miércoles, 25 de junio de 2025

S A N T O R A L

SAN GUILLERMO, ABAD

En la Octava de San Juan aparecerán numerosos mártires. Juan y Pablo, Ireneo y los dos príncipes de los Apóstoles confirmarán también con su sangre el testimonio de aquel que manifestó la venida al mundo del Dios desde tanto tiempo esperado. ¿Dónde hallar nombres mas ilustres en miras de la grandeza humana, de la ciencia sagrada y de la jerarquía santa?

LOS MONJES, TESTIGOS DE CRISTO

Mas no Sólo el Emmanuel hace resplandecer el poder de su gracia y la fuerza victoriosa de los ejemplos dados por su Precursor al mundo, en la gloria incomparable del martirio. Hoy se ofrece a nuestros homenajes precisamente uno de los innumerables atletas en la penitencia que siguieron a Juan en el desierto; huyendo, como él, desde la niñez, de una sociedad en la que su alma presentía no habría de encontrar más que tropezones y peligros, consagrando su vida al triunfo completo de Cristo en sí mismos sobre la triple concupiscencia, dan testimonio del Señor por medio de sus obras, ocultas al mundo, pero que alegran a los ángeles y hacen temblar al infierno.
Guillermo fué uno de los jefes de esta santa milicia. La Orden de Montevérgine, fundada por él, ha sido benemérita para la Orden monástica y para la Iglesia en las regiones de Italia meridional, en que Dios quiso, repetidas veces, oponer, a modo de dique, al desvarío de los sentidos el espectáculo de las más austeras virtudes.

MISIÓN DE SAN GUILLERMO

Personalmente y por medio de sus discípulos, Guillermo tuvo como misión infundir en el reino de Sicilia, que se estaba fundando entonces, la santidad que todo pueblo cristiano reclama en su base. Lo mismo en el Mediodía como en el Norte de Europa, la raza normanda acababa de ser providencialmente llamada a promover el reino de Jesucristo. Era cuando Bizancio, incapaz de sostener sus últimas posesiones de Occidente contra la invasión sarracena, pretendía retener las iglesias de estas comarcas en los lazos del cisma, en los que las había encadenado poco hacía, la intrigante ambición de Miguel Cerulario. La Media Luna se había visto obligada a retroceder ante los hijos de Tancredo de Hauteville; y la diplomacia griega fracasó a su vez ante la ruda simplicidad de estos hombres que aprendieron en seguida a no oponer a las argucias bizantinas otro argumento que el de su espada. El papado, vacilante al principio, comprendió pronto qué ayuda le podían prestar los recién llegados en las luchas feudales que se agitaban a su alrededor desde hacía dos siglos, y preparaban la larga lucha del Sacerdocio y del Imperio.
El Espíritu Santo era el que, como siempre, a partir de Pentecostés, regía ahora los acontecimientos para el mayor bien de la Iglesia. El inspiraba a los Normandos asegurar sus conquistas en la firmeza de la Piedra apostólica, reconociéndose vasallos de la Santa Sede. Pero al mismo tiempo, para recompensar la fidelidad de los comienzos, para hacerlos más dignos de la misión que habría aumentado su honor y fuerza, si hubiesen seguido comprendiéndola, ponía a su disposición hombres santos. Rogerio I vió a San Bruno rogar por su pueblo en las soledades de Calabria y salvarle milagrosamente a él mismo de los lazos tendidos por la traición; Rogerio II tuvo el ejemplo y las exhortaciones del fundador de Montevérgine para volver a los caminos de la justicia, de los que se apartaba con frecuencia.

VIDA

Guillermo nació en Vercelli en 1085. Huérfano a los pocos años, realizó varias peregrinaciones y se retiró después, en 1108 al monte Solicoli, donde llevó una vida penitente durante un año. Habiendo sido descubierto por un milagro, huyó y fué a vivir a Campania, en el monte llamado Virgiliano en recuerdo de Virgilio y que recibirá más tarde el nombre de Montevérgine en honor de la Santísima Virgen. Pronto se le unieron varios discípulos y todos juntos comenzaron a vivir la vida monástica. Guillermo fundó muchos monasterios y fué consejero de Rogerio II, rey de Nápoles. Murió en 1142 en el Monasterio de San Salvador, y Pío VI, en 1785, extendió su culto a toda la Iglesia. Como no dejó escritas Constituciones, su tercer sucesor adoptó en 1157 la Regla benedictina. En 1879, como la orden estuviese a punto de desaparecer, fué unida a la Congregación Benedictina de Subíaco.

