SAN DAMASO, PAPA Y CONFESOR
Aparece este gran Pontífice en el ciclo, no para
anunciar la paz como San Melquíades, sino como uno de los más ilustres
defensores del gran Misterio de la Encarnación. Sale por los fueros de la
divinidad del Verbo, condenando como su predecesor Liberio los actos del famoso
concilio de Rímini, y a sus fautores; afirma con su soberana autoridad la
perfecta Humanidad del Hijo de Dios encarnado, condenando la herejía de
Apolinar. Finalmente, el encargo que dió a San Jerónimo de trabajar en una
nueva versión del Nuevo Testamento sobre el original griego para uso de la
Iglesia Romana, podemos considerarlo como un nuevo y evidente testimonio de su
fe y amor para con el Hombre-Dios. Honremos a tan gran Pontífice llamado por el
concilio de Calcedonia, ornamento y fortaleza de Roma por su piedad, y a quien
su ilustre amigo y protegido San Jerónimo califica de hombre excelente, incomparable,
sabio en las Escrituras, Doctor virgen, de una Iglesia virgen.
Vida
San Dámaso, de sangre romana, sucedió en la silla de
Roma al Papa Liberio, el año 366. No sólo veló por la pureza de la fe, sino que
conservó los antiguos monumentos cristianos; restauró las Catacumbas, adornó
los sepulcros de los Mártires con elegantes epitafios, hizo prevalecer la primacía
de la sede romana, haciéndola reconocer por todo el Oriente y Occidente. Reglamentó
la oración pública con el canto de los Salmos, a dos coros; encargó a San
Jerónimo la traducción del Salterio y murió en el año 384. Sus restos fueron
transportados a la Iglesia de San Lorenzo que lleva su nombre: in Dámaso.
Fuiste durante tu vida, oh Santo Pontífice Dámaso,
lumbrera de los hijos de la Iglesia, pues les distes a conocer al Verbo
encarnado, protegiéndolos contra las nefastas doctrinas por medio de las cuales
trata siempre el infierno de destruir el glorioso Símbolo, donde se nos revela la
infinita misericordia de un Dios para con la obra de sus manos, y la sublime
dignidad del hombre redimido. Desde lo alto de la Cátedra de Pedro supiste
fortalecer la fe de tus hermanos; la tuya jamás desfalleció, porque Cristo
había rogado por ti. Nos congratulamos, oh Doctor virgen de la Iglesia virgen,
del galardón eterno concedido a tu integridad por el Príncipe de los Pastores.
Haz descender sobre nosotros desde lo alto del cielo, un rayo de esa luz que te
manifiesta a Jesús en su gloria, para que podamos verle, reconocerle, y
gustarle en medio de la humildad bajo cuya capa va a mostrársenos bien pronto. Consíguenos
el entendimiento de las sagradas Escrituras en cuya ciencia sobresaliste como Doctor,
y la docilidad a las enseñanzas del soberano Pontífice, a quien se dijo en la
persona del Príncipe de los Apóstoles: Duc in altum Conduce a la alta mar.
¡Oh poderoso sucesor de aquel pescador de hombres! haz
que todos los cristianos se sientan animados de los mismos sentimientos que
animaban a Jerónimo, cuando dirigiéndose a tu Autoridad en una célebre
Epístola, decía: Quiero consultar a la Cátedra de Pedro, quiero que de ella me
venga la fe, alimento de mi alma. Ni la amplia planicie de los mares, ni la
lejanía de las tierras, me podrán detener en la búsqueda de esta preciosa
perla: donde se halla el cuerpo, es natural que se reúnan las águilas.
El Sol
de justicia se levanta ahora en Occidente: por eso pido al Pontífice la Víctima
de salvación y al Pastor la ayuda para su oveja. La Iglesia está edificada sobre
la Cátedra de Pedro; el que come el Cordero fuera de esta Casa es un extraño;
el que no se hallare dentro del Arca de Noé, perecerá en las aguas del diluvio.
No conozco a Vidal; nada tengo que ver con Melecio; ignoro a Paulino: el que
contigo no recoge, oh Dámaso, esparce lo recogido; porque el que no está con Cristo,
está con el Anticristo.
*
* *
Pensemos en el Salvador divino que se encuentra en el
seno de su Madre, la purísima María, y adoremos con los santos Ángeles, el
profundo anonadamiento a que se ha reducido por amor nuestro. Contemplémosle
ofreciéndose a su Padre por la redención del género humano, comenzando ya a
cumplir con su oficio de Mediador que se ha dignado aceptar. Admiremos con emoción
ese amor infinito que no se ha contentado con el primer acto de humildad, cuyo
mérito es tan grande que pudiera haber bastado para rescate de millones de
mundos. El Hijo de Dios quiere pasar nueve meses en el seno de su Madre, como los
demás niños, nacer después en la pobreza, vivir en medio de trabajos y
sufrimientos, y hacerse obediente hasta la muerte y muerte de Cruz.
Relicario en San Lorenzo in Dámaso, Roma
¡Sé bendito
y amado, oh Jesús, por tan gran amor! Ahí estás ya, bajado del cielo, para ser
la Hostia que ha de reemplazar a todas las demás víctimas inútiles, que no han
sido capaces de borrar el pecado de los hombres. La tierra posee ya a su
Salvador, aunque no le ha contemplado todavía. Dios no la maldecirá ya, gracias
a ese tesoro que la enriquece. Mas, descansa aún, oh Jesús, en las castas
entrañas de María, en esa Arca viviente, de la que eres verdadero Maná,
destinado a ser manjar de los hijos de Dios. Con todo, se acerca la hora, oh Salvador,
en que tendrás que salir de ese santuario. En vez de la ternura de María te
encontrarás con la malicia de los hombres; no obstante eso, te suplicamos y
osamos recordarte, que debes nacer, en el día señalado: es la voluntad de tu
Padre; es el deseo del mundo, y así lo esperan todos los que te aman.
Vida
El Sol de justicia se levanta ahora en Occidente: por eso pido al Pontífice la Víctima de salvación y al Pastor la ayuda para su oveja. La Iglesia está edificada sobre la Cátedra de Pedro; el que come el Cordero fuera de esta Casa es un extraño; el que no se hallare dentro del Arca de Noé, perecerá en las aguas del diluvio. No conozco a Vidal; nada tengo que ver con Melecio; ignoro a Paulino: el que contigo no recoge, oh Dámaso, esparce lo recogido; porque el que no está con Cristo, está con el Anticristo.
* * *
Pensemos en el Salvador divino que se encuentra en el
seno de su Madre, la purísima María, y adoremos con los santos Ángeles, el
profundo anonadamiento a que se ha reducido por amor nuestro. Contemplémosle
ofreciéndose a su Padre por la redención del género humano, comenzando ya a
cumplir con su oficio de Mediador que se ha dignado aceptar. Admiremos con emoción
ese amor infinito que no se ha contentado con el primer acto de humildad, cuyo
mérito es tan grande que pudiera haber bastado para rescate de millones de
mundos. El Hijo de Dios quiere pasar nueve meses en el seno de su Madre, como los
demás niños, nacer después en la pobreza, vivir en medio de trabajos y
sufrimientos, y hacerse obediente hasta la muerte y muerte de Cruz.
Relicario en San Lorenzo in Dámaso, Roma |
Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer
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