viernes, 12 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin

Diálogo entre la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego: donde florece la virtud, se desarrolla la nobleza de sentimientos y la cortesía

por Plinio Correa de Oliveira


El próximo día 12 de Diciembre es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. En el libro de Edesia Aducci, “María y sus títulos gloriosos”, puede leerse el siguiente diálogo entre Nuestra Señora y el vidente Juan Diego:
“En la primera aparición, Nuestra Señora, hablando en el idioma mexicano, se dirige a Juan Diego: “Hijo mío, a quien amo tiernamente, como a un hijo pequeñito y delicado, ¿adónde vas?” Respuesta de él: “Voy, noble Señora mía, a la ciudad, al barrio de Tlaltelolco, a oír la Santa Misa que nos celebra el ministro de Dios y súbdito suyo”.
Ella: “Sabe, hijo muy querido, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, y es mi deseo que me erijan un templo en este lugar, de donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y procuran; oiré sus ruegos y súplicas, para darles consuelo y alivio; y, para que se realice mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, dirigiéndote al palacio del Obispo que allí reside, al cual dirás que yo te envío y que es voluntad mía que me edifique un templo en este lugar; referirás cuanto viste y oíste; yo te agradeceré lo que por mí hicieres a este respecto, te daré prestigio y te exaltaré”.

Pintura de San Juan Diego

Respuesta de él: “Ya voy, nobilísima Señora mía, a ejecutar tus órdenes, como humilde siervo tuyo”.
Segunda aparición: Juan Diego vuelve del palacio del obispo, el mismo día por la tarde. La Santísima Virgen lo esperaba. “Mi muy querida Reina y altísima Señora, hice lo que me mandaste, y aunque no pudiese entrar a hablar con el señor obispo sino después de mucho tiempo, le comuniqué tu mensaje, conforme me ordenaste; me oyó afablemente y con atención; pero, por su modo y por las preguntas que me hizo, entendí que no me había dado crédito; por tanto, te pido que encargues de eso a una persona (...) digna de respeto, y en quien se pueda acreditar, porque bien sabes, mi Señora, (...) que no es para mí este negocio al que me envías; perdona, mi Reina, mi atrevimiento, si me aparté del respeto debido a tu grandeza; que yo no haya merecido tu indignación, ni te haya desagradado mi respuesta”.
La Santísima Virgen insiste con Juan Diego. Este vuelve al obispo y el prelado exige una señal de la aparición. Vuelve el buen indio [al Tepeyac] y Nuestra Señora manda que regrese al día siguiente, al mismo lugar, que Ella satisfaría el deseo del obispo; pero Juan Diego, necesitando llamar un sacerdote para asistir a su tío, que enfermara gravemente, se desvía del camino combinado, seguro de que la Santísima Virgen no lo vería. Pero he aquí que Nuestra Señora le aparece en otro local. “¿Adónde vas, hijo mío, y por qué tomaste este camino?” Juan Diego: “Mi muy amada Señora, ¡Dios te guarde! ¿Cómo amaneciste? ¿Estás con salud?... No te fastidies con lo que te voy a decir: está enfermo un siervo tuyo, mi tío, y yo voy de prisa a la iglesia de Tlaltelolco, para traer un sacerdote para confesarlo y ungirlo, y después de hecha esta diligencia volveré a este lugar, para obedecer tu orden. Perdóname, te pido Señora mía, y ten un poco de paciencia, que mañana volveré sin falta”.
Respuesta de ella: “Oye mi hijo, lo que te voy a decir: no te aflija cosa alguna, ni temas enfermedad ni otro accidente penoso. ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi protección y amparo? ¿No soy yo vida y salud? ¿No estás en mi regazo y no andas por mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?... No tengas cuidado alguno con la dolencia de tu tío, que no morirá de esta vez, y ten certeza de que ya está curado”.