PODER DE LA VIDA MONÁSTICA

Imitando a Juan, oh Guillermo, comprendiste las delicias del desierto, y Dios quiso enseñar por tu mediación la utilidad de ese vivir, que, en su huida del mundo, parece desinteresarse de las preocupaciones humanas. El desapego completo de los sentidos, dejando libre al alma, la acerca al Ser supremo; la soledad, apagando los ruidos de la tierra, deja oír la voz del Creador. De este modo, el hombre, ilustrado por el Autor mismo del mundo sobre los grandes intereses puestos en juego en su obra, se hace un instrumento tan poderoso como dócil para el alcance de estos intereses, que no son otros sino los de la criatura misma y los de las naciones.
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Así fuiste tú, oh ilustre santo, protector de un pueblo grande, que halló en tu palabra la regla de la justicia, en tus ejemplos el estímulo de las más bellas virtudes, en tu rigurosa penitencia una reparación a Dios por los extravíos de sus reyes. Para este pueblo naciente, en quien las victorias de sus armas excitaban la violencia e ímpetu de las pasiones, también la multitud de milagros que acompañaban a tus exhortaciones, tenían su elocuencia; así lo atestiguan aquel lobo que, después de devorar al asno del monasterio, fué condenado a sustituirle en su humilde servicio, y aquella infeliz pecadora que, el día en que te acostaste en un lecho de fuego desafiando el furor de las llamas, dejó su vida criminal y fué conducida por ti a la santidad.

Plegaria por Italia

Muchas guerras han sobrevenido desde entonces a este país en el que padeciste y oraste, enseñándonos la poca firmeza el tiempo de aquellos reinos y gobiernos que no buscan ante todo y sobre todo el reino de Dios y su justicia. A pesar de la mucha frecuencia con que se han olvidado tus enseñanzas y ejemplos después que dejaste la tierra, protege al país en que Dios te concedió tan grandes gracias, y se dignó confiarlo a tu intercesión poderosa. Aún permanece la fe viva en estos pueblos; consérvala, a pesar de los esfuerzos de sus enemigos; hazla producir frutos en el campo de las virtudes.Nuestra Señora, de quien tan benemérito eres, está pronta a secundar tus esfuerzos: desde el santuario cuyo nombre ha prevalecido al recuerdo del poeta que, sin saberlo, cantó sus grandezas', sonreirá siempre a las muchedumbres que cada año suben a la santa montaña, celebrando el triunfo de su virginidad; y a nosotros, que solamente con el corazón podemos realizar esta sagrada peregrinación, nos agradecerá el deseo y homenaje que le presentamos por tus manos.
fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

martes, 24 de junio de 2025

S A N T O R A L


LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

GLORIA DE SAN JUAN BAUTISTA

EL MESÍAS OCULTO

¡"Voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor; he aquí a vuestro Dios"!¡Oh! ¿Quién comprenderá, en este siglo resfriado, los transportes dela tierra ante anuncio tan largo tiempo esperado? El Dios prometido no se ha manifestado todavía; pero ya los cielos se han humillado para darle libre paso. ¿Quién descubrirá al Emmanuel bajo los velos de la humildad, en que antes como después de su nacimiento, se ocultará a los hombres su divinidad? ¿Quién, sobre todo, habiéndole reconocido en su misericordioso abatimiento, será capaz de hacer que le acepte un mundo perdido por el orgullo, y quién podrá decir, al mostrar a las turbas al hijo del carpintero: He aquí al que esperaron nuestros padres?
Pues éste es el orden establecido por el Altísimo para la manifestación del Mesías: el Dios Hombre no se lanzará por sí mismo a las obras de la vida pública; sino que para la inauguración de su divino ministerio, esperará a que un miembro de la raza que ha llegado a ser suya, a que un hombre, nacido antes que él y dotado para ello de crédito suficiente, le presente a su pueblo.

CONVENIENCIA DE UN PRECURSOR

¡Oficio sublime, que hará de una criatura el fiador de Dios, el testigo del Verbo! La grandeza del que había de llenar esta misión, estaba señalada, como la del Mesías, mucho tiempo antes de su nacimiento.
Cristo, ciertamente, no tuvo necesidad de ayuda ajena para alumbrar sus pasos; pero durante la noche de espera, habían engañado a la humanidad tantos falsos resplandores, que la luz verdadera no habría sido comprendida si hubiese surgido de súbito, o habría cegado los ojos, incapaces de resistir su fulgor, a causa de las tinieblas precedentes. La Sabiduría eterna había, pues, decretado que, así como el astro del día se anuncia por la estrella matutina, del mismo modo Cristo-luz fuese precedido por un astro precursor y señalado por el brillo de que El mismo revestiría a este fiel mensajero de su venida.
Cuando en otro tiempo el Altísimo se dignaba iluminar el porvenir por medio de sus profetas, la luz que a intervalos rasgaba el cielo del Antiguo Testamento, se extinguía sin lograr traer el día; pero el astro cantado por el Salmo, no tendrá ocaso: no siendo por sí mismo, como toda criatura, más que nada y tinieblas, reflejará, sin embargo, tan de cerca la claridad del Mesías, que muchos le tomarán por el mismo Cristo

