sábado, 20 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

SANTO DOMINGO DE SILOS, CONFESOR

Fue santo Domingo de Silos natural de Cañas, lugar pequeño en la Rioja: ejercitóse de pequeño, como otro David, en apacentar ganado de su padre, y después se apartó á hacer vida solitaria y darse del todo á la contemplación: y pareciéndole más seguro, se hizo monje de la orden de San Benito en el monasterio de San Millán, en donde estudió las divinas Letras, y en poco tiempo aprovechó mucho.  Ordenóse de sacerdote, y diéronle cargo de cura de Santa María, del mismo lugar de Cañas, donde había nacido. 
Dio tan buena cuenta de este oficio, que le volvieron á llamar del monasterio de San Millán, y allí le hicieron prior. Fué varón santísimo y señalado en milagros. En su tiempo el rey don García de Navarra, por su propia autoridad, y con violencia, intentó sacar y tomar ciertas joyas, oro y plata de la sacristía del convenio; y el santo con gran constancia y ánimo resistió á la codicia del rey, teniendo más cuenta con la gloria de Dios, y con la defensa de los bienes de la Iglesia, tan necesarios para el culto divino, que no con la voluntad ni indignación del rey: el cual lo desterró y le echó de su casa de San Millán con algunos de sus monjes. El santo varón se fué al rey don Fernando, I de este nombre, de Castilla y de Aragón: fué recibido del rey con mucho amor y benevolencia, y su fama de santidad comenzó á extenderse más por España: y con esta ocasión de su destierro vino ó ser abad del monasterio de Silos: el cual habiendo sido antes de los mayores y mejores santuarios de España, estaba ya tan por el suelo en lo espiritual y temporal, que obligó al rey don Fernando y á los prelados á buscar remedio; y no se halló otro mejor, que encomendarle á santo Domingo: y él en veinte y tres años que fué abad, le formó de manera, que podía con razón contarse por un nuevo y raro milagro del mundo. Fué admirable el ejemplo de su santa vida, maravilloso su celo, y el cuidado que puso en administrar y enriquecer las almas de sus súbditos de todas virtudes, y el monasterio de bienes, los cuales el Señor aumentaba, y se los daba, como por añadidura de sus grandes y provechosos servicios.
 También resplandeció con muchas y grandes maravillas, que Dios en vida y en muerte obró por él, sanando á muchos enfermos, ciegos, cojos, tullidos y de otras diversas enfermedades. Pero en lo que principalmente se señaló, fué en socorrer á los cristianos que estaban en poder de moros, que á la sazón eran muchos, y era su entero remedio la intercesión de este santo para con Dios.
Fué esto con tan grande extremo, que encomendándose á él desde sus mazmorras los cautivos, se hallaban á deshora en tierra de cristianos, y aun á las puertas de su monasterio, dejando allí por testimonio las cadenas, grillos y hierros de su cautiverio, y reconociendo á Dios por autor de su libertad, y á santo Domingo de Silos por medianero: y fueron tantos los despojos de los cautivos que se pusieron en aquel convento, que decían por refrán en Castilla: «No le bastarán los hierros de santo Domingo». Y no solamente traían y colgaban estos despojos en el templo del monasterio de Santo Domingo de Silos los cautivos, que por su intercesión se hallaban libres, sino también en los otros templos y oratorios de su advocación, como se ve en la iglesia de Jesús del Monte, que tienen los padres de la Compañía de Jesús, junto á la villa de Loranca de Tajuña: la cual, por haber sido antes ermita de santo Domingo de Silos, tiene hoy día colgadas muchas cadenas de los cautivos cristianos, que por sus oraciones alcanzaron remedio en sus trabajos y miserias; que es grande argumento de la devoción que se tenía en estos reinos á este glorioso confesor, y no menos las novenas que doña Juana Daza, madre de santo Domingo de Guzmán, patriarca y fundador de la orden de Predicadores, hizo en el monasterio de Silos, velando en el sepulcro del santo monje, y suplicándole que le alcanzase dichoso parto de la criatura que tenía en el vientre; y él la consoló y regaló, y se le apareció en su propia forma y hábito, y le dió nuevas ciertas del bienaventurado hijo que había de parir: el cual se llamó Domingo, del nombre de su patrón y abogado santo Domingo de Silos: y aun fundó el monasterio de monjas de su orden en Madrid, y le llamó Santo Domingo, por la devoción que tenía á santo Domingo de Silos; aunque con el tiempo, creciendo más la fama y el resplandor de su fundador, oscureció el un Domingo al otro Domingo, y al presente comúnmente se entiende ser la advocación de aquel convento del padre santo que le fundó, y nó del otro por cuya advocación se fundó.
Finalmente, habiendo este gran siervo del Señor corrido gloriosamente su carrera, cayó malo, y entendió que se acercaba la hora en que Dios le quería librar de la cárcel del cuerpo: llamó á sus frailes y dióles muy buenos documentos para sus almas, y díjoles algunas cosas que habían de venir, las cuales como él las dijo se cumplieron; y recibidos los sacramentos, dio su alma al Señor, que vieron subir al cielo con tres coronas unos niños sin malicia ni doblez.
Su cuerpo fué sepultado en el mismo monasterio de Silos, que después se llamó de su nombre. Algunas iglesias de España celebraban su fiesta el día de su glorioso tránsito, que fue á los 20 de diciembre, año 1003. Hacen mención de santo Domingo de Silos algunos breviarios antiguos de España, y autores de santorales, y en Toledo hay un insigne monasterio de monjas de la Orden de San Bernardo, con advocación de santo Domingo de Silos, que hoy se llama Santo Domingo el Antiguo.

 Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

viernes, 19 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

     SANTA FAUSTA, VÍRGEN Y MÁRTIR
Fausta fué natural de Cizico, ciudad insigne de una isla del mismo nombre en Propóntide, é hija de padres nobles, ricos y cristianos, los cuales la criaron en toda virtud y religión cristiana. De trece años quedó huérfana, muy rica, muy hermosa; pero mucho más virtuosa: tanto que solo se ocupaba y ejercitaba en limosnas, ayunos, oración y meditación de las divinas Escrituras. Pero como la luz no puede estar escondida, ni la ciudad que está en la cima del monte, presto llegaron nuevas de las grandes virtudes de Fausta al emperador Maximiano, el cual despachó al punto á Cizico á un sacerdote de sus dioses, privado suyo, y el primero de su palacio, llamado Evelasio, con orden de que si podía reducir á la santa doncella á la adoración de sus dioses, la hiciese honores grandes; si nó le quitase la vida. Apenas llegó Evelasio á Cizico, cuando hizo venir á su presencia á Fausta, y le dijo, que sacrificase á los dioses. Respondió la santa virgen: Yo no sacrifico á estos dioses, que son sordos, ciegos, y sin sentido alguno. Yo tengo á mi padre y esposo Jesucristo en el cielo, y no puedo dejarle: porque te advierto, que aunque soy pequeña en la edad, mi corazón es grande para con Dios. Con esto Evelasio la mandó raer la cabeza y desnuda atar á un palo, y azotar cruelmente: todo lo cual quedó ejecutado. Pero la santa niña, en medio del cruel y riguroso tormento, levantó los ojos al cielo: hizo oración á su dulcísimo esposo Jesús; y apenas la acabó, cuando vino del cielo un furioso relámpago: tal, que muchos de despavoridos y asustados murieron.

Temió Evelasio: y llamando á Fausta, dijo: Mujer, dime, ¿quién eres? ¿Eres acaso encantadora, que tales prodigios obras? Lo que sé decirte, es (dijo la santa) que no siento tus tormentos. Mandó Evelasio hacer una caja ó ataúd, y poner dentro á la santa virgen y clavarla muy bien, y después que la aserrasen por medio. Así lo hicieron los crueles verdugos; y estando ya cansados y molidos, dijeron á Evelasio: Señor, ¿qué haremos con esta mujer? Nosotros ya estamos medio muertos, y ella está viva: más ha de ocho horas que trabajamos en balde, seis sierras hemos mudado, y ninguna corta en ella: hemos puesto fuego á la caja, y no le toca, antes ella se está dentro cantando alegre y suavemente: dinos, pues, ¿qué haremos? Entonces Evelasio se volvió á la santa, y dijo: Mujer, yo estoy pasmado: ochenta años tengo, y jamás he visto prodigios tales como los que obras; y así te conjuró por el Dios en quien crees, me digas la verdad y no me engañes: ¿qué es esto? La virtud divina (respondió Fausta), que siempre obra maravillas la cual conocerás presto, si quieres admitir la verdad que yo confieso. Dime (dijo Evelasio) la verdad clara y distintamente, que te ofrezco oírte de buena gana, y con toda atención. Viendo la santa virgen la buena disposición que tenía el corazón de Evelasio, comenzó á predicarle: y tanto supo decirle, y tan bien instruirle en las cosas de la santa fé católica, que le dejó del todo reducido, y obrando en él la virtud y gracia del Espíritu Santo, mandó prontamente quitar á Fausta del tormento y darle libertad, y cuando la vio sana y buena, quedó en grande manera alegre y gozosísimo.