Acerca de este acontecimiento pueden hacerse varios comentarios. De ellos, creo que el más interesante es aquel en que se ha hecho menos insistencia, sobre la actitud de Juan Diego delante de Nuestra Señora, y el lenguaje que él tiene con Ella.
Digo esto porque los otros aspectos de la cuestión —a saber: que Nuestra Señora se complace en aparecer a los humildes, que Ella procura las personas simples para mandar recados a las grandes, que busca las almas castas para que sean Sus portavoces— se han resaltado en tantas apariciones, que me parece que no hay una razón especial para que insistamos sobre eso en la noche de hoy.
Pero el lenguaje y la actitud del indio para con Nuestra Señora tiene un sabor extraordinario. Ella lo trata como a un hijo de una nación que está en decadencia, de un pueblo que está desapareciendo, pero es un alma pura, un alma simple. Ella lo trata, entonces, con un cariño extraordinario, casi como se hace con un niño. Vemos, de un lado, la predilección que Nuestra Señora tiene no sólo por las almas grandes, heroicas, que realizan hechos históricos sino, por otro lado, cómo Ella ama todas las formas de belleza, todas las formas de virtud, el amor que también tiene por las almas simples, pequeñas, que le son enteramente dedicadas y que ignoran su propia virtud, cómo Ella habla a esas almas con una ternura completamente particular.

Después, tenemos la actitud de Juan Diego para con Nuestra Señora: él le dirige la palabra como un verdadero cortesano, saluda a Nuestra Señora, le pregunta cómo Ella se encuentra, si está bien... y después de haber descrito el fracaso de la misión que tuvo, se porta como un verdadero diplomático y le explica la razón humana de su revés. Al mismo tiempo, manifiesta su deseo de no aparecer, de no brillar. Ustedes están viendo todas las cualidades de alma que entran en eso.
Resultado: La Virgen aprecia su actitud, sonríe para el consejo diplomático, pero no lo acepta. Al contrario, exige que él vuelva. Juan Diego, obediente, retorna, pues no tiene pereza, no le hace resistencia, es hijo de la obediencia. ¿Recibió orden? ¿La Virgen lo quiere? ¡Él vuelve de nuevo!...
Nuestra Señora reprodujo su imagen en el manto de Juan Diego, quien murió en olor de santidad.
Aquí ustedes tienen un principio que deseo resaltar: donde existe la verdadera virtud, aparecen la delicadeza, la cortesía, las maneras nobles. Por el contrario, donde la virtud muere, las maneras nobles, la delicadeza y la cortesía van desapareciendo...
Juan Diego, como tiene delicadeza de alma, sabe tener delicadeza de maneras, y sabe tratar a Nuestra Señora con respeto, con una verdadera hidalguía. Al contrario, si no tuviese delicadeza de alma, él podría ser un hidalgo, pero no trataría a Nuestra Señora con verdadera hidalguía.
Lo que, a su vez, prueba lo siguiente: si la civilización occidental desarrolló las buenas maneras, la hidalguía de trato, el señorío, el garbo, el tono aristocrático hasta un punto donde nunca ninguna civilización llegó, eso se debe a que hubo una Edad Media, donde esas cosas nacieron y continuaron a desarrollarse incluso después del fin de esa época. Hubo un momento de alta virtud, de alta piedad, donde las almas estuvieron ávidas de nobleza de trato, de delicadeza, de grandeza. Y como las costumbres nacen de la avidez de las almas buenas o malas, de ahí germinó, en el suelo sagrado de la Europa Cristiana, toda a cortesía occidental, hija precisamente de esa piedad y virtud.
Cuando estalla la Revolución, que quebró la vida espiritual de Europa, cuando entraron los principios igualitarios en el espíritu del europeo, comenzó inmediatamente la decadencia. ¿Por qué? Porque bajo este punto de vista, Revolución, igualitarismo, falta de delicadeza de sentimientos y falta de nobleza de maneras son cosas completamente relacionadas. Y no puede tener nobleza de maneras, ni delicadeza de sentimientos, quien es igualitario. Quien es igualitario tiene dentro de sí lo contrario: es egoísta, brutal, tiende para el régimen de masas, no quiere reconocer los méritos y las cualidades de los demás sino, al contrario, quiere sujetar toda la vida social y toda convivencia humana —y por lo tanto, todo el trato de las almas— a una dura, fría y ruda igualdad.
Entonces ustedes tienen la baja del tono aristocrático de Europa y la aparición de esa cosa monstruosa que es el estilo hollywoodiano, que es exactamente el igualitarismo y la falta de elevación de trato. Pero ustedes tienen, más allá de eso, como etapa posterior de la Revolución, el igualitarismo total soviético, la crueldad soviética, la brutalidad soviética que es el extremo opuesto de aquella delicadeza que germinaba en el alma virginal, sobrenatural y tan delicada de nuestro buen Juan Diego.