EL ANUNCIO PROFÉTICO

La misteriosa conformidad de Cristo y su Precursor, la incomparable proximidad que los unió, está bien indicada en múltiples lugares de los Libros Santos. Si Cristo es el Verbo, la Palabra Eterna del Padre, Juan será la voz portadora de esta Palabra hasta donde deba llegar. Cristo es el Ángel de la alianza; pero en el texto en que el Espíritu Santo le da este título tan alentador de nuestra esperanza, aparece que también lleva este nombre de ángel el fiel embajador por quien el mundo conocerá al Esposo: "He aquí que yo envío a mi ángel que preparará el camino ante mí, y luego vendrá a su templo el dominador a quien vosotros buscáis y el Angel del Testamento a quien vosotros deseáis. He aquí que viene, dice el Señor de los ejércitos". Y para dar fin al ministerio profético, de que es el último representante, Malaquías termina sus oráculos por las palabras que hemos oído a Gabriel dirigir a Zacarías al hacerle saber el próximo nacimiento del Precursor.

EL ANUNCIO ANGÉLICO

La presencia de Gabriel en tal ocasión, mostraba como el niño prometido había de ser el íntimo del Hijo de Dios; pues el mismo príncipe de los ejércitos celestiales había de ir en breve a anunciar al Emmanuel.
Muchos son los fieles mensajeros que asisten al trono de la Santísima Trinidad, y en la elección de estos augustos enviados se toma en cuenta ordinariamente la grandeza de las instrucciones que por ellos va a transmitir al mundo el Altísimo. Pero convenía que el Arcángel encargado de consumar las sagradas nupcias del Verbo con la humanidad, diese comienzo a esta gran misión preparando la venida de aquel a quien los decretos eternos habían designado como el Amigo del Esposo Seis meses más tarde, enviado a María, apoyaba su mensaje revelando a la Virgen purísima el prodigio que desde entonces hacía madre a la estéril Isabel: primer paso del Todopoderoso hacia una maravilla mayor. Juan no ha nacido todavía; pero sin más tardar inaugurará su oficio, confirmando las promesas del Ángel. ¡Inefable garantía la de este niño, oculto aún en el seno materno y testigo de Dios en la negociación sublime que tiene en suspenso el cielo y la tierra! Iluminada por el cielo, María recibe el testimonio y no duda: "He aquí la esclava del Señor, dice al ángel; hágase en mi según tu palabra".

LA SANTIFICACIÓN DEL PRECURSOR

San Juan Bautista saltó de alegría en el 
vientre de su madre al oír la voz de María
Gabriel se retiró llevando consigo el secreto divino, que no tenía orden de comunicar al resto del mundo. La Virgen prudentísima tampoco hablará de ello; el mismo José, su virginal esposo, no tendrá noticia del misterio por ella. No importa. Hay uno para quien el Emmanuel no tendrá ni secretos ni retrasos; y sabrá cómo ha de comunicarle la maravilla. Apenas el Verbo tomó posesión del santuario inmaculado en que habitaría los nueve primeros meses entre los hombres. Nuestra Señora, instruida interiormente del deseo de su Hijo, marcha presurosa a la montaña de Judea
La primera visita es para el amigo del Esposo, para Juan su primera gracia. Una festividad distinta nos permitirá honrar especialmente el fausto día en que el Niño-Dios, al santificar al Precursor, se revela a Juan por boca de María, y en que la Virgen, revelada por Juan que salta de gozo en el seno materno, proclama las grandezas que el Todopoderoso obró en ella, según la promesa misericordiosa que hizo en otro tiempo a nuestros padres, a Abraham y a su posteridad hasta el fin de los siglos.