Un criado de Evelasio se partió á dar cuenta al emperador de como se había hecho cristiano. El emperador lo sintió mucho, y llamando á Máximo, su prefecto, hombre inhumanísimo y cruelísimo, le envió á Cizico, el cual (habiendo jurado primero al emperador que jamás creería en Cristo) se partió, y llegando á la ciudad, hizo llamar á Evelasio, y le dijo: Ven acá, cabeza de maldades, ¿cómo te has atrevido á negar á los inmortales dioses, y seguir á los cristianos locos? Yo te juro (respondió Evelasio), que si tú oyes á Fausta, presto conocerás á Dios vivo y serás dichoso y bienaventurado. Encendióse en ira Maximino, y mandó desnudar á Evelasio y colgarlo en el ecúleo y azotarlo cruelmente. El santo Evelasio, después de ser cruel y rigurosamente azotado por mucho tiempo, levantó los ojos al cielo: hizo humilde oración á Dios, acordándose de las muchas maravillas que su divina Majestad había usado con su esposa Fausta, y al instante quedó libre de aquel cruel tormento, y sano. Visto por el tirano Maximino, mandó, que le pusiesen hachas encendidas á los costados. Hiciéronlo así los verdugos: y el santo pidió á Fausta orase por él; y ella compadecida, hizo oración á su esposo Jesús, conque quedó libre de aquel fuego.

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Maximino entonces dijo á Fausta: Dime, mujer perversa, ¿cómo le atreviste á mudar el ánimo de un venerable sacerdote, para que negando á los dioses, se hiciese cristiano? La santísima niña respondió: Espero en la gran bondad y misericordia de mi Dios, que tú también has de ser, como Evelasio, hijo de la verdad. No juzgues, ó Fausta (dijo el prefecto), que seré yo tan necio y loco como éste. Con esta la hizo atar, y colgar del ecúleo, y clavarle unos clavos en los pies, pero por virtud divina la santa virgen no sentía tormento alguno: con que cantaba gozosa dulces himnos á su divino esposo. Desesperado Maximino, le mandó echar á las fieras. Vino una furiosa leona, y puesta á sus pies la adoró: luego salieron otras muchas fieras de diversas especies; y todas se postraron á sus pies, y la adoraron y acariciaron. Viendo el prefecto tales y tan estupendas maravillas, quedó pasmado y rabioso más que las fieras: así fiero, bárbaro y cruel, la hizo traer desnuda, y arrastrar por las plazas y calles. Viéndose públicamente desnuda la santa virgen, dijo en su corazón á su esposo Jesús: Cubre, Señor, esta obra tuya; y bajó al instante una nube del cielo y la cubrió toda. Desesperado Maximino, no sabía cómo atormentarla: lo cual visto por un criado suyo llamado Eusebio, le dijo: Señor, si me das licencia, yo la atormentaré de nuevo, y á tu satisfacción. Yo te la doy (dijo el prefecto): y el criado hizo que un herrero trajese diversos clavos, y unos le hizo clavar en la cabeza, otros en las sienes, otros en los ojos, otros en los oídos, otros en los pechos, otros en los brazos, y otros en las piernas, hasta dejarla toda empedrada de clavos. En este tormento solo se le oían estas palabras á la santísima esposa de Jesús: Señor mío Jesucristo, gracias le doy infinitas: tú, Señor, conoces los corazones: eres la gloria y corona de los justos: recibe á esta humilde é indigna sierva luya: y haz Señor, que Maximino le conozca y confiese por solo verdadero Dios, para que todos sepan que tú solo lo eres, y á ti solo se debe la gloria por los siglos. Viendo Eusebio que no sentía Fausta tan crueles tormentos, y era vencido de una tierna niña; por no confesarlo, hizo traer una gran sartén ó caldera, y puesta al fuego, echar en ella pez, resina, alquebrite y plomo, y cuando todo estaba derretido y hervía, hizo echar dentro desnudos á los dos valerosos é invictos mártires de Jesucristo. Fausta y Evelasio. Los dos gloriosos santos, maestra y discípulo, comenzaron á cantar salmos; y al instante el fuego se apagó, y el plomo y demás ingredientes quedaron como un baño suavísimo. Entonces Maximino, tocado de la divina luz, dijo á voces: Dios eterno, que con tu infinita bondad y misericordia hiciste que Evelasio fuese partícipe de la corona de tu sierva Fausta, recíbeme también, Señor, á mí, humilde y pecador, para que, aunque por tantos títulos indigno, junto con los dos haga el número de la Trinidad Santísima, que constante adoro y confieso. Muestra. Señor, en mí, indigno pecador, tu gran misericordia, para que por ti me salve, pues tú me redimiste.

