LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA EN EL TEMPLO
Una de las cosas en que debemos poner mayor cuidado, es
en cumplir nuestros votos y dar á Dios con presteza lo que le habernos
prometido y así dijo el Espíritu Santo por Salomón: «Si has prometido algo á
Dios, no tardes en cumplirlo: y una de las cosas en que más se deben desvelar
los que tienen hijos, es en criarlos desde niños en el amor y temor santo del
Señor; y por esto dijo el mismo Espíritu del Señor: «Si tienes hijos, enséñalos
y domestícalos desde su tierna edad». De lo uno y de lo otro nos dejaron grande
ejemplo San Joaquín y Santa Ana, padres de la santísima Virgen María nuestra
Señora, presentándola el día de hoy en el templo de Jerusalén, dejándola en él para
que allí se criase con las otras doncellas, como á Dios lo habían prometido.
Para lo cual (además del motivo que tenían de su promesa y voto, y del estímulo
con que los incitaba su propia santidad) la vida de la misma niña y su composición
y modestia virginal era un perpetuo despertador á sus padres para que la
ofreciesen presto á Dios: porque fué tan rara y celestial la virtud de esta
bendita niña desde su primera edad; que San Ambrosio la pone por dechado á
todas las vírgenes, y dice así: «A nadie hacia mal, aunque lo mereciese: á
todos los quería bien: á los mayores hacia reverencia: no tenía envidia á los
iguales: huía de la jactancia: obraba conforme á razón y amaba toda virtud.
Nunca torció el rostro á sus padres, ni tuvo diferencias con sus parientes: ni se
desdeñaba de tratar con los humildes, ni hacia burla de los que poco podían, ni
se avergonzaba de conversar con los pobres. No tenía el gesto melindroso, ni el
andar disoluto, ni el hablar entonado; antes la modestia y figura exterior
declaraba la interior santidad y perfecta virtud de su alma; así como la buena
casa se muestra de la buena portada ó zaguán. No le pasaba por el pensamiento salir
de casa sino para la iglesia; y esto con sus padres ó parientes: dentro de casa
gustaba de estar sola y siempre ocupada en algo de provecho: fuera de casa
siempre en compañía y con guarda de su limpieza, aunque la mejor guarda que tenía
era a sí misma: pues en su compostura y aspecto venerable, mas entendía en
apresurar el paso, y andar y correr por el camino de la virtud, que en levantar
el pié del suelo». Hasta aquí son palabras de San Ambrosio.
Y no es maravilla,
que siendo la Virgen tan niña en la edad, haya sido tan admirable su vida;
porque aunque sus años eran pocos, su discreción era mucha, y su espíritu sin
comparación mayor que su cuerpo; porque desde el punto que en el vientre de su
madre fué concebida sin pecado original, la fué acelerado el uso de la razón
mucho más perfectamente que á San Juan Bautista: y es de creer que perseveró en
ella, y que Dios no se la dio para quitársela, y que no obraba como niña, sino
como mujer de edad, y que estaba prevenida como de Dios y adornada de todas las
gracias y virtudes.