NACIMIENTO DEL PRECURSOR

Por fin ha llegado el tiempo en que, de los niños y de las madres la noticia se extenderá en la comarca, hasta que sea hora de esparcirse por todo el mundo.
Juan nace, y, como no puede hablar aún, desatará la lengua de su padre. Hará cesar el mutismo con que había castigado el ángel al anciano sacerdote, imagen de la antigua ley; y Zacarías, lleno del Espíritu Santo, publicará con un nuevo cántico la dichosa visita del Señor Dios de Israel.
  fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


San Juan el Bautista

por Plinio Corrêa de Oliveira, Santo del día (*)
Sería interesante analizar los aspectos de la vida de San Juan el Bautista que lo caracterizan como un apóstol perfecto de los últimos tiempos, según lo descrito por San Luis María Grignion de Montfort. No porque sus tiempos hayan sido los últimos tiempos, sino porque eran los últimos tiempos de esa época.
El bautismo de Jesús
San Juan Bautista fue la persona enviada por Dios para enderezar el camino del Señor, para preparar la venida de Jesucristo, para actuar en los últimos tiempos antes del Mesías. El Apóstol de los últimos tiempos también debe prepararse para la venida de nuestro Señor; él también tendrá que actuar en los últimos tiempos antes de la segunda venida del Mesías. Hay un paralelo entre estos dos hombres, al igual que existe un paralelo entre la primera y la segunda venida del Mesías.
El paralelismo entre la época de Cristo y los últimos tiempos es muy claro en el Evangelio, cuando Nuestro Señor habló de la caída del Templo de Jerusalén desde dos perspectivas diferentes. En primer lugar, Él habló acerca de la destrucción material del Templo de Jerusalén, una profecía que se cumplió históricamente por Tito en el año 70. También habló de la destrucción del Templo desde una perspectiva simbólica, refiriéndose a la final del mundo, de los cuales el Templo era un símbolo.
Hay dos destrucciones del Templo, dos venidas de Nuestro Señor, dos hombres enviados por Dios para preparar el camino del Señor. El primero fue San Juan Bautista y el último será Elías, el profeta. Estos dos hombres son los modelos, los paradigmas, los prototipos de los Apóstoles de los Últimos Tiempos.
En una parte de la “Oración Abrazada” de San Luis María Grignion de Montfort, él describe a los Apóstoles de los Últimos Tiempos, señalando a esos hombres que vivirán en una situación trágica: “¡Ah, déjame gritar por todas partes: ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Fuego incluso en el santuario!”.
El mismo tipo de advertencia fue dada por San Juan Bautista, un profeta que describió la situación moral de su tiempo como extremadamente mala. Él no tenía miedo de decir la verdad a los escribas y los fariseos. No tenía miedo de censurar a los judíos por la decadencia moral en la que habían caído. No tembló en reprocharle a Herodes el mal que había hecho; y esta sería la causa de su muerte.
San Juan Bautista fue un hombre que cumplió su deber de decir la verdad sobre la situación en la que vivía, toda la verdad, por completo, sin temerle incluso a su muerte.
Es también oportuno destacar el carácter polémico de la misión. Los Apóstoles descritos en la “Oración Abrazada” son hombres luchadores, hombres de polémica. Durante toda su vida San Juan Bautista fue también un polemista. Su vida no fue más que una larga polémica para preparar el camino de Nuestro Señor.
En forma paralela, se puede considerar que su misión estaba bien fundada en la realidad. San Juan Bautista supo medir completamente los defectos de los hombres. Él tenía una completa comprensión de los efectos del pecado original. Es por eso que él siempre estaba advirtiéndole a la gente de los defectos y los invitaba a la penitencia y de cambiar sus vidas. Metanoia es una palabra griega que significa una conversión total, un cambio completo de la vida; ella resume bien el objetivo de la predicación de San Juan Bautista. Cuando uno lee a San Luis de Montfort describiendo al hombre como más inútil que los sapos, más feroz que los tigres, más falso que las serpientes, y así sucesivamente, uno oye algo de la predicación de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, y también la predicación de San Juan Bautista.
La humildad de los Apóstoles de los Últimos Tiempos descritos por San Luis en la oración abrazada también puede ser comparada con la extrema humildad de San Juan Bautista. Él decía, refiriéndose a Nuestro Señor, esta maravillosa frase: “Vendrá después de mí, alguien más poderoso que yo, de quien no soy digno de inclinarme para desamarrar la correa de sus sandalias”. Y también esta otra: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe”.
Su misión era anunciar al Mesías. Por lo tanto, una vez que el Cordero de Dios había llegado, la profecía de San Juan Bautista se había cumplido, y su misión pública disminuyó en cuanto se dirigía hacia su martirio. Por el contrario, la misión divina de Nuestro Señor crecería hasta su total cumplimiento. La humildad de San Juan Bautista fue recompensada. Después de su martirio, su nombre se cubrió de gloria. Nuestro Señor dijo que ningún hombre nacido de mujer era mayor que él. Es imposible tener un mayor elogio o una glorificación más honorable. Pero esta gloria tuvo como su fundamento la humildad más profunda. También, la humildad de los Apóstoles de los Últimos Tiempos será recompensada, ya que los hombres que lucharán la última batalla contra el Anticristo serán considerados tan grandes que el Señor les permitirá pasar directamente al cielo sin experimentar la muerte.
En estos puntos, por lo tanto, podemos ver un paralelismo entre la misión de San Juan el Bautista y los Apóstoles de los Últimos Tiempos, especialmete Elías, el mayor de ellos.
Los Sres. me podrán preguntar: ¿Dónde está la devoción de San Juan Bautista a María? ¿Qué lugar tuvo la Virgen en su predicación?
Sólo más tarde nuestra Señora se pondría de manifiesto a la piedad de los fieles. Su acción en la Iglesia se intensificó sólo después de que Nuestro Señor ascendió a los cielos y la dejó aquí para influenciar en el destino de la Iglesia. La misión de San Juan Bautista no fue predicar directamente sobre la Virgen. Pero en su vida, fue un acontecimiento importante. Cuando la Virgen fue a visitar a Santa Isabel, él tuvo la gran fortuna de oír la voz de la Virgen y sintió alegría en el vientre de Santa Isabel. Esta última, después de escuchar el saludo de María, le dijo que su hijo había saltado de alegría en su vientre. Él fue, por lo tanto, un alma intensamente volcada hacia María. Al oír su voz, él la entendió, la amó y dio un salto de alegría.
"Madonna con Niño y San Juan"
Fray Filippo Lippi
Hay una sólida tradición en la Iglesia que dice San Juan Bautista fue purificado del pecado original poco después de que fue concebido, mientras todavía estaba en el vientre de Santa Isabel. Por lo tanto, este episodio del Evangelio que se refiere a que el niño, escuchando en el vientre de su madre la voz de nuestra Señora, comprendió sus palabras y la amó, es totalmente creíble.
Es probable que, como familiar de nuestra Señora, Santa Isabel haya ido a visitarla muchas veces, llevando a su hijo.  Además, después de la muerte de Santa Isabel, es probable que San Juan Bautista haya visitado a menudo a Jesús y María.
Entonces, también es probable que cada vez que él escuchaba la voz de nuestra Señora, él habría experimentado la misma alegría que sintió la primera vez. Sería una continuación de esa misma exultación. Es probable que él nunca se olvidó de ese júbilo y que siempre permaneció en su alma como una especie de consuelo permanente.
Veneremos a San Juan Bautista como modelo del devoto perfecto de la Virgen, como modelo de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, y como un hombre de lucha. Pidámosle que nos conceda la gracia de cumplir con nuestra vocación, que es similar en muchos aspectos con la de esos Apóstoles. Principalmente hay que pedirle la gracia de siempre regocijarnos cuando nuestra Señora hable alguna palabra en el interior de nuestras almas y nos invite a estar más cerca de Ella.

(*) Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio Correa de Oliveira comentaba relacionado con el santo de aquel día. Texto no revisado por el autor.


lunes, 23 de junio de 2025

S A N T O R A L

VIGILIA DE SAN JUAN BAUTISTA

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EL RELATO EVANGÉLICO

"Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, y su mujer de las hijas de Aarón, y su nombre era Isabel. Y ambos eran justos ante Dios, caminando sin tacha en todos los mandatos y preceptos del Señor, y no tenían hijo, porque Isabel era estéril, y ambos eran ya ancianos. Y sucedió que, al ejercer el sacerdocio ante Dios en el orden de su turno, según la costumbre del sacerdocio, le tocó por suerte entrar a poner el incienso en el templo del Señor; y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del incienso. Y se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Y Zacarías se turbó, al verlo, y cayó sobre él el temor. Mas díjole el Ángel: no temas, Zacarías, porque ha sido oída tu súplica: y tu mujer Isabel te dará un hijo, y llamarás su nombre Juan: y tendrás alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento: porque será grande delante del Señor, y no beberá vino, ni sidra, y será henchido del Espíritu Santo desde el mismo vientre de su madre: y convertirá a muchos hijos de Israel al Señor, su Dios: y caminará delante de El con el espíritu y el poder de Elias: para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los incrédulos a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo perfecto".