Así, ustedes comprenden bien hasta qué punto la cortesía y el tono aristocrático son hijos de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana. Y, por el contrario, las maneras triviales, bajas, igualitarias, brutas son – precisamente – el fruto de la Revolución y del demonio.

Extracto de reunión para jóvenes cooperadores de la TFP brasileña, del 12-12-1966. 
Sin revisión del autor.
Fuente:http://www.pliniocorreadeoliveira.info/ES_661212_Nuestra_Senora_de_Guadalupe.htm#.VIZyu3v3GzN                                                      

jueves, 11 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

Santa Maravillas de Jesús



Dos fotografías de la santa; a la izquierda, poco antes de entrar en el convento


Fiel hija espiritual de Santa Teresa de Ávila en su amor a la Religión y a la Orden Carmelitana, la madre Maravillas de Jesús, carmelita descalza, luchó tenazmente en el siglo XX para que permanezcan intactas las reglas, los usos y costumbres legados por la gran santa de Ávila, reformadora del Carmelo. Su fiesta transcurre el día 11 de noviembre.
Plinio María Solimeo
María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, hija de Luis Pidal y Cristina Chico de Guzmán y Muñoz, marqueses de Pidal. Su padre ejerció los cargos de ministro de Fomento, embajador de España ante la Santa Sede y presidente del Consejo de Estado.
Los marqueses de Pidal eran muy religiosos y dadivosos, rezaban el rosario diariamente en familia y cumplían con la mayor exactitud sus deberes de estado. En un ambiente familiar así, Maravillas se sintió desde niña predispuesta a la virtud. Por lo demás, se beneficiaba de la buena influencia de su abuela materna, Doña Patricia Muñoz Domínguez, piadosa y austera, con quien compartía la habitación.
La Madre Maravillas de Jesús señalaba que sintió el llamado divino para la vida religiosa con el despertar de la razón. A los cinco años de edad, hizo voto de castidad. Diariamente iba con su abuela a la Santa Misa y, a pesar de su deseo, no podía hacer la primera comunión sino después de los diez años de edad, como era costumbre en la época. Después dirá a su director espiritual: “El día de mi primera comunión fue felicísimo. Sólo hablé con el Señor de mis anhelos de que llegase el día de poder ser toda suya en la vida religiosa”.1
Ardiente deseo de consagración a Jesús
Por entonces, fue recibida como hija de María. La adolescente escribió en la primera página de su manual francés, también en ese idioma: “Maravillas, ¡hija de María! Oh Santa Madre de Dios, dadme un corazón ardiente para desear a Jesús; un corazón puro para recibirlo; un corazón constante para no perderlo jamás”.
En 1913 muere su padre, y el mes siguiente su abuela materna. Como sus hermanos ya se habían casado, le tocaba a Maravillas quedarse con su madre, lo cual hacía más difícil su ingreso al convento.
Años más tarde, yendo a pasar una temporada con su hermano y cuñada en Torrevalega, fueron hasta Covadonga, donde Maravillas suplicó fervientemente a la Virgen allí venerada que le concediese la gracia de entrar cuanto antes en un carmelo. Nuestra Señora la oyó. Poco después, tanto su director espiritual como su madre le concedían el esperado permiso. Entró en el carmelo de El Escorial el día 12 de octubre de 1919. ¡La obediencia la hizo esperar hasta los 27 años para consagrarse por entero a Jesús!
El Cerro de los Ángeles y el nuevo carmelo
En junio de 1911 se realizó en Madrid el Congreso Eucarístico Internacional. Como conclusión del mismo, fue organizado un acto de consagración de España al Corazón de Jesús Sacramentado. Algunos católicos fervorosos tuvieron la idea de erigir un monumento al Divino Corazón en el Cerro de los Ángeles, ubicado a 14 kilómetros de la capital, solemnemente inaugurado el 30 de mayo de 1919, con la presencia de toda la familia real y los ministros, habiendo entonces el joven rey Alfonso XIII leído el acto de consagración.
Sin embargo, por no contar con un buen camino de acceso, el monumento fue cayendo en el olvido. Cierto día Nuestro Señor, por medio de inspiraciones interiores, comunicó a la entonces hermana Maravillas su deseo de que fuese edificado un carmelo en aquel lugar, para velar por el monumento e inmolarse por España. De manera similar inspiró a otra monja del mismo convento a secundar a la hermana Maravillas en aquella empresa.
