lunes, 18 de agosto de 2025

S A N T O R A L

SANTA ELENA, EMPERATRIZ

Siendo Diocleciano y Maximiano Hercúleo emperadores, enviaron á la isla de Bretaña (que es Inglaterra) por gobernador á Constancio Cloro, valeroso y esforzado capitán. Hospedóle un caballero y señor principal de aquella isla, llamado Coel, y recibióle en su casa. Tenía Coel una hija llamada Elena, hermosísima doncella, muy avisada y honesta. Viéndola Constancio, y sabiendo sus grandes partes, se le aficionó, y la pidió á su padre por mujer, y se casó con ella y tuvo de ella al gran Constantino, su hijo, que después fué emperador.
Andando el tiempo, los emperadores Diocleciano y Maximiano, renunciaron el imperio en un mismo día, el uno en Milán, y el otro en Nicomedia: y nombraron Diocleciano á Galerio Maximiano, y Maximiano Hercúleo, su compañero, á Constancio Cloro, por Césares y gobernadores del imperio: pero fué con condición, que Constancio repudiase á Elena, su legítima mujer, y se casase con Teodora, hija de la mujer de Maximiano; y así lo hizo Constancio, dado que con mucho pesar y disgusto suyo, porque amaba á Elena: mas hízolo por asegurar el imperio y excusar otros inconvenientes. 
Dejó Constancio, cuando murió, por sucesor de su imperio (aunque tenía otros hijos de Teodora) á Constantino, su hijo, y de Elena, su primera mujer: y Constantino, favorecido de Dios, por virtud de la Santa Cruz, vino á ser señor absoluto, y monarca de todo el imperio romano, por los caminos y rodeos que refieren las historias eclesiásticas y profanas; y yo los dejo, por no ser propios de la vida de santa Elena, que pretendo aquí escribir: de la cual dice San Paulino, que fué cristiana aun antes que el emperador Constantino, su hijo, se convirtiese á nuestra santa religión, y fuese bautizado de mano de San Silvestre, papa; y que ella también le ayudó por su parte para que con tanta piedad y magnificencia edificase suntuosos templos á Cristo nuestro Redentor, y amplificase su santo nombre.
Alteráronse mucho los judíos, y quisieron revolver el mundo cuando vieron que aquel, á quien sus padres habían crucificado, era tenido y adorado del mismo emperador y de los grandes de su imperio, por verdadero Dios y Señor de todo lo criado: pretendieron rebelarse, y no les valió: porque fueron castigados severamente del emperador Constantino. Y no solo con las armas, sino con las letras y disputas, pretendieron oscurecer la gloria de Jesucristo, y persuadir á Santa Elena y al emperador, su hijo, que habiendo de mudar de religión, debían tomar la de los judíos, tan noble y tan antigua, y dada del mismo Dios, y confirmada con tantos milagros y prodigios divinos; y no la de un hombre, que por revolvedor (como ellos decían) y alborotador de los pueblos, había sido muerto en un palo entre dos ladrones. Para sosegarlos, se dio orden que viniesen á Roma los más insignes letrados de los judíos, y que disputasen con San Silvestre acerca de la religión suya, y de los cristianos; y así se hizo: y el santo pontífice, en presencia del emperador y de su madre, los convenció y confundió de tal manera, que no supieron que responder, ni más hablar: y con esto nuestra santa fé quedó victoriosa, y cada día iba creciendo y propagándose más: y Santa Elena se halló con el emperador, su hijo, en un concilio romano, que le celebró San Silvestre, y firmó los decretos y leyes que en él se habían establecido.
Después que en Nicea se celebró aquel famoso y universal concilio de los trescientos diez y ocho obispos, y se condenó en él la perversa doctrina del malvado Arrío, y de sus secuaces (que fué el año del Señor de 325), tuvo Santa Elena revelación del cielo de ir á Jerusalén, y visitar aquellos santos lugares, consagrados con la vida y muerte de Cristo nuestro Salvador, y buscar en ellos el estandarte glorioso de la cruz, con que él había vencido al enemigo del linaje humano y triunfado de todo el poder del infierno. Fué la santa emperatriz, cargada de años, con grandes ansias de hallar tan precioso tesoro y manifestarle al mundo: y aunque al principio tuvo muchas y grandes dificultades, al cabo el mismo Señor, que la guiaba, le cumplió sus deseos, y le descubrió aquella joya preciosísima y digna de toda reverencia, que buscaba, y con nuevos y evidentes milagros declaró ser aquella la misma cruz, en que él muriendo nos dio la vida. De la cruz y de los clavos, con que nuestro Redentor había sido enclavado, hizo santa Elena lo que dijimos más largamente el día de la Invención de la Cruz.