Siendo ya, pues, de tres años, la llevaron sus padres
al templo de Jerusalén para ofrecérsela, y presentar al Padre eterno hija, al
Hijo madre, al Espirita Santo esposa, á los Ángeles reina, y á los hombres
abogada. Declararon á los sacerdotes su voto: rogáronles que tuviesen cuidado
con su hija, como con cosa ya consagrada á Dios; y que la criasen entre las
otras doncellas que le servían en una casa pegada al templo y edificada para este
efecto, donde las vírgenes eran sustentadas con las rentas del mismo templo, y
podían entrar en él á hacer oración y ocuparse en santos y loables ejercicios, sin
ruido y bullicio de la gente. Y cierto así convenía, que aquella Virgen que
había de ser Madre de Dios, no dilatase el consagrar su alma y cuerpo al
servicio de su esposo, sino que en dejando los pechos de su madre, le hiciese
solemne sacrificio de sí misma: porque así como la fruta temprana y fresca y
recién cogida del árbol con sus flores, es más gustosa y agradable que la marchita,
manoseada y sacada ya en la plaza; así el servicio que se hace al Señor en los tiernos años, le es
más agradable que el que se le ofrece en la vejez: aunque Dios es de tan buena
condición, que recibe los sacrificios tardíos, y paga con grande liberalidad y
franqueza á los que van á trabajar á su viña al poner del sol: más los padres
deben tener gran cuenta con inclinar á sus hijos desde niños al temor santo de
Dios, y ofrecérselos como cosa suya: y si el Señor les hiciere tan grande
merced, que desde aquella edad los escoja para sí, y plante en ellos algún
deseo y gusto de servirle en perfección, no les vayan á la mano ni se les
estorben; porque harán ofensa al Señor (cuyos son, más que suyos) y serán
castigados en lo mismo que pecaron, permitiendo Dios que los mismos hijos sean sus
verdugos y atormentadores, y el cuchillo con que muera su desordenado amor. Entregaron,
pues, los santos padres Joaquín y Ana á la bienaventurada niña en manos del
sacerdote, que con solo mirarla quedó admirado y suspenso de tan singular gracia
y belleza. Tomad esta niña, sacerdote de Dios, y no penséis que es como las
otras niñas que hasta ahora habéis recibido y dedicado al Señor, sino como un
vivo templo suyo, y más venerable que el mismo templo en que se ofrece. Tomadla
como un sagrario del Espíritu Santo, como á la verdadera arca del Testamento,
como á la urna del maná con que se sustenta la tierra, como un Sancta Sanctorum, adonde no es lícito entrar sino al
sumo sacerdote según la orden de Melquisedec; porque es la puerta de Ezequiel,
para todos cerrada sino para él, y jardín cercado y fuente sellada, la que con
su presencia ha de ilustrar y ennoblecer más este segundo templo, que lo fué el
primero que edificó el rey Salomón.
Tomóla el sacerdote y púsola (como algunos
dicen) en la primera grada de una escalera, que tenía quince escalones para
subir al altar; y en ella con extremada gracia y ligereza y alegría (sin que
nadie la ayudase ni llevase de la mano) subió por sí hasta lo alto, no sin
grande admiración de todos los que estaban presentes, que se espantaban de
verla extremada belleza y gracia de la niña, y más el contento y prontitud con
que se despedía de sus padres y se dedicaba al Señor, sacando por aquellos pequeños
indicios las obras maravillosas que había de obrar en ella, el que de tan tierna edad la había escogido para que le sirviese en el templo.
Pero después que quedó la bendita niña entre las sagradas
vírgenes, ¿qué lengua podrá declarar la excelencia de su recogimiento y virtudes?
De las cuales hablando San Gerónimo, ó el autor del tratado del Nacimiento de
la Virgen, que anda entre sus obras, dice así: «Procuraba la Virgen ser en las vigilias
de la noche la primera, en la ley de Dios la más enseñada, en la humildad la más
humilde, en los cantares de David la más elegante, en la caridad la más
ferviente, en la pureza la más pura, y en toda virtud la más perfecta. Todas
las palabras eran llenas de gracia: porque siempre en su boca estaba Dios.
Continuamente oraba, y como dice el Profeta, meditaba en la ley del Señor día y
noche. Tenía también cuidado de sus compañeras, que ninguna hablase palabra mal
hablada: que no levantase su voz en la risa: que no dijese palabra injuriosa, ni
soberbia á su compañera. Continuamente bendecía á Dios: y pura que cuando la
saludaban no cesase de este oficio, en pago de la salutación respondía: Gracias
á Dios». Hasta aquí son palabras de este autor: y San Ambrosio dice así: «No deseaba
que otras doncellas la tuviesen conversación, la que tenía buena compañía de
santos pensamientos; antes entonces estaba menos sola cuando estaba sola:
porque ¿cómo se puede decir que estaba sola, la que tenía consigo tantos
libros devotos, tantos arcángeles, tantos profetas? Y si se turbó cuando entró
á ella el ángel San Gabriel, no fué por no estar acostumbrada á tratar con
ángeles, sino porque le apareció en figura de un mancebo hermoso; mas en oyendo
su nombre, le reconoció. Cosa tan peregrina se la hizo ver á un hombre, no
extrañándose de saber que era ángel; para que por aquí entiendas el recato de
sus religiosos y castos oídos, y de sus venerables y virginales ojos». Esto es
de San Ambrosio.