Las carmelitas el día de la inauguración del
monumento en el Cerro de los Ángeles
Después de mil y una dificultades, las dos religiosas con su antigua Maestra de Novicias y una novicia fundaron el carmelo en el Cerro de los Ángeles. Este prosperó rápidamente, habiendo recibido muchas vocaciones. La hermana Maravillas, a pesar de haber hecho los votos solemnes no hacía mucho tiempo antes, fue designada Maestra de Novicias, y poco después priora del nuevo carmelo.
Enfrentando a la revolución de 1936
Era necesario un pulso fuerte para enfrentar la tormenta que se avecinaba, y que resultó en una de las más cruentas persecuciones a la Religión de la que se tenga noticia: la revolución comuno-anarquista de 1936 a 1938, que produjo un inmenso número de mártires.
No cupo a la madre Maravillas y a sus hijas espirituales, aunque lo deseasen ardientemente, dar la vida por la Fe. Fueron expulsadas del convento y pasaron un año en Madrid, manteniendo la vida de comunidad en un departamento, bajo constante riesgo. Hasta que ella y sus veinte religiosas, junto con algunos laicos que se les unieron, consiguieron salir de España para reingresar en ella, en una región no dominada por los comunistas. Así surgió el convento de Batuelas, donde se estableció la comunidad hasta la liberación del país del yugo rojo. Entonces, como había muchas aspirantes al carmelo, fue posible volver al Cerro de los Ángeles dejando una comunidad en Batuelas.
La Madre Maravillas, que en 1933 ya había enviado religiosas para la erección de un convento carmelita en Kottayan, en la India, fundaría aún diez otras casas en España. Envió también a monjas suyas para reforzar el carmelo de Ávila, donde había vivido Santa Teresa, así como otro en Ecuador.
Fidelidad heroica al espíritu de Santa Teresa
Mediante la Constitución Sponsa Christi, Pío XII propone a los religiosos la formación de federaciones de monasterios con noviciados comunes, madres federalas y religiosos para asesorarlas. Esto traía como consecuencia reuniones, visitas de los dirigentes de la federación, etc., lo cual alteraba mucho la vida de un convento de contemplativas como son las carmelitas. Y no se armonizaba con aquello que Santa Teresa había estipulado para sus carmelos, que debían ser comunidades autónomas y estables, con un número limitado de monjas, estricta clausura, etc.
La madre Maravillas, que no deseaba ninguna alteración en aquello que Santa Teresa les había legado, hizo lo posible para evitar cualquier modificación que alterara la voluntad de la gran reformadora del Carmelo. Consultó al General de la Orden, el R. P. Silverio de Santa Teresa, a quien ya conocía y con quien había tratado de la fundación del carmelo del Cerro de los Ángeles. Se dirigió al propio Secretario de la Congregación de los Religiosos, el sacerdote español Arcadio Larraona. Ambos concordaron con su punto de vista. Movilizó a todos los contactos que mantenía, tanto en el campo civil cuanto en el eclesiástico, a favor de su aspiración.
Para ella, se trataba de una verdadera batalla, en la cual tenía que usar de todos los recursos de la piedad, así como de la sagacidad, de la tenacidad y de su extraordinaria vitalidad.
Tenaz defensora de la Orden Carmelitana
En todo momento leemos en su correspondencia de la época las palabras milagro, salvar la Orden, y otras que exteriorizan sus profundas preocupaciones, así como su sensación de que se entraba en difíciles tiempos.
Así, cuando el embajador de España ante la Santa Sede, Fernando Castiella, le comunicó las buenas noticias al respecto de la marcha de sus gestiones en el Vaticano, ella escribió a la priora del Cerro el 5 de junio de 1954: “Esto fue un verdadero milagro. La Santísima Virgen quiso salvar su Orden”.2 En otra carta a la misma religiosa, tres meses después, afirmaba: “La Santísima Virgen en su Año Mariano[1954], nos va a salvar”. A ella también le había dicho anteriormente: “¡Madre Mía! ¡Cuánto tenemos que pedir a nuestra Santa Madre Teresa que libre a su Orden! La Santísima Virgen nos lo concederá”.3