EL FUTURO MESÍAS

Esta página que hoy nos hace leer la Iglesia, es preciosa entre todas aquellas en que se han consignado los anales de la humanidad; porque éste es el comienzo del Evangelio, la primera palabra de la buena nueva de nuestra salvación. No es que el hombre no hubiese tenido noticia hasta entonces de los designios del cielo para levantarle de su caída y darle el Salvador. Pero la espera había sido larga desde el día en que la sentencia dada contra la serpiente mostró a nuestro primer padre el futuro hijo de la Mujer, que sanaría al hombre y daría satisfacción a Dios. Es cierto que, de edad en edad, se había ido revelando la promesa; cada generación, podríamos decir, había visto al Señor, por medio de los profetas, ir añadiendo un nuevo rasgo al perfil de este hermano de nuestra raza, tan grande por sí mismo, que el Altísimo le llamaría su Hijo, tan celoso de la justicia que, para saldar la deuda del mundo, vertiría hasta la última gota de su sangre. Cordero por su inmolación, dominaría la tierra con su dulzura; deseado de los pueblos aunque nacido de Jessé, más magnífico que Salomón, acogería el ardiente anhelo de las pobres almas redimidas: adelantándose a sus deseos, se hará anunciar como Esposo descendido de los collados eternos. Cordero cargado con los pecados del mundo. Esposo deseado por la Esposa: éste era el Hijo del Hombre y al mismo tiempo Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías prometido al mundo. Mas, ¿cuándo debía venir este deseado de las naciones? ¿Quién señalaría al mundo a su Salvador? ¿Quién conduciría la Esposa al Esposo?

LARGA ESPERA

Al salir llorando el género humano del Edén, había quedado con la mirada fija en el futuro. Jacob, al morir, saludaba de lejos a ese hijo querido cuya fuerza sería como la del león y cuyos encantos celestiales eran objeto de sus inspiradas contemplaciones5 en su lecho de muerte. La humanidad, ansiosa a causa de su mal y por el ardor de sus aspiraciones, contemplaba un siglo y otro, sin que la muerte que la consumía, suspendiese sus estragos, sin que el ansia del Dios esperado cesase de aumentar en su corazón. Así pues ¡qué reiteración de plegarias se sucedía de generación en generación, y qué creciente impaciencia en las súplicas! Ojalá rompieras las barreras de los cielos y bajaras. Basta de promesas, exclaman refiriéndose a la Iglesia de aquellos tiempos el piadoso San Bernardo y los Santos Padres, al comentar el primer versículo del Cantar de los Cantares: basta de figuras y de sombras, basta de hablar por medio de otros. No escucharé más a Moisés; los profetas están mudos para mí; la ley cuyos portavoces eran, no es capaz de dar vida a mis muertos ¿y qué me importarán a mí, a quien está anunciado el Verbo de Dios, los balbuceos de sus profanos labios? Nada valen los perfumes de Aarón en comparación del óleo de alegría que el Padre derramó sobre el que yo espero. No más enviados ni servidores: después de tantos mensajes, venga ya El mismo.

EL PRECURSOR

Y la Iglesia de la espera, postrada en la persona de los más dignos de sus hijos sobre la cima del Carmelo, no se levantará hasta que aparezca inminente la señal de la lluvia salvadora en el cielo. Entonces, olvidando el agotamiento de los años, se argüirá con el vigor de su primera juventud; llena de la alegría anunciada por el ángel, seguirá con gozo al nuevo Elias, Precursor predestinado cuyo nacimiento para mañana nos promete la vigilia de hoy; irá en pos del que corre como el antiguo Elias, pero con más verdad que él, delante del carro del rey de Israel.

ORACIÓN

Entresaquemos las dos Oraciones siguientes del Sacramentario Gelasiano; ellas nos introducirán en el espíritu de la fiesta:
"La oración del bienaventurado Juan Bautista nos obtenga, Señor, comprender y merecer el misterio de tu Cristo."
"Dios Omnipotente y eterno, que en los días del bienaventurado Juan Bautista cumpliste lo que anunciaron las prescripciones legales y los oráculos de los santos profetas; concede, te rogamos, que cese toda figura y se manifieste y hable la misma Verdad, Jesucristo Nuestro Señor. Amén."
  fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