La cual invención de la Santa Cruz fué de grande provecho para toda la Iglesia católica; porque con el favor de una princesa tan grande y tan poderosa se alentaron los cristianos, y se reprimieron los infieles; y el emperador Constantino se confirmó más en sus buenos propósitos; y la devoción y veneración del madero santo se comenzó á extender y propagar, y nuestra santa religión á florecer por todas las partes del mundo. Y la bienaventurada emperatriz, no contenta con lo que había hecho, hizo otras dos cosas en Jerusalén, dignas de su rara piedad, devoción y humildad: la una fué mandar edificar un suntuoso templo junto al monte Calvario, donde había hallado la Santa Cruz: otro en la cueva de Belén, donde nació el Verbo eterno, vestido de nuestra carne mortal; y el tercero en el monte Olívete, en el lugar de la ascensión del Señor: los cuales templos dotó y enriqueció de muchos y preciosos dones: la otra cosa que hizo santa Elena fué, que visitó los monasterios de vírgenes y personas dedicadas á Dios, con tanta modestia y abatimiento de su imperial persona, que ella misma, vestida pobremente, cuando comían les daba aguamanos, y de beber, y les llevaba los platos, y les servía de rodillas: y siendo reina del mundo, y madre del emperador, trataba con ellas, como si fuera su criada; porque ellas eran criadas y esposas de su Señor.
Habiendo, pues, la santa emperatriz recreado su espíritu con la memoria é insignias de nuestra redención, y puesto en aquellos sagrados lugares, como trofeos de la religión cristiana, tan ricos y suntuosos templos, y edificado y llenado con la admiración de su vida á todos los moradores de aquella santa ciudad, se despidió de ella, no sin ternura y lágrimas: con las mismas anduvo por los otros lugares y provincias que habían sido santificadas por el Hijo de Dios, mandando edificar iglesias, oratorios y capillas, y adornándolas y proveyéndolas de todo lo necesario para el culto divino. Niceforo en su Historia, en el lib. VIII, cap. 30, dice, que por su orden y magnificencia se hicieron treinta iglesias en Jerusalén, y otras partes: y lo mismo hizo pasando por algunas ciudades de Oriente, las cuales ilustró y alegró con su presencia, enriqueciendo á muchos hombres principales, que por haber perdido sus haciendas, se hallaban en necesidad, y repartiendo largas limosnas á los pobres, y sacando á los presos de la cárcel, y dando libertad á los que estaban desterrados, ó condenados á sacar piedras y metales; consolando y remediando á todos los afligidos, como señora soberana y madre benignísima.
Volvió á Roma: y siendo ya de ochenta años, llena de santas obras y merecimientos, estando presente el emperador Constantino, su hijo, y sus nietos, después de haberles dado muy santos consejos, y su bendición, libre ya y suelta de la flaqueza de la carne, voló su espíritu al cielo, para gozar eternamente del fruto y gloria de la cruz, que ella con tanta ansia había buscado y hallado. Su muerte fué á los 18 de agosto, en que la Santa Iglesia la celebra; aunque el año en que murió no se sabe de cierto. El cuerpo de Santa Elena fué enterrado con imperial solemnidad y aparato en la iglesia de los santos mártires Pedro y Marcelino, en una arca de pórfido: y hay autores que escriben que pasados dos años se trasladó á Constantinopla; pero esto no es cierto: y Sigisberto dice, que de Roma fué llevado ó Francia: mas hoy en día se muestra en Venecia el cuerpo de Santa Elena. 
Adviértase que algunos autores, especialmente griegos, dicen que santa Elena no fué inglesa de nación, sino de la ciudad de Drepana, y que no fué tan noble como nosotros la hacemos, sino una mujer pobre y mesonera: pero no tienen razón; y la verdad es la que aquí queda escrita, y la prueba el cardenal Baronio en las anotaciones del Martirologio, y más copiosamente en el tercer tomo de sus Anales. Mas como el emperador Constantino favoreció á los cristianos, y en su tiempo floreció tanto nuestra sagrada religión, y Santa Elena, su madre, lo ayudó á llevar adelante sus piadosos intentos; los gentiles y judíos, y todos los enemigos de Jesucristo (á quienes pesaba que se menoscabasen y desfalleciesen sus falsas sectas), procuraron deslustrar la grandeza del emperador y mancillar la fama de la emperatriz, su madre, y fingieron algunas fábulas, publicando que había sido de bajo linaje: y dio color á su mentira el no haber sido Constancio Cloro emperador, cuando se casó con Santa Elena en Inglaterra; y para serlo, el haberla repudiado, y casádose con Teodora, entenada del emperador Maximiano Hercúleo (como dijimos), en cuya comparación Elena se podía tener por mujer de baja suerte: pero ella fué de sangre ilustre, y más esclarecida, por ser madre de tal hijo; y mucho más bienaventurada y gloriosa, por haber conocido, amado y servido con tanto fervor á Jesucristo nuestro Señor, y procurado que todo el mundo le adorase, reverenciase y sirviese.


Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

domingo, 17 de agosto de 2025

S A N T O R A L

SANTA CLARA DE MONTEFALCO, VÍRGEN


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En el valle de Espoleto, que está en la Umbría, provincia de Italia, como cuatro millas de Foligni, y ocho de Asís, está una villa que se llama Monte Falco, en la cual nació la virgen Santa Clara, que por distinguirla de la otra Santa Clara de Asís, hija primogénita del seráfico padre San Francisco, madre de tantas y tan gloriosas hijas, llaman santa Clara de Monte Falco: la cual tuvo por padre á un hombre virtuoso, que se llamaba Damián: y por madre á una buena mujer, por nombre Jacoba. Desde niña comenzó á echar de sí rayos de luz divina; porque siendo de solos cuatro años, inflamada en el amor de Jesucristo, las rodillas desnudas en tierra, ofrecía devotísimas oraciones delante de la imagen del Crucificado, y todo su estudio era entregarse á su esposo celestial: y porque no podía tan á su gusto entregarse á estas devociones, sin ser vista y registrada de los de su casa, se hurtaba muchas veces, y secretamente se iba á una iglesia que estaba allí cerca, dedicada á San Juan (que es de San Agustín), donde extendía mas las velas de su afecto y devoción.


A los seis años entró en el convento de agustinas de Santa Cruz y practicó las más ásperas penitencias, mortificando su inocente cuerpo. Cuentan sus biógrafos que fue tal su amor a la castidad, que no miró nunca el rostro de un hombre.


* Estando una vez contemplando en la llaga del costado del Señor, y toda traspasada de dolor, le apareció un mancebo con una cruz sobre los hombros, que le dijo: Hija Clara, ya he buscado un lugar firme para fijar esta cruz, y he hallado tu pecho en que la pueda poner y enclavar: es pues necesario que mueras en esta cruz si deseas ser mi hija y heredera. Desde la hora de este aparecimiento se cree, que las insignias de Cristo crucificado fueron impresas en el casto y amoroso pecho de esta santa virgen, de la manera que adelante se dirá; porque desde aquel tiempo le quedó un gran dolor en el pecho.