El 4 de julio de 1956, escribió a Fray Víctor de Jesús María  O.C.D., canonista y Definidor General de la Orden: “Ya sé que V. Revma. no nos olvidará y pedirá muchísimo para que no permita el Señor que la Orden de su Madre sea tocada en nada. Ya no nos resta más que la oración, pero realmente es el arma más poderosa”.4
"El Priorito", imagen del Niño Jesús que la santa colocó 
como Prior del convento en el Cerro de los Ángeles
Resistiendo a los vientos de los nuevos tiempos
La cuestión se prolonga, sobre todo con el inicio del Concilio Vaticano II. En carta escrita en abril de 1967 al Prepósito General de la Orden, Fray Miguel Ángel de San José, dice ella: “La elección de V. Revma. nos llenó de alegría, y vimos como Nuestra Madre Santísima vela por su Orden, poniéndola en sus manos en estos tan difíciles y delicados momentos”.5
En la fiesta de San Miguel Arcángel, 29 de setiembre de 1967, vuelve a escribir a la misma persona: “Haga todo cuanto sea necesario para salvar la «Orden de la Virgen» en estos tiempos tan difíciles. Con la ayuda de Cristo, nuestro Bien, y de su Madre Santísima, no podemos dudar de que así será”.
El tiempo fue pasando, y uno de los decretos del Vaticano II, el Perfectae Caritatis, insistió en la propuesta de Pío XII, recomendando a las religiosas contemplativas la formación de federaciones, uniones o asociaciones, como un medio de ayuda mutua entre los monasterios. La Madre Maravillas ve en el número 22 del decreto la salida que buscaba. Recomienda ese ítem que “los Institutos y Monasterios autónomos promuevan entre sí (...) uniones, si tienen iguales constituciones y costumbres y están animados del mismo espíritu, principalmente si son demasiado pequeños”.6 Discernía ella una salida: para fundar una unión de carmelos (dos por ella fundados y algunos más que pidieron su admisión) sin tener que alterar en nada la vida de esos monasterios. La finalidad de tal asociación era la de que esos carmelos pudiesen ayudarse con facilidad, espiritual y económicamente, y hasta con las personas necesarias, sin salidas ni entradas, sin visitas ni visitantes, etc.
Realización del deseo de “no cambiar nada”
Después de muchas dificultades, tensiones y perspicacias de nuestra religiosa, finalmente Roma aprobó esa unión el 14 de diciembre de 1972, con el nombre de Asociación de Santa Teresa,siendo la madre Maravillas elegida como su presidenta por unanimidad, el 12 de marzo de 1973.
En una carta enviada a la madre Luisa del Espíritu Santo, priora de Arenas, el 22 de marzo de ese mismo año, la madre Maravillas muestra su alegría al mismo tiempo en que indirectamente señala sus principales conquistas: “Como ven, ya nos concedió el Señor esta gracia que le veníamos pidiendo, si ésa fuese su voluntad, y ya tenemos aprobada nuestra Asociación de Santa Teresa en España. Fue como un milagro que el Señor había hecho que la aprobasen tal como la habíamos pedido. Para nuestros conventitos todo eso no supone ninguna novedad, pues lo veníamos viviendo, con la ayuda del Señor, desde hace tantos años; pues es mucho (lo) que el Señor, poniendo en nuestra manera de vivir el sello y la aprobación de la Iglesia, parece decirnos, por el camino más seguro, que está contento con eso y que aprueba nuestros deseos de no cambiar nada, y que sigamos adelante por los mismos caminos que nuestra Santa Madre (Teresa) nos trazó. (...) De varios conventos nos piden para entrar en nuestra unión, pero por ahora nos parece que no conviene aumentar el número”.8
La madre Maravillas de Jesús murió el 11 de diciembre de 1974, siendo beatificada por Juan Pablo II en 1998, y por él canonizada el 3 de mayo del 2003.   
Notas.-
1. P. Rafael María López Melús  O.C.Nuestra Dulcísima Madre – La Virgen María en la vida y escritos de la Beata Madre Maravillas, Edibesa, Madrid, 2001, p. 50.
2 y 3. Id., p. 104.
4 y 5. Id., p. 105.
6. Paulo VI, Decreto Perfectae Caritatis — Sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, 28 de octubre de 1965, n. 22.
7. P. Rafael M. López Melús, op. cit., p. 106.
8. Id., p. 107.
http://www.fatima.org.pe/articulo-249-santa-maravillas-de-jesusr