Luego al punto se abrieron los cielos, y se dejó ver Jesucristo, rodeado de ejércitos de ángeles y espíritus gloriosos, con todos los justos, que resplandecían más que el sol. Viendo tanta gloria y tantas maravillas Maximino, exclamó, diciendo: Señor, recíbeme como á tu siervo Evelasio, y no le acuerdes de la multitud de mis pecados: bien sé, Señor, cuan indigno soy de que me oigas; pero mayor es tu misericordia, que mi indignidad y malicia: recíbeme, Señor, como recibiste al buen ladrón. Al punto corrió adonde estaba la sartén: y levantando los ojos al cielo, y signándose con la señal de la santa cruz, dijo: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, también yo soy con vosotros: y desnudándose á toda prisa y haciendo la señal de la santa cruz por todo su cuerpo, se arrojó á la sartén con los dos gloriosos mártires de Jesucristo, Fausta y Evelasio. Entonces llena de gozo y alegría espiritual, la bendita Fausta exclamó diciendo: Gloria te sea dada, Cristo Jesús, que no quieres que ninguno se pierda, sino es que todos se salven, y vengan al conocimiento de la verdad. ¡Qué gozosa estoy, Señor, en medio de estos dos, como la vid con su fruto! Recíbenos, Señor, pues tú nos has llamado para tí. En esto se oyó una voz del cielo, que dijo: Venid á mí vosotros que trabajáis por mi nombre; que yo os recibiré en el reino de los cielos.Oyendo esta dulce voz, quedaron llenos de gozo: alabaron á Dios: diéronle gracias; y entregaron en sus divinas manos sus santas almas con grande paz, gozo y alegría, á los 6 de febrero, según unos, á los 20 de diciembre, según otros, ó á los 19 de diciembre, si es esta gloriosa Fausta (que lo dudo) la que este día trae el Martirologio romano: porque una es de Roma, otra de Cizico: una es virgen y mártir; otra es matrona noble y madre de santa Anastasia: si bien á esta llama Nicéforo Calixto, lib. IV, in fin., Flavia, y nó Fausta.
Pero como quiera que sea, ahora sea una misma, ahora sean dos diversas, esta verdad se sabrá en la gloria, donde las veamos. Escribieron la vida y martirio de santa Fausta, Beda; Usuardo; Adon; los griegos in Menolog.; Metafraste; Lipomano, tom. V; Surio, tom. I; Pedro de Natalibus, in CaIhalogo, lib.VIII, cap. 97;el Martirologio romano y Baronio en sus anotaciones, y en el tomo V de sus Anales, año 311, núm. 1 9, y tom. II, año 300, núm. 4.


 Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

jueves, 18 de diciembre de 2025

S A N T O R A L


NUESTRA SEÑORA DE LA Ó

En el arzobispado de Toledo, y en otras Iglesias de España, á los 18 de diciembre se celebra la fiesta de la Expectación del parto de la santísima Virgen María, Reina nuestra, la cual se instituyó con nombre de Anunciación de nuestra Señora en el décimo concilio Toledano: porque viendo aquellos santos padres, que se congregaron en él, la obligación tan precisa que nos corre á todos los cristianos de solemnizar aquel dichoso y bienaventurado día, en que el Verbo eterno se vistió de nuestra carne en las limpísimas entrañas de la Virgen, que es á los 25 de marzo, y por estar comúnmente la santa Iglesia ocupada en aquellos días en llorar la pasión del Señor, no le puede celebrar con la alegría y regocijo que debe; ordenó, que á los 18 de diciembre, y ocho días antes de su nacimiento, se celebrase esta fiesta con grandísima, solemnidad: especialmente que estaba establecido por decreto de algunos concilios, que en la cuaresma, que es tiempo de ayuno y penitencia, no se celebrasen fiestas de mártires (que eran las que en aquella sazón solamente se celebraban) y la de la Anunciación siempre cae en cuaresma: y como dice allí el concilio, ya se hacia esta fiesta en algunas Iglesias particulares de España. Este concilio se celebró el año octavo del rey Recesvinto, y fué el último del arzobispado de Eugenio, á quien sucedió san Ildefonso: el cual, habiendo disputado, convencido y desterrado á ciertos herejes, que ponían mácula en la limpieza de la Virgen, y defendídola con gran devoción, doctrina y valor, dio orden que esta fiesta de la Anunciación de la Virgen se celebrase con título de Expectación del parto.
También se llama esta fiesta Nuestra Señora de la O; porque desde las vísperas de ella se comienzan en el oficio divino ó decir unas antífonas al Magníficat, y se continúan hasta la víspera del Nacimiento, que comienzan en O: y por una ceremonia particular de la Iglesia de Toledo: porque acabada de decir la oración de las vísperas de la fiesta de la Expectación, todos los eclesiásticos que asisten en el coro dan grandes voces sin orden ni concierto, pronunciando esta letra O; para denotar el deseo y ansia que los santos padres del limbo, y todo el mundo tenia de la venida y nacimiento de su universal Reparador y Redentor.
Porque luego que el hombre cayó y comió del árbol vedado y con su desobediencia condenó á toda su posteridad y á todos sus hijos que habían de nacer de él; el Señor por su inmensa bondad y clemencia, le dio esperanza de remedio, cuando dijo á la serpiente estas palabras: «Yo pondré enemistad entre tí y la mujer, y entre su simiente y la tuya: y esta te quebrantará la cabeza, y tú andarás siempre asechando á sus calcañares»: que es, armando lazos en todos sus pasos y caminos. Esta sentencia de Dios, pronunciada contra el demonio, fué después de aquella general caída la primera luz y la primera gracia y prenda de esperanza que la divina bondad dio al mundo, y señaladamente á aquellos que primero fueron matadores de sus hijos, que padres: los cuales por esta promesa de Dios entendieron que el fruto de una mujer, hija suya, había de confundir al demonio, y reparar los daños de su desobediencia, y restituir al linaje humano lo que por culpa de ellos había perdido: y comenzaron á desear y á pedir al Señor con grandes ansias, que se diese priesa y acelerase esto remedio. Después fué el Señor dando otras señales, y fortificando más sus promesas: de manera que todos los santos y amigos de Dios entendieron este beneficio incomparable, que Dios quería hacer al linaje humano, y deseaban sumamente ver aquel dichoso día, en que había de nacer el que Dios les había prometido, y enviaba para ennoblecer y reparar el mundo, y librarle del grave yugo de la tiranía de Satanas, en que estaba cautivo. Por esto dijo el Salvador, hablando con sus discípulos: «bienaventurados son los ojos que ven lo que vosotros veis; porque muchos reyes y profetas desearon verlo, y no lo pudieron alcanzar».
