se debe que terribles equivocaciones y las miserables
pasiones humanas hayan frustrado el deseo de Cristo e inutilizado su más
ardiente oración? Hacía ya siglos que las Iglesias de Oriente habían recibido
antes que otra ninguna la buena nueva de la Redención y la propagaron por todo el
mundo; brillaron por la santidad y la doctrina de sus pontífices y por el martirio
de muchos de sus fieles. ¡Y estas Iglesias están hoy separadas, en parte, de la
unidad católica y no quieren reconocer la autoridad suprema del Romano
Pontífice!
Los Papas, con todo, jamás se han resignado a este
doloroso estado de cosas; han multiplicado sus exhortaciones y empleado todas
sus fuerzas para poner fin al cisma. Y, sobre todo, después de León XIII, oímos
casi de continuo su voz invitando a esas Iglesias cismáticas a entrar en la
unidad romana para que no haya más "que un solo rebaño y un solo
pastor".
Es consolador para la Iglesia el poder comprobar que
muchos han vuelto; todos los años los cuenta con una alegría muy de madre y
pide a sus hijos que, por todos los medios que estén a su alcance, sostengan
las obras encaminadas a acelerar el día en que todos se junten con ella en
perfecta unidad de espíritu y de corazón. Pero sabe que los medios humanos
serán ineficaces si no se apoyan en la oración.
La fiesta de hoy ha de ser ocasión para hacernos pensar
en el deseo de Cristo y para unir nuestras oraciones a las de la Santa Iglesia,
y nuestros sacrificios a los sacrificios, padecimientos y muerte del mártir de
la unidad: San Josafat.
OBISPO DE LOS RUTENOS
Numerosos son, en efecto, los méritos de este Santo
obispo en la causa de la unidad católica. Pasada su infancia en perfecta
castidad y heroica mortificación, se hizo monje y se dedicó a reformar el orden
monástico de los basilios. En atención a su celo, santidad y ciencia teológica
fué nombrado obispo, y entonces desplegó más todavía sus fuerzas como verdadero
pastor de las almas. Su predicación, sus escritos, su ministerio, sostenidos
por la oración y la penitencia de tal modo fueron bendecidos por Dios, que
convirtió a muchos cismáticos, lo que le atrajo el odio de sus enemigos y
amenazas de muerte. Pero la muerte, ni siquiera la violenta, no asusta a los
verdaderos servidores de Dios. Y en vez de huir, esperó tranquilamente a sus
verdugos y cayó a sus golpes mientras alzaba las manos para bendecirlos y
perdonarlos.
VIDA
Josafat Kuncewicz nació en 1584 de padres católicos y
nobles por su origen, en Wlodimir de Volinia. Un día, durante su infancia, al
hablarle su madre de la Pasión del Señor, fué herido en el corazón por un dardo
que salió del costado de la imagen de Cristo crucificado. Inflamado del amor
divino, a partir de ese momento, de tal forma se dió a la oración y demás obras
piadosas, que era el ejemplo y la admiración de sus compañeros mayores. A los
veinte años abrazó la regla monástica en el claustro basilio de la Trinidad en
Vilna, e hizo progresos maravillosos en la perfección evangélica. Andaba
descalzo a pesar de los intensísimos fríos de los crudos inviernos de aquellas
regiones. Desconocía el uso de la carne; otro tanto sucedía con el vino, si no
se lo imponía la obediencia. Hasta la muerte llevó sobre sus carnes un áspero
cilicio. Conservó sin mancha la flor de
la pureza que ya desde la adolescencia había consagrado a la Virgen Madre de
Dios. La fama de su virtud y de su ciencia llegaron a tal punto en poco tiempo,
que, a pesar de ser joven (1613), se le puso al frente del monasterio de Byten,
y poco después se le nombró archimandrita de Vilna (1614); y finalmente, muy
contra su voluntad, pero con gran contento de los católicos, se le nombró arzobispo
de Polock, en 1617.

Fueron tales los progresos de la fe católica, que en
odio contra el atleta de Cristo, algunos hombres perversos conspiraron contra
su vida; él mismo anunció en un discurso a su pueblo. El lugar de la cita fué
Vitebsk. Con ocasión de la visita pastoral del Arzobispo, los conspirados,
invadiendo su casa, golpean y hieren a cuantos encuentran. Josafat, con semblante
dulcísimo se presenta ante los que le buscan y, hablándoles con amor, les dice:
Hijos míos, ¿por qué maltratáis a mis gentes? Si tenéis algo contra mí, aquí
estoy.
Entonces, lanzándose sobre él, le magullan a golpes, le
atraviesan el cuerpo con flechas, le rematan con un golpe de hacha y le arrojan
al río. Era el día 12 de noviembre del año 1623; contaba Josafat cuarenta y
tres años. Su cuerpo, rodeado de una luz milagrosa, fué sacado del fondo de las
aguas. La sangre del mártir aprovechó a los propios parricidas antes que a
nadie: condenados a muerte, casi todos abjuraron el cisma y detestaron su
crimen. A la muerte del gran obispo se siguieron admirables y numerosos
milagros que determinaron al Sumo Pontífice Urbano VIII a concederle los
honores de los Beatos. El tres de las calendas de julio del año 1867, en la
solemnidad centenaria de los príncipes de los Apóstoles, estando presente el
Colegio de los Cardenales con cerca de 500 Patriarcas, Metropolitanos y Obispos
de todos los ritos, reunidos de todas las partes del mundo en la basílica
Vaticana, Pío IX inscribió solemnemente entre los Santos a este defensor de la
unidad de la Iglesia. Fué el primer Oriental glorificado de este modo. El Papa
León XIII extendió su Oficio y su Misa a la Iglesia Universal.
PLEGARIA
"Te rogamos, Señor, excites en tu Iglesia aquel Espíritu del cual estuvo lleno tu Mártir y Pontífice San Josafat". Así reza la Iglesia, y el Evangelio completa el deseo de ella de tener jefes que se parezcan a ti. El texto sagrado nos habla del falso pastor que huye viendo venir al lobo; pero la Homilía que le comenta en el Oficio nocturno, también afrenta con el calificativo de mercenario al guardián que, sin huir, consiente que el enemigo haga su obra tranquilamente en el aprisco Oh Josafat, líbranos de esta clase de hombres, verdadero azote del rebaño, que sólo piensan en apacentarse a sí mismos. Ojalá logre el divino Pastor, modelo tuyo hasta el fin, hasta dar la vida por las ovejas revivir en todos los que se digna llamar como a Pedro a participar de un amor mayor.
Apóstol de la unidad, secunda las intenciones del Sumo
Pontífice, que llama al único redil a las ovejas descarriadas. Los Ángeles que
velan por la familia eslava aplaudieron tus combates: de tu sangre tenían que
salir otros héroes; las gracias que merecieron por el derramamiento de su
sangre sostengan continuamente al pueblo admirable, pobre y humilde de los
rutenos, y hagan fracasar al cisma que se cree todopoderoso. Quiera Dios que
estas gracias lleguen hasta los hijos de los perseguidores y los dirijan a la
vez hacia Roma, que tiene para ellos las promesas del tiempo y de la eternidad.
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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