* Llegó la hora en que había de recibir de su celestial esposo el premio de sus trabajos, y tuvo revelación de ello: y queriéndose aún más aparejar para aquella dichosa salida del mundo y entrada en el cielo, llamó á todas las monjas y exhortólas á que la encomendasen á Dios, y se acordasen de los trabajos que por ellas había padecido: que fuesen muy humildes, pacientes y sufridas unas con otras, obedientes á sus mayores y muy unidas todas en su santo amor entre sí, para que la obra de nuestra redención, que Cristo tanto amó, y compró con tan caro precio de su vida, no se perdiese en ellas por su culpa. Después recibió los santos sacramentos y el de la extremaunción, con muchas lágrimas, y fuere revelado que le eran perdonados todos sus pecados, y la gloria que le estaba aparejada. Con esta visión quedó tan consolada, que no se puede decir, y rompió el silencio, que hasta entonces había tenido, hablando con su amorosísimo esposo con estas palabras: ¡O dulcísimo Jesús, cuán grande es, Señor, el premio con que pagáis á los que os sirven siendo tan pequeños sus trabajos! Y con gran fervor, dijo: Es mucho, es mucho, es mucho precio Señor para mí el paraíso. Y algunas veces como quien hablaba con los ángeles y con los santos, decía: Llevadme.
Resultado de imagen para sta clara de montefalcoPensaron los circunstantes que ya había dado el espíritu al Señor, y llevaron el cuerpo á la iglesia para enterrarle; mas allí tornando en sí, abrió los ojos: y alegrándose todos los que estaban presentes, le dijeron que parecía tener mejoría; más la esposa de Cristo, conociendo ser llegada su hora, con grande alegría y sosiego les dijo: Amadas discípulas y hermanas mías, yo me voy de este mundo para el Señor que me llama: yo os encomiendo á él, en cuyas manos os dejo. Acabadas estas palabras, voló aquella alma bendita (sin algún movimiento ni alteración) á su Criador, dejando el cuerpo con su color y blancura como si estuviera vivo, con los ojos levantados al cielo, y el rostro con una claridad y un color rosado que le sobrevino y le hacía muy hermoso. Pasó de esta vida á 17 de agosto, año del Señor de 1299, á treinta y tres años de su edad, según la Crónica de la orden de los Menores; y según la de San Agustín, el año de 1308, y siendo como de cuarenta años. Resplandeció con muchos milagros dando vista á muchos ciegos, pies á los cojos, y oídos a los sordos, vida á una doncella muerta, y sanó á otras muchas personas gravemente enfermas de calentura tísica, de gota coral, de lamparones, de apostemas malignas é incurables, y de otras dolencias, y espantos de los demonios; y á otras necesitadas libró con la eficacia de sus merecimientos y oraciones.
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Relicario con la imagen del Crucificado, en el corazón de Clara
Por la fama de estos milagros y por haberse entendido que en su corazón tenia las insignias de la pasión de Cristo Nuestro Redentor, las monjas ó (como otros dicen) el vicario general del obispo de Espoleto, con licencia del papa, vino con tres médicos á la sepultura de Santa Clara, y le abrieron el pecho; y hallaron en su corazón (que era grande, grueso y cóncavo) impresas y estampadas las señales de la pasión del Señor; conviene á saber, un crucifijo con tres clavos, la lanza, la esponja, y la caña, que estaban de una parte del corazón; y de la otra estaban los azotes, y cada uno de cinco ramales, y con la columna y la corona de espinas. Estas señales ó insignias de la pasión eran como de nervios fuertes y duros. Hallaron más, dentro de la hiel tres peloticas redondas como tres avellanas, de igual peso, grandeza y color, las cuales siempre se hallaron en un mismo peso poniendo la una en una balanza y las otras dos en la otra, en testimonio de la verdad del misterio de la santísima Trinidad, de la cual esta virgen fué devotísima. Y así algunos pintan á esta esclarecida virgen, con un peso en una mano, y en las balanzas las pelotas divididas, y en la otra mano un corazón con Cristo crucificado y con las demás insignias de la sagrada pasión. Salió también, cuando la abrieron, sangre clara y limpia, y recogieron de ella una redomica: la cual hoy día se muestra con el corazón, y con las tres peloticas, con grande admiración de todos los que las ven (y yo las he visto), alabando al Señor que así honra á sus santos y obra en ellos tan grandes maravillas. También dicen las monjas que están en aquel monasterio, que muchas veces, antes que venga alguna extraordinaria tribulación, se descuaja aquella sangre de la ampolla, y hierve, y crece visiblemente, y que luego se hacen procesiones para pedir misericordia al Señor por intercesión de la santa virgen, y suplicarle que alce la mano del azote que temen.
Hácese gran fiesta en Monte Falco, con licencia del papa, el día de su glorioso tránsito á los 17 días de agosto, y también el día de la Santa Cruz de mayo; porque esta santa solemnizaba aquel día con grande devoción. Muéstrase su cuerpo dentro de la iglesia del convento por una reja que el año de 1561 (en que yo le vi) estaba junto al coro de las monjas; y aunque está seco y mudado el color, está entero sin faltarle parte alguna.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