miércoles, 10 de diciembre de 2025

S A N T O R A L

SANTA EULALIA DE MERIDA, VIRGEN Y MARTIR

La Iglesia de España, perla del catolicismo, celebra hoy la memoria de la ilustre mártir que inmortaliza a Mérida, honra de toda la Península Ibérica, alegría de la Iglesia Universal, exclama enajenado de entusiasmo Dom Guéranger. Es la tercera de esas "Vírgenes sabias" cuyo culto se celebra con más pompa en la Iglesia en tiempo de Adviento; digna compañera de Bibiana, de Bárbara, y de la heroica Lucía que pronto recibirá el homenaje de nuestro culto.

No insertamos aquí el estupendo poema que copia y traduce el Abad de Solesmes; es muy extenso, aunque esa consideración no estorbó a los Padres de nuestra liturgia mozárabe incluirle por entero en el Oficio de la Santa. Consta de cuarenta y cinco estrofas el delicioso cántico, desarrollado en forma descriptiva, histórica.

Sobrehumano es el valor, increíble la audacia con que esa niña de doce años desafía al tirano y se lanza a los suplicios, más pronta y animosa a abrazarse con ellos, que los feroces verdugos a aplicárselos sin miramiento ni asomo de piedad y duelo al cuerpecillo delicado de Eulalia. Es que, bajo las apariencias de niña tierna latía un corazón gigante. Para describirnos y cantar dignamente la lucha inaudita más que homérica de esa heroína contra todo el poder del averno, era menester nada menos que el prócer de la lírica cristiana; a la abanderada del espléndido escuadrón de vírgenes mártires invencibles ha de corresponder el vate más ilustre, el rey de los poetas del cristianismo, el gran Prudencio. Prudencio se dió cuenta cabal del papel glorioso que le deparaba la Providencia de ensalzar a esa niña prodigio que superaba en fortaleza y coraje a los corifeos mismos del martirio. Se superó a sí mismo el poeta en dulzura, suavidad y gracia, cantando a su heroína, y esculpiendo a la par en sus versos la entereza broncínea de Eulalia, que con delirio santamente loco, andaba a caza de torturas para su cuerpo, asaltándolas con el afán con que los niños golosos se lanzan a los dulces y frutas apetecidas.