Por esta misma causa dijo á los judíos, que Abrahán había deseado ver su día; y que le había visto, y gozándose cuando le vio. Por esto el patriarca Jacob en la postrera bendición, que estando para morir dio á sus hijos, dijo: «No fallará el cetro de Judá, ni capitán de su casta y familia, hasta que venga el que ha de ser enviado, y aquel que será la expectación de todas las gentes: y añadió: Señor, yo esperaré á vuestra salud y á vuestro Salvador». Por esto Moisés, cuando Dios le apareció en el desierto y le mandó que fuese á Egipto, para librar á su pueblo, le dijo: «Yo te ruego, Señor, que envíes al que has de enviar». Por este mismo deseo clamaba David: «Excitad, Señor, vuestra potencia y venid para salvarnos»: y su hijo el sabio Salomón, hablando de la Sabiduría eterna, que es Jesucristo unigénito Hijo de Dios, decía: «Enviadla, Señor, de esos santos cielos y del trono de vuestra grandeza y majestad, para que esté conmigo y trabaje conmigo». Este mismo deseo manifestó Tobías, cuando á la hora de la muerte dijo: «Bendice, ánima mía, al Señor; porque él librará á Jerusalén, su ciudad, de todas sus tribulaciones: y añadió: «¡O qué dichoso y bienaventurado seria yo, si alguno de mi linaje y de mis hijos fuese vivo, para ver la claridad y gloria de Jerusalén, cuando Dios la visitará!» Por esto el profeta Isaías daba voces, y suspirando, decía: «Enviad, Señor, aquel cordero inocentísimo, que ha de señorear á todo el mundo»; y volviéndose á los cielos y hablando con ellos, les decía: «Ea, cielos, enviad vuestro roclo de allá de lo alto, y la nube llueva al Justo: ábrase la tierra y brote, y produzca al Salvador; y salga con él la justicia»: y en otro lugar encendido y abrasado de este deseo, y pareciéndole que tardaba mucho en venir el Salvador; con entrañable afecto y ansiosos suspiros, hablando con el Señor, le dijo: «¡O si ya rompieses, Señor, esos cielos, y descendieses y acabases devenir!» Finalmente, todos los patriarcas pedían á Dios con largos gemidos la venida del Salvador: todos los profetas le prometían y con varias figuras le representaban: todos los santos del Viejo Testamento suspiraban por él: todas las gentes le deseaban; y por eso el profeta Ageo le llama el Deseado de todas las gentes: Et veniet desideratus cunctis genlibus; et implebo domum istam gloria, divit Dominus exercituum: Vendrá el Deseado de todas las gentes, y con su presencia ilustraré y henchiré de gloria este templo, dice el Señor de los ejércitos. Y así no es maravilla, que al tiempo que esto Señor había de nacer y gozar de estos aires de vida, para cumplir los deseos en todos sus siervos; y al tiempo que esta luz del mundo había de salir de las entrañas de su bendita Madre, para alumbrarle, todas las criaturas estuviesen suspensas y colgadas de este felicísimo parto, en el cual estaba librada la suma de su salud y eterna felicidad: y que la santa Iglesia haga fiesta particular y nos ponga delante la expectación y ansia, con que todo el universo aguardaba el parto de la Virgen: para que por aquí entendamos la devoción, alegría y hacimiento de gracias, con que nosotros le debemos celebrar v recibir.
Pero si todos los otros santos y profetas, tuvieron tan grande sed de esta fuente de vida, y por el extremado deseo de su venida daban tantas voces y clamores á Dios; ¿qué creemos que haría la que era más santa que todos,  y tenía más lumbre del cielo para conocer y estimar este soberano beneficio, y más caridad para desear el remedio de todas nuestras pérdidas y calamidades? ¿Qué haría la que sabía que el que traía en su sagrado vientre, era verdadero hijo suyo, y todo suyo, y juntamente unigénito del eterno Padre? ¿Y qué se acercaba ya aquel bienaventurado día, en que, ella le había de parir, y mostrar al mundo su Reformador, su Salvador, su vida, gloria y toda su bienaventuranza? ¡Cómo se desharía su espíritu de gozo y de júbilo, viendo ya ser oídos los gemidos de todos los siglos y naciones, y las plegarias y oraciones de los justos; y los continuos ruegos y lágrimas, con que ella humildísimamente había suplicado al Señor, que no tardase á venir y manifestarse vestido de su carne, para dar espíritu á los hombres carnales v hacerlos hijos de Dios! ¡Qué arrobada, y fuera de sí estaba esta Señora, contemplando este misterio! ¡Qué luces, qué resplandores, qué rayos alumbraban su claro entendimiento! ¡Qué ardores, qué encendimiento, qué llamas abrazaban su purísima voluntad! ¡Qué desmayos, latidos y sentimientos de amor, padecía su corazón, con la esperanza de su breve y sagrado parto! Porque no temía los dolores, ni el mal suceso, ni las otras miserias que las otras mujeres preñadas temen en sus partos. Deseaba con un increíble deseo verle ya, para adorarle como á su Dios, reverenciarle como á su Señor, y abrazarle y besarle como ó su dulcísimo Hijo. Esta es la fiesta de la Expectación del parto de la Virgen, que hoy celebrada Iglesia, y nosotros debemos celebrar con especial devoción y alegría.

 Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

miércoles, 17 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

Santos Cincuenta Soldados, mártires

El 6 de noviembre del 638, en tiempo del emperador griego Heraclio en Constantinopla, tres años después de la conquista de Gaza por el comandante musulmán Ambrus, algunos meses después de la rendición de Jerusalén al califa Omar Ibn Al-Khattab de Damasco, fueron al martirio en Jerusalén 10 soldados cristianos y, del mismo grupo un mes después, 50 soldados cristianos en Gaza.
Los árabes musulmanes bajo el liderazgo de Omar, Califa de Damasco, comenzaron la conquista de la Tierra Santa en 634, en 635 capturaron, tras la batalla de Gaza, la ciudad costera y se enfrentaron al ejército cristiano en el año 636, en la batalla de Yarmuk; en la primavera del 638, luego de un corto asedio y sin derramamiento de sangre, fue entregada Jerusalén por el Patriarca Sofronio.
En la batalla de Gaza del 635, los soldados se habían rendido con la firma, por unos 60 miembros, de un documento donde se comprometían a dejar el libre paso a las tropas musulmanas. Sin embargo, esta capitulación ante el comandante de los árabes no fue mantenida por Ambrus, que ordenó a los 60 la inmediata apostasía del cristianismo, y el paso al Islam. Dado que se negaron, fueron separados de sus esposas, hijos y armas, encadenados y mantenidos en cautiverio. Después de treinta días fueron trasladados a Eleutheropolis (literalmente «Ciudad libre» o «de la libertad»), entonces una ciudad importante entre Gaza y Jerusalén, que había sido fundada hacia el 200 por Septimio Severo. Durante cinco meses los prisioneros fueron reclamados en repetidas ocasiones a la apostasía, y luego fueron llevados encadenados a Jerusalén.

El que había sido hasta entonces patriarca de Jerusalén, Sofronio, visita con frecuencia a los presos de noche y los alienta a perseverar en la fe. Después de diez meses el Emir de Jerusalén los pone de nuevo bajo las órdenes de Ambrus. Como advertencia del vigor de la orden de apostasía, toma diez soldados, entre ellos el oficial al mando Calinizo, y los ejecuta. La decapitación de los diez tuvo lugar el 6 de Noviembre del 638. Según la lista es evidente que pertenecían a dos grupos: los de los escitas y la de los voluntarios. Estos 10 mártires fueron enterrados en Jerusalén por el Patriarca Sofronio cerca de la tumba de san Esteban.
Treinta días después, el emir ordenó el envío a Gaza de los restantes 50. Y el 17 Diciembre del 638, hacia el mediodía, son asesinados por guerreros sarracenos. Los cristianos compraron luego los cuerpos, que fueron enterrados en Eleutheropolis, y se construyó sobre la fosa común una iglesia dedicada a la Santísima Trinidad. Estos son los 45 nombres que se conservan del grupo de los 50: Juan, Pablo, Juan, Pablo, Fotino, Zitas, Eugenio, Muselio, Juan, Esteban, Teodoro, Juan, Teodoro, hijo del precedente, Jorge, Teopento, Jorge, Sergio, Jorge, Teodoro, Ciríaco, Juan, Zitas, Filoxeno, Jorge, Juan y Jorge -todos de la cohorte de los Escitas-; Teodosio, Epifanio, Juan, Teodoro, Sergio, Jorge, Tomás, Esteban, Conón, Teodoro, Pablo, Juan, Jorge, Juan, Juan, Paulino, Cayumas, Abramio, Marmises y Marino -todos de la cohorte de los Voluntarios-.

Fuente:
Traducido y resumido para El Testigo Fiel del Florilegium Martyrologii Romani, de Klaus Martin Reichenbach


Letanía a los santos militares



Kyrie, eleison
Christe, eleison
Kyrie, eleison
Christe, audinos
Christe, exaudinos
Pater de caelis, Deus     miserere nobis
Fili, Redemptor mundi, Deus,    miserere nobis
Spiritus Sancte, Deus    miserere nobis
Sancta Trinitas, unus Deus    miserere nobis
Nuestra Señora de Montserrat        ruega por nosotros
San Miguel, príncipe de las Milicias Celestes    ruega por nosotros
Santos Ángeles y Arcángeles    rogad por nosotros
San Juan Bautista    ruega por nosotros
San José    ruega por nosotros
Santos Patriarcas y Profetas    rogad por nosotros
Santos Apóstoles    rogad por nosotros
Todos los santos Doctores    rogad por nosotros
Padres de la Iglesia    rogad por nosotros
Padres del desierto    rogad por nosotros
Santos y Espíritus Bienaventurados    rogad por nosotros
Todos los santos Inocentes, mártires y vírgenes    rogad por nosotros
Todos los santos y beatos de congregaciones cristianas    rogad por nosotros
Todos los santos militares    rogad por nosotros
San Acacio de Bizancio, con los 14 santos auxiliadores    rogad por nosotros
San Adjutor, soldado devoto de María Magdalena    ruega por nosotros
San Adrián de Nicodemia, convertido al Cristianismo    ruega por nosotros
San Adventor de Turin, militar    ruega por nosotros
San Alejandro, que te negaste a postrarte ante los ídolos    ruega por nosotros
San Amón, militar    ruega por nosotros
San Andrés de Cilicia y Compañeros, convertidos al Cristianismo    rogad por nosotros
San Angilberto, que abandonaste lo militar por la vida monastica    ruega por nosotros
San Aquileo, mártir con tu compañero Nereo    rogad por nosotros
San Aquilino de Evreux, obispo    ruega por nosotros
San Arnould, évêque    ruega por nosotros
San Azás, mártir con otros ciento cincuenta soldados    rogad por nosotros
Santa Bárbara, con los 14 santos auxiliadores    rogad por nosotros
San Bernardo, oficial    ruega por nosotros
Beato Bertoldo militar admitido en los Carmes    ruega por nosotros
San Besa, soldado mártir    ruega por nosotros
Santos Bonose y Maximiliano    rogad por nosotros
San Cándido, compañero de San Mauricio    rogad por nosotros
Santos Carlerio de Sebaste, Estiriaco, Tobías, Eudoxio, Agapio & Cia    rogad por nosotros
Bienaventurado Carlomagno, rey    ruega por nosotros
San Dagoberto, rey    ruega por nosotros
Santo Domingo Nicolás Dinh Dat, que has muerto estrangulado    ruega por nosotros
San Dositeo, monje militar    ruega por nosotros
San Elzeardo, oficial    ruega por nosotros
San Esiquio de Dorostoso, mártir    ruega por nosotros
San Expédito, comandante de una legión romana    ruega por nosotros
San Exuperio, que animaste con tu fe a la legión tebana    ruega por nosotros
San Félix de Milán    ruega por nosotros
San Ferreol, soldado mártir    ruega por nosotros
San Francisco Tra Van Trung que has sido degollado    ruega por nosotros
Santa Genoveva devota de la oración    ruega por nosotros
San Gereón, soldado y mártir    ruega por nosotros
San Germán, oficial y después obispo    ruega por nosotros
San Germer, oficial y religioso    ruega por nosotros
San Gontrán, rey    ruega por nosotros
San Gordio, mártir    ruega por nosotros
San Guillermo, oficial    ruega por nosotros
San Gumaro de Lierre, que construiste un oratorio    ruega por nosotros
San Hermelando, militar    ruega por nosotros
San Hermias de Comana, mártir    ruega por nosotros
San Hilorome    ruega por nosotros
San Ignacio de Loyola, todo lo has hecho por la Gloria de Dios    ruega por nosotros
Santa Ingenes, mártir    ruega por nosotros
Santos Isquirión y Compañeros, mártires por la Fe    rogad por nosotros
San Jerónimo Emiliani, que fundaste los Clérigos Regulares    ruega por nosotros
San Jorge, con los 14 santos auxiliadores    rogad por nosotros
San José Le Dang Thi, que diste testimonio en la prisión    ruega por nosotros
Santa Juana de Arco    ruega por nosotros
San Leoncio de Trípoli, mártir    ruega por nosotros
San Livier, jefe de armada    ruega por nosotros
San Lucaire, soldado mártir    ruega por nosotros
San Luis, rey de Francia    ruega por nosotros
San Marcelo de León, degollado por ser cristiano    ruega por nosotros
Santa Marina, mártir    ruega por nosotros
San Marino de Cesárea, que fuiste decapitado    ruega por nosotros
San Martín de Tours, ofreciste la mitad de tu manto al pobre    ruega por nosotros
San Mauricio y Compañeros de la Legión tebena    rogad por nosotros
San Menas de Egipto, mártir    ruega por nosotros
San Nabor de Milán, mártir con san Félix    rogad por nosotros
Santos Nereo y Aquileo, jóvenes mártires    rogad por nosotros
San Nicotraste    ruega por nosotros
San Nivard, príncipe    ruega por nosotros
San Obicio, abrazaste una vida de penitencia    ruega por nosotros
San Octavio de Turín, soldado de la legion Tebea    ruega por nosotros
San Poliento, mártir    ruega por nosotros
San Quintín, oficial    ruega por nosotros
San Rafael de San José, extendiste la Orden del Carmelo en Polonia    ruega por nosotros
San Román, oficial y después obispo    ruega por nosotros
San Sebastián, preferiste la milicia de Cristo a la del emperador    ruega por nosotros
San Sigisberto, rey    ruega por nosotros
San Solutario de Turín, mártir    ruega por nosotros
San Teodoro de Bizancio, quemado por ser cristiano    ruega por nosotros
San Teodoro de Heraclea, mártir    ruega por nosotros
San Teófilo, mártir    ruega por nosotros
San Tipaso, mártir que te negaste a postrarte ante los dioses    ruega por nosotros
San Tolomeo, mártir    ruega por nosotros
San Vaudril, jefe de armada y religioso    ruega por nosotros
San Victor de Milán, mártir que fuiste decapitado    ruega por nosotros
San Vicente, militar    ruega por nosotros
San Vitricio, oficial y después obispo    ruega por nosotros
San Walberto, militar    ruega por nosotros
San Zenón de Filadelfia, mártir con San Zenas quien besó tus cadenas    rogad por nosotros
San Zenón, soldado y mártir    ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios    interceded por nosotros
Muéstratenos propicio    perdónanos Señor
Muéstratenos propicio    escúchanos Señor
De todo mal    líbranos Señor
De todo pecado    líbranos Señor
De las asechanzas del diablo    líbranos Señor
De los espíritus de las tinieblas    líbranos Señor
De la muerte eterna    líbranos Señor
De los maestros que trabajan con lo oculto    líbranos Señor
De toda manipulación mental    líbranos Señor
De las sectas y corrientes esotéricas    líbranos Señor
De la brujería    líbranos Señor
Del espiritismo y de la adivinación    líbranos Señor
De las maldiciones    líbranos Señor
De todo tipo de perversión    líbranos Señor
De toda enfermedad causada por las fuerzas del mal    líbranos Señor
De todo peligro    líbranos Señor
Del suicidio    líbranos Señor
Del rencor    líbranos Señor
De todos los males del cuerpo, alma y espíritu    líbranos Señor
De todas las enfermedades físicas y psíquicas    líbranos Señor
De nuestros defectos    líbranos Señor
Sangre de Cristo    cúbrenos
Sangre de Cristo    protégenos
Sangre de Cristo    purifícanos
Sangre de Cristo    sálvanos
Espíritu Santo    lávanos
Espíritu Santo    ilumínanos
Espíritu Santo    sánanos
Espíritu Santo    guíanos
Espíritu Santo    llénanos de Tí
Espíritu Santo    instrúyenos
Espíritu Santo    regálanos tus siete dones
Per nativitatem tuam    libera nos, Domine
Per baptismum et sanctum jejunium    libera nos, Domine
Per crucem et passionem tuam    libera nos, Domine
Per sanctam resurrectionem tuam    libera nos, Domine
Per admirabilem ascensioem tuam    libera nos, Domine
Per adventum Spiritus Sancti Paracliti    libera nos, Domine
In die judicii    libera nos, Domine
Ut nobis indulgeas    te rogamos, audi nos
Ut ad veram poenitentiam nos perducere digneris    te rogamos, audi nos
Ut omnibus fidelibus defuntis requiem aeternam donare digneris    te rogamos audi nos
Ut nos exaudire digneris    te rogamos audi nos
Fili Dei    te rogamos audi nos
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi    parce nobis, Domine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi    exaudi nos, Domine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi    miserere nobis
Christe, audi nos
Christe, exaudi nos
Kyrie, eleison
Christe, eleison
Kyrie, eleison