HOGUERAS DE SAN JUAN

Podría decirse de las hogueras de San Juan que se remontan casi a los orígenes del cristianismo.Al menos aparecen desde los primeros años de la paz, como fruto de la iniciativa popular, y no sin excitar la atención de los Padres y los concilios, cuidadosos de desterrar toda idea supersticiosa en las manifestaciones que reemplazaban, por otra parte felizmente, las fiestas paganas de los solsticios. Pero la necesidad de combatir algunos abusos, tan posibles hoy como entonces, no impidió a la Iglesia fomentar tal género de demostraciones, que también respondía al carácter de la fiesta. Las hogueras de San Juan completaban felizmente la solemnidad litúrgica; mostraban unidas en un mismo pensamiento a la Iglesia y a la ciudad terrena. Pues la organización de estos regocijos estaban a cargo de los ayuntamientos, y los municipios cargaban con todos los gastos. Por eso, el privilegio de encender las hogueras quedó reservado, ordinariamente, a las autoridades civiles. Los mismos reyes, tomando parte en las alegrías comunes, tenían a gala dar esta señal de alegría a sus pueblos.

domingo, 22 de junio de 2025

S A N T O R A L

 



San Juan Fisher, obispo, y Santo Tomás Moro, mártires

San Juan Fisher




       San Juan Fisher, obispo         Que, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio y sobre la primacía del Romano Pontífice, fueron encarcelados en la Torre de Londres, en Inglaterra. Juan Fisher, obispo de Rochester, varón conocido por su erudición y por la dignidad de su vida, por mandato del rey fue decapitado un 22 de Junio frente a la cárcel, y Tomás Moro, padre de familia de vida integérrima y presidente del consejo, por mantenerse fiel a la Iglesia Católica murió martir el día 6 de Julio de 1535, uniéndose así al martirio del obispo
.


Santo Tomás Moro (1478 -1535) canonizado por el Papa Pío IX
Canciller y mártir
por Plinio Corrêa de Oliveira
O Jornal, Rio de Janeiro, 22 de junio de 1935
En el día 6 de julio de 1535, bajo los golpes de la justicia inglesa, moría Tomás Moro, ex miembro del Parlamento Inglés, ex subcomisario de Londres, ex consejero del rey, ex canciller de Inglaterra, elevado a la categoría de hidalgo, y hecho caballero; uno de los más famosos escritores de su época, autor de una obra inmortal —la “Utopía”—y amigo cercano de Erasmo, el gran humanista del siglo XVI.
Condenado a muerte, la sentencia del tribunal determinaba que le abriesen el vientre, y le arrancasen las entrañas. Pero la “clemencia” de Enrique VIII convirtió la pena en decapitación. En el día fijado, se procedió con la ejecución. Por un momento brilló al sol del verano el arma empuñada por las manos trémulas del verdugo. La cabeza del criminal rodó por tierra. Estaba todo consumado. Él expiaba un crimen atroz —que a otros, antes como después de él, les había costado un precio aún mayor— el de ser católico.
 Su vida fue siempre un brillante ascenso, en que la gloria y el poder corrían a su encuentro, al tiempo que los despreciaba, volviendo sus ojos para otra felicidad que la inconstancia de la política y la tiranía del rey no le podían robar.
Aún joven, su alma noble se dejó atraer por el encanto místico de un monasterio benedictino, donde quiso enrolarse como soldado en la milicia sagrada del sacerdocio.

Pero la Providencia lo condujo para otros rumbos y, aunque se vio obligado a reducir el tiempo consagrado al estudio de la teología, su materia predilecta, para dar lugar a la filosofía, intervino la voluntad paterna, que lo forzó a relegar a un segundo plano estos estudios tan apreciados, para imponerle que emplease mejor su tiempo para formarse en Derecho en Oxford.
Dócil, Tomás Moro obedeció. Adquirió, en la famosa Universidad de Oxford, conocimientos jurídicos eminentes. Por esta razón, vio abrirse delante de si las puertas de la política y del Parlamento y por ellas ingresó.
En el rápido ascenso que lo condujo a los más altos cargos del gobierno, cualquier observador superficial podría imaginar que el jurista y el político habían matado definitivamente en Tomás Moro al filósofo y al teólogo, y que nada más, en el reinado de Enrique VIII, habría de perdurar del estudiante idealista de otros tiempos.
Pero fue lo contrario lo que ocurrió. Señor de extensa inteligencia, pudo formar, al par de una ciencia jurídica notable, una profunda cultura filosófica. Y sus producciones, de las cuales la más famosa fue la “Utopía”, lo colocaron en el primer plano de los escritores europeos de su tiempo, valiéndole la admiración de reyes y príncipes, y la fraternal amistad del inmortal Erasmo.
Hay, entre el político que asciende a los más altos grados de la admiración equipado de profundos conocimientos filosóficos, jurídicos y sociales, y el político que sube a las eminencias del poder como único bagaje, una pequeña cultura y una gran ambición, la misma diferencia que existe entre el médico y el curandero. El primero se orientará por la ciencia no menos de que la práctica. El segundo, procederá con un empirismo ciego, aplicando a los problemas de hoy el mismo repertorio de fórmulas que él vio “dar en resultado” en el ayer.
Tomás Moro perteneció a la primera categoría, el político no mató en él al filósofo ni al teólogo; sino que el filósofo y el teólogo gobernaron al político, iluminándole el camino, dictándole los horizontes y dirigiéndolo a la acción.
Es justamente en esta ocasión que Enrique VIII lo atrapa en lo más brillante de su carrera para imponerle el trágico dilema: o crees o mueres; o él adhiere a la herejía protestante, o incurre en la ira del rey, presagio terrible de futuras desgracias.
Es el momento crucial de su existencia. De un lado, la vida le sonríe, del otro la conciencia le indica el camino del deber. Él no duda. Entrega su determinación y se recoge a la vida privada.
Fue ahí que las iras del rey fueron a fulminarlo. Conducido a la prisión, fue sometido a diversos interrogatorios, en que el soldado de los derechos del Papado mostró una energía, una grandeza de alma, un desprendimiento digno de los mártires de las primeras eras cristianas.
Al duque de Norfolk, que le decía que “la indignación del príncipe significaba la muerte” le replicó noblemente: “¿Es sólo eso, milord? Realmente entre vuestra gracia y yo no hay sino una diferencia: es que yo moriré hoy y vuestra gracia mañana”.
Imagen relacionadaEncarcelado en la Torre de Londres por un año, enfermo, privado del supremo consuelo de los sacramentos, todo conspiraba contra su constancia, inclusiva —suprema tentación— los ruegos afectuosos de su esposa y de su hija, incapaces de acompañarlo en la dolorosa grandeza del martirio. Finalmente, su familia se vio reducida a tal miseria, que tuvo que vender los trajes de corte, para pagar el alimento indispensable para que Moro no muriese de hambre en la prisión.
En los interminables interrogatorios, le salió al encuentro la perfidia de Tomás Cromwell, que procuraba, por medio de hábiles preguntas, convencerlo del crimen de alta traición. Moro, sin embargo, no se dejó enredar y, con la tranquila firmeza de un alma pura, pronunció esta frase que resume toda su defensa: “Soy fiel al rey, no hago mal a nadie, ni difamo a ninguno; si esto no es suficiente para salvar la vida de un hombre, no quiero vivir por más tiempo”.
Finalmente, le quitaron los libros de piedad. Cerró, entonces, las ventanas de su cárcel y se mantuvo en la oscuridad, para meditar sobre la muerte, hasta que llegó el día en que debería beber la última gota del cáliz.
Caminó para el martirio con la naturalidad de quien cumple un deber. Y ni ahí lo abandonó aquella cordura de espíritu que tan armoniosamente se aliaba a su invencible energía. Lo mostró en dos lances extremos de indefectible humor inglés. Como estaba poco firma la escalera del cadalso, pidió al verdugo que lo ayudase a subir. “Cuando caiga, agregó jocosamente, yo me las arreglaré solo”. Después de haber abrazado al verdugo se arrodilló y le pidió tiempo para componer su barba. En tono de broma, le dijo después al verdugo: “No la cortes, ella no tiene culpa”. Oró, y entregó su gran alma a Dios.

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Santo Tomás se niega a firmar el Acta de Sucesión
En una época en que el desprestigio se va proyectando como una sombra siniestra sobre tres categorías de hombres que sirven de sostén a la sociedad —los políticos, los científicos y los militares— la Iglesia acaba de elevar a la honra de los altares a tres modelos admirables de honor y virtud, exactamente en estas tres clases. Canonizó a Juana de Arco, canonizó a San Alberto Magno y acaba de canonizar ahora a Santo Tomás Moro.
En su gesto, hay simplemente un acto de justicia para con los santos. Pero la Providencia permitió que sus procesos de canonización sólo ahora llegaran a término, para que sirviesen como una protesta a todo pulmón contra la desmoralización que hiere de lleno el prestigio de la ciencia, de la autoridad y de la espada, sin las cuales la sociedad no puede vivir.
Y fue más lejos en su reacción. No predicó apenas con ejemplos sacados del pasado. Inspirados en la doctrina de la Iglesia, se formaron en nuestra época tres grandes figuras modelares para dignificar la ciencia, restaurar el prestigio de la autoridad y reconstruir la dignidad de la espada: Contardo Ferrini, uno de los mayores cultores del derecho romano en su siglo; Foch el vencedor de la gran guerra; y finalmente Dolfuss, el canciller mártir.