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Es Eulalia en los anales del heroísmo cristiano una figura desconcertante por su grandeza legendaria; nos cuesta de buenas a primeras dar ascenso a la vivida descripción de su martirio, si no paramos mientes en que Cristo mismo por obra y gracia del Espíritu divino forjó de intento ese modelo insuperable de Esposa suya que se lanza desolada a los brazos de su Amado a través de sangre y fuego, y para lograrlo se abreva, degusta y saborea con fruición incontenible los tormentos más atroces.

Y no andan en zaga, en entusiasmo y elocuencia el Breviario y Misal Mozárabes al ensalzar a Santa Eulalia. No se halla cosa tan soberbiamente magnífica, dice Dom Guéranger, como los elogios consagrados a su memoria por la antigua Iglesia de España. Citamos casi al azar, añade, en el Misal, las dos hermosas composiciones escogidas entre otras veinte que pudieran ser preferidas:

Oración 

Regocíjese en Vos, Señor, la virginidad, y codeándose con ella la continencia tome parte en la alegría. He aquí una guerra, en que no figura el sexo sino el valor. No estriba la defensa en la espada sino en el pudor. No se entabla la lucha entre personas sino entre causas. Una conciencia inocente atraviesa sin heridas los batallones armados; la que triunfó del asalto de los sentidos, triunfará del hierro. Vencerá fácilmente a los demás el que se vence a sí mismo; y si la virtud es loable en el hombre, la virgen que despliega viril fortaleza es digna de mayores elogios, Una virgen sagrada entra en una asamblea profana, y llevando en su pecho a solo Dios triunfa de los suplicios. No falta allí un lictor tan imprudente como cruel que lanzando las saetas impúdicas de sus miradas, tortura con infame suplicio a quien podemos apellidar Esposa de Cristo, de manera que la ajena al adulterio tiene que soportar castigo adúltero. Luego, el verdugo, para someterla a más ruda prueba, expone el cuerpo de la Virgen ante los ojos de los espectadores, y a lo largo de sus caderas desgarradas corre en arroyuelos la sangre más rápidamente que la mano del lictor, lo es para abrir nuevas llagas en las entrañas surcadas de crueles azotes. La sacrílega intención del verdugo queda confundida, y no aparece aquí otro vergonzoso espectáculo que el de los fieros tormentos. Desnuda está nuestra Virgen, pero es desnudez pudorosa. Uno y otro sexo aprenda pues, de esta Virgen a ambicionar no la hermosura sino la virtud, a amar la fe, no los encantos del cuerpo. El que quiere agradar al Señor, entienda ha de ser juzgado, no por los atractivos del rostro, sino por su pudor. Y ahora, oh Cristo, ya que por ti mereció esta Virgen, por ti también llevó felizmente a cabo su glorioso papel, (pues no acertaríamos a rehuir las dudas del enemigo sino el apoyo de tu divinidad) dígnate otorgarnos que, así como esta bienhadada Mártir ganó por su lucha varonil el premio de la castidad, alcancemos el perdón de nuestros desmanes, la recompensa prometida.