Monte Falco IglesiaEn la Iglesia de la Santa Cruz en Montefalco se conserva hasta hoy el cuerpo incorrupto de Santa Clara de Montefalco. Se pueden contemplar las reliquias de su corazón con las marcas de la pasión y las tres piedritas.
En el jardín del monasterio (junto a la Iglesia), se encuentran unos árboles muy valiosos. Resulta que Jesús se apareció a Santa Clara en el jardín con un callado, el cual le pidió a Santa Clara que lo sembrara. Ella le preguntó como hacerlo ya que no era una planta. Jesús le dijo que igual que si fuera una planta. En obediencia, Santa Clara siembra el callado y de pronto se convierte en un árbol milagroso que dio frutos. La santa utilizaba sus semillas para hacer rosarios con los que oraba por los enfermos y se sanaban.
Los descendientes del árbol milagroso aun están en el jardín del convento de Montefalco. Las hermanas del convento, siguen hasta hoy, haciendo estos rosarios.

sábado, 16 de agosto de 2025

S A N T O R A L

SAN ESTEBAN, REY DE HUNGRÍA, CONFESOR
Imagen relacionadaLa Hungría tiene nombre de los hunos, que la sujetaron, y habitaron: entre los cuales hubo un príncipe, y valeroso capitán, llamado Geisa, el cual era hombre severo, y en el gobierno para con los suyos áspero y mal acondicionado, y para con los otros (especialmente cristianos) era humano, benigno y liberal. Siendo aún gentil, comenzó á domesticarse con los cristianos, y darles fácil entrada en su ducado de Hungría, mandándoles acoger bien y hospedar; y á los clérigos y monjes acariciarlos: y finalmente, habiéndolos oído y tratado, alumbrado del cielo, conoció su ceguedad, y recibió la luz evangélica, y se abrazó con Jesucristo, verdadero Dios, y único Señor nuestro. Luego que fué bautizado, deseó comunicar á los otros sus vasallos la gracia del Señor, que él había recibido: para esto domó á los rebeldes, animó á los obedientes, é instituyó en Hungría varios obispados, y muchos ministros de Dios, para cultivar aquella viña tan inculta y llena de malezas. Mas estando con este cuidado, una noche le apareció un mozo hermoso sobre manera, que le dijo: La paz sea contigo, escogido de Cristo, deja este cuidado; porque no harás tú por tí, lo que piensas, ni Dios se quiere servir de tí para eso; porque tienes las manos llenas de sangre humana. Tendrás un hijo, que será rey, y del número de aquellos reyes que Dios ha escogido para reyes eternos.
Este pondrá en obra por consejo divino lo que tú has pensado, y determinado en tu corazón. Lo que á tí te toca es recibir con grande acatamiento á un varón santo, que el Señor te enviará por su embajador, y obedecerle en todo lo que te mandare. Dichas estas palabras, desapareció aquel mancebo, y toda aquella visión, y Geisa quedó por una parte muy agradecido á Dios, por la promesa que había hecho de darle un hijo, que sería rey, y pondría en ejecución lo que él tanto deseaba; y por otra confuso, porque no sabía quién era aquel hombre que Dios le enviaba por embajador. Estando suspenso, y pensando en esto, le avisaron que San Adalberto, obispo de Bohemia, le venía á ver: y entonces entendió que aquel era el embajador que le venia del cielo: y así le salió á recibir con grande alegría y regocijo, y se puso en sus manos, para que le mandase todo lo que fuese servido. El santo obispo con su vida, doctrina, y predicación divina, convirtió gran número de aquella gente que por su natural condición, y por su idolatría fiera y bárbara, vivía apartada del gremio de la Santa Iglesia: y para que se fuese cumpliendo lo que Dios había prometido á Geisa, que le daría un hijo que edificase como otro Salomón el templo del Señor, en lugar de David, su padre; estando preñada, y cerca del parto la mujer de Geisa, le apareció el glorioso protomártir San Esteban, con sus insignias de levita, y le certificó que pariría un hijo, que sería el primer rey de aquel reino; mandándole que le llamase de su nombre, que era Esteban. Nació el niño en Estrigonia: bautizóle San Adalberto, y conforme á la revelación de Dios, lo llamó Esteban; y allí crió, y fué enseñado en la gramática. Después su padre llamó á los grandes y nobles, y á los demás, á quienes de derecho pertenecía, y tomóles juramento que recibirían por su señor y príncipe á Esteban, su hijo, y siendo ya el padre de mucha edad, acabó el curso de su peregrinación el año del Señor de 997, y el mismo año el bienaventurado San Adalberto, habiendo ido á alumbrar los pueblos de Prusia con la luz del Evangelio, alcanzó la corona del martirio.
Estatua en el interior de la Basílica 
de San Esteban -Budapest-
Fué devotísimo este santo rey San Esteban de la sacratísima Virgen María, nuestra Señora, á quien con particular deseo y voto ofreció su reino, suplicándole humildemente que lo tomase debajo de su amparo y protección: y para ganar mas la voluntad de la santísima Virgen, en la ciudad de Alba (que es la cabeza del reino de Hungría) le edificó un suntuosísimo templo de maravillosa traza, y le enriqueció de tantos y tan preciosos dones de oro y piedras preciosas, que no parecía se podían estimar. No se contentó el santo rey con haber dado muestras de su gran piedad en su reino; pero también quiso extenderla en los ajenos; porque en Jerusalén fundó un monasterio de monjes, y les dio viñas y tierras, con que pudiesen vivir: y en Roma hizo otro colegio de doce canónigos con título de San Esteban, y un hospital para los peregrinos húngaros, que por su devoción iban á aquella santa ciudad: y en Constantinopla también mandó labrar una iglesia, proveyéndola de lodo lo necesario.
o
FuenteLa leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.


 La nueva Constitución de Hungría (año 2011) fue aprobada en abril por un voto de la inmensa mayoría de los legisladores
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Hace hincapié que el país se siente orgulloso del hecho que el Estado húngaro se ha creado hace miles de años por San Esteban, como parte de la gloriosa la Europa cristiana. Con la corona de Hungría - regalo del Papa Silvestre II al rey San Esteban - fueron coronados no menos de 55 reyes.
La Constitución tiene otros méritos. Define el matrimonio como "unión entre un hombre y una mujer," protege la vida del no nacido contra el aborto desde la concepción hasta la muerte natural, prohíbe la eugenesia y rechaza el comunismo.

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Si se mantienen firmes contra los ataques que recibe, la nación húngara, seguirá el ejemplo del baluarte contra el comunismo soviético -que durante décadas se impuso por la fuerza- que fué el Cardenal Mindszenty, cuyos restos mortales se veneran en la catedral de Erztergom.
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PLENA REHABILITACIÓN DEL HEROICO CARDENAL MINDSZENTY

El sitio web de la archidiócesis de Esztergom-Budapest informó (el pasado mes de marzo 2012) de la plena rehabilitación legal, moral y política del heroico cardenal de Hungría, Jozsef Mindszenty. El proceso de rehabilitación del Siervo de Dios, el cardenal Mindszenty, se concluyó oficialmente por solicitud de su sucesor, el cardenal Péter Erdő, por orden del Fiscal General.
A finales de 1989, el Fiscal General había ordenado la revisión del proceso Nº IX. 254/1949, instruido por el Tribunal Popular de Budapest contra el Cardenal József Mindszenty, que lo acusó de alta traición. Mediante la Ley N º XXVI. de 1990, el Parlamento ordenó la reparación de dicho procesofarsa y, por lo tanto, de la condenación ilegítima.
La ordenanza actual concluye oficialmente el proceso de revisión y, al mismo tiempo que declara la plena rehabilitación legal, moral y política del cardenal József Mindszenty.
El Cardenal Péter Erdő, afirmó que este es “el fin de una larga historia, llena de sufrimiento”, que “contribuirá al conocimiento de la verdad de nuestro pasado, a la restauración espiritual y a la elevación la moral de nuestro pueblo.” “Esta decisión –concluyó el purpurado demuestra claramente que nuestra legislación ha roto con la pesada herencia de los juiciosfarsa y se compromete seriamente con hacer valer las exigencias fundamentales y humanas de la justicia”.