En el templo aprendió muy perfectamente á hilar lana y
lino, seda y holanda, y coser y labrar las vestiduras sacerdotales, y todo lo
que para el culto del templo era menester, y para después servir y regalar á su
precioso Hijo, y vestirle y hacerle la túnica inconsútil, que al pié de la cruz
jugaron los sayones, por no dividirla. Aprendió asimismo las letras hebreas, y
leía á menudo y con grande atención las divinas Escrituras, y las rumiaba y
meditaba y entendía perfectamente, por su alto y delicado ingenio, y por la luz
soberana que el Señor la infundía. Ayunaba mucho, y con el recogimiento,
soledad, silencio y quietud se disponía á la contemplación y unión con Dios, en
cual estaba tan absorta y arrobada, y era tan visitada y regalada del Señor y
de los Ángeles, que más parecía una niña venida del cielo, que criada acá en la
tierra: y hay autores graves que escriben, que los Ángeles la traían lo que
había de comer todo el tiempo que vivió en el templo, para que estando
desembarazada y sin cuidado de su sustento; pudiese vacar más libremente á la
contemplación más suavísima de su dulce esposo: que pues le concedió este
privilegio tan largos años á San Pablo, el primer ermitaño, no es maravilla que
le haya concedido á la que tantas ventajas le hizo, y fué escogida
singularmente para tan alta dignidad. Finalmente, la vida de la Virgen en el
templo fué dechado y modelo perfectísimo de la vida de todas las doncellas, que
la deben imitar en la oración, en la humildad, en la modestia, en el
recogimiento, silencio y vergüenza virginal, y en todas las otras virtudes que son
propias de las doncellas, y adorno y arreo de su estado. Pero especialmente las
vírgenes, que con particular inspiración y luz del cielo consagraron, su
virginidad á Jesucristo y le tomaron por esposo, deben tener siempre delante de
sus ojos, como un espejo, la vida de esta Virgen santísima, para amoldarse á
ella y seguir sus ejemplos; pues militan debajo su bandera, y ella es su guía,
su maestra y capitana: porque entre otras excelencias y prerrogativas de la
Virgen, no es la menor el haber sido la primera que alzó la bandera de la
castidad, y consagró su virginidad con voto perpetuo al Señor, y abrió camino
con su ejemplo á todas las vírgenes que después le han seguido. Ella fué la
primera que conoció y estimó en lo que se debe la virtud tan rara y peregrina de
la pureza virginal, y la que la amó tanto, que hizo voto de guardarla
perpetuamente con un amor tan encendido y tan intenso y con un deseo tan
entrañable de agradar á Dios, y le agradó tan perfectamente, que más parecía ángel
sin cuerpo, que doncella con carne mortal: porque el haber sido madre no
marchitó la flor de su virginidad; antes la hizo más bella y más florida, más
alta y más divina, y juntó la flor de virgen con el fruto de madre. Todas las almas
puras, que conociendo la vanidad del mundo le dan libelo de repudio, y se
recogen y encierran entre cuatro paredes, y mueren en vida, para vivir
eternamente con su Querido en el cielo, deben tener por su reina y princesa á
esta niña y señora, y pedirla devotamente su favor, para imitarla en la guarda
del voto que hicieron, como la imitaron en hacerle, y seguir tan glorioso ejemplo.
Por esto se llama esta señora Virgen de las vírgenes; porque fué como maestra y
capitana de todas las vírgenes, y principio de un linaje de servicio á los ojos
de Dios tan agradable.
Todos los monasterios de monjas que hay en el mundo, y
todos los recogimientos de esposas y vírgenes de Cristo que ha habido, y hay y
habrá hasta el día del juicio, son frutos de esta flor virginal de María: y
cuantos más hubiere y más le siguieren, tanto más crecerá su gloria accidental.
Estuvo la Virgen en el templo hasta entrar en los
catorce años, y á los once se escribe que murieron sus padres muy viejos, sin
haber tenido otra hija ni hijo, sino á ella. Siendo ya de edad para casarse,
pareció á los sacerdotes que debía tomar marido como lo hacían las otras
doncellas, cuando llegaban á aquella edad: y como la purísima Virgen rehusase
hacerlo, así porque por el voto de sus padres había sido dedicada perpetuamente
á Dios, como por el suyo, con que había consagrado al mismo Dios para siempre
su virginidad; los sacerdotes, maravillados de aquella novedad, hicieron mucha
oración, y consultaron con el divino oráculo lo que en aquel caso habían de hacer;
y respondió el Señor que todos los del linaje de David que estaban presentes en
Jerusalén se juntasen, y que de ellos aquel se casase con ella, a quien le
cupiese la dichosa suerte: y la Virgen tuvo revelación de Dios, que obedeciese
á los sacerdotes y no temiese; porque él la guardaría y conservaría entera, y
sin mengua en su propósito y limpieza angelical. Cupo la suerte á José, de la tribu
de Judá, natural de Belén, y de oficio carpintero, varón santo y de madura edad,
y virgen y lleno de tantas y tan excelentes virtudes, cual convenía que fuese
el esposo de tal esposa; y siendo la sacratísima Virgen de trece años y tres meses,
se desposaron, y fué entregada á su esposo, para guardarla, servirla y mirar
por ella.
De la fiesta de la Presentación de nuestra Señora hacen
mención los Martirologios romano y de Usuardo, á los 21 de noviembre, que es el
día en que fué presentada. Molano dice que el papa Pió II, y el papa Paulo,
también II, instituyeron esta fiesta, y concedieron indulgencia á los que la
celebrasen, y que antes estaba recibida en las Iglesias de Francia por la
devoción de Carlos V, su rey, como consta por una epístola suya, escrita á
Nicolás, obispo antisiodorense, el año del Señor de 1373; pero parece que más
antiguamente se celebraba esta festividad; porque los griegos hacen mención de
ella en su Menologio, y en una institución del emperador Manuel, que cita
Teodoro Balsamon, demás de muchas oraciones de San Gregorio Niseno, Hermanno,
obispo de Constantinopla, y Gregorio, obispo de Nicomedia, que trae Metafraste,
y refiere Lipomano y Surio en el sexto tomo de las Vidas de los santos. Por donde
se ve, que esta fiesta fué muy célebre en las Iglesias de Oriente; pero
habiéndose caído y dejádose de usar en las de Occidente, la santidad de Sixto
V, sumo pontífice mandó celebrar en toda la universal Iglesia la fiesta de la
Presentación de nuestra Señora, á los 21 de noviembre, por un breve despachado en
Roma á 1 de setiembre, año de 1583, que fué el primero de su pontificado.
LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA EN EL TEMPLO
Y no es maravilla, que siendo la Virgen tan niña en la edad, haya sido tan admirable su vida; porque aunque sus años eran pocos, su discreción era mucha, y su espíritu sin comparación mayor que su cuerpo; porque desde el punto que en el vientre de su madre fué concebida sin pecado original, la fué acelerado el uso de la razón mucho más perfectamente que á San Juan Bautista: y es de creer que perseveró en ella, y que Dios no se la dio para quitársela, y que no obraba como niña, sino como mujer de edad, y que estaba prevenida como de Dios y adornada de todas las gracias y virtudes.
Tomóla el sacerdote y púsola (como algunos dicen) en la primera grada de una escalera, que tenía quince escalones para subir al altar; y en ella con extremada gracia y ligereza y alegría (sin que nadie la ayudase ni llevase de la mano) subió por sí hasta lo alto, no sin grande admiración de todos los que estaban presentes, que se espantaban de verla extremada belleza y gracia de la niña, y más el contento y prontitud con que se despedía de sus padres y se dedicaba al Señor, sacando por aquellos pequeños indicios las obras maravillosas que había de obrar en ella, el que de tan tierna edad la había escogido para que le sirviese en el templo.
Todos los monasterios de monjas que hay en el mundo, y todos los recogimientos de esposas y vírgenes de Cristo que ha habido, y hay y habrá hasta el día del juicio, son frutos de esta flor virginal de María: y cuantos más hubiere y más le siguieren, tanto más crecerá su gloria accidental.
Fuente: La leyenda
de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la
Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias
del Croisset, Butler, Godescard, etc
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