Ilación

Digno y justo es. Señor Dios, que te demos gracias a Ti que colocaste en el pavés de la gloria a esta Virgen prudente fiel discípula de la fe; a Ti que haciendo fuese María madre, hiciste también que Eulalia fuese mártir, la una feliz en dar a luz la otra feliz muriendo; la una llevando a cabo el ministerio de la Encarnación del Verbo, la otra apropiándose la imitación de sus padecimientos; la una creyó al Ángel, la otra resistió al enemigo; la una elegida para que Cristo naciera de ella, la otra escogida para que el diablo fuera vencido por ella. Eulalia Mártir y Virgen fué en verdad digna de agradar a su Señor; protegida por el Espíritu Santo aguantó rudo combate a la delicadeza de su sexo. Viósela por encima de toda fuerza humana ofrecerse a las torturas en alas del celo de tu amor; cuando a honra de tu precioso Unigénito derramó su sangre en testimonio de generosa confesión, y entregó a las llamas sus castas entrañas en olor de suave incienso. Va sin ser llamada al tribunal de un gobernador sanguinario. Allí se manifiesta su alma tan incapaz de disimulo, como el lugar mismo convidaba a señalado triunfo. Quiere conquistar un reino, menospreciar los suplicios, encontrar al que busca y ver, finalmente, al que habrá confesado. No le asusta la pena, no duda de su triunfal corona, el potro no la ha rendido, no desconfía del premio. La preguntan, confiesa; la arrancan la vida y es coronada. Por estupendo prodigio subiendo el espíritu de la Virgen hacia ti por la llama al exhalar el postrer suspiro, tu Majestad soberana le recibe en figura de paloma; de modo que la Mártir escala los cielos con el símbolo maravilloso con que ¡oh Padre celestial! mostraste tu Hijo a la tierra. Pero los mismos elementos no sufren que el cuerpecillo de la Mártir permanezca sin honra; nieve del cielo a guisa de vellocino gracioso viene a cubrir y discretamente velar aquellos restos que pregonan la austeridad de la virtud, el candor de la virginidad. El cielo mismo aporta la pompa de espléndida misericordia del Redentor, el alma de la Virgen es entronizada en la celestial mansión en desquite de la mortaja aérea en tan augustos funerales, y por la sepultura terrestre.

Ten a bien, Mártir gloriosa, unamos nuestra admiración a los sublimes cánticos que la Iglesia entona a honra tuya. Habiendo enajenado tu corazón Virgen heroica el amor de Cristo, no sentías los tormentos, o, mejor dicho, el dolor era sustento y cebo de tu amor en ausencia de ese Esposo que podía él solo colmar tus deseos. Con ese ardor invencible con esa tu audacia magnánima que te impedía a desafiar a los tiranos y el furor de la plebe, nada había tan inefablemente dulce como tu sonrisa, nada tan tierno como tus palabras. Alcánzanos, Esposa de Cristo, siquiera un poquito de esa valentía que jamás se abate delante del enemigo, de ese tierno amor a nuestro Señor Jesucristo que, solo, libra a las almas de tibieza y orgullo.

Santa Eulalia
¡Oh tú, gloria de Iberia, paloma de paz, ten piedad de esa tierra católica que te crió para el cielo! No sufras palidezca la antigua fe en una Iglesia que brilló entre todas las otras con esplendor sin igual durante tantos siglos. Ruega, Eulalia, para que los días de la tribulación en tiempo de borrasca se abrevien, y Dios, cediendo a tus ruegos, confunda la sacrílega audacia de los impíos resueltos a aniquilar el reino de Dios en la tierra; inspire al clero la fortaleza y energía de tiempos pasados, haga fecunda la sangre de los mártires que ha sido ya derramada, pare en seco el escándalo de que son tan fácilmente víctimas el pueblo sencillo y los débiles, que se digne, por fin, no borrar a España del número de las naciones católicas, y perdone a hijos degenerados en atención a sus padres.

Las reliquias de esta mártir incomparable, enriquecen hoy la sede y región ovetense donde fueron trasladadas hace ya muchos siglos, para sustraerlas a la profanación de las hordas agarenas invasoras. Es Patrona ilustre de la diócesis. Hubiéramos deseado que en vez de los himnos de la festividad, de mediocre inspiración lírica, se usaran las viriles estrofas del inmortal Prudencio. Algo más acertados estuvieron en las encomias tributadas a Santa Eulalia, nuestros antiguos Padres de la Iglesia mozárabe.

 Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer